Said, un joven migrante en el limbo

Said, un joven migrante en el limbo

La historia de un marroquí atrapado en Gran Canaria hasta que se determine su edad.

Said, de 17 años.Sara Yun

Said, marroquí, 17 años hasta que se demuestre lo contrario, no quiere que publiquemos su apellido, tampoco fotografías en las que se le reconozca. Llegó a Gran Canaria el pasado mes de octubre. Desde entonces, está en el centro de Ayagaures para menores extranjeros no acompañados, a la espera de saber si, efectivamente, se lo reconoce como menor o no.

Hasta entonces, cual metáfora de su vida, está en una especie de limbo. No sabe qué será de él, por ello no quiere exponerse de más. Tiene miedo a que lo devuelvan a Marruecos y pueda haber represalias por contar cómo era su vida allí, su experiencia con la policía, su opinión sobre los gobernantes.

Mientras no se identifique su edad no puede estar escolarizado, ni ir a un centro de mayores del que poder entrar y salir con libertad. Solo puede esperar en Ayagaures, un pueblo tan recóndito como pintoresco de la isla, entre barrancos, con escasos vecinos y menos construcciones, excepto una gran presa; cuyo nombre guanche lo describe a la perfección: ‘entre dos montañas’.

Said es delgado y de mirada esquiva, su anatomía frágil, incluso indefensa, está en absoluta contradicción con todo lo que ha sido capaz de soportar. Va contando su vida a retales mientras se mira las manos huesudas, como si fuera sacando fragmentos de una nebulosa. Habla en voz baja, frecuentemente para su discurso, en árabe, traducido por un compañero, y dice: “creo que prefiero no recordar eso, ¿para qué?”.

  Un grupo de jóvenes menores no acompañados en Gran Canaria.Sara Yun

Su familia vendía fruta y verdura por las calles, en Tetuán. Son cinco hermanos, uno mayor que él, que está actualmente en Almería, y tres chicas. Se cansó de esa vida miserable y sin perspectiva y se fue a Dajla, con 15 años, a probar suerte. Allí se construyó una chabola en la playa, igual que otros niños que estaban en las mismas condiciones que él, hacía alguna chapuza, pescaba y así iba sobreviviendo, hasta que un día la policía, sin más explicación, les destruyó sus precarias viviendas y los echó de allí.

La mayoría se quedó en la calle, pero él pudo refugiarse en casa de un familiar. Prefiere no hablar de esa época. Solo cuenta que trabajó pescando, pulpos, calamares, desde el alba a la noche y casi no recibía sueldo. “Allí la sociedad, tal como está montada, te obliga a madurar antes, sabes que lo que te espera es la dureza de la vida. Marruecos es un país con mucha riqueza, pero no tenemos acceso a ella, los gobernantes no te dejan prosperar. Hay corrupción por todos lados, en el Gobierno, en la policía. Ni siquiera puedes sacarte un documento de identidad sin pagar. Si no tienes dinero, eres un don nadie”.

Si no tienes dinero, eres un don nadie"
Said

Se sentía explotado, desprotegido y con el cuerpo “lleno de furia, no me dejaban vivir”. Por eso, decidió embarcarse hacia un país “donde hay futuro, donde se respetan los derechos, donde puedo encontrar un trabajo”. Dice que consiguió gratis su puesto en la patera, pero no es verdad, estuvo trabajando para el traficante, no dice haciendo qué, sin recibir un sueldo, tampoco dice cuánto tiempo.

Pasó dos días embarcado, junto con otras 23 personas, hasta que los rescató Salvamento Marítimo. No pasó miedo, “conozco bien el mar y tengo mucha fe en Alá, eso me ayuda siempre”.

- ¿Y ahora?

- Quiero vivir en paz. Tener un trabajo normal, nada excepcional, sino como una persona corriente.

- ¿Cuál es un trabajo normal? Si pudieras elegir la ocupación que quisieras, ¿cuál elegirías?

- Un trabajo digno.

No sabe si quiere ir a la Península, “de España solo conozco estas montañas”, quizás a Almería, a recoger naranjas con su hermano. Ese podría ser un trabajo normal. Tampoco sabe si algún día querrá volver a Marruecos, todavía es pronto, aún siente rabia en su interior, tanta que el otro día le dio un puñetazo a la pared para descargarla. La gran diferencia es que en Europa, a él, solo por ser una persona, le vendaron el brazo en un centro de salud. Quizás haya merecido la pena el viaje.