El legado de Silvio Berlusconi, el populista escandaloso que sedujo a un país entero

El legado de Silvio Berlusconi, el populista escandaloso que sedujo a un país entero

Fue un alquimista que sumó televisión, fútbol y política, precediendo al populismo de hoy, enarbolando la bandera del liberalismo salvaje y convenciendo a Italia de que podía dar estabilidad a un nido de piratas. Algo logró y algo se dejó por el camino. 

Silvio Berlusconi en 2003, cuando era primer ministro de Italia, durante una rueda de prensa en Bruselas.OLIVIER HOSLET / EPA / EFE

Silvio Berlusconi ha sido la figura más influyente de la política italiana en los últimos 25 años. Con su muerte, este lunes, no sólo se pierde un personaje mediático de primer orden, sino un líder que sedujo a todo un país en un momento de crisis, yendo de salvador cuando justo eso es lo que hacía falta. Luego, el paso de las legislaturas, de 1994 a 2011, y la digestión de sus intentos infructuosos de volver al poder han acabado dejando un legado con demasiadas sombras. 

Al líder de Forza Italia se le reconoce la estabilidad que dio durante un tiempo a Italia, su proyección internacional y su valor al formar un partido que rompiera con el pasado, pero se le afea el escaso calado de sus políticas para transformar el país, su conducta arrolladora, capaz de traspasar líneas rojas éticas y legales en lo empresarial y en lo político y su populismo, que ha ayudado a crecer a extremismos como el de la ultraderechista Giorgia Meloni, que hoy ocupa el  cargo de primera ministra 

Berlusconi fue muchas cosas. Un promotor inmobiliario cuyo mano derecha fue condenada a siete años de prisión por sus vínculos con la mafia. Un revolucionario de los medios que introdujo la televisión comercial en Italia, estableciendo un dominio absoluto sobre el ecosistema de información del país, gracias a las lagunas legales que supo encontrar. El flamante propietario del club de fútbol AC Milan, que llevó a sus mejores cotas de todos los tiempos. El primer ministro con más años de servicio en la Italia de la posguerra. Un magnate de los negocios condenado por fraude fiscal (y sólo por fraude fiscal, pese a los 36 procesos judiciales a los que ha tenido que enfrentarse). Un político caído en desgracia por informes de las orgías del bunga bunga y sexo con prostitutas, hasta menores de edad. Su implicación en todas esas realidades, tan potentes en Italia, "no tiene precedentes", en palabras del exprimer ministro Matteo Renzi. 

El primer legado que deja, pues, es el del enorme impacto de su muerte. El doctor en Historia Contemporánea y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos Matteo Re atiende al teléfono justo en Italia, poco después de conocerse la noticia de la muerte de Berlusconi, y habla de sentimientos divididos. "Hay un poco de todo, fue una persona que, por un lado, conseguía atraer mucho cariño pero, por otro, me atrevería a decir que también algo de odio. Unos creen que no hizo demasiado por el país y otros que dicen que sí", indica. El exdiplomático Salvo Sarcina, ahora asesor en Bruselas, avala esta lectura y añade que, pese a que tenía 86 años, "aún hay gente para la que Berlusconi parecía inmortal, como decían sus médicos. Socialmente, necesita un cierto proceso ajustarse a su ausencia". 

Re explica que Il Cavaliere "estaba ya en su fase de abandono de la política, aunque él se resistiera" a esta situación. Desde hace meses "estaba cada vez menos presente en la política e incluso los electores de su propio partido le fueron entre comillas abandonando"; en las últimas elecciones de 2022 logró aproximadamente el 8% de los votos. "Si antes de las elecciones de 2018 Forza Italia era el primer partido de la derecha, luego se situó como segundo, tras la Liga de (Matteo) Salvini y, ya el año pasado, como el tercer partido. La caída física de Berlusconi coincidió con la caída en votos de su partido. De ser el líder de la coalición de centro-derecha pasó a ser el farolillo", contextualiza para entender el momento en el que se ha producido su fallecimiento.

