Un jubilado alemán de 73 años sentencia a los jóvenes con una frase lapidaria: "No saben ni untar mantequilla en el pan"
"Ahí tendría que mandar hoy a esos que van con las uñas largas…"

En una calle de Berlín, una pregunta sencilla –"¿Te gusta ir a trabajar?"– acaba en una de esas frases que resumen toda una brecha generacional. Un jubilado alemán de 73 años, extrabajador de la RDA, mira a cámara, habla de su vida laboral… y remata con una sentencia dirigida a los jóvenes de hoy: "Hay que mandarlos allí, a esos que llevan las uñas largas… y que ni siquiera saben untar bien una rebanada de pan con mantequilla".
El vídeo, grabado por el canal Easy German, arranca de forma ligera: el presentador pasea por Berlín preguntando a gente de distintas edades si les gusta trabajar y qué harían si ya no tuvieran que hacerlo. La mayoría responde que sí, que su empleo les aporta algo más que un sueldo. Parece que se confirma el gusto por el trabajo de los alemanes, ¿o no?
Una joven explica que cambió de trabajo y por eso ahora disfruta: antes era redactora online y ahora trabaja en la ciudad de Viena en comunicación. "Ahora sí es divertido", dice. Su acompañante, asesora jurídica en la seguridad social de pensiones, lo ve igual de claro: le gusta su puesto porque "es un buen trabajo, seguro, y porque para eso estudié".
Otros entrevistados repiten la idea de vínculo social: un trabajador con más de siete años en la misma empresa resume que le gusta su empleo porque tiene contacto con clientes y porque gracias a eso hace amigos. Una futura profesora de francés y deporte asegura que le ilusiona "transmitir a los niños un idioma y también lo importante que es el movimiento para la vida".
Y llegó el jubilado a dar "caña" a las nuevas generaciones
En medio de respuestas amables aparece él, el jubilado. Responde seco cuando le preguntan si le gusta trabajar, a lo Clint Eastwood en Gran Torino: "Hace ya mucho que estoy jubilado. Ahora voy a cumplir 73, ya no tengo que trabajar". Y entonces introduce el contraste con las nuevas generaciones.
Cuenta que su primer oficio fue en equipos para la minería: "¿Sabe cuál fue mi primer oficio? Trabajé con equipos para la minería". Y ahí suelta el dardo: "Ahí tendría que mandar hoy a esos que van con las uñas largas… y que ni siquiera saben untar bien una rebanada de pan con mantequilla".
El hombre continúa relatando que en 1971 pasó a trabajar en técnica de construcción militar en Bernau, como personal civil, en plena RDA. Es decir, una vida laboral larga, dura y muy distinta al entorno de oficinas, diseño y proyectos creativos que señalan muchos jóvenes en el mismo vídeo.
La otra cara amable de la moneda
Mientras el jubilado carga contra la falta de habilidades básicas, otras voces dibujan otra relación con el trabajo. Una aprendiz en una empresa de circo-teatro moderno explica que está en formación como gestora de eventos: "Es un empleo de 40 horas, estoy muy ocupada, pero me gusta, aprendo muchas cosas nuevas y espero organizar mis propios eventos algún día".
Sin embargo, en el vídeo cierra con otra frase que va en dirección opuesta a la del jubilado. Una de las entrevistadas afirma que ha "conseguido dar el salto" y se ha creado ahora una vida bonita". Entre esa satisfacción tranquila y el juicio duro del hombre de 73 años queda dibujada la brecha: quienes crecieron con esfuerzo físico y disciplina frente a una generación que busca sentido, equilibrio y, según él, "no sabe ni untar mantequilla en el pan".
Cuando el presentador pregunta qué harían si ya no tuvieran que trabajar, la mayoría no imagina una vida de sofá: hablan de leer más, tatuar por afición, viajar, cocinar, aprender sobre naturaleza, setas o medicina, ayudar en proyectos comunitarios o seguir en su profesión de forma voluntaria. Una de ellas lo resume bien: "No trabajar en absoluto no me parece tan bonito. Puedes hacer un trabajo que te guste y te divierta".
