El presidente chino Xi adopta la "doctrina Putin"... y pone en peligro a su socio ruso
Pekín busca deshacer el "Siglo de Humillación" en el que cedió gran territorio a Moscú. Las cosas están cambiando.

El exvicepresidente de Estados Unidos, Dan Quayle, y el investigador del Hudson Institute Thomas J. Duesterberg han publicado una tribuna en el diario Wall Street Journal en la que desvelan cómo China, aliado de Rusia, está jugando un juego que afecta a Moscú. Con las mismas herramientas de la Federación, pero contra la Federación.
"Con la agresión de Vladimir Putin en Georgia y Ucrania y sus amenazas contra los países bálticos, ha demostrado que la República Rusa cree poder reclamar cualquier territorio de la antigua Unión Soviética", el sueño del llamado mundo ruso del presidente. Y esa doctrina choca con el "sueño chino" de Xi Jinping, "que aspira a deshacer el 'Siglo de la Humillación' del siglo XIX, cuando China tuvo que ceder vastos territorios y soberanía local a regímenes imperialistas europeos y rusos", dicen. "Es probable que las disputas territoriales entre las dos potencias autocráticas se conviertan en una de las mayores amenazas para la estabilidad global, ya que Xi adopta la doctrina Putin", auguran.
El problema que se cierne sobre Putin son las "reivindicaciones irredentistas chinas", derivadas principalmente de la adquisición rusa de Manchuria oriental y el puerto de Vladivostok mediante el Tratado de Aigun de 1858 y la Convención de Pekín de 1860. "Siberia y Asia Central son tan centrales como Hong Kong y Taiwán para la visión de Xi", recuerdan los autores del análisis.
"China ahora invade los intereses rusos en Asia Central y Mongolia a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta, el desarrollo de sus intereses mineros y energéticos, y su conexión ferroviaria a través de la antigua Ruta de la Seda, desde el este de China hasta el corazón de Europa", explican.
Estos tratados de mediados del siglo XIX generaron, entre otras "privaciones", la reapertura del comercio del opio. Los tratados también otorgaron a los ciudadanos rusos "inmunidad extraterritorial en China", nuevos "accesos a puertos bajo tratado", "aranceles fijos bajos" y "derechos marítimos exclusivos" en los ríos Amur y Ussuri, lo que "profundizó la pérdida de soberanía e influencia de China". Henry Kissinger, el que fuera todopoderoso secretario de Estado norteamericano, señaló que Rusia vio el declive de la dinastía Qing "como una oportunidad para desmembrar el Imperio chino y reincorporar sus 'dominios centrales' a Rusia".
Los acuerdos finales de la Guerra del Opio, liderados por Rusia, y la aceptación por parte de China de los tratados -que ambos califican de "desiguales"- fueron hábilmente explotados por el zar en 1860, asegurando a Rusia derechos sobre territorios más extensos que Francia en Manchuria y nuevos derechos en Mongolia Exterior y Xinjiang. Las disputas sobre estos territorios resurgieron en la Conferencia de Yalta, cuando Josef Stalin "exigió la continuación y ampliación de los derechos en Manchuria como compensación por entrar en la guerra contra Japón". En 1950, Stalin rechazó la exigencia de Mao Zedong de revocar estas concesiones en el este de Manchuria, y, salvo la devolución del puerto, ahora en Dalian, "la mayoría de las concesiones siguen formando parte de la República Rusa en la actualidad".
"La búsqueda del Sueño Chino por parte de Xi es, en muchos sentidos, un reflejo de la doctrina de Putin. Ya ha ganado nueva influencia en Asia Central y ha perfeccionado el control sobre el Tíbet, Macao, Xinjiang y Hong Kong", indican. "La doctrina china incluso insiste en sus reivindicaciones sobre la provincia india de Arunachal Pradesh, donde China e India compiten por el control de las aguas del río más grande de Asia, el Brahmaputra, que había pertenecido a China desde la antigüedad", ahondan. Putin, dicen, "debería preocuparse por las aproximadamente 232.000 millas cuadradas [600.877,242 kilómetros cuadrados] del este de Manchuria y Vladivostok que aún controla, así como por las zonas más al oeste de Asia Central, importantes para la economía rusa y que formaron parte del imperio soviético".
