Dos torpedos parten en dos el buque de guerra de 186 metros y entonces empieza la pesadilla de verdad
Durante cuatro días, los hombres soportaron el sol, la sed, las alucinaciones y los ataques constantes.

Antes de que el mundo conociera el nombre de Hiroshima, una misión secreta cruzó el Pacífico a toda velocidad. En el verano de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial entraba en su fase final, el crucero pesado USS Indianapolis fue el encargado de transportar un cargamento decisivo para la historia. Según recoge el medio finlandés Tekniikka & Talous, el buque llevó desde San Francisco hasta la base estadounidense de Tinian los componentes clave de la bomba atómica Little Boy en apenas diez días, una travesía récord bajo el más absoluto secreto.
El Indianapolis, un coloso de 186 metros de eslora y 20 de manga, llegó a Tinian el 26 de julio de 1945. Allí se ensambló el arma nuclear que, menos de dos semanas después, sería lanzada sobre Hiroshima. Cumplida la misión, el barco partió el 28 de julio rumbo al golfo de Leyte, en Filipinas, donde debía reunirse con otras unidades para preparar la invasión aliada de Japón. Navegaba sin escolta, a unos 17 nudos, una decisión que resultaría fatal.
Poco después de la medianoche del 30 de julio, un submarino japonés lanzó dos torpedos que impactaron en el depósito de combustible y en el almacén de municiones. Las explosiones partieron el barco en dos y el USS Indianapolis se hundió en apenas doce minutos. De los 1.196 hombres a bordo, unos 900 lograron sobrevivir al hundimiento inicial y quedaron a la deriva en mar abierto.
El verdadero infierno comenzó entonces. Apenas había balsas y muchos marineros no tenían chalecos salvavidas. Con el amanecer, los supervivientes formaron grupos dispersos. El médico del barco, Lewis Haynes, recordaría más tarde: “No pude hacer más que dar consejos. Dije que no se debía beber agua de mar bajo ninguna circunstancia. Les quitamos los chalecos salvavidas a los muertos y se los dimos a quienes no los tenían”.
A las pocas horas aparecieron los tiburones, atraídos por la sangre y el ruido. El superviviente Loel Dean Cox describió la escena con crudeza: “De vez en cuando, como si hubiera sido alcanzado por un rayo, el tiburón subía directamente, agarraba al marinero y lo arrastraba hacia las profundidades”. En otro momento relató: “El tiburón agarró al marinero que estaba a mi lado. Rugió y luego desapareció”.
Durante cuatro días, los hombres soportaron el sol, la sed, las alucinaciones y los ataques constantes. No hubo una búsqueda inmediata porque la desaparición del buque no se comunicó oficialmente y un mensaje japonés interceptado fue considerado una trampa. El rescate llegó por casualidad, cuando un avión estadounidense avistó a los náufragos el 2 de agosto. Finalmente, solo 316 hombres sobrevivieron. Se estima que unas 150 muertes estuvieron relacionadas con ataques de tiburones, el mayor número registrado en un solo incidente.
El capitán Charles McVay fue sometido a un consejo de guerra tras la guerra y su carrera quedó destruida, aunque décadas después su nombre fue rehabilitado. La tragedia del USS Indianapolis sigue siendo uno de los episodios más oscuros y estremecedores de la historia naval del siglo XX.
