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Ghislaine Maxwell, la llave que guarda los secretos de Epstein y que busca el indulto a cambio de hablar

Ghislaine Maxwell, la llave que guarda los secretos de Epstein y que busca el indulto a cambio de hablar

Niña (muy) rica de Reino Unido, escandalosa y extrema, está en la cárcel por buscar menores de edad para que el empresario abusara de ellas. Trump le manda a la Fiscalía para tantearla y ver si querría tirar de la manta, con posible recompensa.

Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell en los conciertos benéficos Wall Street 2005, el 15 de marzo de ese año, en Nueva York.Patrick McMullan via Getty Images

El caso Jeffrey Epstein cerca a Donald Trump. El presidente de Estados Unidos, que prometió plena transparencia sobre la trama de abusos a menores del empresario (que se quitó la vida en 2019) y señalaba a líderes demócratas por su cercanía al pedófilo, ha cambiado de opinión al llegar a la Casa Blanca, hasta el punto de que su partido, el republicano, se le ha revuelto y le ha reclamado luz y taquígrafos sobre el asunto. Más aún cuando se sabe que el nombre del mandatario aparece en la llamada lista Epstein, un compendio de todos los políticos, empresarios o famosos que fueron de su corte, participaran o no en sus violaciones de niñas desamparadas y engañadas. 

De forma tibia, Trump ha prometido más información, insuficiente aún a ojos de sus correligionarios (no digamos de la oposición), y, en paralelo, ha planteado una nueva estrategia: desviar la atención. ¿Cómo? Poniéndola en Ghislaine Maxwell, la que fuera pareja, amiga y socia de Epstein, condenada a 20 años de prisión por tráfico sexual. La británica acapara ahora todas las miradas porque Trump le ha enviado al número dos de la Fiscalía General, el fiscal general adjunto Todd Blanche, a hablar con ella en la prisión de baja seguridad de Tallahassee (Florida) en la que se encuentra. 

La socialité ha reclamado la inmunidad o un indulto a cambio de contar todo lo que sabe sobre Epstein y sus amigos en el Congreso, donde tiene una cita el 11 de agosto próximo. Nadie espera que dé mucha información nueva sobre un caso por el que ya fue juzgada y en el que, se supone, sus abogados pusieron sobre la mesa todos los argumentos posibles para su exculpación, pero el contexto es otro, cuando hay un "amigo" de Epstein en la Casa Blanca. Aunque sus caminos se distanciaron por los escándalos del financiero, Trump ha reconocido que durante una década fue uno de sus mejores colegas.  

Maxwell, tras las reuniones con el fiscal adjunto, ha pedido a la Corte Suprema de EEUU revocar su sentencia y ha planteado exigencias de cara a su declaración: quiere ver las preguntas por anticipado y quiere hablar en Washington, no en su institución correccional. "Está ansiosa por testificar abiertamente", dice su abogado, David Oscar Markus. Trump no ha querido hablar de la posibilidad de un indulto o una reducción o conmutación de pena a cambio de que la condenada tire de la manta (el juego de tiempo por información), pero regresando esta semana de su estancia en Escocia abrió la puerta a ello: "No quiero hablar de eso. Es algo que no he pensado. Pero tengo permitido hacerlo". Todas las especulaciones han saltado al escuchar las últimas palabras. Cuando saltó el escándalo, Trump deseó a la pedófila "buena suerte". 

La polémica no sólo viene dada sólo por la posibilidad del perdón o la rebaja del castigo a Maxwell, sino porque la jugada de Trump es poco decorosa: Todd Blanche, el fiscal, no es sólo fiscal, sino el abogado personal del presidente, por lo que en los encuentros con ella ha podido pactar algo para beneficio propio de su cliente, no del país. El conflicto de intereses, dice el Partido Demócrata, es "evidente". La CNN ha rescatado un viejo podcast en el que Blanche llamaba "amigo" al abogado de Maxwell. "Sin duda, eres el mejor que hay", le dijo. Markus, el letrado, llama ahora al presidente "negociador supremo", le aplaude por su "intento de esclarecer la verdad" y le pide "justicia" para que su cliente no sea "un chivo expiatorio". "Claramente, ahora ella tiene motivos pare decir lo que Donald Trump quiere", concluye la cadena. 

