La extrema derecha alemana pierde fuelle: estas son las claves de su retroceso

La extrema derecha alemana pierde fuelle: estas son las claves de su retroceso

En cuatro años se ha dejado un millón de votos. Los expertos apuntan a la crisis del covid como detonante, y al cordón sanitario realizado por el resto de partidos.

Los cocandidatos electorales y colíderes de la AfD, Tino Chrupalla y Alice Weidel. JOHN MACDOUGALL/AFP via Getty Images

Brandmauer no es el apellido de un político alemán, pero es algo que todos llevan grabado a fuego. La palabra significa ‘cortafuegos’, y es lo que han aplicado a la extrema derecha desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y más concretamente desde el nacimiento del partido Alternativa para Alemania (AfD) en 2013 y desde su entrada en el Parlamento alemán en 2017. 

Ahora, cuatro años después de aquellas elecciones en las que la AfD irrumpió en el Bundestag como tercera fuerza política y primera de la oposición con un 12,6% de los votos, la ultraderecha alemana ha perdido fuelle, y tiene que conformarse con ser quinta fuerza con un 10,3% de los apoyos, por detrás de los socialdemócratas, los democristianos, los verdes y los liberales.

Un millón de votos menos

Que los elija uno de cada diez votantes no es poco, pero el resultado de la ultraderecha alemana ha sido en palabras de José Manuel Sáenz Rotko, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas “pobre”, no sólo porque hayan perdido un millón de votos (de 5,8 a 4,8) con respecto a hace cuatro años, sino porque “se han quedado por debajo de sus expectativas” (y, para muestra, la cara que se les quedó en la sede del partido la noche electoral del domingo). 

En zonas como Hamburgo, Baviera o Renania del Norte-Westfalia, sus porcentajes de voto han quedado por debajo de las dos cifras. Y aunque el partido sigue siendo fuerte en el este, en 21 circunscripciones ni siquiera ha alcanzado el 5% de los apoyos. 

  Resultados electorales en 2021, con respecto a los de 2017.

Ignacio Molina, analista en el Real Instituto Elcano y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Madrid, considera bastante significativa la caída de votos de la AfD: “Retroceder dos puntos es perder el 15% de su apoyo”, destaca. El analista cree que este resultado no es casual, y que responde a una “pauta más o menos consistente” que se viene reproduciendo en Europa y Estados Unidos desde que surgió la pandemia de covid.  

“¡Ojo! Mejor no hacer experimentos”

“La pandemia ha supuesto que los partidos populistas estén perdiendo peso en todos los países”, sostiene Ignacio Molina, que cita, además de los resultados de la AfD y de Donald Trump en Estados Unidos, los sondeos de Francia, Italia e incluso España, que muestran que la extrema derecha o bien baja o bien se estanca.  

Con la crisis del covid, la gente no quiere amateurs, sino políticos experimentados que “gestionen bien el problema sanitario y la recuperación económica”, apunta Molina. “Se apuesta por el pragmatismo en detrimento del voto anti-establishment”, señala. 

Con la pandemia se ha apostado por el pragmatismo en detrimento del voto populista o anti-establishment

Sáenz Rotko coincide con él. Igual que la AfD se ‘creció’ en 2015 con la crisis migratoria y la llegada de refugiados de Oriente Medio a Alemania, de la crisis del covid no ha podido sacar rédito. “La pandemia ha sido gestionada con éxito por la gran coalición [CDU-SPD], y la AfD se ha quedado sin un tema relevante con el que sumar votos”, explica el profesor de Comillas.

Aunque el movimiento antivacunas —cercano a la AfD— tiene un cierto peso en Alemania, la mayoría de la población ha aprobado el Gobierno de Angela Merkel y su vicecanciller Olaf Scholz (SPD), ganador de estas elecciones con el 25,7% de los votos. Entre otras cosas, esta crisis ha puesto de manifiesto que a la ultraderecha alemana “le falta agenda política”, zanja Sáenz Rotko.

