Con Trump sí y con Biden no: siete claves que han llevado ahora al acuerdo entre Israel y Hamás
El presidente de EEUU claramente no merece un Nobel de la Paz, pero sí ha pulsado teclas distintas a las de su predecesor y se ha visto favorecido por coyunturas que han llevado a una firma inevitable. Aunque él dice que actuó por "humanidad".

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, posiblemente rechazaría nuestro titular: sólo hay una clave y una razón para que Hamás e Israel hayan acatado su hoja de ruta de pacificación para Gaza (Palestina), y es su capacidad de liderazgo y negociación, esa por la que quiere que le regalen el Nobel de la Paz (se lo ha llevado la venezolana María Corina Machado, se siente).
Pero no, su manera de hacer las cosas, tan "única", como dice comedidamente la BBC, ha empujado, sin ser determinante. Hay mucho más detrás. Para poder decir aquello de "me enorgullece anunciar que Israel y Hamás han firmado la primera fase de nuestro Plan de Paz y esto garantizará que todos los rehenes serán liberados pronto e Israel retirará sus tropas como primer paso hacia una paz duradera" han tenido que pasar varias cosas de calado. Unas son mérito de su Administración, otras son coyuntura.
En El HuffPost les pasamos revista.
1) Doha, la gota que colmó el vaso
9 de septiembre de 2025. Israel ataca un país soberano y con el que no tiene una guerra declarada, como Qatar. En su capital, Doha, asesina a cinco miembros de la delegación negociadora de Hamás y a un soldado local. Los representantes del partido-milicia palestino estaban presentes en el país de forma conocida, coordinada con las autoridades y autorizada plenamente por ellas, dentro de las rondas de contactos que se llevaban manteniendo, con mayor o menor frecuencia y con menor o mayor éxito, para buscar una salida negociada a la guerra en Gaza.
El Gobierno de Benjamin Netanyahu cruzaba así una línea roja y su gesto no podía quedar impune. ¿Por qué? Porque no se va por la vida bombardeando países con los que uno no tiene problemas, sin agresión previa mediante, y porque, sobre todo, Qatar no se toca: fue a dar con un amigo esencial de Estados Unidos, el país donde Washington tiene su mayor base militar en todo Oriente Medio y donde son abundantes los negocios de la familia Trump y de importantes financiadores del Partido Republicano. Israel quiso eliminar a los negociadores con los que ahora ha pactado, vía negociaciones indirectas. Hace justo un mes de esto. La velocidad de los cambios es endiablada.
Desde el primer momento, Washington dejó claro que no había sido un ataque pactado con Tel Aviv, aunque se le informó inmediatamente antes de su ejecución. También dijo en público que no lo compartía. Qatar, en paralelo, prometió una respuesta y empezó a reunirse con países árabes para estudiar la réplica. La temperatura subía y amenazaba con empañar las relaciones de Trump con un país que le es tan valioso como para haber sido el primer mandatario de EEUU en regalarle una visita oficial, el pasado mayo, y no cualquier visita: era la primera salida al exterior del magnate desde que retornó al poder, en enero.
Trump, enfadado, se afanó en calmar a Doha: más allá de tener con ellos conversaciones largas y complejas, emitió una orden ejecutiva extraordinaria que establecía que cualquier ataque futuro contra el emirato se consideraría un ataque contra EEUU. Un gesto de lealtad que dejaba claro su distancia en este punto de su amigo israelí y su compromiso con la estabilidad en todo el Golfo Pérsico.
Pero es que además, es esos mismos días, el republicano lanzó un segundo derechazo a Israel, que estaba ya anunciando una anexión del 82% de Cisjordania, suelo internacionalmente reconocido como ocupado, legítimamente palestino. Mientras los ministros de Netanayhu amagaban con empezar a cuajar el Gran Israel, ahí estaba Trump diciendo que parasen el carro. Que una cosa era avalar la ocupación de los Altos del Golán sirios o hacer la vista gorda a la violencia colona y, otra, comerse Cisjordania formalmente (porque de facto ya lo hacen).
