Ruido de sables a la Vox

Ruido de sables a la Vox

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Por ahora, al menos cinco generales y un teniente general retirados han decidido dar un paso adelante (pero como el caminar de los cangrejos, que en realidad es hacia atrás), y sumarse a la tropa de Vox, una  reencarnación nostálgica del franquismo. No hay duda de ello, por el principio de que blanco, líquido y en botella, suele ser leche o Calcium 20. Y, como diría Mariano Rajoy, este no es un tema menor, que es un tema mayor.

Yerran los que tratan de quitarle importancia, porque este episodio demuestra una vez más que aquello que en la Transición se conocía como ruido de sables, los militares que proclamaban insolencias en los cuartos de banderas y que comprendían a los más ‘echados p’alante’, no desapareció por completo de las Fuerzas Armadas. El tic de sacar los tanques a la calle, o cualquier forma de intervención manu militari cuando las cosas pintan mal, sobre todo cuando entra el sensacionalismo, siempre ha estado ahí. Reducido, acallado por la mayoría, y también porque el poder civil no consentiría el acceso al generalato de aspirantes que no tengan interiorizado el cumplimiento cabal de la Constitución. Pero hasta ahora han sido episodios aislados, aunque los servicios de inteligencia puedan tener datos más exactos y amplios con los fonendos de que dispone para auscultar el ámbito castrense.

En enero de 2006 el ministro de Defensa, José Bono, aprovechó la concesión de una Cruz del Mérito Naval a un periodista grancanario para desplazarse a Las Palmas capital y, desde el patio de armas del Palacio del Gobierno Militar, lanzarle un toque de atención al teniente general Pérez Alamán, entonces jefe del Mando de Canarias, a quien se consideraba afín al teniente general Mena, arrestado primero y cesado después por el Gobierno  “por incumplir el deber de neutralidad” y por la “alarma social” creada, tras unas declaraciones en las que se mostraba partidario de intervenir (en Cataluña) si algún estatuto de autonomía sobrepasase los límites de la Constitución. ‘Desuniformado’ escribió un libro en el que arremetía contra Zapatero, el general ‘cuatro estrellas’ y Jemad actualmente director del CNI, Félix Sanz Roldán, y las cúpulas del Ejército de Tierra y de Justicia.

El asunto pareció zanjado, pero años más tarde, en 2017, Emilio Pérez Alamán fue uno de los militares que encabezó un pliego de firmas (unos cien generales, y mil adhesiones en total) en defensa de la memoria del general-dictador Francisco Franco, cuando comenzó la polémica sobre la exhumación del Caudillo del Valle de los Caídos.

Quien empezó el fichaje de generales fue Pablo Iglesias, que dio entrada al teniente general de Aviación, y ex Jemad con el Gobierno de Zapatero, Julio Rodríguez. Podemos necesitaba contar con un símbolo –vamos a llamarlo así–  que aportara confianza a un sector del electorado de centro izquierda e incluso de los faltos de ideología pero que intuitivamente pueden apostar por una oferta populista, y hasta nacionalista, pero que ofrezca seguridad y firmeza. El uniforme azul de Rodríguez venía a ser como un decorado; y sin embargo este marketing no tuvo efectos prácticos en el Jefe del Estado Mayor: no logró sacar los votos necesarios en ninguna de las oportunidades que tuvo. “Además de Jemad resulta que es gafe”, me confesaba un marino con sorna.

El PSOE contó con la comandante Zaida Cantero, pero por un motivo totalmente distinto: era una militar acosada. Una mujer que, como tantas otras, demostró su valía profesional en misiones de alto riesgo, como en Kosovo, pero que al regresar empezó a sufrir acoso sexual por un superior. Aburrida, tras haberlo denunciado al Juzgado Militar Central, pidió la baja en las FAS en 2015. Su inclusión en las listas al Congreso no tenía por objeto captar el voto militar, como es natural por las motivaciones de la protagonista, sino el de las mujeres que, en los cuarteles, en las universidades, en las fábricas, en la judicatura, se sientan discriminadas. Visto con perspectiva  histórica, los socialistas se adelantaron a la gran revolución feminista que nos envuelve.

El tic de sacar los tanques a la calle, o cualquier forma de intervención manu militari cuando las cosas pintan mal, sobre todo cuando entra el sensacionalismo, siempre ha estado ahí.

