La victoria de Javier Milei en las legislativas de Argentina le da margen para impulsar sus reformas
El presidente tras lograr La Libertad Avanza el 40% de los votos, multiplicando sus escaños en el Congreso y en el Senado: “Comienza la construcción de la Argentina grande”.

Argentina ha votado y ha dado aire al experimento político de Javier Milei. Su partido, La Libertad Avanza, en alianza con Propuesta Republicana, la formación del expresidente Mauricio Macri, ha ganado las elecciones legislativas de medio mandato celebradas este domingo con el 38,9% de los votos, frente al 29,4% que ha logrado la coalición peronista Fuerza Patria, cuando el escrutinio está casi completo. El triunfo en una cita electoral que se había planteado como un plebiscito sobre la gestión de su Gobierno, le permitirá pasar de una posición minoritaria a un control parlamentario inédito desde su llegada al poder: 93 diputados frente a los 37 que tenía hasta ahora y 19 senadores en una cámara de 72, tres veces más que en el inicio de su mandato.
La magnitud del avance de La Libertad Avanza supera las previsiones, incluso, del propio Gobierno, que se había propuesto alcanzar un tercio de la Cámara Baja para defender sus decretos y sostener su plan de reformas. Con esta victoria, la coalición oficialista podrá aprobar leyes clave y neutralizar los intentos de la oposición de bloquear las iniciativas presidenciales. En la Cámara de Diputados, el bloque peronista Fuerza Patria reduce su representación de 98 a 96 escaños, pero se mantiene como primera fuerza opositora. En el Senado, sin embargo, los peronistas pierden ocho asientos (de 30 a 22) y ya no tienen el tercio necesario para frenar los vetos presidenciales o revertir decretos del Ejecutivo.
La Libertad Avanza se ha impuesto en las provincias más relevantes (la ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza) y ha conseguido una victoria inédita en la provincia de Buenos Aires, tradicional bastión del peronismo. En este reequilibrio de poder político en Argentina, también ha irrumpido con fuerza Provincias Unidas, una alianza de un grupo de gobernadores afines al presidente, que obtuvo ocho escaños, mientras que el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) ha logrado conservar tres de sus cuatro diputados.
La jornada electoral en Argentina ha estado marcada por una participación del 67,85% del censo, la más baja desde el retorno de la democracia en 1983. Cifra cinco puntos inferior a la de los comicios de 2021, lo que refleja el malestar ciudadano profundo y el creciente desencanto con la política tradicional, pero también con la propia gestión de Milei. Los analistas interpretan esa abstención como la muestra de resignación y prudencia de una sociedad que vota con el bolsillo y, antes de abrir una nueva crisis, prefiere mantener el rumbo económico que se ha establecido.
"Comienza la construcción de la Argentina grande"
Poco antes de la medianoche en Buenos Aires, cuando se había confirmado la victoria del frente libertario, un exultante Javier Milei se dirigía a los suyos en el búnker de La Libertad Avanza. “Hoy comienza la construcción de la Argentina grande”, proclamó el presidente a sus seguidores, tratando de proyectar la imagen de un liderazgo que ya no depende solo de decretos, sino de poder legislativo real. Una autoridad que le permitirá abrir una nueva fase de reformas laborales y fiscales en todo el país: “Los próximos 2 años tenemos que avanzar el camino reformista que emprendimos. A partir del 10 de diciembre tendremos sin lugar a dudas el Congreso más reformista de la historia argentina”, prometió Milei.
El resultado consolida a Milei como actor central del nuevo ciclo político argentino, pero también expone los límites de su experimento. Tras un año de ajustes, recortes y fatiga social, el presidente argentino ha logrado convertir el malestar en resistencia y el miedo a la recesión en un voto de continuidad. Los analistas coinciden en que el resultado refleja más pragmatismo que convicción ya que parte del electorado habría optado por dar una segunda oportunidad al Gobierno libertario, movido por el temor a otra crisis económica. El triunfo es indiscutible aunque también es cierto que hay algunas dudas sobre cuánto durará la paciencia de la sociedad argentina.
En ese cálculo también ha pesado la presión exterior. Durante la campaña, Donald Trump advirtió que el rescate financiero que ha ofrecido la Casa Blanca dependía directamente del resultado electoral. “No vamos a perder el tiempo si Milei no gana”, llegó a decir desde Washington, en referencia al paquete de asistencia de hasta 40.000 millones de dólares comprometido entre un intercambio de divisas y un fondo de inversión aún por aprobar.
Esa advertencia, amplificada por los medios y asumida como un hecho por los mercados, convirtió las elecciones de medio mandato en una cuestión de supervivencia económica. Buena parte del electorado, golpeado por la inflación y el desempleo, entendió que un revés del Gobierno podía traducirse en una nueva crisis de deuda y un colapso del peso.
Sin embargo, la victoria parlamentaria no borra las tensiones que atraviesan al Gobierno. La pobreza afecta ya a más de un tercio de la población, los salarios reales continúan cayendo y el descontento social se mantiene latente. Los sindicatos y movimientos sociales han moderado sus protestas, pero preparan nuevas movilizaciones para las próximas semanas. Milei, por su parte, ha anunciado una reorganización del gabinete, que podría incluir figuras del PRO como Patricia Bullrich para fortalecer la coalición y dotarla de experiencia política. Esa alianza, que lo ha llevado a las puertas de la mayoría, también puede convertirse en su límite: el poder compartido requiere equilibrios delicados.
Argentina entra ahora en un nuevo ciclo político. Milei ha dejado de ser un presidente en minoría y se ha convertido en el líder de una mayoría parlamentaria heterodoxa. Ha ganado margen para gobernar, pero no estabilidad; ha ampliado su poder, pero no ha disipado la fragilidad estructural de su proyecto. El país le ha dado otra oportunidad y un Congreso más favorable, pero el verdadero desafío, el de convertir el respaldo electoral en gobernabilidad, apenas empieza. Milei ha prometido construir “una Argentina grande”. La pregunta, ahora, es si podrá hacerlo sin romper el frágil equilibrio que lo sostiene.