La ayudante de Epstein, además, fue denunciada en 2020 por un doble delito de perjurio precisamente por mentir en el proceso de investigación, casos por los que no fue condenada tras llegar a un acuerdo. Precedentes de testimonio no veraz tiene a sus espaldas.

  Fotografía policial de la delincuente sexual convicta Ghislaine Maxwell, tomada en el Centro de Detención Metropolitano de Brooklyn.Wikipedia Commons

La millonaria y sus sombras

Ghislaine Noelle Marion Maxwell (Maisons-Laffitte, Francia, 25 de diciembre de 1961) es una niña rica, muy rica, del Reino Unido. Creció en una mansión de 53 habitaciones en Buckinghamshire, una infancia que pasaba entre fiestas con aristócratas (hasta la realeza), jornadas de caza y salidas en el yate de la familia, llamado Lady Ghislaine. El nombre ya apunta maneras: era la preferida de los nueve hijos de su padre, Robert Maxwell, un héroe judío de la Segunda Guerra Mundial nacido en la República Checa que acabó en Londres. Allí fundó, de la nada, Pergamon Press, una casa editorial muy exitosa de libros médicos y científicos. Después, se hizo verdaderamente rico al comprar tabloides, diarios sensacionalistas como The Mirror. Entró en MTV Europe y en el gigante editorial estadounidense Macmillan. Todo un potentado al que distintas investigaciones relacionan con el espionaje del Mossad israelí y la URSS, en tiempos de la Guerra Fría. 

Ghislaine era la más joven de sus hijos. Culta, lista, muy sociable y políglota, estaba siempre a la sombra de su padre, un hombre con sombras, pese al éxito. El periodista John Sweeney, autor del libro Hunting Ghislaine (Cazando a Ghislaine), explica en su obra que Robert "era un sádico y amaba el sadismo como espectáculo". Afirma que imprimía una "dinámica abusiva" en casa y que su autoridad era incuestionable. Elisabeth, la madre, pasó por violencia y por infidelidades. La psicóloga Wendy Behary le describe en sus entrevistas "cómo los hombres narcisistas, cuando sus esposas envejecen, terminan reemplazando a su esposa trofeo por la hija". "Esto es cruel porque termina definiendo la crianza de la hija. También arruina su sentido de sí mismo y su autoestima moral. Estas jóvenes son criadas sin límites y comienzan a vivir con la idea de que todo lo que papá quiere es correcto". Cree que ese fue el caso de Ghislaine, una dinámica que luego aplicaría con Epstein, como pareja y aliado.

Robert Maxwell y su hija Ghislaine atienden el partido de fútbol entre el Oxford y el Brighton, 13 de octubre de 1984.Staff / Mirrorpix / Getty Images

Su padre la puso al frente del equipo de fútbol que compró, el Oxford United, y juntos iban a la grada y a los vestuarios. Testimonios de esa época, cuando no hacía mucho que había dejado atrás la adolescencia, ya destacan su procacidad. Pronto, su progenitor empezó a darle más protagonismo también en las fiestas, donde era una anfitriona destacada. También inquietante. En el documental Peligrosamente rica, de Netflix, diversos amigos del pasado relatan que sus actitudes eran "demasiado sexualizadas", que animaba a las chicas a ligar con los chicos (casados o no) y que se inventaba juegos eróticos con desnudos incluidos. 

Las acusaciones llegan a orgías en la época en que estudiaba en la Universidad de Oxford, donde se tituló en Historia Moderna y Lenguas en 1985 y donde conoció a uno de los famosos que luego acabaría salpicado por el caso Epstein, Andrés de Inglaterra. En esos años, siguió dirigiendo el club de fútbol pero también creó un club social de mujeres y trabajó en The European, uno de los medios creados por su padre, al que ayudaba en eventos de su grupo mediático. 

El inicio de su etapa adulta fue sencillo, cómodo y sin complicaciones. Hasta eligió mudarse a Nueva York en 1991, más o menos cuando su padre compró el diario británico The Daily News y redobló su influencia. Podía hacer lo que quisiera. Pero su vida cambió en 1991, cuando su padre murió en ese yate que llevaba su nombre. Ghislaine afirma aún hoy que su padre fue asesinado, pero la investigación indicó en su momento que Robert se cayó al agua cuando navegaba por las Islas Canarias. Ella fue a hacerse cargo del barco y a hablar con los investigadores, actuando de cabeza de familia. 

