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Rosalía y la nueva política

La cantante Rosalía.Agencia EFE

Dice la gente que me conoce que estoy con el hype de Rosalía. Y no les quito razón, soy una atrapada más. Pero no de la Rosalía nominada a cinco Grammys, ni la que bate récords en Spotify o viste durante semanas el Times Square. Me atrapa la personalidad pura de una mujer que a sus 25 años ha creado una nueva forma de influir, estética y sensorialmente. Estoy atrapada en un nuevo movimiento que unos llaman "flamenco moderno", u otros incluso "trap ibérico".

Para mí, que como buena española también acabo etiquetándolo todo, es simplemente Rosalía: esa mujer de mi generación que ha conseguido que al hablar, con quejío, sea escuchada.

Hoy me he sentado a escribir inspirada por su fenómeno, tratando de descubrir a través de su figura qué hace que ésta juventud sea como es: practicando el desapego político formal pero cultivando nuevas cosmovisiones sociales que en su grado más activo, son también política.

Cómo ella muchxs otrxs millennials que desde subiendo un vídeo a Youtube, citando a Frida o saliendo a la calle con el color del pelo que les dé la gana, están consiguiendo lo que "los mayores" no esperaban que pasara con esta generación: que la sociedad, aunque sea desde la individualidad, se cuestione, se active o se plantee sus valores de tradición.

Sociedad que acoge y arropa las nuevas corrientes de pensamiento, aunque sea desde lo viral, y no desde la teoría, vida y obra, de cualquier intelectual respetadx

Sociedad que aunque a algunos les parezca una estupidez -otra palabra de moda, que se lo digan a la Torroja-, está dinamizando la cultura social -y por tanto política- a base de hashtags, letras coreadas en galas de premios internacionales o con letreros en camisetas de Zara. Sociedad que acoge y arropa las nuevas corrientes de pensamiento, aunque sea desde lo viral, y no desde la teoría, vida y obra, de cualquier intelectual respetadx.

Hablando de esto último, recuerdo a Clara Serra en su Leonas y Zorras donde defiende la existencia de la lucha desde dentro, más concretamente refiriéndose a la posible simbiosis que el feminismo puede crear junto al capitalismo: usar las herramientas del amo para acabar con el amo.

¿Tengo que volver a etiquetar? Pues no lo voy a hacer; sólo diré que me siento identificada personalmente -y bastante cómoda- con un tipo de feminismo, que quizás es el que más se enlaza con esta cultura del mainstream de la que hablamos: la que se queda en el marketing de redes sociales sin bajar a Puerta del Sol o a cualquier otra plaza buscando luchar contra los gigantes. Pero un feminismo que funciona desde lo visual hasta la retina provocando en mayor o menor medida una oleada de identidad.

Y como el feminismo, cualquier otra corriente que se acople a éste sistema. Como pasa con fenómeno animalista y lo vegano, por citar algo.

Se está haciendo política sin pertenecer a ella; ya en 2015 nació esta forma de manera comunitaria

El Mal Querer es el ejemplo de esa simbiosis. Un producto ajustado a los cánones del momento pero hecho desde la inspiración que una persona siente al cuestionarse su yo interno. Una muestra más del Do It Yourself pero con la capacidad viral para remover mentes.

Yo, como mujer joven que también me muevo en este sentido, y que tantas veces ha escuchado aquello de que pasamos de todo, nos quedamos en el like, o que nos falta cultura del esfuerzo, veo a Rosalía cantándole al maltrato y siento orgullo de los mayores por permitir que crezcamos con mayores libertades, capacidades y sobre todo, con mayor educación; pero también siento orgullo de nosotrxs, por remover consciencias aunque sea 'desde la moda' para abrir paso a los que llegan y que sigan haciendo camino hacia la igualdad, la tolerancia, el humor, y la crítica.

Porque todos esos factores son los que aumentan el dinamismo del sistema, la salud de la democracia y en definitiva, nuevas formas de hacer política desde la sociedad civil. Aquí me bajo grados en lo personal y aumento el análisis politólogo para abrir la visión electoral a todo esto: se está haciendo política sin pertenecer a ella; ya en 2015 nació esta forma de manera comunitaria. Esto propició cambios en el sistema de sobra conocidos.

La diferencia con aquel año es, como he mencionado antes, la manera individualizada en la que se están produciendo estos cambios. Uno puede sin abandonar esta individualidad, encontrar sintonía con otros individuos.

Esta juventud sigue luchando, sin mayos negros, ni mili a las espaldas, pero haciéndose fuerte con cada canción, cada ilustración o cada opinión que comparte

Y creo que con este dato hemos encontrado una clave electoral sobre la juventud: que encuentren sintonía con un político individual y no con una marca de partido, como sucede claramente con Ocassio-Cortez en Nueva York. La variable identidad cobra protagonismo como factor revulsivo de la cultura política.

Y con ella estrategias nuevas: caras más jóvenes entre los equipos de gobierno, políticas más fragmentadas buscando la suma de individualidades, discursos más cercanos y hasta un tipo de imagen más pop en cuanto a color, más barroca en cuanto a decoraciones y mucho menos neoclásica en cuanto a todo.

En la facultad me dijeron una vez que la cultura política cambia mas lentamente que la cultura social; también me dijeron que la política no es muchas veces lo que quieres, sino lo que tienes. Pues bien, esta juventud ya tenemos herramientas, y aun más importante, ya tenemos voz. Esta juventud sigue luchando, sin mayos negros, ni mili a las espaldas, pero haciéndose fuerte con cada canción, cada ilustración o cada opinión que comparte sin miedo a las etiquetas.

Quizás cuando crucemos la barrera de los 40, empezando la edad madura, conscientes de los golpes que da la vida y muchos de nosotros en empleos con poder de decisión, veamos a la cultura política alcanzar el ritmo de paso que marca nuestra cultura social. Ya os contaré por entonces cómo nos va y si Rosalía and co' aportaron su granito de arena o se quedó en cifras de streaming.

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