Fuera euforia: la ultra Le Pen ha perdido, pero sigue ganando
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Fuera euforia: la ultra Le Pen ha perdido, pero sigue ganando

La Agrupación Nacional se queda a 16 puntos de Macron, logrando el mejor resultado de su historia y amenazando con plantar batalla dura ya en las legislativas de junio.

Sí, Marine Le Pen ha perdido las elecciones presidenciales en Francia. Sí, su Agrupación Nacional no ha cosechado los apoyos necesarios para vencer al liberal Emmanuel Macron. Sí, la ultraderecha gala muerde el polvo otra vez, y van tres, en una segunda vuelta. Pero fuera euforia: Le Pen ha perdido, pero ha ganado.

Porque ha logrado unos resultados históricos, porque ha podido pisarle los talones a un político que fue todo un fenómeno social hace cinco años y que era la gran esperanza outsider frente a los partidos clásicos, porque su sombra ya es realmente amenazante para el mandatario, contra el que promete una oposición feroz ya de cara a las elecciones legislativas de junio, y porque al ritmo que se come las distancias, en cinco años puede ganar. Ganar. Gobernar. En El Eliseo. En Francia. El alivio es sólo inmediato si no se actúa para cambiar ese escenario.

Macron ha obtenido el 58,2% de los votos, según la televisión pública, que concede a Le Pen un 41,8% de los sufragios, según se extrae de las encuestas a pie de urna, no aún de los datos oficiales. El liberal confirma que los sondeos acertaron en darlo como favorito, pero su margen actual es de los que congelan la sonrisa: no puede haber satisfacción cuando en 2017, también contra Marine Le Pen, logró el 66% de los votos. Le Pen ha pasado del 33,9% de entonces a reducir la distancia de 32 a 15 puntos.

Si aquella vez se quedó a diez millones de votos, ahora se ha quedado a unos cinco. Nadie sabe cómo puede ascender en los meses o años por venir, cuando en 2027, por ley, Macron no se pueda volver a presentar por haber gastado ya sus dos mandatos máximos -cuando su partido es él y luego él, sin mucho banquillo- y con el resto de formaciones con el liderazgo absolutamente desdibujado. 13 millones de votos apuntalan la alegría que mostraba, pese a todo, Le Pen en su comparecencia de esta noche.

Eso deja un escenario muy muy complicado para el presidente reelegido de cara a las elecciones legislativas que Francia afronta en junio. Si no tiene una mayoría clara, sea propia, absoluta, o de partidos con los que pueda sumarse, será muy complicado sacar adelante su programa electoral, sus políticas, sus apuestas como jefe de Estado.

  Marine Le Pen da las gracias a sus seguidores tras reconocer su derrota, esta noche, en París. Francois Mori via AP

Le Pen lo sabe y por eso ha ido ya a degüello esta noche: ella misma tomará las riendas de la campaña para esos comicios. “El riesgo de que Macron se haga con todos los resortes del poder Ejecutivo y Legislativo es elevado”, ha defendido, ya que el sistema mayoritario favorece al presidente para volver a conseguir una mayoría en la Asamblea Nacional que le dé manos libres a sus leyes, denuncia.

Así que la salida es “unir a todos los que, vengan de donde vengan, quieran juntar sus fuerzas contra Emmanuel Macron”. Un mismo objetivo que entiende creíble, pese a la derrota de hoy, porque cree que los datos le dan “una victoria resplandeciente” con la que millones de franceses han manifestado su voluntad de cambio. “En esta derrota veo una forma de esperanza”, ha llegado a decir.

Todo son buenos augurios para la ultraderecha de la Agrupación Nacional. Macron pierde apoyos, se espera desgaste en los comicios de junio, los otros partidos que habían solicitado el voto para él en la segunda ronda ya no perdonarán ni una, no hay adhesión popular con el presidente, sino antes al contrario, relaciones tensas, unos comicios en los que cada cual vuelve a pelear por lo suyo.

Y se ha instalado, en este campaña, una sensación peligrosa de que Le Pen y los suyos no son como para tenerles tanto miedo, que la imagen de extremismo no es acertada, sino amarilla, que la suavización de su lenguaje -que no de su programa... pero quién se lee los programas- funciona. Los franceses han encajado con naturalidad la posibilidad de que una candidata de ultraderecha pelee por el poder. Su pragmatismo para dejar de lado polémicas como las que tenían a su padre en los tribunales (racismo, antisemitismo) o para esconderse en palabras mal usadas como el feminismo han calado en el río revuelto del desencanto.

De ahí a ganarlo todo, no dista tanto. Porque además la Agrupación Nacional lleva décadas preparándose, ya no son unos recién llegados que ladran y arman ruido, sino que tienen peso en todos los ámbitos (otra cosa es que no gobiernen porque hay un cordón sanitario firme), tienen estructura interna, tienen cantera y tienen conexiones internacionales. Incluso sin una Le Pen al frente, pueden tener enganche si la frustración social sigue intacta y hasta puede haber bocado para dos, ahora que ha aparecido el experiodista Eric Zemmour, al que apoya hasta la sobrina de Marine, Marion Maréchal.

La ultraderecha está más fuerte que nunca en Francia, aunque no mande, y eso nunca puede ser motivo de festejo para la democracia.

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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