La verdad oficial es que pudo tener un problema de corazón, se cayó y se ahogó. Tardaron días en encontrar su cuerpo. Las especulaciones no descartaban el suicidio, porque en ese tiempo se estaba destapando un enorme escándalo: el empresario se había estado quedando dinero de las pensiones de sus empleados. La deuda que dejó a sus herederos fue formidable, tanto en agujero en libras como en mala imagen. Maxwell se mudó entonces definitivamente al Upper East Side neoyorquino, a empezar otra fase. La que la acabaría llevando a la cárcel. 

La pareja, la aliada, la cómplice, la coautora

Al poco de su llegada a Estados Unidos y empezar a trabajar en el sector inmobiliario conoció a Epstein, un judío de Coney Island, hijo de una familia de clase media, buen estudiante en escuelas públicas que empezó la carrera de Matemáticas y nunca la acabó. Pasó de dar clases particulares de ciencias en dinero negro a niños suspensos a meterse en el mundo de las finanzas, en el banco de inversiones Bear Stearns, y coronarse. Muy distinto a ella y muy ansioso de tener cerca a alguien de su perfil, que le ayudase a moverse en un terreno desconocido como el de los ricos y famosos. 

Ambos tuvieron un noviazgo intenso pero breve, que cuajó luego en amistad permanente y en pacto laboral. En el citado documental de Netflix se habla de "dependencia emocional" de Maxwell respecto de su aliado, como si llenase el vacío dejado por el shock de su padre. Cuando ya no eran pareja, ella se mantuvo a su lado como una especie de confidente y secretaria. Juan Alessi, que ayudó a administrar la mansión de Palm Beach de Epstein durante una década, describe a Maxwell como su supervisora, según se extrae de una declaración en un caso civil presentado por algunas de las acusadoras de Epstein. "Me decía: 'Voy a cuidar la casa'", recordó.

Maxwell comenzó a pasar tiempo como administradora en las viviendas del empresario en Nueva York y en Florida, a finales de la década de los 90 del pasado siglo. Y fue entonces cuando los visitantes empezaron a llegar, tanto los famosos como las mujeres jóvenes, algunas de ellas menores de edad, llegadas desde la misma zona de Palm Beach y también desde Europa. Allí estaba, entre otros, Trump. Alessi explicó que hasta se construyó un pasillo nuevo en la mansión para hacer más discreto el acceso de los invitados. 

De izquierda a derecha, Donald Trump y su futura esposa, Melania Knauss, el empresario Jeffrey Epstein y su pareja Ghislaine Maxwell, en Mar-a-Lago.
De izquierda a derecha, Donald Trump y su futura esposa, Melania Knauss, el empresario Jeffrey Epstein y su pareja Ghislaine Maxwell, en Mar-a-Lago.Davidoff Studios

Epstein aparecía al final, cuando todos los invitados habían tomado asiento. Era su asistente la que recibía y colocaba al personal, la que lo entretenía y deslumbraba. Presentable, agradable, encantadora. En un artículo de Vanity Fair de 2003, Epstein describió a Maxwell como su "mejor amiga". Dijo que no era parte de su nómina, aunque el artículo señalaba que parecía organizar gran parte de su vida. Y cobraba, claro. 

Christopher Mason, amigo de la procesada y periodista especializado en sociedad, califica en el New York Times a la británica (y francesa y norteamericana, porque tiene las tres nacionalidades) de "descarada" porque hablaba abiertamente sobre sexo, de "fantásticamente amena" y "graciosa", pero también "vulnerable". En 1994, Maxwell eligió a Mason para que cantara una canción procaz en la fiesta de cumpleaños de Epstein que hacía referencia a la relación sexual de la pareja, expone el diario. A la jet set de Manhattan le hacía gracia todo aquello.  

