Despega el Programa para la Industria de Defensa Europea: su revolución, en cuatro claves
El Parlamento ha aprobado esta semana el primer programa comunitario de apoyo al sector, con la idea de fortalecerlo, impulsar la adquisición y fabricación conjunta y ayudar a Ucrania. La amenaza rusa ha acelerado el rearme y no hay vuelta atrás.

El Parlamento Europeo (PE) aprobó el pasado martes el nuevo Reglamento que establece el Programa para la Industria de Defensa Europea (EDIP). Se trata de una norma destinada a reforzar la preparación industrial, estimular la adquisición y fabricación conjunta de capacidades y consolidar la autonomía estratégica de la Unión. Suena denso, pero en realidad su efecto es efervescente: viene a revolucionar a las empresas del sector, facilitando su labor, amplificando las compras made in Europe y priorizando proyectos que, hace cuatro años, eran sólo planos en un cajón.
¿Y qué pasó hace casi cuatro años? Que el presidente ruso, Vladimir Putin, invadió Ucrania, en el corazón de Europa, un aspirante a ser parte del club comunitario, y Bruselas entendió que tenía que hacer eso que dice el dicho sobre las barbas y los vecinos. Desde entonces, ha impulsado su defensa a niveles desconocidos. "No lo hacemos para lanzar una guerra, sino para prepararnos para lo peor, defender la paz en Europa y mantenernos firmes en un mundo en el que no puede prevalecer la ley del más fuerte", en palabras de la jefa de la diplomacia comunitaria, Kaja Kallas.
Ahora, con una notable mayoría -457 votos a favor, 148 en contra y 33 abstenciones- sale adelante un texto que el Consejo tiene que refrendar formalmente, antes de su publicación en el Diario Oficial. Puro trámite porque los Veintisiete ya se habían puesto de acuerdo. Y no fue fácil.
Por qué importa
Estamos hablando del primer instrumento de esta naturaleza en la historia de la UE, que se enmarca en un contexto angustioso por la necesidad de modernizar la base tecnológica e industrial de defensa, fortalecer la fabricación local y aumentar el apoyo a un aliado del este como Ucrania, en franco peligro de perder parte de su soberanía y su capacidad de protegerse ante amenazas externas.
El EDIP (como se le conoce por sus siglas en inglés) viene a garantizar que Europa tenga armamento y material suficiente cuando lo necesite, si lo necesita, y que esos suministros sean oportunos, esto es, acorde con los tiempos y las amenazas, modernos y compatibles con los Ejércitos de los vecinos y socios. Algo que ya se estaba trabajando desde hace décadas pero que ahora se acelera sobremanera, haciendo más flexibles los plazos o los procesos administrativos y poniendo sobre la mesa dinero -cómo no- para engrasar la maquinaria.
En el Libro Blanco de la Defensa, lanzado en marzo, ya se contempla esa necesidad de participación público-privada, de proteccionismo de la industria propia, de soltar lastre de la dependencia externa y de ponerse al día. La materia nunca fue la prioridad en la agenda europea, pero igual que ocurrió con la salud y la pandemia de coronavirus, hay realidades que trastocan las apuestas. La premisa de fondo es que la defensa es fundamental para la soberanía. Hasta ahora, siempre ha sido prerrogativa de los países de la UE. En la década posterior a la Segunda Guerra Mundial, se habló de una Comunidad Europea de Defensa, pero Francia la rechazó firmemente. Ahora, salvo la izquierda más a la izquierda, en las instituciones europeas nadie saca ya a relucir el debate sobre rearme o no rearme, porque es un debate superado. Ahora ya sólo se habla del cómo y el para qué, no del qué.
Las novedades
El EDIP contará con 1.500 millones de euros de presupuesto para el periodo 2025-2027, de los que 300 millones se destinarían al Instrumento de Apoyo a Ucrania, una industria en auge, además, de la que se pueden extraer lecciones. Las cifras, la verdad, se entienden como iniciales, porque el nuevo modelo está llamado a cambiar radicalmente la forma en que se gasta el presupuesto de la UE para los próximos siete años. De momento, la meta es impulsar las capacidades tecnológicas en la materia defensiva y a la voz de ya.
