Economía y unidad, los principales retos del Gobierno de Italia que lidera la ultra Meloni

Economía y unidad, los principales retos del Gobierno de Italia que lidera la ultra Meloni

Tras años de crítica, es el momento de que Hermanos de Italia demuestre si tiene o no respuestas para los ciudadanos y de qué naturaleza. Observan los italianos y la UE.

25-S más uno. Italia ha pasado ya sus elecciones generales y los resultados están sobre la mesa: el neofascista Hermanos de Italia es el partido más votado, con un cuarto de los sufragios, y su líder, Giorgia Meloni, se convertirá en primera ministra si nada se tuerce. Quedan por delante días de sentarse con las otras formaciones a las que necesita para tener una mayoría necesaria, Forza Italia (Silvio Berlusconi) y Liga Norte (Matteo Salvini), pero ya tiene un acuerdo marco que le garantiza la suma. El bloque se quedará con un 44% de los todos totales emitidos ayer.

Su primer reto será el de poner negro sobre blanco los nombres del Gobierno y de la jefa de Gobierno. Todo irá sin demora, porque estamos en otoño y hay que lograr un presupuesto antes de final de año, de cara a 2023. Es una de las grandes críticas a la forma en que se dejó caer al primer ministro en funciones, Mario Draghi, que no lo dejaron ni aprobar las cuentas y marcharse, ya sin urgencias, en la primavera de 2023.

Los plazos, forzosamente, se acortarán, pero no a menos de cuatro a seis semanas. Las nuevas cámaras deberán tomar posesión el próximo 13 de octubre. Según el acuerdo vigente desde hace años entre los líderes de los partidos de derecha y extrema derecha, la formación más votada será la que designe al candidato a jefe de Gobierno, y como es la de Meloni, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial habrá un Ejecutivo neofascista en la tercera economía de Europa. Tan duro y contundente como suena.

Visto bueno y estabilidad

El gabinete debe lograr el visto bueno de Sergio Matarella, el presidente del país, y el abultado triunfo de la coalición de derechas lo da como automático, pero puede no serlo tanto. Matarella viene de la Democracia Cristiana y del Partido Democrático, aunque ahora sea independiente, es hijo de un activista antifascista perseguido por la dictadura de Benito Mussolini, y no tragará con depende qué nombres que le propongan la suma de la derecha clásica de Forza, de la derecha radical de la Lega y de la derecha neofascista de Fratelli.

Ya hay precedentes: cuando La Liga y el Movimiento 5 estrellas se sumaron y propusieron como ministro de Economía al euroescéptico Paolo Savona, el presidente dijo que por ahí no pasaba. Meloni, en su intento de rebajar las críticas por su postura radical, ha ido lanzando ya algunos nombres con experiencia del centro derecha, incluso que vienen de Gobiernos técnicos como el de Mario Monti.

Si supera esa meta volante, antes de ponerse a gestionar, a Meloni le queda por delante la tarea de coser bien la coalición para que no se le escape. Tiene por muletas a dos tótems de la política nacional, Salvini y Berlusconi, los dos con ansias del máximo poder posible, los dos con aspiraciones a primer ministro frustradas en estos comicios, que tratarán de conquistar los mejores bocados del consejo de ministros. No hay una hermandad de acero entre ellos. En toda la campaña, los líderes de las tres formaciones que ahora se alían no han aparecido juntos hasta el final, en una foto en Roma en la que vendían unidad.

Sin embargo, hay diferencias. “Hay una grieta en todo, así es como entra la luz”, decía Leonard Cohen. Luz es moderación, esperan unos, los de la derecha más templada. Luz es pelea y disolución, esperan otros, los del centroizquierda que no han sabido articular una alternativa a Meloni y compañía. En Italia, la media de los Gobiernos de los últimos 75 años es de unos 13 meses, ha ido acumulando 31 primeros ministros y 67 gabinetes distintos. La tendencia no es, claramente, a la estabilidad, así que no serían de extrañar los roces entre estos socios, también, por más que defiendan que juntos darán “estabilidad” al país y que su proyecto es “sólido” para los próximos cinco años.

El profesor de la Universidad Rey Juan Carlos Matteo Re explicaba a El HuffPost que el discurso de Meloni “es hiperconservador pero aún por detrás de la Liga, que lleva años en gobiernos e instituciones” y sus postulados extremos pueden ser más desequilibrantes para la futura primera ministra que las ansias nostálgicas de algunos de los suyos. “En esta coalición de tres partidos es fundamental que esté Forza Italia, porque es con diferencia el más moderado de todos, es muy útil para que equilibre un poco, porque al final Meloni puede proponer lo que quiera, pero no puede gobernar sola y su partido no va a conseguir una mayoría absoluta”, señala.” Tiene que ir en coalición, así que el problema de escorarse mucho a la derecha y ser demasiado anti europeísta, por ejemplo, no lo veo tan claro, porque está ahí un partido como el de Berlusconi que ha sido siempre europeísta, mucho, y que es un más moderado. Un contrapeso”.

