El arranque de Meloni: tono edulcorado, pero misma radicalidad de fondo

El arranque de Meloni: tono edulcorado, pero misma radicalidad de fondo

La ganadora de las elecciones coloca a su mano derecha en el Senado de Italia y negocia con la derecha los ministerios con la premisa de "cumplir" su programa.

Giorgia Meloni, el pasado 10 de octubre, en la Cámara de Diputados de Roma.Antonio Masiello via Getty Images

Tres semanas después de ganar las elecciones en Italia, la ultraderechista Giorgia Meloni está ya consolidada como la política más importante del país en este momento. No es sólo que sacara el 26% de los votos, superando la suma de sus dos aliados de derechas (Liga Norte y Forza Italia), sino que está demostrando que, pese a su escasa experiencia de gestión, maneja los hilos: en los nombramientos en las Cámaras, en el debate sobre los ministros, en los mensajes a transmitir. Aún no es primera ministra pero ya ejerce como tal, pisando fuerte.

Meloni, líder del neofascista Hermanos de Italia, ha intentado rebajar el tono y algunos mensajes dirigidos al público más preocupado por su ascenso, el de Bruselas. Ha modulado hasta su voz, que ha perdido un punto gritón -más allá de que los mítines se hayan acabado- y ha ganado uno más grave. Sus palabras ahora no son tan afiladas como aquellas que dijo en el mitin de Macarena Olona en Marbella, en verano, cuando se vio su verdadero rostro, sino que dice lo mismo pero con circunloquios o eufemismos. Lo evidenció en otro acto de Vox, en Valdebebas (Madrid), el pasado fin de semana.

“En España como en Italia y en toda Europa hay una mayoría de ciudadanos que no se reconoce en las utopías e ideologías de la izquierda y nos piden que asumamos la responsabilidad de gobernar. No podemos hacerlos solos, necesitamos compañeros de viajes leales y fiables y que desistan de hacer guiños a la izquierda y nos ayuden a organizar a la alternativa a la izquierda”, argumentó. Es su marco de referencia, sin citar ni los abortos, ni los gays, ni la sagrada cruz, ni los extranjeros, pero todo está dentro.

Mirando a Europa, la misma Meloni que ha cargado siempre contra los “burócratas” de Bruselas, ha estado lista y se ha alineado con las posturas esenciales marcadas por la Comisión Europea en el tema del momento: la invasión rusa de Ucrania. La mujer que veía en Vladimir Putin todo un ejemplo para la fe cristiana en el continente, ha condenado la anexión de territorios ucranianos en el sur y el este del país y ha denunciado que Moscú ataca “deliberadamente” a civiles, en la campaña de rabia y fuego iniciada esta semana y que ha llegado incluso a Kiev, la capital. La OTAN, insiste, es el foro donde se tiene que seguir trabajando por la seguridad de todos.

Edulcorada no quiere decir descafeinada y, aunque ha hecho estos guiños de entendimiento, de unidad, Meloni también ha disparado, robustecida por su victoria, indicando que hay que superar el principio de supremacía del derecho comunitario sobre el estatal. Su portavoz en la Cámara de los Diputados, Francesco Lollobrigida, ha dicho que hay que “revisarlo”. “Nadie piensa ya, a la luz de los acontecimientos recientes, que Europa sea perfecta”. Nada nuevo: los Fratelli están apuntando al modelo húngaro, su favorito, ese estado iliberal, ya no plenamente democrático a juicio del Parlamento Europeo, sancionado por la Unión Europea por violar sus principios fundacionales.

   Giorgia Meloni, durante la votación de las nuevas Cámaras italianas. ALBERTO PIZZOLI via Getty Images

La aspirante a primera ministra no se esconde. Se rodea de más boato, masculiniza su apariencia, usa maletines, se viste en resumen de mandataria, pero de la mandataria que ella quiere ser y vendió, sin impostura, a unos votantes desesperados por no tener soluciones. Esta misma semana, la ultra ha avisado de que el suyo será un gabinete “más político” y no tan técnico como los que ha ido encadenando Italia en los últimos años, porque se ve avalada por “un mandato popular, una guía política”, lo que le permite aplicar su “programa” y su “visión”. “Sin Palacios”, reprochaba, en referencia a las alianzas de otros partidos, todos menos el suyo, en realidad, que han pactado consejos de ministros de unidad. Y avisa: “que nadie piense que cambiaremos nuestras ideas y objetivos por los que fuimos votados”. Habla de esas 15 propuestas marco, poco definidas, pactadas de antemano con Liga y Forza, que dan cuenta de su ideario a la extrema derecha, que algunos llaman directamente fascista.