En el año 2000, se mudó a una casa adosada de 650 metros cuadrados y cinco plantas en el número 116 de la calle East 65th, cerca de Epstein, por cinco millones de dólares de entonces. Fue adquirida por una sociedad anónima de responsabilidad limitada, con una dirección que coincide con la oficina de J. Epstein & Co. El comprador fue representado por Darren Indyke, el abogado de mucho tiempo de Epstein. Maxwell comenzó entonces a recibir a personajes potentes ella misma, en un ambiente que mezclaba el art déco con el estilo de Downton Abbey, con habitaciones de colores brillantes y superficies de espejo. 

Eso no hizo que abandonase el trabajo en las casas de su amigo. "Maxwell era la señora de la casa", dijo Alfredo Rodríguez, que trabajó en la mansión de Palm Beach en 2005, en sus declaraciones formales. Los gastos de la vivienda eran pagados a partir de una cuenta de banco a nombre de Maxwell, añadió. 

El asco, el dolor

Epstein buscaba constantemente jóvenes hermosas, entre ellas modelos pero también muchachas con una familia disfuncional, necesitadas de dinero o atención, que se esperaba que lucieran atractivas mientras pasaban el rato en sus casas o viajaban en su avión privado. En sus casas siempre tenía mesas de masajes en varias habitaciones y una corte de masajistas que atendían a Epstein, Maxwell y los invitados que se quedaban ahí. 

El mismo Alessi contó a los jueces más de 200 personas que fueron a la casa de Palm Beach para proporcionar masajes a lo largo de varios años y que Epstein solicitaba hasta tres masajistas al día. Era una obsesión que Maxwell alimentaba porque ella ella, según ha quedado reconocido por la justicia, la que ayudaba con el reclutamiento. Buscaba a chicas, se hacía amiga de ellas, les ofrecía favores y confianza, las escuchaba y, luego, les hacía regalos, las llevaba de viaje... y las metía en las casas. Y en las salas de masaje. Como una madame.  

Durante algunas sesiones, Epstein también se aprovechaba y abusaba sexualmente de las chicas, de acuerdo con cargos judiciales y varios casos civiles que se han presentado en su contra. Dos menores dijeron que Maxwell participó en el abuso. A veces, era la adulta en la que supuestamente confiar que estaba en la sala para dar confianza a las víctimas, la que normalizaba la situación. En otras, participaba activamente. 

En una demanda de 2009 en contra de Epstein, la joven Virginia Giuffre alegó que Epstein y Maxwell abusaron sexualmente de ella desde que tenía 16 años. Fue el testimonio más duro contra ella. La chica explicó que había estado trabajando como asistente de vestuario en el Club Mar-a-Lago (propiedad de Trump) cuando Maxwell la invitó a la casa de Epstein con la promesa de que podría aprender terapia de masajes y ganar mucho dinero. 

Una vez que estuvo ahí, Maxwell ayudó a Epstein a obligarla a realizar actividades sexuales con él y después le pagó 200 dólares ese día. Fue el comienzo de un arreglo que duró varios años, denunció. También afirmó que Maxwell le tomó fotografías sexualmente explícitas. Maxwell negó esas acusaciones pero ella aparece, por ejemplo, en una de las fotos más polémicas de este caso: la que incluye a la joven Virginia y a Andrés, el hijo de Isabel II. 

También en una declaración jurada en un caso civil aparte, Maria Farmer afirmó que Epstein y Maxwell la atacaron sexualmente en 1996, cuando era estudiante de posgrado, y que también llevaron en avión a su hermana de 15 años a su rancho en Nuevo México, le ordenaron que se quitara la ropa y la tocaron de manera inapropiada.

Sarah Ransome, otra mujer, también presentó una declaración jurada en ese caso y dijo que cuando tenía 22 años aceptó invitaciones de Epstein a las Islas Vírgenes de Estados Unidos, donde tuvo "relaciones sexuales" con él y con otros invitados, de acuerdo con actas judiciales. Dijo que Maxwell había reclutado a otras mujeres para Epstein, algunas de ellas adolescentes, y dijo que "parecía estar a cargo de sus actividades, incluido lo que hacían, con quién lo hacían y cómo se suponía que debían mantener la compostura". 

En otra demanda, esta chica alegó que Epstein, Maxwell y otros tres cómplices participaron en una operación de tráfico sexual que tenía como objetivo mujeres jóvenes. Ellos negaron las acusaciones y el caso dio como resultado un acuerdo confidencial.

