Todo lo que tienes que saber sobre Liz Truss, la sucesora de Boris Johnson en Reino Unido

Todo lo que tienes que saber sobre Liz Truss, la sucesora de Boris Johnson en Reino Unido

Conservadora de manual, ansía bajar impuestos, adelgazar el Estado y parecerse a Thatcher. Recoge los frutos de su fidelidad al 'premier' y de su ambición sin careta.

Liz Truss, durante el cierre de la campaña por el liderazgo 'tory', el pasado miércoles en Londres. Kirsty Wigglesworth via AP

Liz Truss es la nueva líder del Partido Conservador y la nueva primera ministra de Reino Unido. Se ha impuesto a su compañero de formación y de gabinete, Rishi Sunak, en la carrera interna por la sucesión del actual premier, Boris Johnson, que ha escapado de Downing Street asaeteado por los escándalos. Es la tercera mujer en este cargo, tras Margaret Thatcher y Theresa May.

Despejada la incógnita, toca conocer mejor a la que hasta ahora era secretaria de Estado para Relaciones Exteriores y de la Mancomunidad de Naciones. Una mujer que promete ser continuista con su antecesor, de ambición tan extrema como transparente, ejemplo de derechistas, defensora de la bajada de impuestos, el fin del intervencionismo estatal y la empresa privada, que llevará las riendas de un país sacudido por la crisis económica y energética y con el divorcio con Europa encallado.

Mary Elizabeth Truss (Oxford, 26 de julio de 1975) es una mujer que sus cercanos califican de “enérgica”, “cabezota”, “incombustible” y “habladora”. Sus orígenes se encuentran curiosamente en una familia de izquierdas, con un padre profesor de Matemática Pura en la Universidad de Leeds y una madre enfermera y profesora, activista contra las armas nucleares que la llevó a sus primeras manifestaciones. “Iban mucho más allá del laborismo”, ha confesado en alguna entrevista. Su madre ha hecho campaña por ella en varias ocasiones, pero con su padre no lo ha logrado. Sus ideologías no comulgan. La mayor de cuatro hermanos, a veces se levantaba del tablero de juego con las partidas a medias para no verse vencida. “Tiene mal perder”, confesó su hermano a la BBC. Jugando a los médicos siempre era la cirujana, “la que abría y cerraba”.

Muy pequeña se fue a vivir a Escocia y luego, a Canadá. Fue una niña con mucha capacidad de adaptación. En la secundaria fue cuando se cayó del caballo izquierdista, dice, y viró primero hacia un liberalismo de centro y, al fin, a la derecha. De vuelta en Oxford, estudió la apreciada triple licenciatura en Filosofía, Política y Economía, que tanto se repite en currículos como los del exprimer ministro David Cameron -el primero que le dio un cargo púbico- o la Nobel de la Paz Malala Yousafzai.

En su campus se unió a los Demócratas Liberales, con los que empezó a destacar en oratoria. Hasta fundó el grupo de libre empresa de parlamentarios conservadores, un grupo de diputados defensores del libre mercado que abogan por una economía más empresarial y con menos leyes laborales. Ahora se rescatan sus discursos en defensa del libre mercado y, también, con ramalazos republicanos. “Nosotros, los demócratas liberales, creemos en las oportunidades para todos. No creemos que las personas nazcan para gobernar”, dijo en 1994. Pero después de graduarse, cambió sus lealtades. “Conocí a los tories y me di cuenta de que no tenían dos cabezas y que en realidad eran buenas personas”, explicó una vez.

Hasta 1996 no se sacó el carné del partido y en esos años su actividad fue completamente privada: trabajó en ventas en la petrolera Shell y con contable en Cable & Wireless, pero con el ojo puesto en la política. Cada vez más asentada en el organigrama de base de los conservadores, intentó en dos ocasiones, sin éxito, alcanzar el Parlamento por su zona, South West Norfolk (unos 75.000 electores). A la tercera, en 2010, fue la vencida. Desde entonces ocupa su escaño en la Cámara de los Comunes.

Este mismo año, fue seleccionada por el entonces primer ministro, Cameron, como parte de una lista de cerebros que deberían ayudarle a modernizar el Partido Conservador. Su llegada al Gobierno vino al fin en 2014, un poco de rebote: la marcha del Secretario de Estado de Medio Ambiente, Alimentación y Medio Rural necesitaba relego y ahí estaba ella, para dos años de legislatura. Luego la sucesora de Cameron, Theresa May, la nombró ecretaria de Estado de Justicia y lord canciller, un cargo que sólo había ostentado otra mujer en 1253 y que es un cargo de alto funcionario, que entre otras cosas se dedica a custodiar el Gran Sello Real.

