Conferencia Política del PSOE: volver a alimentarse en la izquierda

Conferencia Política del PSOE: volver a alimentarse en la izquierda

En el enfrentamiento por el liderazgo en clave de primarias, se avivará este giro. Se retroalimentarán unos a otros por ver quién se sitúa más a la izquierda, quién entronca en mayor medida con la identidad socialdemócrata. Después, de cara a las Elecciones Generales, se amansará el mensaje.

El PSOE ha terminado su denominada Conferencia Política. A pesar de las perversas expectativas mediáticas, que creían que se iba a convertir en una especie de primer asalto al cargo de secretario general de la organización, las pasiones personales por el poder han estado públicamente moderadas. Ha prevalecido la necesidad de dar un mensaje de unidad a la sociedad. Pero... ¿ha habido nuevas ideas?

Rubalcaba ha dicho que tras este ceremonial de fin de semana el PSOE ha vuelto. Sentencia que parece significar tanto una propuesta de regreso a los orígenes, a una especie de identidad perdida; como el anuncio de un papel más activo en la vida política española. Tal vez un mayor protagonismo desculpabilizado del paso por el Gobierno durante la legislatura anterior. Desde este punto de vista, la Conferencia Política quisiera funcionar como ceremonial de renacimiento, como alumbramiento de un nuevo partido. Ya las hubo antes. En 2011, por ejemplo. Y el intento fue en vano.

Sin embargo, la mirada de este nuevo envite se pone especialmente atrás. En la recuperación de las señas de identidad de la izquierda. Si se me apura, incluso, de la socialdemocracia. Cuestiones como un nuevo planteamiento fiscal, la vinculación de los salarios de los ejecutivos de las empresas a los de sus empleados o la denuncia de los acuerdos con la Iglesia Católica van por ahí. No son nuevas. Algunas, como la última, se encuentran en los programas de los primeros años de la transición democrática española. Pero se quedaron ahí.

No es la primera vez que el PSOE realiza esta mirada hacia atrás. Hay una especie de giro de la cabeza hacia la espalda de la identidad cuando se acercan procesos electorales. Especialmente emitido para separarse de las políticas de los conservadores. El que tenga que expresar tales diferencias con tanta contundencia ya sería digno de análisis. Son conscientes de que la sociedad agrupa en su juicio a PSOE y PP, a comportamientos de unos y otros. Así, nos encontramos con la particular paradoja de que los votantes de ambos partidos se sienten defraudados por las políticas desarrolladas respectivamente en sus períodos de gestión gubernamental. En ambos casos, hay un sentimiento de traición a sus programas ideológicos. Como si ambos partidos estuviesen obligados a llevar a cabo políticas que contradicen sus ideales, alejándolos respectivamente de la izquierda y de la derecha.

Lo que se hace, cuando se está en el Gobierno, aparece como algo no querido por nadie. Ni por los votantes, ni mucho menos por los militantes. Ni siquiera por los dirigentes que toman las decisiones sobre esas medidas. Así, se disculpan, y dicen que hacen lo que tienen que hacer, aunque no les gusta y que, en cuanto puedan... desarrollarán las políticas más acordes con sus principios y valores. Si nadie hace lo que quiere ¿quién quiere lo que definitivamente hacemos? Pregunta que nos terminaría llevando al: ¿quién manda aquí?

Ahora bien, el hecho de que los partidos políticos, más allá de sus siglas e idearios, terminan desarrollando políticas mucho más moderadas o incluso centristas, con lo que esto signifique, no es nuevo. Aquí lo venimos viendo prácticamente desde el inicio de la democracia, con el propio PSOE. ¿Qué es lo que pasa ahora que todos se rasgan las vestiduras? La respuesta: la sociedad no es lo que era antes de la crisis, ni tras las medidas tomadas durante los últimos tres años. Estamos ante una sociedad más dividida, prácticamente quebrada por su centro, por donde transitaban con pasos gruesos las clases medias, cuando ahora se dispersan entre una tabla de salvación de naufragios denominada emprendimiento, con cantos de sirena incluidos, y el desclasamiento de sus mayores (pensionistas, funcionarios) y de sus jóvenes (universitarios precarios o emigrantes).

En una sociedad crecientemente dividida, el PSOE ha vuelto a girar a la izquierda. A alimentarse ideológicamente en esa matriz de principios. No me cabe duda de que, en el enfrentamiento por el liderazgo en clave de primarias, se avivará este giro. Se retroalimentarán unos a otros por ver quién se sitúa más a la izquierda, quién entronca en mayor medida con la identidad socialdemócrata. Después, de cara a las Elecciones Generales, se amansará el mensaje. Pero el camino puede ser interesante. Tal vez se introduzcan nuevas dimensiones, como el lugar de una propuesta de tales características en un proceso de globalización, lo que, sin duda, enriquecería el debate. Es más, dada la proyección general de un proceso como el de primarias, tendrán preferencias los anuncios sobre qué sociedad se quiere, que sobre qué partido se quiere.

Dicen que el PP se ha frotado las manos y que ha recibido a carcajada batiente el abandono del centro por parte de los socialistas. Una risa que parte de la idea de que la sociedad sigue igual, tras lo que han hecho desde el Gobierno, o que volverá a ser igual, considerando que sus medidas tendrán éxito y acabarán con la crisis económica. Pero no. En una sociedad dividida, el centro está más ideológicamente más vacío que nunca. La derecha es más derecha. La izquierda es más izquierda. El centro es el FMI y la troika de la austeridad.