Brad Edwards, el abogado representante de cerca de 65 víctimas del caso de Epstein, fue contundente durante el proceso en señalar a Maxwell como algo más que cooperadora necesaria. "Basándome en lo que sé, calculo que Jeffrey Epstein abusó de más de 500 víctimas. Eso me hace pensar que es, indiscutiblemente, el depredador sexual más prolífico de la historia. Pero sin la ayuda de Ghislaine no podría haber fabricado un plan tan elaborado ni abusado de tantas chicas. Alimentó a un monstruo, y para eso hay que ser otro monstruo", dijo.

El suicidio de su socio

En marzo de 2005, una mujer se puso en contacto con el Departamento de Policía de Palm Beach y alegó que una chica había llevado a su hijastra de 14 años a la mansión de Epstein. Allí presuntamente le pagaron 300 euros por desnudarse y masajear al financiero. La niña contó lo ocurrido e identificó a otras dos menores que estaban en la casa ese mismo día, que a su vez identificaron a otras. Antes de que la policía de Florida elevara el caso al FBI ya habían identificado a tres decenas de posibles víctimas.

Una búsqueda policial en la propiedad encontró fotografías de niñas por toda la casa. Sin embargo, en 2008 los fiscales llegaron a un controvertido acuerdo con el magnate y pudo eludir los cargos federales de tráfico sexual, al aceptar 13 meses de cárcel y ser inscrito en el registro federal de delincuentes sexuales. Se libró así de una posible condena de cadena perpetua, pero empezó a perder el favor de los poderosos. También en parte el de su amiga: se mantuvo a su lado pero acabaron sus apariciones públicas y sus salidas y entradas. 

Pero en julio de 2019 el caso volvió a la luz pública luego de que Epstein fuera arrestado en Nueva York, por todos los testimonios ya reseñados. Los fiscales buscaban la confiscación de su mansión en esa ciudad, donde ocurrieron algunos de sus presuntos delitos. Después de que el tribunal le negara la libertad bajo fianza, el multimillonario se encontraba recluido en el Centro Correccional Metropolitano de Nueva York. 

Fue acusado de traficar con docenas de niñas, explotar y abusar sexualmente de ellas e incluso pagarles para que buscaran a otras adolescentes. Se dijo que les prometía financiarles la universidad o impulsar sus carreras en el mundo de la moda. Incluso, la prensa bautizó su jet privado como el "Lolita Express", haciendo referencia a las menores que transportaba de un estado a otro entre 1999 y 2007. Epstein siempre mantuvo que él creía que todas eran mayores de 18 años y que el sexo era consentido.

Mientras estaba detenido, fue llevado brevemente al hospital por lo que, según se informó ampliamente, eran lesiones en el cuello, sobre las cuales ni los funcionarios de la prisión ni sus abogados quisieron comentar oficialmente. En su última comparecencia ante el tribunal, el 31 de julio, quedó claro que pasaría al menos un año en prisión pues el juicio en su contra no se celebraría hasta el verano de 2020. Pero en agosto del 19 Epstein fue hallado muerto en su celda. El empresario siempre negó haber actuado mal y se declaró inocente de los cargos en su contra. Maxwell siempre ha descartado que se trate de un suicidio. 

Ghislaine Maxwell, ante su casa en la calle 65 Este de Manhattan, en 2015.Andrew Savulich / New York Daily News / Getty

Escapada y hundimiento

Maxwell aún era muy visible en los círculos sociales. Aparecía en eventos de beneficencia para el Memorial Sloan Kettering Cancer Center y creó una ONG en defensa de los océanos, TerraMar, que le permitió comparecer en Naciones Unidas o dar una charla TEX.

Cuando Maxwell recibió una citación en la demanda de 2009 interpuesta por Giuffre, estaba saliendo de una sesión de la Clinton Global Initiative en el hotel Sheraton. El año siguiente, asistió a la boda de Chelsea Clinton, se supone que porque iba de pareja de un invitado, aunque se llevaba bien con el expresidente, que había viajado en el avión privado de Epstein. Fueron meses extraños, en los que igual acudía a conferencias junto a Michael B. Bloomberg, entonces alcalde de Nueva York, que participaba en eventos exclusivos con Tamara Mellon, la matriarca de la marca Jimmy Choo. Salía de los saraos, por ejemplo, junto al hombre más rico del planeta, Elon Musk, que fue quien, en mayo, tras romper con Trump, lanzó la "bomba" de que el nombre del mandatario estaba en los papeles de Epstein, y de ahí todo lo que ahora vemos. 