Ni él ni su formación, "que casi son la misma cosa", resume Sarcina, estaban en los mejores momentos, pero justo la creación de Forza Italia fue uno de los actos que sí quedarán en la historia. "Su entrada en el tablero político se produjo tras la implosión del sistema político italiano, sobre todo por diversos casos de corrupción. Los partidos clásicos colapsaron. A él se le veía como una persona nueva y exitosa, un empresario riquísimo por la televisión o el fútbol que insistía en que Italia era una empresa mal gestionada y que él sabría llevarla. La gente confió en eso, aunque luego, durante su carrera, siempre estuvo de juicio en juicio. Decía que todo era fruto de una caza de brujas comunista, pero lo cierto es que empañó mucho la Presidencia. En un mundo en transición, que nadie sabía dónde iba, supuso un asidero", ahonda. 

Por su parte, Re recuerda ese momento "bastante turbulento para la política italiana" en el que da a luz a Forza Italia, "con escándalos de compra venta de votos, con casos como el de Tangentopoli, la llamada Operación Manos Limpias"; llevaron "a involucrar a políticos muy importantes de partidos de referencia de la política italiana". En ese momento de revolución total se forma su partido y Berlusconi aprovecha y utiliza la idea de una nueva fuerza necesaria para contrarrestar el comunismo". 

Forza Italia nace en enero de 1994 y en marzo ya triunfa en unas elecciones. Y lo hace "sobre todo por la idea del hombre nuevo, de éxito, conocido, y también por ese mensaje de 'cuidado que en el otro lado pueden ganar los comunistas.' A partir de ahí, se mueve muy bien, consigue apoyos de parte de dos fuerzas de derecha como la Liga, entonces Liga Norte, del norte del país, y la Alianza Nacional, en el centro-sur, dos partidos muy diferentes entre ellos. Consigue mezclar agua con aceite y una coalición con altibajos pero que llega hasta hoy, con modificaciones. El único partido que se mantiene con el mismo líder es el de Berlusconi", indica el profesor.

La herencia en su partido es complicada. Hoy forma parte de la alianza a tres que mantiene a Meloni como primera ministra, compuesta por los Hermanos de Italia y la Liga, ambos ultraderechistas, sumados a Forza Italia. Re augura el futuro abierto, tanto en la formación como en el Ejecutivo. Antonio Tajani es quien ahora lideraba el partido, ante la ausencia por salud de Berlusconi, pero "en las últimas elecciones algunos parlamentarios ya abandonaron la formación y ahora el liderazgo de Tajani hay que verlo. Puede ser quien lo suceda pero toca esperar. Hablamos de un partido que siempre ha sido muy personalista, así que habrá una lucha por el poder", augura. Berlusconi se sobraba y bastaba y nunca nombró sucesor.

Sarcina, por su parte, afina que hay corrientes internas que reclaman un congreso, que no se hace desde finales de los 90, sobre todo los "halcones" que se enfrentan a Tajani; "el expresidente del Parlamento Europeo es considerado demasiado suave para algunos", sostiene. Hoy, como recuerda la Agencia EFE, el partido tiene 63 senadores y diputados más cinco ministros que consiguió incluir en el Ejecutivo, pero todo ese empuje, ese 8% de sufragios, se entiende que fue casi en su totalidad fruto de la vuelta del dueño de Mediaset a la primera línea política. También tiene otra cosa: una deuda de de 90 millones, "cubiertas por dos avales personales de Berlusconi que ahora tendrán que garantizar los herederos".

Sustancia y escaparate

Berlusconi hizo campaña para llegar al poder como reformador, un antes y un después, pero pese a todos sus años como jefe de Gobierno no logró transformar Italia. Le dio "cierta estabilidad", en palabras del antiguo diplomático, tras "tiempos duros", pero no hubo "cambios sistémicos". Pasado un tiempo, "cayó en errores del pasado, con otras formas o apariencias". 

Su éxito político se debió en gran medida a su capacidad de comunicación. Magnate de los medios, llevó a la política guiones al estilo televisivo, con eslóganes pegadizos y muy repetidos como "Salgo al campo" o "El amor siempre triunfa sobre el odio y la envidia". No se privó de utilizar su imperio mediático para hacer propaganda política, a veces incluso en programas de entretenimiento. Una maquinaria con la que nadie más contaba.

En lo legislativo, poco reseñable. Su talante "ultraliberal" hizo que sus políticas fueran "poco sociales, comunitarias", pero la "debilidad de otros líderes y el poder de su imagen", la del hombre más rico del país -se ha muerto como el tercer millonario, según Forbes-, le fue sirviendo para ganar y ganar. "Yo he traído alternancia y estabilidad. He cambiado la historia del país", le gustaba decir, avalando a aquellos que cantaban "Meno male che Silvio C'e", o sea, "Menos mal que está Silvio". Sus mandatos estuvieron "marcados por las peleas políticas y por batallas con la prensa y el poder judicial", recuerda Sarcina. El problema es que como pionero del populismo, de ese trumpismo que él ya aplicaba a su manera, el desgaste de las instituciones y la democracia parecía importarle "poco". 

