Yemen: Arabia infeliz

Yemen: Arabia infeliz

La UE debe exigir, como pide el Parlamento, que cesen los ataques aéreos por parte de la coalición liderada por Arabia Saudí en Yemen, que han alcanzado tantos objetivos civiles (hospitales, escuelas, mercados, depósitos de cereales, puertos y un campo para personas desplazadas) y han dañado gravemente infraestructuras básicas de entrega de ayuda y han provocado una emergencia humanitaria gravísima.

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Manifestación el año pasado contra los ataques aéreos en Saná. REUTERS

Los vestigios que todavía quedan de la guerra fría nos recuerdan la incapacidad del mundo para resolver sus problemas por métodos pacíficos. En la edad del telón de acero Yemen era otro de esos pueblos divididos por una fuerte frontera ideológica, superpuesta a otras divisiones que todavía se mantienen. Como lo fue Alemania, como es todavía Corea. Hasta 1990 no se unieron, el Yemen del Norte, apoyado por los saudíes y los británicos con el Yemen del Sur, la Republica Popular, apoyada por Egipto y el baazismo laicista.

Con tanto conflicto el, mundo civilizado olvidó que Yemen es uno de los unos puntos más antiguos de civilización, la pureza semítica, el mítico reino de Saba, con una historia muy larga y próspera antes y después de que llegara el Islam. La que Ptolomeo llamó la "Arabia felix" fue en la primera parte del siglo XX una de las piezas más codiciadas de la pelea entre otomanos y saudíes. Justo como ahora. La historia casi siempre se repite.

Todo lo hemos visto en las pantallas en technicolor: los ingleses azuzando a lo caballos y a los camellos de los beduinos saudíes contra los otomanos, que ya oprimían a los yemeníes. Ahora, en HD, vemos a los aviones nodriza de la coalición occidental, otra vez los ingleses, alimentando en el aire a los cazas saudíes de última generación, que arrasan el patrimonio yemení de la humanidad y, de paso, a toda la humanidad yemení alrededor.

Incapaces de renunciar totalmente a la violencia y la guerra, la comunidad internacional había construido, al menos, un sistema de derecho humanitario para proteger a las víctimas durante la guerra, y, por cierto, también a los que hacen la guerra. Hoy día, la guerra no se declara y, por tanto, se aplica muy poco el derecho humanitario, dejando a las víctimas sin la más mínima protección, hasta el punto de que hospitales y escuelas han dejado de ser objetivos prohibidos para los contendientes. El bombardeo -el 10 de enero- del hospital de Médicos Sin Fronteras ha sido el caso más terrible y reciente.

Yemen no es una mera esquina de Siria. La guerra siria y el avance del Daesh es la alfombra bajo la que se intenta esconder este arreglo a las bravas de un conflicto tribal y religioso en un país que tiene entidad por sí mismo. Desde luego, la tiene por la magnitud del desastre humanitario que está sufriendo. De acuerdo a los datos oficiales de necesidades humanitarias para 2016, 21,5 millones de personas (el 85 % de la población) necesitan en la actualidad algún tipo de asistencia. Se calcula que 2,1 millones de personas sufren malnutrición, incluidos más de 1,3 millones de niños, que sufren malnutrición severa aguda y hambre. Es una emergencia absoluta.

Taiz, la tercera ciudad de Yemen, está sitiada desde hace muchos meses, con los fuerzas militares obstruyendo la entrega de la ayuda internacional. Doscientos mil civiles están atrapados en esa ciudad con necesidad urgente de agua potable, alimentos, asistencia médica y protección vital.

Los jóvenes príncipes halcones que gobiernan ahora Arabia Saudi deberían tener un poco más de respeto, si no por las resoluciones del Parlamento Europeo, sí por las tres Resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Yemen.

A día de hoy, la guerra en Yemen ha quitado la vida a más de seis mil personas, la mitad de ellos civiles, y más de treinta mil han resultado heridas, entre ellos cientos de niños. Hasta tal punto es insistente la destrucción, que hasta tres veces se han bombardeado infraestructuras e instalaciones civiles: ya queda muy poco en pie. De las 22 provincias del país, 8 están en emergencia absoluta. Según Save the Children, en 18 de las 22 provincias se han cerrado los hospitales por los combates o por falta de combustible. Y se han abandonado 153 centros de salud que, hasta hace poco, suministraban alimentos a más de 450 mil niños en riesgo. También han clausurado 158 ambulatorios que daban asistencia sanitaria básica a medio millón de niños menores de cinco años. Según Unicef, la guerra ha paralizado la educación para dos millones de niños: se han cerrado 3.584 escuelas. Y otras mil se están usando para alojar a desplazados.

En los últimos meses, en el Parlamento Europeo hemos clamado para que se detenga el conflicto, o al menos, que los atacantes permitan una tregua humanitaria para atender a la gente. Nuestra resolución de la semana pasada se ha hecho famosa por pedir el embargo de armas a Arabia Saudí. Desde que empezó esta guerra, algunos Estados miembros de la UE han seguido autorizando la transferencia de armas al reino saudí. Para decirlo bien, los Estados de la UE que venden armas a ese país están infringiendo la Posición Común adoptada en 2008 sobre el control de la exportación de armas, en la que explícitamente se prohibe la exportación de armas desde los Estados miembros cuando existe un riesgo manifiesto de que se puedan utilizar para cometer violaciones graves del Derecho internacional humanitario y para debilitar la paz, la seguridad y la estabilidad en una región. Para decirlo todavía mejor, el embargo ya existía y los europeos nos lo hemos saltado.

Nos estamos saltando todos los límites.

Con todo, lo que más me preocupa es precisamente que se cumpla ese Derecho internacional humanitario y se dé socorro a las víctimas y a la población civil.

La UE debe exigir, como pide el Parlamento, que cesen los ataques aéreos por parte de la coalición liderada por Arabia Saudí en Yemen, que han alcanzado tantos objetivos civiles (hospitales, escuelas, mercados, depósitos de cereales, puertos y un campo para personas desplazadas) y han dañado gravemente infraestructuras básicas de entrega de ayuda y han provocado una emergencia humanitaria gravísima. El país está sin alimentos y sin combustible.

El alto el fuego que se declaró en diciembre del año pasado para todo el país ha sido violado en numerosas ocasiones. Las conversaciones alentadas en diciembre por Naciones Unidas en Suiza no se saldaron con ningún avance importante para la finalización del conflicto; y la reanudación de las conversaciones de paz prevista para el 14 de enero de este año se han aplazado sine die por la persistencia de la violencia;

Los jóvenes príncipes halcones que gobiernan ahora Arabia Saudi deberían tener un poco más de respeto, si no por las resoluciones del Parlamento Europeo, sí por las tres Resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Yemen. Deben detener inmediatamente las operaciones de guerra y asegurar el trabajo de las organizaciones humanitaria. Desbloquear los puertos y reparar las infraestructuras. Y salvar vidas. Igual que acudieron veloces a la llamada de un presidente que se vio en peligro, deben oír los gritos de socorros de cientos de miles de personas encerrados entre ruinas, y acudir a salvarlos, o al menos permitir que vayamos a ayudarles los demás.