Que acabe ya la Navidad: el síndrome del Grinch existe y estos son sus síntomas
Para algunas personas, estas fechas se convierten en una auténtica pesadilla emocional.
No queremos ser aguafiestas en plena Navidad, pero que sepas que no todos adoran estas fechas y les imbuye un espíritu de paz, felicidad y solidaridad. Si has visto la famosa película de El Grinch, protagonizada por Jim Carrey, sabrás de qué te hablo. Es más, da nombre a una patología y, por tanto, es real: gente que odia la Navidad, personas con síndrome del Grinch.
Pero quien padece este síndrome no tiene por qué ser alguien cascarrabias o inadaptado, sino que engloba a todo aquel que la Navidad le supone un mal trago y eso incluye tristeza, irritabilidad o desconexión, sea por la personalidad, el entorno, la educación y, sobre todo, por algo o alguien que lo haya provocado, como pérdidas o rupturas.
Lo cierto es que no es algo anecdótico o que sea motivo de chanza. Es un problema real que está diagnosticado y que se trata psicológicamente, como publica Psicoparter, especializada en psicoterapia, en su blog.
Es importante diferenciar dos realidades que a menudo se confunden: estar triste en Navidad no es lo mismo que "ser un Grinch". Tampoco se gestionan de la misma forma. En muchos casos, lo que se etiqueta como síndrome Grinch es, en realidad, una manifestación encubierta de la llamada depresión navideña. No confundirlo.
¿Soy un Grinch o simplemente no me gusta la Navidad?
Puede que alguna vez hayas sentido que la Navidad es puro postureo. Que tienes que dar besos y abrazos a personas con las que no tienes una relación auténtica. Que se te exige estar alegre, sonreír y cantar villancicos cuando no te apetece en absoluto. Quizá percibes una enorme falsedad en el ambiente, en las frases hechas que se repiten cada año y en los rituales sociales que parecen obligatorios. ¿Es grave, doctor?
Y lo peor no es solo verlo: es que te enfada, te pone de mal humor y te genera un malestar del que no sabes cómo escapar. Pero que no cunda el pánico: para saber si realmente encajas en lo que se denomina síndrome Grinch, conviene revisar si te identificas con alguno de los puntos clave que los define.
Cuatro señales habituales del síndrome Grinch
El primero es si cuando ves disfrutar a otras personas de la Navidad te irrita. El malestar se intensifica cuanto más felices parecen estar, y se vuelve casi insoportable cuando empiezan los cantos, los abrazos o las muestras de entusiasmo colectivo.
El segundo es cuando evitas lo social y te encierras en casa. No te apetece salir ni participar. En casa, sin decoración navideña y lejos del ruido, encuentras calma, tranquilidad y una soledad que te resulta reparadora.
Otra señal inequívoca es si no encuentras sentido a hacer regalos porque toca. Incluso te incomoda recibirlos: no sabes cómo reaccionar y puede aparecer una sensación de enfado. Es habitual que pienses que comprar ahora es absurdo cuando en pocas semanas llegan las rebajas.
Y por último, la ansiedad que te provocan las comidas y cenas obligadas, que te resultan una farsa para quedar bien. Felicitar a personas con las que no conectas te produce rechazo, y la idea de pasar tiempo con determinados familiares —como los suegros— puede disparar tu ansiedad. Incluso existe una fobia específica a esta figura: socerafobia.
Consejos para sobrevivir a la Navidad si te sientes un Grinch y no hay nada que hacer
Si lo tienes, igual necesitas ayuda o trabajar en ello, pero si no quieres gastar tiempo ni dinero, puedes acudir al estoicismo y otras disciplinas arcanas para capear el temporal, comenzando por el hecho de que la Navidad no es eterna. Son apenas un par de semanas y, después, la rutina vuelve. Mantener esta perspectiva ayuda a reducir la sensación de saturación.
Gran parte del malestar proviene también de la presión social, así que escucha qué necesitas realmente y actúa en coherencia con ello. No se trata de fingir felicidad, sino de buscar tu propio bienestar sin compararte con los demás.
Otro clásico, que funciona para tantas otras, es cambiar el foco: piensa en las vacaciones
Más allá de las celebraciones, hay días libres. Si centras tu atención en el descanso y no en los rituales sociales, la vivencia puede cambiar de forma notable.
Por último, planifica alternativas. No todo tiene que girar en torno a las comidas familiares. Viajes, planes diferentes o simplemente organizar tu tiempo a tu manera puede marcar la diferencia.
De cualquier forma, métete en la cabeza que si no te gusta la Navidad no significa que tengas que combatirla. Puedes respetar que otros la disfruten sin intentar convencerles de lo artificial que te parece. Vive estas fechas como tú necesitas, pero sin invalidar la experiencia ajena.