En lo económico, Italia estaba bajo la vigilancia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea en noviembre de 2011, cuando se produjo su marcha inicial de la política. Sus aliados más cercanos criticaron la renuencia de Berlusconi a tomar las medidas drásticas necesarias para controlar la tercera economía más grande de Europa tras la crisis financiera europea. Acabó dando paso a un Ejecutivo de tecnócratas. La deuda pública de Italia se duplicó durante el mandato de Berlusconi. La confianza estaba tocada. 

Estaba a diario en los juzgados por financiación irregular, escuchas ilegales o coqueteo con las mafias, aunque sólo fue condenado una vez, por fraude fiscal, en 2013; se le impuso una pena de prisión de cuatro años, de los cuales tres fueron indultados, un año se quedó en servicio comunitario y sumó una prohibición de seis años para un cargo legislativo. En 2019 volvió como eurodiputado, tras un retiro poco pasivo, pero el daño en la credibilidad y la confianza estaba hecho. Su estrella política nunca brilló como antes.

"Para mí, una de las peores cosas de su legado es que hizo que los electores italianos perdieran la fe en su clase política. Confiaron en él y les falló, por mucho que deslumbrara. Hay que ver también cuánta culpa tiene de esto la oposición débil. Pero eso ha ayudado al resurgir de partidos extremistas como los que ahora gobiernan", lamenta. 

Matteo Re sostiene que, "dentro de todo lo malo, Berlusconi le dio una visibilidad internacional al país, para bien y para mal". Escaparate y presencia, sím pero por situaciones que "a menudo no ha sido las mejores, con muchos encontronazos con importantes líderes europeos, como Angela Merkel, por ejemplo", a la que hasta afeó su trasero. Al entonces ministro de Exteriores español, Josep Piqué, le puso los cuernos en una cumbre. "El estilo Berlusconi, que es el típico de una época que ya no existe, ya se ha quedado bastante anticuado, con toques bastante machistas y gracias que con el paso del tiempo han dejado de hacer gracia. Esa presencia internacional por un lado estuvo muy bien, pero por otro lado le ha afectado un poco al país", argumenta.

Y es que a nivel internacional, Berlusconi se acercó hasta quemarse a Muamar El Gadafi, en Libia, y al presidente ruso, Vladimir Putin. Normalizar el fascismo, el totalitarismo y el despotismo tiene sus riesgos. Recientemente, apenas en octubre, todavía describía al dueño del Kremlin como un "amigo" al que mandaba vino por su cumpleaños. La guerra de Ucrania estaba de fondo, con un claro posicionamiento de las potencias occidentales que poco tenía que ver con sus quereres. 

Berlusconi, el alquimista que se apoyó en el espectáculo, la desinformación, la purpurina y las pasiones futboleras, todo mezclado, el líder que inventó un nuevo idioma político y fue implacable con sus adversarios, el mandatario que se subió a la ola de la antipolítica porque la vio antes que nadie, pasó sus últimos años en un quiero y no puedo, en busca del poder perdido. Su travesía del desierto lo convirtió en una figura política disminuida, entre su condena por fraude y su exilio forzoso en Bruselas, un tiempo del que tampoco hay recuerdos reseñables en el Parlamento Europeo, donde se centró en política exterior y participó en la Comisión Parlamentaria de Cooperación UE-Rusia y UE-EEUU. Entre 2019 y 2022, cuando volvió a Italia como senador, sólo presentó tres preguntas parlamentarias. 

Sus últimos meses han tenido de todo: había constatado que Forza Italia sólo puede ser hoy tercera fuerza nacional pero, también, se convirtió una vez más en el hombre determinante porque fue el hacedor de reyes, quien tuvo la llave para dar o no la mayoría a Meloni y quien, al final, era esperanza para algunos centristas e izquierdistas, por ser el único representante de la derecha de siempre, no ultra, en el Ejecutivo. 

Parecía que el exprimer ministro no se iría nunca, pero ahora lo ha hecho de verdad. La pregunta es, si con él, lo hace berlusconismo.