Un rey casi en pelota

Un rey casi en pelota

Una cosa es que un rey tenga derecho al descanso de fin de semana, como todo hijo de vecino, pero otra muy diferente es lo que se preguntan muchos belgas y otros tantos ciudadanos europeos: ¿Qué hacía el rey de los belgas en el lujoso hotel Sofitel de Quiberon, en la Bretaña francesa, el fin de semana del 21 de noviembre pasado cuando su país se enfrentaba a una crisis de proporciones colosales?

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Foto: EFE

Al rey Felipe de Bélgica nos lo han mostrado casi en pelota, o sea medio vestido, con un albornoz de un lujoso spa bretón y se ha armado la marimorena con razón.

Porque una cosa es que un rey tenga derecho al descanso de fin de semana, como todo hijo de vecino, pero otra muy diferente es lo que se preguntan muchos belgas y otros tantos ciudadanos europeos: ¿Qué hacía el rey de los belgas en el lujoso hotel Sofitel de Quiberon, en la Bretaña francesa, el fin de semana del 21 de noviembre pasado cuando su país se enfrentaba a una crisis de proporciones colosales y sus conciudadanos corrían aterrados a esconderse en sus casas?

Ese sábado 21 de noviembre, Bélgica, y Bruselas en particular, estaban en pleno zafarrancho de combate. Nivel de alerta 4, el máximo. El ejército en la calle, el transporte paralizado, los ciudadanos asustados en sus casas mirando por entre los visillos hacia unas calles solitarias en las que las fuerzas del orden paraban a todo quisqui para identificarlos.

Todos y cada uno de los miembros de las fuerzas policiales y militares a la búsqueda de Abdelhamid Abaaoud, el presunto autor del plan de ataque de los atentados de París, un belga residente en el barrio bruselense de Molenbeek.

Se supone que al Rey Felipe le suena el nombre de Abdelhamid Abaaoud, sabe la que ha armado en París y ha oído hablar del barrio de Molenbeek, aunque él personalmente no haya aparecido por allí.

Y, mientras se armaba la gorda en Bruselas, ¿dónde estaba el rey de los belgas? Esa era la gran pregunta, hasta que un semanario satírico francés,Le Canard Enchaîné, nos informa de que habían localizado al monarca muy lejos de su reino, en la Bretaña francesa. Poco después aparecen unas fotos tomadas con un smartphone que le muestran en actitud relajada, vestido levemente con un albornoz, leyendo un libro y sorbiendo un vaso de zumo de fruta, recién salido de la talasoterapia.

La comunicación oficial de palacio salió de inmediato a la palestra y dejó claro que esas fotos eran un atentado a la vida privada del rey y que el fin de semana bretón estaba previsto de antemano. Y, ¿qué mas da que estuviera previsto de antemano?

Lo que cuesta crear una imagen positiva y lo rápido que puede irse todo al garete por una foto casi en pelota.

En el palacio de Laeken parecen no saber que hoy la clave de la comunicación es elaborar un relato, una historia que muestre a su rey cercano a sus súbditos, dispuesto a estar con ellos en los momentos difíciles, a sufrir con ellos si fuera preciso, aunque a costa de algo tan duro como olvidarse de la talasoterapia y, sobre todo, del zumo de frutas que sorbía tan a gusto en la foto de marras.

Hay algo que se llama ética y estética y Felipe de Bélgica, en este caso, ha olvidado ambas. Nos dicen que estaba en contacto constante con el primer ministro. Y seguro que era así, no vamos a estar ante un rey al que le importan un bledo sus ciudadanos y sus correspondientes cuitas con la Yihad.

Pero un rey debe estar a las duras y a las maduras. Su papel principal es estar en el lugar que le corresponde, y en una situación tan complicada para los belgas ese fin de semana, su lugar era, precisamente, Bruselas, no el hotel Sofitel a cientos de kilómetros y en el país vecino, porque da una image de dejación de su responsabilidad, o de importarle la cosa un bledo.

El hecho es especialmente grave porque la foto que nos lo muestra en actitud totalmente relajada tras la talasoterapia, ha circulado con profusión por las redes sociales. Es lo que pasa cuando en el bolsillo de cada ciudadano hay una cámara en forma de smartphone dispuesta a entrar en acción en cualquier momento.

"¡Tate! El rey de los belgas en pleno relajo cuando los belgas están de zafarrancho. Esta es la mía. Foto y al twitter."

Aunque hay quien asegura que en este caso la foto ha llegado desde determinadas instancias del país en el que Felipe disfrutaba de su fin de semana.

Y como una imagen antes valía más que mil palabras, y ahora, con las redes sociales, millones, pues ahí tienes una foto para un relato que va a provocar una imagen negativa durante largo tiempo de este rey.

La verdad es que estos reyes belgas son un poco especiales. Ya su abuelo Leopoldo III estuvo en candelero porque ofreció una mínima resistencia a la invasión nazi y, de hecho, al ser liberada Bélgica tras el desembarco de Normandía y la restauración de la libertad en Europa, tuvo que abdicar en su hijo Balduino para evitar la confrontación entre unos belgas que querían verlo como un prisionero de los nazis y los que le veían como un colaborador de Hitler.

Otro antecesor suyo, Leopoldo II fue un verdadero criminal que acabó con miles de congoleños en un amplio territorio de África conocido como Congo Belga, que en realidad, era el Congo propiedad personal de Leopoldo II Rey de Bélgica quien hizo y deshizo en aquel país a su gusto. Fue Leopoldo II, precisamente, quien renovó y dotó de una gran monumentalidad al palacio de Laeken, sede de la familia real belga, con el dinero de sus "hazañas" en el Congo.

El padre del actual rey, Alberto II, también hizo alguna sonada, como aquella vez en la que estaba de vacaciones y el caso de Marc Dutroux, el peligroso pederasta que asesinó a seis chicas, conmocionó Bélgica. Alberto II decidió quedarse de vacaciones en vez de regresar inmediatamente a su país, y esa actitud generó un amplio rechazo hacia su figura.

En el caso que nos ocupa, el rey Felipe de Bélgica, preguntado sobre su sonado fin de semana de talasoterapia, en medio de semejante zafarrancho de combate, ha dicho que "son tonterías". Pero ese tipo de "tonterías" en un mundo online crean una imagen de un rey despreocupado ante la preocupación general de sus ciudadanos. Algo inaceptable.

Lo que cuesta crear una imagen positiva y lo rápido que puede irse todo al garete por una foto casi en pelota.