2) La estrategia con el mundo árabe
Steve Witkoff, enviado especial estadounidense en Oriente Medio, recibió la orden de ir más allá y, aprovechando la necesidad de hablar con las naciones de la región por esta crisis, intentar relanzar las negociaciones Israel-Hamás. Como explica la prensa norteamericana, se sentó con Jared Kushner, yerno del mandatario, a la cabeza de sus negocios por allá y, también, rostro visible de los Acuerdos de Abraham, por los que se estaban restableciendo relaciones entre estados árabes e Israel. En la lista ya estaban Marruecos, Sudán, Emiratos Árabes Unidos y Baréin y justo antes de los atentados del 7 de octubre de 2023 estaban muy cerca las negociaciones para hacer lo propio con Arabia Saudí.
Fuentes estadounidenses aseguran que Witkoff utilizó un hotel de Nueva York, cerca de la residencia de Kushner, como centro de operaciones para diseñar el plan. Se basó en negociaciones previas y en aportaciones del primer ministro catarí. Los puntos incluían el fin de la ofensiva israelí, calificada por muchas voces como genocidio; la liberación de todos los rehenes de Hamás y la formación de un gobierno de transición para el enclave liderado por el ex primer ministro británico Tony Blair.
Nueva York era clave, también, porque a finales de septiembre acogía la Asamblea General de la ONU, el mayor foro de diplomacia del planeta, por el que pasan dirigentes de todo el mundo. Era el momento de tener a todos los asesores, técnicos y mandatarios juntos. El 23 de septiembre, calladamente, Trump presentó el primer borrador del plan de 20 puntos a líderes de Arabia, Emiratos, Qatar, Egipto, Jordania y Turquía. A Netanyahu se le enseñó el 29 de ese mes, tras algunos retoques. Ese día, la Casa Blanca convocó una comparecencia de ambos mandatarios. El primer ministro no había dado el visto bueno, pero la reunión que mantuvo con Trump le dejó las cosas claras: tenía que ceder en algunas cosas a cambio de lograr otras.
Lo primero es que el norteamericano obligó al israelí a llamar a Qatar y disculparse por el ataque en Doha. Esa foto en blanco y negro, con Trump agarrando el teléfono, esperando que Netanyahu repitiese lo que habían pactado, queda para la historia.

Netanyahu, al final, protagonizó una comparecencia sin preguntas con Trump en la que anunció su sí a la hoja de ruta, porque tenía básicamente lo que quería: recuperación de todos los rehenes (48, 20 de ellos con vida), compromiso de que Hamás se desarmará y de que no participará en el futuro Gobierno de Gaza. Aunque aparece una apuesta por el Estado palestino, es testimonial, a modo de quimera. Demasiado lejana, acatable mientras se vayan consiguiendo antes otras metas. Además, a Hamás se le dejaban las cosas claras: lo tomas así o lo dejas, y entonces vendrá "el infierno". El partido-milicia no necesitó ni esperar a que acabara el plazo dado por Trump para acatar la propuesta, que abre la puerta a la esperanza, con muchos peros.
3) Negocios estrechos con unos actores...
Trump a lanzar un ultimátum a Netanyahu: la guerra debía terminar. Sus negocios estaban en riesgo. Una cosa era darle libertad de acción en toda Palestina y prestarle su armamento y su apoyo diplomático esencial en organismos como la ONU y, otra, permitir que le tocaran su interés propio. El republicano no ha dudado en ser un amigo leal a Tel Aviv, como lo fue Joe Biden y todos los presidentes de EEUU previos, pero esta vez era personal.
Los estrechos vínculos de este presidente estadounidense con los países del Golfo están bien documentados. Mantiene relaciones comerciales con Qatar y Emiratos, por lo que comenzó sus dos mandatos presidenciales con visitas de Estado a Arabia, por ejemplo. Este año, también añadió Doha y Abu Dabi. Ampliar los Acuerdos de Abraham es su meta. Israel se quedó fuera del tour y no fue casual.
