El día que el mundo respiró tras el terremoto de 8'8 en Rusia y el miedo de tsunamis gracias a un sistema de alertas clave
El temblor, uno de los más fuertes jamás registrados, en el extremo oriental de Rusia, disparó las alertas por riesgo de réplicas y especialmente de tsunamis en una veintena de países, que los han ido descartando con el paso de las horas y gracias a las alertas tempranas y las medidas preventivas.

La inagotable serie de días históricos ha sumado este miércoles 30 de julio una nueva fecha a recordar. Al filo de las 8:25 (madrugada en la España peninsular) la costa del sur de la península oriental rusa de Kamchatka ha temblado como el mundo lo había hecho muy pocas veces más.
El terremoto, registrado finalmente como de 8'8 grados en la Escala Richter, se ha convertido en el sexto más fuerte jamás registrado. El tercero de este siglo. Y, estadísticas aparte, ha tenido al planeta en tensión, entre amenazas de tsunamis, réplicas, evacuaciones masivas y un sinfín de informes, alertas y avisos de los sistemas de vigilancia, claves para evitar que el evento no se haya traducido en un desastre de dimensiones igualmente históricas.
El epicentro se ha situado a unos 125 kilómetros al sureste de Petropavlovsk-Kamchatsky, una ciudad de unos 165.000 habitantes, situado a tan solo 18 kilómetros de profundidad, una ubicación que podría haber conllevado efectos trágicos.
Asociado al enorme movimiento de energía en el subsuelo está la entrada en erupción del volcán Kliuchevskoy en la misma península de Kamchatka y uno de los más altos del mundo, otro frente de atención para las autoridades en las próximas horas.
La noticia con la que buena parte de la población mundial se ha despertado ha ido perdiendo gravedad a medida que el aluvión de alertas de tsunamis y otros fenómenos peligrosos se han ido desactivando. No obstante, el riesgo sigue, con numerosos países y territorios aún bajo aviso en sus costas.
Pero a estas horas, la clave de que el balance de afectados se reduzca solamente a una cifra baja de heridos —sin determinar aún— y a numerosos daños materiales en varios países, pero sin víctimas mortales ni desaparecidos está en la ciencia. En concreto, el sistema de alerta de tsunamis puesto en marcha por la UNESCO.
Dicha herramienta consiguió "en apenas diez minutos" poner en aviso a las poblaciones costeras que podían ser afectadas, esencialmente en Rusia y Japón. "Gracias a estos sistemas desplegados por la UNESCO desde hace 20 años, así como a los esfuerzos de sensibilización de las poblaciones costeras y a las investigaciones científicas oceánicas, millones de personas pudieron ser prevenidas del peligro", ha querido recoger en un comunicado la Agencia de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
El sistema, que cumple ya dos décadas en vigor, fue puesto en marcha tras el mortal tsunami en el Índico en la Navidad de 2004, que costó la vida a más de 220.000 personas. Aquel fue un seísmo de 9'1 grados con epicentro en la costa de Banda Aceh (Indonesia), el más grave del siglo y el segundo en toda la historia, que conllevó un tsunami mortal ante la escasa capacidad de acción de los aún pobres sistemas preventivos.
Enviada la primera alerta inmediata, el sistema de la ONU consiguió pocos minutos después, "suministrar previsiones detalladas sobre la altura de las inundaciones esperadas", llevando la alerta a otros países del Pacífico. Dichos avisos permitieron, a su vez, a las autoridades nacionales de EEUU, China, Nueva Zelanda, Indonesia, México o Perú enviar un mensaje urgente a sus respectivas poblaciones y la toma de medidas preventivas. También en Hawaii o la Polinesia Francesa, donde entrada la noche del miércoles en España mantienen una situación algo más peligrosa que en otros territorios.
En todos ellos, igual que en Rusia y Japón, se esperaban olas de varios metros de forma repetida por el efecto de los previstos tsunamis. De haberse cumplido los presagios, el poder destructivo de dicho oleaje hubiera sido descomunal. No obstante, las mismas han llegado de forma más reducida, con oleaje de poco más de un metro y episodios muy contados de tres o cuatro metros como máximo.
Japón, por su relativa cercanía al extremo sur de la península rusa, ha sido otro de los grandes protagonistas globales de la jornada. Sus autoridades actuaron con rapidez para llevar a cabo evacuaciones masivas para unos 2 millones de personas, a quienes se urgió a abandonar sus hogares y tomar refugio en los espacios públicos habilitados para ese fin.
Igualmente, se evacuó la planta nuclear de Fukushima, con el trágico recuerdo del terremoto y posterior tsunami de 2011, en una reacción en cadena que llevó a la Agencia Meteorológica de Japón (JMA) a lanzar su alerta por riesgo de tsunami en toda la costa del país. Las cancelaciones de viajes, el caos en metrópolis como Tokio, fue inmediato, pero tanto la alerta como el caos han ido reduciéndose con el paso de las horas, hasta mantener un simple aviso de precaución y la relativa normalización de los servicios.
El miedo ha tocado también a Sudamérica, con alertas en las costas de Chile, Perú, Ecuador, Guatemala, Costa Rica o Colombia a raiz del terremoto y el subsecuente temor a tsunamis o, al menos, oleaje de gran tamaño. Por ello, dichas alertas han ido acompañadas de órdenes de evacuaciones a miles de ciudadanos junto al cierre de parques y espacios naturales y recomendaciones de evitar entornos cercanos a las costas.