Hay un elemento nuevo que a priori juega en su favor: hay una mayoría de la derecha en el Congreso y el Senado, hay menos disonancia de una cámara a otra, lo que puede evitar roces y dar continuidad a sus políticas, cuando este flanco ha sido siempre propenso a la batalla.

  Matteo Salvini, Silvio Berlusconi y Giorgia Meloni, durante el cierre de la campaña electoral en Roma. SOPA Images via Getty Images

Las ayudas de Europa, el pilar

Italia no es inmune a los males que atacan ahora mismo a todo Occidente: la crisis postpandemia a medio superar, cuando llega la invasión de Ucrania por parte de Rusia que todo lo desequlibra, lo rompe, lo sube, lo encrespa. Hablamos del país más beneficiado por el plan de recuperación diseñado por la Unión Europea, son 191.500 millones de euros entre subvenciones y préstamos para financiar proyectos y estimular el crecimiento. Pero para obtener los fondos de Next Generation, el Gobierno italiano debe implementar una serie de complejas reformas previamente negociadas por el primer ministro saliente, Draghi, un tecnócrata exjefe del Banco Central Europeo que de números iba bien como pocos.

Cuando se votó el plan de resiliencia de Dragui, el único partido que no votó a favor fue Hermanos de Italia. Meloni ha advertido en numerosas ocasiones durante la campaña electoral que quiere volver a negociar con la Comisión Europea las condiciones relativas a la concesión de esos fondos, un aviso que a su socio Berlusconi saca de quicio porque, con todas sus salidas de tono, no deja de ser el derechista más cercano a Europa y a sus instituciones y sabe de la importancia de no tocar ni una coma. No dará su brazo a torcer y se espera tormenta.

La Comisión no ha reaccionado durante la campaña pero, dada la posición euroescéptica de Fratelli y su declaración pública de amor por países como Hungría, justo ahora castigado por la UE por violar el estado de derecho, ha dejado el aviso de que dar determinados pasos se paga. O sea, si se dejan de respetar los plazos y las condiciones negociadas, el desembolso del dinero corre el riesgo de sufrir importantes retrasos o bloqueos.

Mejorar los datos domésticos

La deuda pública italiana es hoy una de las más altas de Europa, situándose sólo por detrás de la de Grecia. En 2021 superó el 150% del producto interior bruto del país. Así que, forzosamente, habrá que meterle mano de inmediato. El reto es mantenerla bajo control, mientras que en paralelo se ayuda a los ciudadanos con programas económicos que amortigüen el daño. Sin embargo, también en este punto hay mucho por aclarar: Salvini quiere más deuda pública para dar ayudas contra la subida de precios y la inflación, mientras que Meloni dice que eso es populismo de más y que tocar la deuda sería un descalabro, que no se puede desviar de la senda prevista. Tras años criticando, es hora de demostrar qué decisiones se toman.

El pasado año, el déficit se situó en el 7.2% y al cierre del primer trimestre, la deuda pública alcanzó los 2.755 billones de euros, una cantidad que equivale al 152.6% del PIB, el dato más alto en los últimos 25 años. La previsión de la firma Scope Ratings es que este porcentaje se mantenga estable a medio plazo aunque, según el jefe de bonos corporativos de Vontobel, Mondher Bettaieb-Loriot, gracias a los nuevos mecanismos de liquidez del Banco Central Europeo (BCE), “el riesgo de impago de los bonos soberanos es bastante bajo”, informa Bloomberg.

Es un debate troncal, porque va a la esencia de lo que ha llevado a la estos radicales al poder: el cansancio popular, el todo es igual, el nadie nos da salidas. Meloni las ha prometido, pero el problema es cómo hacerlas realidad. Una cosa es la teoría, otra la práctica, y Meloni fue ministra, pero hace tiempo, y de Juventud, y su experiencia en la administración no ha ido a más. Tiene por delante un máster acelerado en gestión nacional.

