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Rusia salva a sus fuerzas atrapadas con una nube tóxica, pero el acto desesperado acaba en desastre

Rusia salva a sus fuerzas atrapadas con una nube tóxica, pero el acto desesperado acaba en desastre 

Una vez más, la guerra de drones ha demostrado ser el nuevo campo donde se define todo. Y por ahora, los cielos siguen siendo ucranianos.

Soldados ucranianos de la brigada Khartya reciben formación sobre el derribo de drones en Kharkiv Oblast, Ucrania.Anadolu via Getty Images

En un intento que ya muchos describen como una jugada desesperada, las fuerzas rusas hicieron estallar un oleoducto de amoníaco cerca de Rusin Yar, liberando una nube tóxica en dirección a las líneas ucranianas. ¿El objetivo? Tratar de romper el cerco cerca de Pokrovsk y rescatar a sus tropas atrapadas. Pero el resultado fue todo lo contrario: ni salvaron a nadie ni lograron avanzar. El gas solo sirvió para ralentizar refuerzos, mientras que los drones ucranianos siguieron haciendo su trabajo como si nada.

El plan ruso parecía sacado de una película de guerra: una enorme ofensiva con tanques, vehículos blindados, motocicletas y cientos de soldados. Pero lo que prometía ser una gran ruptura se convirtió en una masacre, y rápido.

Todo comenzó cuando unidades ucranianas detectaron a los primeros grupos de motociclistas rusos dirigiéndose hacia Volodymyrivka. Los drones FPV no tardaron en aparecer. En los videos se ve cómo los operadores ucranianos los cazaban uno a uno, mientras intentaban zigzaguear por caminos llenos de barro. Algunos derraparon, otros volaron por los aires. La ruta se transformó en una trampa mortal llena de motos en llamas.

Detrás venían los blindados, pero al ver el caos por delante, empezaron a frenar. Grave error. Desde el cielo, los drones ucranianos bajaron como halcones, apuntando a los puntos débiles: ruedas, compartimentos traseros. Uno tras otro fueron explotando. La infantería trató de escapar a pie, buscando refugio entre las ruinas, pero los drones los seguían, lanzando explosivos en trincheras, cráteres y hasta dentro de casas semiderruidas.

La ofensiva rusa incluía seis tanques —entre ellos uno de esos “tanques tortuga”— más de 40 blindados, otras tantas motocicletas y varios cientos de soldados. Aun con semejante despliegue, lo que quedó fue una escena que recordaba más a una ruta del infierno: vehículos destrozados, columnas detenidas y soldados sin rumbo.

Cuando los vehículos de retaguardia intentaron retroceder, formaron un atasco monumental, ideal para que la artillería ucraniana y los drones terminaran el trabajo. Según el reconocimiento ucraniano, para el anochecer ya habían destruido al menos tres tanques, dieciséis blindados, cuarenta y una motos y dos autos más. Las bajas humanas también fueron devastadoras: más de cien soldados rusos muertos y medio centenar heridos. 

Todo esto, mientras el gas tóxico avanzaba. La nube de amoníaco efectivamente impidió que Ucrania enviara refuerzos por tierra de inmediato, pero no afectó ni a los drones ni a la artillería, que ya estaban en posición. Los rusos también confiaban en que el mal tiempo jugara a su favor, impidiendo el uso de drones. Pero no. Las imágenes muestran cómo las brigadas ucranianas trabajaron en conjunto, coordinando ataques precisos desde el aire. Si un dron fallaba, otro ya venía en camino.

En resumen, el ataque ruso cerca de Volodymyrivka terminó siendo uno de sus fracasos más sonados cerca de Pokrovsk. Ni con gas venenoso ni con tanques lograron avanzar. Todo lo contrario: la ofensiva quedó enterrada —literalmente— entre el lodo, los cráteres y los restos calcinados de su propio ejército.

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