Sin embargo, Maxwell desapareció de pronto del entorno social después de 2015, el año en que Giuffre presentó la demanda de difamación en su contra. Para 2016, Maxwell ya no era fotografiada en eventos. Ese mes de abril, su casa adosada de Nueva York se vendió en 15 millones de dólares. Para 2017, sus abogados estaban diciendo que se encontraba en Londres, pero que no creían que tuviera una residencia permanente ahí.

En julio de 2020 fue arrestada por el FBI en New Hamspshire. "Maxwell tiene tres pasaportes, grandes cantidades de dinero, amplias conexiones internacionales y absolutamente ninguna razón para quedarse en EE.UU. y afrontar la posibilidad de una larga sentencia", señaló el juez para justificar que permaneciera detenida. Habría pruebas, había posibilidad de cargos. Al final, se presentaron seis en su contra y fue condenada por cinco de ellos, a 20 años de prisión. 

La jueza Alison Nathan fue tajante al calificar sus crímenes como "abominables y depredadores" y dejó claro que, aunque "Epstein fue central en este esquema criminal, Maxwell no está siendo castigada en su lugar ni en su representación, sino que lo está siendo por su conducta". Fue condenada en 2022 por tráfico sexual y captación de menores, en periodos comprendidos entre 1994 y 1997 y entre 2001 y 2004.  

Mientras recibe indicaciones de los políticos, Maxwell, de 63 años, se dedica a hacer yoga, pilates y footing en la cárcel, además de a ayudar en la biblioteca a quienes preparan casos de apelación de sus sentencias. Dicen sus abogados que lleva una vida sana y tranquila, aunque se quejan de que su dieta vegetariana es algo limitada.

En enero del 2023 dio su primera entrevista para la televisión británica, en un programa especial llamado Ghislaine Behind Bars (Ghislaine tras las rejas) emitido por Talk TV. En el espacio confesó que sufre depresión y se lamentó de que el origen de todas las desgracias de su vida sea Epstein. "Ojalá nunca hubiera conocido a Jeffrey Epstein. Ojalá me hubiera quedado en Inglaterra. Creo que fue asesinado y me pregunto cómo ocurrió", dijo. 

"Ella sabe dónde están enterrados todos los cuerpos"

El abogado Alan Dershowitz, que representó a Epstein en los procedimientos penales de Florida donde se declaró culpable de cargos estatales, ha declarado repetidamente que Maxwell todavía es clave para entender qué sucedió exactamente y puede aportar novedades si la llaman a declarar al Congreso. "Maxwell conoció íntimamente a Epstein durante muchísimos años. Era su novia, su asistente principal", declaró antes de la reunión de Maxwell con el Departamento de Justicia. 

"Ella era quien organizaba los viajes de la gente cuando yo tenía que ir a defender sus casos o a comparecer ante el fiscal del estado o el fiscal de los Estados Unidos. Ella sabe dónde están enterrados todos los cuerpos".

No obstante, como es lógico, lo que diga tiene que ser verificado y probado, no vale de por sí para una acusación formal contra nadie, demócrata o republicano. A Trump le puede ir bien para ganar tiempo, pero con varios testigos clave fallecidos y pruebas fundamentales inaccesibles, más Epstein suicidado, no queda claro qué más se puede sacar, más allá de detalles escandalosos y puede que no relevantes penalmente. 

A veces, Maxwll ha ha hecho referencia a sus víctimas, pero no se ha disculpado nunca con ellas. "Deberían tomar su decepción y molestarse con las autoridades que permitieron que eso sucediera. Y como dije espero que tengan algún cierre por el proceso judicial que se llevó a cabo", comentó sin más en la entrevista de 2023. "Deseo que tengan tiempo para sanar y puedan seguir adelante". Virginia Giuffre se suicidó el pasado abril a los 41 años.

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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