El cambio o el lecho de Procusto: una reflexión sobre Podemos

El cambio o el lecho de Procusto: una reflexión sobre Podemos

Llama la atención que muchos de quienes reclaman ahora apertura fueran los que no hace mucho se cerraban en banda a que el rostro de Pablo Iglesias apareciera en la papeleta; los que se cerraban a pensar que había que disputar el sentido político en la televisión y los medios, puesto que las plazas y calles bastaban; los que se cerraban a pensar que el 15M necesitaba una articulación política e institucional orientada no solo a los que estaban en las plazas.

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Procusto era un bandido del Ática que había construido en su casa un lecho de hierro. Solía salir por las calles para invitar a los viandantes a su hogar, pero, una vez llegados allí, los apresaba y los tendía sobre su camastro. Entonces ajustaba sus cabezas al catre de manera que, si sobresalían las piernas o los pies, los cortaba para que el cuerpo, forzándolo, se ajustase al molde del lecho. Si al tender a una persona en la cama sus articulaciones superaban la cabecera y los pies, las descoyuntaba. En lugar de acomodar el lecho al tamaño de las personas, su frenesí ortopédico buscaba que éstas se ajustaran a las medidas del lecho.

Oyendo cómo en los últimos días -desde medios de comunicación a formaciones políticas como IU- tantas opiniones insistentemente apelan a entrar en la casa de la Izquierda, a uno le viene a la mente si no reivindican algo parecido a yacer en el lecho de Procusto. Una cama donde se busca idealmente arrejuntar buenas intenciones de gente decente y luchadora, compañeros de ayer y de siempre, algunos anacronismos de diagnóstico, diversos oportunismos gallináceos (también los hay), la prótesis ideológica del PSOE y, lo peor, no pocos intereses de las elites dominantes.

A no ser que seamos masoquistas, solo podemos crecer y ganar conservando nuestras articulaciones, no ajustándonos ortopédicamente a un lecho que nos las corta. La articulación popular hoy pasa no por ajustar a la gente a la cama de LA Izquierda, sino por dejar el lecho en busca de los muchos que aún nos faltan en nuestro proyecto.

Por ello mismo, por otro lado, por mucho que gente muy respetada lo firme, no se entiende bien el manifiesto Abrimos Podemos: por una candidatura constituyente. Me imagino que el compañero Echenique no ha reparado del todo en cómo los medios de comunicación, curiosos ante cualquier atisbo de disidencia en Podemos, pueden amplificar el sentido de lo dicho, pero estoy seguro de que su intención era buena y aclarará el asunto. Hoy cualquier palabra también adquiere un peso distinto. Esto hay que tenerlo en cuenta, puesto que el sentido de lo que decimos no depende solo de nuestra intención subjetiva (una ilusión liberal), sino del contexto político en el que cae y se recoge.

Sin embargo, llama la atención que muchos de quienes reclaman ahora apertura fueran los no hace mucho se cerraban en banda a que el rostro de Pablo Iglesias apareciera en la papeleta; los que se cerraban a pensar que había que disputar el sentido político en la televisión y los medios, puesto que las plazas y calles bastaban; los que se cerraban a pensar en un liderazgo que desbloqueara determinadas lógicas, como la de pensar que la democracia solo se resolvía practicando la democracia (ojalá fuera así) desde las bases; los que pensaban que estábamos ya ganando con el ciclo de movilizaciones; los que se cerraban a pensar que el 15M necesitaba una articulación política e institucional orientada no solo a los que estaban en las plazas, sino a los que veían con simpatía el acontecimiento en sus casas porque no disponían de tiempo para hablar de asuntos geopolíticos, la opresión estatal o el imperialismo norteamericano.

Podemos es, fue y seguirá siendo una herramienta para el cambio político. Y hemos llegado entre todos y todas justo a esta situación asombrosa y maravillosa a pesar de muchas reticencias de aquellos que hoy escriben que se necesita una mayor apertura, así en abstracto, mientras que se han cerrado a modestas, pero importantes conquistas de posiciones en terrenos sociales desiguales, ambiguos e incómodos para la militancia. Hay una ilusión óptica que insiste en la unidad ideal de la izquierda, pero también otra activista de apertura: ninguna de las dos va a ser, creo, la que llegue a todos aquellos que aún quieren recorrer este ilusionante, pero difícil camino con nosotros. Apertura, ¿qué apertura? ¿la que nos ha condenado una y otra vez a perder la ilusión de lo posible, esa misma que nos ha llevado ayer a las imágenes de tanta gente de Podemos o próxima a la formación en las asambleas y ayuntamientos?

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Germán Cano es profesor titular de Filosofía en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), traductor y analista interesado en los movimientos sociales. Es autor, entre otros libros, de Como un ángel frío (Pre-Textos, 2000); Nietzsche y la crítica de la modernidad (Biblioteca Nueva, 2001); Hacer morir, dejar vivir. Biopolítica y capitalismo (La Catarata, 2010) y Adoquines bajo la playa. Escenografías biopolíticas del 68 (Editorial Grama, Buenos Aires, 2011). Actualmente también colabora con la Cuarta Página del diario El País. Es miembro del Colectivo Escribas de Podemos.