Los países de la UE están a las puertas de la renegociación de una reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que establece que los Estados miembros no pueden tener un déficit público por encima del 3% de su PIB ni una deuda superior al 60%. Estas normas, que no han funcionado durante la pandemia de coronavirus, van a ser revisadas para Italia este otoño. Junto con Francia, desde el Palacio Chigi, la sede del Gobierno italiana, se lleva pidiendo hace tiempo que la regla del pacto de estabilidad de que la deuda no sobrepase el 60% sobre el PIB, pase al 100%. Está por ver qué postura se pacta ahora, sin Draghi y con los hermanos de la derecha.

La inflación también está en máximos. En agosto, alcanzó el 8,4% interanual, el porcentaje más elevado en 37 años. A ello contribuye el precio de la energía y, en el primer cuatrimestre, Italia fue el tercer país de la UE donde fue más cara. Se situó en los 0.4202 euros por kilowatio hora, según Eurostat.

El contexto no ayuda, con un invierno a las puertas en el que el suministro energético causa dolor de cabeza a toda Europa. Italia, con Draghi, se ha movido bien, tratando de reducir la dependencia respecto de Rusia, buscando aliados como Argelia, con el que ahora es el enlace europeo, tras la crisis de relaciones con España. El año pasado, Italia importó el 90% de sus suministros de gas, de los cuales un 40% procedía de Rusia, por lo que va a marchas forzadas a la caza de alternativas. Como todos. Sus reservas ahora no están mal, por encima del 80%, pero si desde el Kremlin optan por cortar el grifo del gas, los estragos en su economía serán inevitables también en Italia.

Si los precios suben, la calle se puede calentar con protestas, como ya está pasando en Reino Unido, con huelgas que se creen la antesala de un otoño problemático para la zona euro, también. La izquierda y, en especial, los sindicatos -que han sido críticos con la tibieza de partidos como el Democrático hacia Meloni- pueden movilizarse y amargarle la llegada al cargo.

También será importante ver la inclinación del nuevo gabinete en cuanto a soluciones, si van por la vía verde, de la transición energética o el respeto al medio ambiente, o recurren de nuevo a las fuentes fósiles, del pasado, o a la nuclear.

La evolución de la política y la economía italiana, en cualquier caso, ha sido muy dispar: el país consiguió en agosto recuperar el nivel de actividad previo a la pandemia y es uno de los europeos en mejor posición para salir adelante con la ayuda de Bruselas. El PIB creció un 6.6% en 2021 y, en el segundo trimestre del año, lo hizo en un 1%, cuatro décimas más que la media de la eurozona. El Banco Mundial estima que el PIB subirá un 2.3% este año y un 1% en 2023. Son unas perspectivas “débiles” para la agencia Scope Ratings, por lo que augura que el margen de maniobra del próximo Gobierno va a ser limitado.

  Matteo Salvini, el pasado marzo, en Polonia, en un acto de cercanos a Rusia. Czarek Sokolowski via AP

¿Y Ucrania?

La posición italiana sobre la guerra en Ucrania, la ayuda a ese país y las sanciones internacionales contra Rusia podrían ponerse en entredicho con el nuevo ejecutivo. Draghi encarnó la línea firme de una Italia europeísta y atlantista, que envió armas, apoyó a Ucrania y aplicó rigurosamente las sanciones contra Rusia. Ahora apoya también la formación de militares ucranianos en suelo europeo. Meloni, admiradora pública de Vladimir Putin, ha pasado en precampaña y campaña por todos lo estados de ánimo, hasta declararse al fin partidaria de las sanciones y el aislamiento a Moscú y de suministrar ayuda a Kiev.

No piensa com ella su aliado Salvini, aún más ferviente admirador de Putin. “Las sanciones no van a debilitar a Rusia. Al contrario, corren el riesgo de poner de rodillas a Italia y a los países europeos”, señala. También se opone al envío de más armas a Ucrania y está a favor de negociaciones, sin especificar cómo. Lo único que ha concedido, en las horas finales de los mítines, es que estaba cambiando un poco su opinión sobre el presidente ruso, tras el reclutamiento masivo o la aparición de nuevas fosas comunes en el noroeste de Ucrania. Lo dice con la boca chica o ha cambiado súbitamente de opinión.

¿Cómo puede alguien así admitir los compromisos que hoy Europa tiene con Kiev? Malabares va a tener que hacer Meloni para consensuar posturas y para explicarlas, o para ceder ante otros posicionamientos y explicarlos, o para decirle a los italianos que ayer la votaron que se hizo la buena pero que en realidad piensa como Salvini. “Esperamos una cooperación constructiva con las nuevas autoridades italianas”, ha dicho el portavoz jefe de la Comisión Europa, Eric Mamer.

Mucha tela que cortar...