Liz Truss dimite como primera ministra de Reino Unido tras 45 días en el cargo

Liz Truss dimite como primera ministra de Reino Unido tras 45 días en el cargo

Era insostenible: la conservadora, cuestionada por la mayor parte de su partido, con los ministros abandonando el gabinete y sus políticas criticadas, deja Downing Street.

Liz Truss, durante su comparecencia de esta tarde en Londres. Rob Pinney via Getty Images

Su situación era insostenible y lo ha entendido, al fin: Liz Truss ha anunciado a las dos y media de esta tarde que deja de ser la primera ministra de Reino Unido, un cargo en el que ha estado sólo 45 días. Ha presentado una baja doble, su dimisión como líder del Partido Conservador y de la jefatura del Gobierno, que abandonará en cuanto se elija a su sucesor. Nunca un premier duró tan poco en las islas británicas. Nunca un líder tory se hundió tan pronto.

La sucesora de Boris Johnson, con quien fue titular de Exteriores, ha visto cómo sus primeras propuestas económicas eran destrozadas por su propio Gobierno, los organismos internacionales y los ciudadanos, hasta el punto de tener que desdecirse prácticamente punto por punto sobre lo planteado. Por ello, se le han ido ministros (unos echados, otros dimitidos) y su partido, la derecha, se le volvía en contra por su formidable falta de credibilidad. Su propia gente entendía que había patinado tanto que era difícil mantenerla como una persona coherente, estable, para gobernar.

“Reconozco que, dada la situación, no puedo cumplir el mandato para el que fui elegida por el Partido Conservador. He hablado con su majestad el rey para decirle que renuncio como líder del Partido Conservador”, ha justificado Truss en una intervención de urgencia ante el 10 de Downing Street, con voz apagada y rugido de flashes de fondo. Hace 24 horas, en el Parlamento, dijo que no se iba a rendir, que no era una “cobarde”, pero la fuerza de su rechazo la ha tumbado. Las palabras caducan pronto en el Reino Unido de hoy.

Truss ha informado de que esta mañana se ha reunido con el presidente del Comité 1922, Graham Brady, y ambos convinieron en que la elección interna para nombrar a un sucesor se celebre “la semana próxima”. Este organismo agrupa a los diputados tories sin cartera y es el que se suele llamar cuando se van a producir cambios del calado de una dimisión, por lo que la prensa local especulaba con esta salida desde media mañana.

Truss ha abierto su declaración con una referencia al “momento de gran inestabilidad económica e internacional” en la que llegó al cargo, que asumió el pasado 6 de septiembre tras vencer en unas primarias de su partido. “Hemos ofrecido resultados en las facturas energéticas y rebajando la cotización social. Hemos planteado una visión para economía de baja fiscalidad y alto crecimiento que aprovecharía las libertades del Brexit”, ha considerado, antes de reconocer que en la actual situación no podrá cumplir sus objetivos ni cumplir con lo que le había prometido al rey, Carlos III.

En escalada

Los acontecimientos se habían precipitado en las últimas horas: Truss tuvo que nombrar a Grant Shapps, una de las voces más críticas con su plan de recorte de impuestos, para ocupar la cartera de Interior al dimitir Suella Braverman, porque no sabía a qué puerta llamar; en los Comunes la vapulearon por sus “políticas de veleta”, en una encendida sesión de control; una votación sobre el fracking se convirtió en la práctica en una enmienda a su gestión, con gritos, ausencias y acusaciones. Y esta misma mañana, ya eran 13 los tories que pedían públicamente la dimisión de la primera ministra y se sabía que hasta 50 diputados habrían expresado su desconfianza al responsable de organizar las mociones de censura interna, el medio para echar a su compañera y mandataria.

Los medios locales hablan de cainismo y canibalismo político, que si no había estallado antes es porque a los dos días, literalmente, de llegar al cargo murió la reina Isabel II y su funeral retrasó la puesta de largo de las propuestas que se han llevado por delante a la primera ministra.

Ay, los impuestos

Truss llegó al cargo de Gobierno y al liderazgo conservador sin muchos fastos. Sus compañeros -y ella misma- defenestraron a Johnson por sus escándalos encadenados, como el Partygate, y comenzó una carrera de primarias para sucederle. Ella, al frente de la diplomacia patria, rostro visible de las negociaciones con Europa sobre el Brexit, era conocida pero no muy querida. Sin embargo, su duelo final con Rishi Sunak, exministro de Finanzas y muy crítico con Boris, uno de los primeros en irse de su gabinete, hizo que gran parte de los militantes la apoyaran. Al menos no era una traidora, entendían.