Entre los acuerdos alcanzados, también destaca la creación de un Fondo para Acelerar la Transformación de las Cadenas de Suministro en el ámbito de la Defensa (el instrumento FAST, cuyo nombre significa justamente rápido, en inglés), para sumar un importe orientativo de al menos 150 millones a través de contribuciones financieras adicionales.
El Parlamento ha insistido también en aumentar el presupuesto del programa mediante contribuciones adicionales del instrumento "Acción por la Seguridad de Europa" (SAFE, seguro), que prevé préstamos para estimular los pedidos conjuntos a la industria militar europea.
Además, el programa permite a los Estados miembros aprovechar al máximo el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR) desviando y reasignando fondos no utilizados con cargo a ese fondo para financiar proyectos defensivos.

Los estados y los eurodiputados han coincidido en priorizar el principio de "comprar europeo": para optar a financiación pública en las adquisiciones de material de, el coste de los componentes procedentes de terceros países no asociados no podrá superar el 35% del coste total estimado, o a la inversa, al menos el 65% del proyecto tiene que ser de europeos y sus socios. La idea fundamental es reducir la dependencia del exterior y, de paso, asegurar empleo en suelo UE.
Este punto ha sido objeto de importantes disputas en el seno de la Unión, de nuevo a dos marchas, a dos opiniones: mientras había países como Francia que abogaban por la práctica desconexión respecto de otros socios como Estados Unidos o Reino Unido, otros como Países Bajos defendían que había que ser más flexibles, que no pasa nada por seguir buscando material fuera y menos aún si así se contenta a los amigos (empezando por el norteamericano). Misma posición de Polonia, que por proximidad se quema con el peligro expansionista ruso, donde ponen el acento en la necesidad de dotarse lo antes posible de capacidades, aunque ello requiera comprar en el extranjero.
El punto medio que ha contentado a todos es alto, pero no total, por lo que sigue habiendo un grado de incertidumbre, sobre todo teniendo en la Casa Blanca a un presidente como Donald Trump, transaccional, que machaca a sus aliados históricos -como Europa- si es necesario para sus intereses. El último gran ejemplo, el pulso ganado a los países OTAN del viejo continente para que compren armamento a su país y se lo manden luego a Ucrania. Yo vendo, tú pagas.
El programa establecerá un marco jurídico para los proyectos europeos de interés común en el ámbito de la defensa. Para acceder a financiación, deberán contar con la participación de al menos cuatro Estados miembros. Ucrania también podrá formar parte de estos proyectos. El reglamento también creará un Instrumento de Apoyo a Ucrania para ayudar a modernizar la industria de defensa ucraniana y facilitar la integración con su homónima europea.
Finalmente, el programa establecerá un marco jurídico para los proyectos europeos de interés común en el ámbito de la defensa. Para acceder a la financiación, deberán contar con la participación de al menos cuatro Estados miembros. Ucrania también podrá formar parte de estos proyectos, un gesto de amistad y de cooperación con quien necesita la ayuda, tiene ideas y avances que aportar y, además, pretender adherirse a a UE más temprano que tarde. El reglamento también creará un Instrumento de Apoyo a Ucrania para ayudar a modernizar la industria de defensa ucraniana y facilitar la integración con su homónima europea.
El argumentario
La Comisión presentó el primer boceto de este plan en marzo de 2024 y tenía claro que quería un instrumento para trabajar a largo plazo. Con los meses, se había ido dotando de herramientas más cortoplacistas, como el ASAP ("lo antes posible"), dedicado a la compra de municiones, o el EDIRPA, el instrumento para el refuerzo de la industria europea de defensa mediante las adquisiciones en común.
Marie-Agnes Strack-Zimmermann, eurodiputada alemana del centrista de Renew y presidenta de la comisión parlamentaria de Seguridad y Defensa, expone que el documento supone "un paso importante hacia un enfoque más eficiente, rápido y auténticamente europeo de la contratación pública en materia de defensa y el refuerzo de las capacidades europeas de defensa". "Está diseñado para tener un impacto duradero, servir de punto de referencia para futuras iniciativas y configurar la forma en que se organiza la cooperación europea en la producción de defensa después de 2027", incide.