Pruebas superadas... pero

Tras los primeros días de bajar de la nube, de organizar y aprender los protocolos de un Gobierno por hacer, esta semana ha sido clave para ir viendo los pasos de Meloni. La XIX legislatura comenzó el jueves con la primera sesión de las dos Cámaras del Parlamento, con 400 diputados y 200 senadores tras un proceso de reducción de sus dimensiones. Lo que se ha visto en estos días es la línea dura de la ultraderechista, ya que en el Senado ha logrado colocar en la presidencia a Ignazio La Russa, uno de los fundadores de Hermanos de Italia, ministro de Defensa entre 2008 y 2011 con Berlusconi y vicepresidente entre 2018 y 2022 de la Cámara que ahora presidirá durante el próximo lustro. Un señor que se vanagloria de su amor por el dictador Benito Mussolini.

En la Cámara de Diputados ha dejado el cargo en manos de la Liga, de Lorenzo Fontana. Es un gesto forzoso con quien le pone en la coalición su 8,9% de votos pero si hubiera querido, el perfil sería menos ultra. No es el caso: Fontana es la mano derecha de Matteo Salvini, líder del partido, exministro de la Familia y Asuntos Europeos, conocido por su feroz odio a la comunidad LGTB y su oposición al aborto. Droga dura de una formación que algunos analistas consideran aún más extrema que los propios Hermanos.

Esas pruebas están ya superadas, pero Meloni ha salido con algunos rasguños. Si la presidencia de Fontana contó con los votos de todo el bloque de la derecha, la de La Russa tuvo en contra al partido de Berlusconi, tremendamente enfadado por las negociaciones ministeriales, no tanto por el candidato en sí. Il cavaliere quería en el gabinete a Licia Ronzulli, de su total confianza, pero Meloni dice que nones. Tampoco le cuadra el reparto de carteras que se está haciendo por ahora, del que han trascendido pocos detalles.

No obstante, pese al no de los de Forza Italia, la votación, secreta, salió adelante. ¿Quién más votó a favor de La Russa? Todo un misterio que dispara las especulaciones y los reproches. Meloni, como el que oye llover, porque tiene a su hombre en el Senado, como quería. Dice que no se detiene en “cuestiones secundarias”.

Berlusconi da por “terminado” el periodo de discusión del gabinete, pero no es realista lo que dice. No ha roto el acuerdo y le tocará seguir negociando, por más que aparezca aislado en su escaño, tomando notas pilladas por la prensa. “Giorgia Meloni . Comportamiento: 1. obstinado 2. prepotente 3. arrogante 4. ofensivo . Sin voluntad de cambio. Ella es alguien con quien no te puedes poner de acuerdo”, se lee en los apuntes que Berlusconi tomó durante la sesión en la que se le vio muy enfadado.

Ahora que las Cámaras están listas, el presidente de Italia, Sergio Mattarella, ya puede ir convocando a los partidos para hacer ronda y pedir la formación de un Gobierno a quien estime, previsiblemente Meloni por ser la líder de la fuerza más votada el 25-S. Los medios italianos, pese a todo, no descartan la sorpresa de que Berlusconi decida acudir en solitario a esta convocatoria, sacando los pies del tiesto de lo firmado con las derechas antes de las elecciones. ¿Un desplante o una fractura? Quién sabe. Lo cierto es que Meloni, con todo su poderío, no puede perder de vista que carece de una mayoría absoluta si no es con Salvini y Berlusconi y que la unidad es esencial para poder seguir como primera ministra. Sin eso, es tan débil como el centroizquierda que se quedó en la cuneta en los pasados comicios.

En principio, señalan fuentes a medios como L’HuffPost (la edición italiana del HuffPost), la formación del Ejecutivo no podría producirse antes del fin de semana del 21 de octubre. Lo ideal -para evitar problemas como en el primer Gobierno de Giuseppe Conte, cuando el jefe del Estado rechazó al ministro de Economía propuesto- sería tener cerrada la lista de ministros antes de recibir el encargo.

Forza quiere quedarse con Exteriores, factible porque está ahí el nombre de Antonio Tajani, expresidente del Parlamento Europeo, de notable predicamento, más Justicia y Telecomunicaciones; estos dos son muy complicados, con Berlusconi arrastrando aún casos pendientes y con un emporio como Mediaset relacionado con el primer ministro. La Liga quiere Economía, algo que Meloni no quiere oír por ahora, e Interior, que plantean darle a Salvini de nuevo, por más que espine en los sectores más templados.

Meloni habla de “aliados”, pero sabe que tiene el enemigo en casa. Queda una semana de audiencias y de nombres con Mattarella, que deben cuajar en un a primera ministra y un equipo. Queda un trecho, pero las cartas ya están mostradas: es lo que prometió, es lo que hay.