Su carta de presentación era vaguísima: un programa casi sin definir, según ella a propósito, que no desvelaría bien hasta llegar a primera ministra, pero donde ya apuntaba maneras con los impuestos. Mostró su visión tradicionalista, aferrándose a su mensaje de impuestos más bajos y un gabinete más pequeño, el catecismo de los conservadores fieles. Si tenía más preparado ya nunca lo sabremos.

Fue suficiente con lo visto el pasado 23 de septiembre. Su entonces ministro de Finanzas, Kuasi Kwarteng, presentó, entre otras medidas, una rebaja de impuestos a los que más cotizan, hasta el 45% menos, y congelar el impuesto de sociedades el próximo año, lo que significa que el gravamen pasaba del 19% al 25% en 2023. Kwarteng dejó de ser ministro el viernes, hundido. Su sustituto, Jeremy Hunt tomó el relevo el lunes y le dio la vuelta a las propuestas. Truss se escondía y sólo reaccionaba con un tuit, cuando los mercados se iba a rojo, en picado, y en la calle se extendía la idea de que su mandataria no entendía que están aguantando la peor inflación en 40 años y que hasta el Banco Mundial y el FMI recomiendan hacer lo contrario. Una caída libre que ha superado cualquier velocidad estudiada por los científicos.

Lo que sí se ha recuperado es la libra esterlina, que sube este jueves después de que la primera ministra se haya ido. La Bolsa de Londres y los intereses sobre la deuda soberana tienden a la baja en un ambiente de volatilidad. La Bolsa de Valores de Londres bajaba un 0,16 % antes de las 13.00 GMT, mientras que la divisa británica ascendía un 0,50 % frente al dólar estadounidense, hasta 1,126 dólares; un 0,10 % ante el euro y un 0,53 % con el yen japonés, informa EFE.

Los intereses sobre los bonos de deuda a 10 años subían en unos 0,03 puntos porcentuales a esa hora, hasta un 3,90 %, y los de vencimiento a 30 años bajaban 0,002 puntos hasta un 3,98 %, si bien había una gran oscilación.

  Keir Starmer, el líder laborista, esta mañana en un acto de partido en Brighton.Stefan Rousseau - PA Images via Getty Images

Qué puede pasar

Ahora el escenario es incierto: ¿habrá una renovación en el Partido Conservador y en Downing Street, como cuando se marchó Johnson, o la crisis sólo se resuelve con una convocatoria de elecciones? Actualmente, los tories tienen mayoría absoluta, lograda por Johnson en las elecciones de 2019, por lo que en realidad técnicamente quedan por delante dos años de legislatura con una mayoría holgada que, en otras circunstancias, ningún partido dilapidaría. Sin embargo, la descomposición de los conservadores es tal, tan poco claro su liderazgo, que es una opción más que probable.

Las encuestas ahora mismo desvelan que Truss había bajado un 70% en su valoración popular y que, de celebrarse elecciones, las ganarían por goleada los laboristas de Keir Starmen, que en su vida habría pensado tener los apoyos actuales, siendo como es un político no muy conocido de origen y de carisma justo. Los socialdemócratas se impondrían con entre 33 y 36 puntos más que los tories. Una brutalidad que da cuenta del estropicio causado por la primera ministra.

“El Partido Conservador ha demostrado que ya no tiene mandato para gobernar. Después de 12 años de fracaso conservador, el pueblo británico se merece algo mucho mejor que esta puerta giratoria del caos”, ha afirmado Starmer en una declaración, tras conocerse la dimisión de su rival. Los británicos, subrayó Starmer, “deben tener la oportunidad de comparar el caos de los conservadores con los planes laboristas para solucionar su desorden, hacer crecer la economía para los trabajadores y reconstruir el país para un futuro más justo”.

A su petición se han sumado el Partido Liberal Demócrata o el Gobierno de Escocia. “Va más allá de la hipérbole y la parodia. La realidad es que es la gente normal la que está pagando el precio”, desprecia la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon.

La decisión final, en cuestión de horas.