Raphaël Glucksmann, francés de los Socialistas y Demócratas, coponente de la misma comisión, destaca que es "el primer instrumento de defensa de la UE verdaderamente europeo". "Ante la guerra a gran escala de Rusia contra nuestro vecino y los repetidos ataques contra nuestros países, debemos reforzar los sistemas de defensa comunes y aumentar nuestras capacidades de defensa colectivamente", defiende.
A su entender, la aportación del nuevo texto es que "permitirá construir una Europa más resiliente y soberana, a través de la inversión conjunta, la adquisición común de la base tecnológica e industrial de la defensa europea y una mayor integración de las industrias de defensa ucraniana y europea. Esto es fundamental para garantizar que podamos proteger nuestras democracias de manera eficaz y autónoma".
François-Xavier Bellamy, galo también pero miembro del grupo del Partido Popular Europeo (PPE), coponente en este caso de la comisión de Industria, Investigación y Energía, califica lo votado como "un gran paso adelante para la seguridad del continente europeo y el desarrollo de nuestra industria de defensa". "Después de décadas de dependencias peligrosas que amenazaron la soberanía de nuestras democracias y la protección de nuestros países, el programa EDIP revertirá la dependencia de las importaciones que prevalecía en Europa. Servirá para reforzar nuestra base industrial de manera real, lo que nos permitirá garantizar de forma autónoma que nuestras fuerzas armadas dispongan de los medios para cumplir su misión", defiende.
Bellamy, no obstante, avisa de que a los conservadores el montante pactado le parece aún ampliable. "Lamentablemente, con un presupuesto de 1.500 millones de euros, persiste una diferencia sustancial entre la ambición del EDIP y la financiación proporcionada". La verdad es que, aunque parezca mucho, con eso se pagan a duras penas dos lanzadores de misiles Patriot estadounidenses. Ante la amenaza que afrontamos, no podemos permitirnos esperar a que se refuerce el presupuesto europeo de defensa en 2028. Es hora de actuar", anfatiza. El suyo es el grupo mayoritario.
La industria, hoy
La industria europea de defensa está hoy formada, sobre todo, por potentes multinacionales, empresas de mediana capitalización y más de 2.000 pymes, informa el Parlamento Europeo. Se calcula que, de forma conjunta, facturan al año unos 70.000 millones de euros, en el contexto de unos países que, cada año, destinan 400.000 millones de euros a gasto bélico.
Aún así, los grandes referentes mundiales del sector se encuentran en Estados Unidos, Reino Unido, China o Rusia. De las cien formas más grandes del mundo, sólo 27 de ellas son europeas. Y de ellas, sólo una española, Navantia. Entre las 20 primeras a nivel planetario, se cuelan tres europeas: Airbus (de España, Francia, Alemania y el Reino Unido), en el puesto 12º, la italiana Leonardo en el 13º y la francesa Thales en el 16º.
Hasta ahora, cada Estado miembro ha trabajado de manera particular su relación con estas firmas, sobre todo en el caso de reconversiones y privatizaciones. Para redactar este reglamento, ha habido que debatir cuestiones que iban del proteccionismo a la colaboración, de las fusiones para tener escala continental a la competencia pura y dura. Los mandatarios europeos, hasta ahora, han preferido la fragmentación, con países sosteniendo a empresas nacionales que son grandes proveedores de las fuerzas armadas locales. Les va la vida en esos contratos. Ahora se busca una cooperación que supere las fronteras y la zona de confort doméstica para pensar a lo grande y alcanzar lo más lejos posible. La apuesta por las compras conjuntas está llamada a cambiar las reglas del juego actual.
Se espera que con la inminente entrada en vigor de las nuevas disposiciones, se genere una nueva corriente en la industria continental, apostando por consorcios y sumas. Desde proyectos como el de la propia Airbus -especialmente grade y ambicioso y, por eso, difícilmente replicable- o Future Combat Air Systems (FCAS), con contrapartes como la española Indra.
Nadie dice que vaya a ser fácil y no vayan a llegar las tensiones. La competencia aumentará, pero también las respuestas. Y eso, dice Europa, es lo que necesita. Prontas y de la mejor calidad. Le va la seguridad en ello y ahora mismo la sensación es que no está preparada: una encuesta de Polling Europe reveló en octubre que el 52% de los europeos no está convencido de la buena preparación militar del continente. El sondeo se realizó tan sólo una semana después de que drones rusos invadieran el espacio aéreo polaco.