La zona se ha convertido con los años en un foco creciente de atención no sólo para para Kushner, el marido de Ivanka Trump, sino para The Trump Organization, el conglomerado inmobiliario y hotelero actualmente dirigido por los hijos de Trump, Eric y Donald Junior. Recientemente, ha llegado a varios acuerdos con la compañía inmobiliaria saudí Dar Global, el brazo internacional de la Dar Al Arkan Real Estate Development Company de Arabia. Por ejemplo, un proyecto de la Torre Trump en Jeddah.
Un hotel de lujo y resort de golf de la marca Trump se encuentran ya también en desarrollo en Omán, mientras que se plantea otra torre en Dubai, en Emiratos Árabes Unidos. En octubre de 2005 se anunció la construcción de una Torre Trump para Dubai, que incluiría un hotel y apartamentos. Sin embargo, el proyecto se canceló en 2011 debido a la crisis financiera mundial. Trump ya posee un club de golf en Dubai, inaugurado en 2017. Se construyó en colaboración con DAMAC Properties, dirigida por Hussain Sajwani. En enero de 2025, Sajwani apareció junto a Trump en una conferencia de prensa en la que se anunció que DAMAC invertiría "al menos" 20.000 millones de dólares (19.390 millones de euros) para construir nuevos centros de datos en todo EEUU.
Los nuevos acuerdos en Omán, Emiratos y Arabia permitirán a la Organización Trump diseñar, gestionar y poner la marca de las torres y del complejo turístico de lujo. Tienen que ver principalmente con la marca, más que con la propiedad, y la familia ganará millones a cambio de utilizar su nombre. En el caso de Arabia, los Trump también han colaborado estrechamente con LIV Golf, una de las inversiones deportivas más elogiadas y controvertidas del reino. LIV le ha pagado para albergar varios torneos en sus numerosas instalaciones en EEUU.
Mientras tanto, la propia firma de capital privado de Kushner, Affinity Partners, que es separada de la Organización Trump, ha entablado estrechos vínculos con Arabia y su fondo soberano de riqueza, conocido como el Fondo de Inversión Pública (PIF). Este PIF, presidido por el príncipe heredero saudí y gobernante de facto, Mohammed bin Salman -cerebro del asesinato del periodista Jamal Khashoggi, entre otras violaciones de los derechos humanos-, ha invertido 2.000 millones de dólares en Affinity.
Otros inversores importantes del Golfo también han puesto dinero en el proyecto de Kushner, entre ellos la Autoridad de Inversiones de Qatar y la gestora de activos Lunate, con sede en Abu Dabi. Kushner también tiene inversiones sustanciales en Israel, particularmente en la compañía de seguros Phoenix Holdings y el Grupo Shlomo. Todo ello justifica que Eric Trump dijera al periódico financiero británico Financial Times: "Sin duda, llevaremos a cabo otros proyectos en esta región. Esta región tiene un crecimiento explosivo y no se detendrá en el corto plazo".
Donald Trump, hay que recordarlo, renunció a todos los roles en sus empresas cuando fue elegido presidente por primera vez en 2016.

4)... y mejor relación con otro
Otro punto que diferencia el escenario en la era Biden y la era Trump es la mejor relación que el republicano tiene con Netanyahu. El demócrata había tenido choques con él ya en sus años de senador, especializado en Política Exterior, y también como vicepresidente de Barack Obama. Siempre le fue fiel en inversiones, ayuda defensiva y vetos en la ONU, como buen amigo americano, pero sin el entusiasmo del apego personal.