A la AfD le falta agenda política

Siguiendo esa línea de pensamiento de “¡ojo!, mejor no hacer experimentos” que ha tenido una parte de la población, Ignacio Molina considera que incluso el Brexit ha podido tener su reflejo en estas elecciones. La AfD, partido euroescéptico por excelencia, puede haber salido escaldada una vez que los alemanes han comprobado que el experimento británico no ha acabado todo lo bien que les vendieron. La gente ha visto que “la gestión populista y amateur provoca un daño económico”, afirma Molina, y el Brexit es ‘sólo’ otro ejemplo más de ello. 

Importa la crisis climática (y no su negacionismo)

El tema estrella para la AfD, la (lucha contra la) migración, ya no es lo que más inquieta a la población —sólo el 20% de los alemanes lo considera prioritario, muy por detrás del clima (35%), las pensiones (33%) o la pandemia (30%)—, y eso ha dejado a la ultraderecha alemana vacía de ideas, tocando en campaña “temas en los que ni tienen experiencia ni quieren tenerla”, sostiene Sáenz Rotko. 

De ese modo, y a la vista de que el medio ambiente estaba en el centro de la campaña electoral, la AfD ha optado, como de costumbre, por ir a la contra, tratando de rascar votos con un discurso antisistema que coquetea con el negacionismo. Pero se ha topado con que las propuestas de una economía sostenible ya son “mainstream” en Alemania, y también se ha topado con Los Verdes, el partido que más ha crecido desde las anteriores elecciones, pasando de un 8,9% a un 14,8% de los votos. 

Considerados en algún momento como el antídoto perfecto frente al populismo de ultraderecha de la AfD, Los Verdes son, además, la fuerza más votada entre los jóvenes, lo que los convierte en “un partido de futuro”, celebra el ex eurodiputado verde Florent Marcellesi. 

  Los Verdes son el partido más votado entre la población de 18 a 34 años, con un 21-23% de los votos. La AfD obtiene la mayoría de apoyos (16%) entre las personas de 35 a 44 años,

Marcellesi describe a Alemania como el “epicentro” de la ola verde que despunta desde hace unos años en toda Europa. En el caso germano, dice, Los Verdes “han conseguido coger votos de todas las fuerzas políticas” apelando a “lo que preocupa a las generaciones futuras: el clima y la justicia social”. Y no se puede decir que la AfD haya sabido moverse en ese ámbito.

Un cordón sanitario sin concesiones

Pero para Marcellesi, si la AfD no ha crecido en estas elecciones ha sido, sobre todo, porque el resto de partidos les ha parado los pies al negarse a pactar tanto en municipios como en estados federados o en el propio Gobierno central. “Esto habría que recordárselo a la derecha española: la CDU, la derecha alemana, no pacta ni en sueños con la ultraderecha”, apunta.

Habría que recordarle a la derecha española que la CDU, la derecha alemana, no pacta ni en sueños con la ultraderecha

Merkel lo dejó claro desde el principio, y a la que iba a ser su sucesora, Annegret Kramp-Karrenbauer, le costó el puesto el hecho de no haber sido lo suficientemente tajante durante una crisis sin precedentes en la que un líder regional de su partido amagó con unir sus votos a los de la AfD en Turingia. Merkel lo calificó de “imperdonable”, y nunca más se ha vuelto a pretender nada parecido, pese a que la AfD ha sido durante cuatro años el principal partido de la oposición en el Bundestag. 

El analista Ignacio Molina entiende que, en parte, el electorado de la AfD se haya “cansado de votar a un partido que no va a tocar bola”. Florent Marcellesi aprovecha para mandar un recado a la derecha española: “Ojalá entendieran que si quieren frenar los discursos del odio no lo van a conseguir pactando con quien los difunde, sino poniendo un cordón frente a ellos”.