En junio, un supuesto documento secreto del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) se filtró al New York Times y a otros medios, difundiendo una evaluación "alarmista" sobre las intenciones chinas hacia Rusia. El Times informó que muchas agencias de inteligencia occidentales consideran el documento auténtico. "El informe del FSB preocupa por el espionaje de China a Rusia y la adquisición de tecnología. Suscita sospechas de que China reclame derechos sobre territorios tradicionales que ahora forman parte de la República Rusa. Las conquistas y derechos territoriales rusos de 1860 y posteriores al siglo XIX son prominentes entre las acciones sospechosas contra China", comparan.
El FSB cita mapas chinos recientes, que deben incluir los nombres chinos de todas las grandes ciudades siberianas en las zonas en disputa, como Vladivostok. La expansión china en el Mar de China Meridional y las renovadas reivindicaciones sobre las Islas Spratly aparecieron originalmente en nuevos mapas que mostraban estas islas como parte de China, basados en la "línea de nueve trazos" inventada por Mao. Un nombre en un mapa puede ser un precursor de una acción militar por parte de Pekín. "Xi ha demostrado claramente su intención de recuperar las partes perdidas del antiguo Imperio Qing retomando el control de Macao y Hong Kong, y ha intensificado el control y la destrucción de las culturas locales en el Tíbet y Xinjiang", sostienen Quayle y Duesterberg.
¿Y qué debe hacer EEUU en este contexto? "Debería oponerse a la doctrina Putin, ya que supone un desafío al derecho internacional de facto y a su aplicación real en Ucrania y cualquier parte independiente de la antigua Unión Soviética", afirman sin duda. "Dado que la doctrina puede envalentonar las reivindicaciones expansionistas de China en Rusia, la Cuenca del Pacífico y, potencialmente, en la India, la resistencia estadounidense puede ayudar a prevenir los efectos desestabilizadores de las disputas territoriales chino-soviéticas y de otras partes de Asia". "Desafortunadamente", a su juicio, el presidente Donald Trump "se ha inclinado a ayudar a Putin al negarle armas previamente prometidas a Ucrania y al flexibilizar las sanciones impuestas a algunas empresas e individuos rusos. Las fuerzas rusas avanzan en el campo de batalla, y Putin no muestra señales de compromiso".
"EEUU y sus aliados deberían contribuir a socavar la doctrina Putin y su adopción por parte de China, ayudando a Ucrania en su lucha contra Rusia. Implementar fuertes sanciones secundarias contra China, Hong Kong y otros compradores de petróleo ruso y proveedores de tecnología militar sensible es una herramienta importante. Un buen comienzo sería el proyecto de ley de sanciones del senador Lindsey Graham a los compradores de petróleo ruso, que está pendiente en el Senado con 84 copatrocinadores", exponen. Equipar a Ucrania con herramientas para la defensa antimisiles y armas ofensivas como los Atacams y los Himars es "igualmente importante". "Ayudar a Ucrania a financiar sus esfuerzos utilizando las reservas rusas congeladas y secuestradas en Europa es el tercer pilar de un apoyo occidental eficaz".
Xi podría postergar las "afirmaciones irredentistas" sobre Rusia, ya que otros aliados, como Irán, se vuelven "menos útiles" para su gran proyecto con China. "Pero, como señaló irónicamente el presidente taiwanés Lai Ching-te, mientras Xi apunta a Taiwán para restaurar la integridad territorial y "Rusia se encuentra en su punto más débil... ¿por qué no recupera las tierras ocupadas por Rusia que se firmaron en el Tratado de Aigun?", concluyen.