Con Trump es otra cosa, pese a los altibajos entre los dos mandatos. Siempre destaca que es "el mayor aliado de Israel en la Casa Blanca" y, sobre todo, en su primera legislatura lo demostró: trasladó la embajada de EEUU en Israel de Tel Aviv a Jerusalén (aunque fue un gesto de cara a la galería que operativamente casi no ha cambiado nada) y se apartó de la línea pasada de condena a los asentamientos ilegales en Jerusalén Este y Cisjordania, en los que la ONU calcula que residen 700.000 personas. Hasta ha permitido visitas de sus enviados a esas zonas palestinas ocupadas. Él mismo tiene una urbanización en su honor por reconocer como israelíes los Altos del Golán.
No hay que quedarse en el pasado. Apenas en junio, en la llamada Guerra de los 12 días, Trump ordenó atacar con sus avanzadas bombas, de las que Israel carece, las instalaciones de enriquecimiento de uranio del Irán, en un intento de frenar los avances del programa nuclear de los ayatolás que, dice Netanyahu, supone una "amenaza existencial" para su nación. Tampoco le puso límites cuando Israel decidió hacer la guerra total contra Hizbulá, lo que le llevó a la ocupación de un país soberano como Líbano y a ataques en su misma capital.
Si le pone apoyo sobre la mesa, le puede pedir sacrificios. Según la BBC, Witkoff llevaba desde finales del año pasado, cuando Trump ni siquiera había jurado su cargo sobre la Biblia, para que cediera un acto el fuego temporal, a cambio de recuperar a algunos secuestrados de Hamás. En la misma línea, empezó a apretarle para que no atacase con tanta fuerza en Siria, un país en revolución tras el derrocamiento de Bachar el Assad, a cuyo Gobierno provisional Washington está avalando y donde Israel avanza en la ocupación, supuestamente para defender a los drusos. Más aún: Trump ha dado la mano a los hutíes de Yemen, que se siguen disparando con Israel.
Ha elevado la voz en algunas cosas y le ha mostrado a Netanyahu que hay otros caminos. Reclamarle que firmase este acuerdo, por el que Israel logra lo que quiere (rehenes y Hamás desactivado) y deja para el futuro cosas más espinosas no era descabellado.
5) El aislamiento de Netanyahu
A Trump le estaba inquietando el aislamiento internacional a que se estaba sometiendo a Netanyahu. Con lentitud y con tibieza ante una ofensiva calificada como genocidio incluso por Naciones Unidas, estaban empezando a llegar las condenas, las amenazas de sanciones o ruptura de relaciones (comerciales, académicas o culturales, apenas diplomáticas aún) por parte no ya de esos países del Sur Global a los que EEUU desprecia, sino de naciones occidentales aliadas de Tel Aviv.
Ha sido especialmente fuerte la presión del reconocimiento encadenado del Estado palestino por parte de Reino Unido, Francia, Canadá o Australia, que deja apenas a EEUU, Italia, Alemania o Japón en el lado de los que siguen sin hacerlo en el mundo más acomodado. Son ya 156 reconocimientos en el mundo. A Trump no le gustaba esa cascada, porque a su entender fortalecía a Hamás.
Tampoco le gustó el anuncio de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de las primeras propuestas de castigos comunitarios a Israel: la suspensión parcial del acuerdo comercial UE-Israel, recorte de fondos y sanciones a ministros radicales y colonos violentos. No se han aprobado aún, entre otras cosas porque Berlín se sigue pensando qué hacer, pero deberían verse en el Consejo Europeo de este mes. Ahora, claro, condicionado por los avances del llamado "acuerdo de paz" en Gaza. Pero la luz roja ya estaba encendida, el norteamericano temía que la imagen de Israel se vea irremediablemente dañada, esté Bibi o no en el poder.
En septiembre, justo antes de la Asamblea de la ONU, Francia y Arabia Saudí plantearon una cumbre en Nueva York en cuyo marco los países árabes también emitieron una condena sin precedentes de los ataques de Hamás del 7 de octubre y pidieron al grupo que pusiera fin a su dominio sobre Gaza y entregara sus armas a la Autoridad Nacional Palestina, bajo un Estado independiente. Fue la muestra de que había una mano tendida para hablar de otras condiciones y por eso presionó a Netanyahu para que las acatase.