Ya con Johnson, ha sido secretaria de Estado de Comercio Internacional, titular de la Mujer e Igualdad y secretaria de Estado para Relaciones Exteriores y de la Mancomunidad de Naciones, su actual cargo porque, a diferencia de su contrincante, ella no abandonó a Johnson ni su equipo y eso, ahora, le ha dado resultados en el seno del partido. Apostó por ese hombre defenestrado por parte de sus propios compañeros pero a quien el 60% de los conservadores hoy prefieren como premier. Ya lo hizo en 2019, ante la marcha de May, cuando quiso ser ella misma candidata a las primarias, pero dio un paso al lado y se sumó a Johnson. Ahora era su momento.

En este tiempo en el Gobierno, Truss ha tomado decisiones muy de derechas, para gran alegría de sus correligionarios. Lo mismo levanta un veto de la Unión Europea para el uso de pesticidas para aumentar la campaña de los agricultores locales que reduce las subvenciones para panales solares para aprovechar el terreno en más cultivos.

En Política Exterior ha sido un halcón: la que fuera partidaria de quedarse en la UE se ha convertido en una brexiter ejemplar. En su equipo de campaña defienden que ya en el pasado era antieuropea, pero que se quiso alinear con Cameron en el stay. Que este es su verdadero rostro. Si lo es, es el de alguien que se niega a acatar los protocolos ya firmados con Bruselas, referidos a Irlanda del Norte, y que antepone el “nosotros, primero”, un sesgo trumpista.

En en esta cartera, ha defendido las alianzas con Estados Unidos, Australia o Nueva Zelanda por encima de Europa y también se ha erigido en defensora de Israel, con quien se alinea incluso ante la reedición del acuerdo nuclear con Irán. También ha impulsado acuerdos con el Golfo Pérsico y se ha mostrado beligerante con Rusia por su invasión de Ucrania.

En campaña ha mostrado claras sus cartas: quiere libre comercio, bajada de impuestos generalizada, menos regulación laboral y hasta reducir las cuotas a la Seguridad Social. Habla de vez en cuando de recuperar el “orgullo” del Reino Unido y también de “esperanza”. Es un intento de eliminar los nubarrones que se esperan para ya, este otoño-invierno, con la crisis económica y energética llamando a la puerta. Tanto ella como Sunak han sido muy criticados por no haber aportado soluciones concretas, pero los dos se han escudado en que las darían al lograr el cargo. Ahora es ella la que tiene en su tejado esa pelota.

A la hora de trabajar, su inspiración la buscará en Margaret Thatcher, a quien cita y recuerda con insistencia. La cita, la imita, la quiere copiar. Sobre todo, en su plan de dar un giro de 180 grados al país con consignas ultraliberales como base. El problema: a ver cómo las aplica cuando los tiempos son de vacas flacas y lo que hace falta es una inyección de ayuda pública y arrope social a las familias que no llegan a fin de mes. Su otro referente es el que fuera presidente de EEUU, Ronald Reagan. Socialdemócrata no es, claramente.

En lo personal, Truss está casada desde 2000 con el contable Hugh O’Leary, con quien tiene dos hijas adolescentes, Frances y Liberty. Aunque es muy celosa de su vida doméstica, ha trascendido que la pareja se sobrepuso a una importante crisis, después de que se supiera que la nueva premier fue infiel a su esposo durante año y medio. Esta mujer que “habla por encima del resto”, tocona y cercana “hasta inundar el espacio personal de los otros”, confiesa que le encanta Instagram, tanto publicar fotos -se viste de lo que toque, de soldado, de barrendero o de dependienta- como cotillearlas, se relaja viendo series -destaca Line of duty y The bridge- y canturrea por los pasillos canciones de Taylor Swift.

Se confiesa adicta al café espresso, a los burritos y a los bocadillos de albóndigas, un aviso para las cocinas de Downing Street, aunque también es aficionada a ponerse ella el delantal: en nada se parece a Manuela Carmena, salvo en su afición a hacer cruasanes y bollos de canela.

Actualmente, en Reino Unido la previsión es de que la luz y el gas suban hasta un 80% en Reino Unido, con un riesgo de recesión prolongada llamando a la puerta. La inflación llegará al 18%, la peor en cuatro décadas, y las revalorizaciones de los salarios, entre un 3 y un 5% como máximo, no alcanzan para nada. Según una encuesta de Yougov, sólo el 12 % de los británicos espera que Truss sea una excelente o buena primera ministra, y la mitad (52%) espera que sea mala o terrible, directamente. Mientras Boris Johnson hace las maletas a la espera de los resultados del lunes, deja un legado que apenas el 22% de los británicos considera bueno o excelente, y el 55% evalúa su tiempo en el cargo como malo. Una cuarta parte (24%) espera que la nueva mandataria sea mejor que Johnson, mientras que una proporción igual augura que será peor.

Así que de momento, Liz Truss lo que tiene por delante es un país que necesita que se arremangue y meta las manos en la masa. Pero ya.