Lo de Vox es otra cosa. Esta organización no ha necesitado quitarse la careta, porque sus dirigentes nunca la han usado. La mayor parte, como Abascal, crecieron dentro del Partido Popular, del que su fundador, Manuel Fraga, destacaba que su antecesora, Alianza Popular, había tenido la misión de integrar a la extrema derecha franquista. El olor del poder es lo que hizo que la Fuerza Nueva de Blas Piñar desapareciera por la fuga en masa hacia un partido formalmente de centro derecha, pero en el que se les dejaba hacer y en el que se podía prosperar. Sin embargo se notaba su presencia, como se diría en las manifestaciones, “se siente, se siente, Franco (o lo que sea, lo que importa es el pareado) está presente”. La histeria cada vez que se proponía cambiar el nombre de una calle dedicada al bando vencedor de la Guerra Civil, cada vez que las familias de unas víctimas asesinadas después de la contienda, tiradas en pozos o en cunetas, pretendían localizar a sus padres o abuelos, temblaba el misterio.

No importaba que el Gobierno socialista mandara un propio a las beatificaciones en el Vaticano de ‘mártires de la Cruzada’ organizadas por Rouco Varela. La derecha, ciega y sorda pero no muda, saltaba enfurecida: dejen tranquilos a los muertos, no hurguen en la herida, como si en la Plaza de San Pedro no se estuviera metiendo el dedo en la llaga de media España.

La travesía del desierto tiene un problema: hay mucha arena pero pocos cargos y sueldos públicos. Los votos cosechados en Andalucía, aunque muy pocos para gobernar, le abrieron las puertas al ‘voxerío’  al co-gobierno con otras dos agrupaciones de derecha clásica, PP y Ciudadanos, que se había ido deslizando hacia el neoliberalismo más desarretado desde una inicial definición ideológica que mezclaba el liberalismo con la socialdemocracia.

Fue el pacto con PP y Cs lo que le abrió el apetito a Abascal. Y lo que empezó a destruir el futuro de los populares gracias, a mayores, a la irresponsable estrategia de Pablo Casado, cegado por el aznarismo sin complejos y dos huevos duros. Andalucía fue un punto de inflexión: la avaricia rompió el saco. Las encuestas están muy tozudas últimamente, y mientras más bajan sus expectativas, más se hunden en el franco (perdón, en el fango, la inteligencia artificial del corrector tiene incluso ironía) estos dos adalides de la ‘nueva política’ que en realidad no es tal sino lo contrario.

El problema ahora es que PP y Cs están atados a Vox en Andalucía; y que según decía Pablo Casado el modelo es exportable al Gobierno nacional, y a las autonomías y ayuntamientos…

Desde lo de Andalucía, Abascal se ha crecido, y no para de aumentar el tamaño psicótico de la burrada. La ‘contratación’ de mandos militares va pareja a una descalificación en toda regla de la Constitución: los males que ve Vox en la España actual no los encuadran en la gestión política sino que se los achacan al sistema democrático. La ‘solución militar’ para Cataluña es solo la punta del iceberg, que hay que verlo para que no le pase a la democracia como le pasó al Titanic.

La última amenaza ha sido la propuesta de armar a los ‘españoles de bien’ para que puedan defenderse se supone que de los ‘españoles de mal’. ¿Y quién dice cuáles son los buenos y cuáles los malos y viceversa? La ‘milicia’ patriótica que propone Vox abriría la puerta a que un gobierno igual de populista, autoritario y  desnortado pero de signo contrario hiciera lo propio. Y ya tendríamos el lío ‘armado’.

Ante el cúmulo de continuos disparates in crescendo y burlas a la Constitución ¿qué dirán los generales y coroneles y comandantes…que juraron defenderla? ¿Qué sentirán, ellos, acostumbrados a mandar y a que les obedezcan sin rechistar, cuando en los parlamentos, en el nacional o en los regionales, y en los ayuntamientos, los critiquen y hasta les insulten en las sesiones encrespadas? ¿Acaso son insensibles al peligro que encierra estos discursos llenos de odio para el futuro de la Europa de la paz y las libertades? ¿Cómo le explicarán a sus colegas de la OTAN su vuelta al franquismo, pues quien vive con los patos, camina como los patos y hace cuá cuá como los patos, lo más probable es que también sea un pato?

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Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.