6) Unas negociaciones clave
En tiempos de Biden ya hubo una tregua temporal y recién llegado Trump hubo otra más, que acabó en marzo y fue seguida del peor bloqueo que ha conocido Gaza, el que ha llevado a la hambruna. Ahora, el proceso negociador era distinto, empezando por una mayor implicación de EEUU, cuando en los anteriores fueron los mediadores árabes los que llevaron la mayor parte de la labor.
Ahora, con los 20 puntos de Washington sobre la mesa, el lunes arrancaron en Sharm el Sheij (una ciudad balneario de Egipto) las negociaciones entre Israel y Hamás, indirectas, con mediadores cataríes, egipcios y turcos, para acordar la implementación del plan. Los palestinos llegaban a la mesa tras el compromiso de EEUU de hablar determinados asuntos que, a su entender, no habían quedado demasiado claros. Otro cambio: Trump, pese a su radicalidad en el anuncio del pacto, dejaba una pequeña puerta abierta a cambios. Listo.
Las posiciones parecían enrocadas, aún así: el grupo islamista quería retener a los rehenes como moneda de negociación e Israel no aceptaba avanzar sin garantías plenas de seguridad. El miércoles, tras casi 20 horas de negociaciones ininterrumpidas, se produjo lo que fuentes estadounidenses califican a la Agencia EFE como "el momento decisivo", cuando ambas partes comenzaron a ceder posiciones. Witkoff y Kushner estaban presentes en la negociación y, al ver que el acuerdo era inminente, avisaron a Trump para que intercediera por teléfono y le diera un empuje final. Pasadas las dos de la mañana en Israel, se dio luz verde. "Estar allí fue clave. Por Zoom nunca lo habríamos logrado", afirman esas fuentes.
Se acordó dividir el plan en dos fases: la primera incluiría un alto el fuego, la liberación de los veinte rehenes vivos a cambio de prisioneros palestinos y la retirada parcial de las tropas israelíes. La segunda fase, a negociar más adelante, abordaría la desmilitarización de Gaza, el despliegue de una fuerza internacional de estabilización y un plan de reconstrucción con apoyo árabe. Ya ha sido aceptado por los mandos de Hamás y por el Gobierno de Tel Aviv.

7) Puro Trump
Trump está dinamitando la manera en que se ha movido la diplomacia desde la Segunda Guerra Mundial, dañando severamente el multilateralismo, para empezar, y tratando a sus socios como enemigos, para seguir. Sin embargo, a veces, con determinados líderes, puede funcionar. "El estilo poco convencional de Trump aún puede impactar. Empieza con fanfarronería o grandilocuencia, pero luego evoluciona hacia algo más convencional", exponen los expertos de la BBC.
El magnate inició su segundo mandato con una sugerencia descabellada: que se debería exigir a los palestinos que se reubicaran fuera de Gaza, ya que el lugar se estaba convirtiendo en un balneario internacional frente al mar. Una Riviera, o sea, una limpieza étnica. "Los líderes musulmanes estaban indignados. Los diplomáticos veteranos de Oriente Medio estaban horrorizados. Sin embargo, el plan de paz de 20 puntos de Trump no difiere mucho del tipo de acuerdo que Biden habría alcanzado y que los aliados de Estados Unidos respaldaron desde hace tiempo. No fue un plan para una Riviera de Gaza", recuerda el medio británico. "Trump ha tomado un camino muy poco convencional hacia un resultado convencional. Ha sido caótico", constata.
Ahora, por lo menos, tiene un avance para quitarse de encima un conflicto que no conoce y que le molesta. No es la paz permanente, como pretende vender (eso sí sería de Nobel), ni es una postura limpia (insiste en que no es egoísta, sino que busca el bien de la "humanidad", cuando nunca cita a las víctimas de Gaza siquiera) pero empieza con un parche esencial cuando hay tantas vidas en juego. Queda lo más duro: avanzar fase a fase.
