Feijóo, año I: un líder con pies de barro

Feijóo, año I: un líder con pies de barro

El presidente del PP cumple 365 días en Génova bien situado en las encuestas pero con una popularidad a la baja y su perfil de moderado y buen gestor en entredicho

El presidente del PP, Alberto Núñez FeijóoEuropa Press via Getty Images

La única ambición de Alberto Núñez Feijóo es alcanzar la Moncloa. "He venido aquí para ganar y para gobernar", dijo hace un año el líder gallego durante su intervención el XX Congreso del PP que lo entronizó como presidente de los populares tras la caída de Pablo Casado. 365 días después de asumir el control de Génova 13, las encuestas le sitúan teóricamente cerca de ese gran objetivo. Pero el primer año de Feijóo como líder nacional del PP ha estado trufado de contradicciones, ambigüedades y una moderación 'a la gallega' que no ha terminado de encumbrarle como revulsivo de Pedro Sánchez. 

Porque aunque los sondeos juegan a su favor, su popularidad va mermando a pasos agigantados. Según el barómetro de GAD3 publicado por ABC esta misma semana, sólo el 19,6% de los españoles quieren a Feijóo como presidente del Gobierno. Pero lo preocupante no es que se sitúe casi cinco puntos por debajo de Sánchez en este estudio, sino que en verano era la opción predilecta del 34,3% de los encuestados. Casi el doble que ahora. En la demoscopia pública, la del CIS, en julio era elegido como el favorito para la presidencia del Gobierno por el 20,8% y hoy sólo por el 15%.

En Génova, sin embargo, son optimistas. Todas las encuestas salvo el propio CIS de Tezanos le dan como ganador claro de las elecciones y sus sondeos internos le sitúan en torno a los 140 escaños. La mayoría con Vox estaría garantizada, aunque el objetivo es sumar el mayor número de diputados posibles para forzar a un gobierno en solitario. Y es que, precisamente, la estrategia de distanciarse de la ultraderecha ha formado parte de la ruta marcada por Feijóo en esta carrera hacia la Moncloa.

El líder del PP se pasó los cinco primeros meses tras su aterrizaje en Madrid huyendo de Abascal. Ni fotos ni reuniones, sólo meros mensajes a través del teléfono. A finales de septiembre, concertaron un encuentro en privado, sin convocatoria previa y sin imágenes que inmortalizaran de forma gráfica dicho encuentro. De hecho, en sólo un año, sólo hay una foto de ambos líderes juntos: en la tribuna de invitados durante el Desfile Militar del 12 de octubre, día de la Hispanidad. 

Para evitar cualquier coincidencia, Feijóo incluso no asistió a la toma de posesión de Alfonso Fernández Mañueco como presidente de Castilla y León tras el primer pacto de coalición con Vox en un gobierno autonómico. Cuca Gamarra fue en su representación. 

Los líos derivados de dicho Ejecutivo han centrado buena parte de los quebraderos de cabeza que ha sufrido el presidente del PP a lo largo de este año, con el plan antiaborto como medida estrella (a la postre, fracasada). A las contradicciones en las que el PP incurrió para desligarse de un proyecto que al principio respaldó, se unieron las voces críticas dentro del partido por la postura ambigua - y para otros rupturista - que Feijóo había marcado sobre este espinoso asunto. "No nos da votos", le advirtieron los 'fontaneros de Génova'. Pero en su pretensión de sumar el mayor respaldo social posible, el líder del PP ha jugado con los dobles discursos y las contradicciones para no tomar una postura clara en asuntos de carácter social con gran interés entre la población. El más recientemente, el de la gestación subrogada a raíz del polémico caso de Ana Obregón.

En lo que sí ha salido victorioso Feijóo es en haber cosido de nuevo al PP tras la profunda división generada por la guerra abierta entre Casado y Ayuso. El nuevo líder fue elegido por aclamación y el partido funciona actualmente como un engranaje sin fisuras hacia el objetivo de la Moncloa. Incluso, la 'insurrecta' Ayuso le aúpa en todos sus discursos como 'jefe' valedor e indiscutible del proyecto. Aunque la presidenta de la Comunidad de Madrid se ha desligado alguna vez del discurso 'oficial' impuesto por Génova, la aparente comunión entre ambos ha quedado reflejada en los numerosos encuentros y ambos han compartido. Siempre con sonrisas, guiños cómplices y palabras de apoyo.  

Además, Feijóo ha unido a las dos almas del PP: tras años chocando, los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy escenificaron una reconciliación compartiendo acto en Valencia y se van a volcar ahora en la campaña el 28 de mayo. Eso sí, el líder ha querido mantener en Génova el núcleo duro que le rodeaba en Galicia y del que emanan las principales decisiones. Su control de la estructura del partido es total, e incluso algunos han criticado su excesivo 'intrusismo' en la elección de los candidatos autonómicos y municipales.

Lo que no ha conseguido Feijóo (o no ha querido) es enderezar las maltrechas relaciones con el Gobierno que ya heredó de Casado. En una reciente entrevista en Onda Cero, Feijóo admitía que no veía "amable" al presidente del Gobierno. Y no es para menos: en todos lo debates que han protagonizado en el Senado, Sánchez ha salido victorioso. El socialista ha sido implacable desde el primer momento con Feijóo, al que ha retratado como un líder rehén de los poderes mediáticos de la derecha. Usaba para este razonamiento la ruptura de las negociaciones para renovar el Poder Judicial tras varios años de parálisis. Feijóo tomó dicha determinación después de que 'El Mundo' publicara a toda página que el PP temía "la reacción de la 'derecha política, judicial y mediática' al pacto del CGPJ", justo cuando las negociaciones entre gobierno y oposición estaban avanzadas. Sánchez intentó después renovar el Constitucional a través de una enmienda en la reforma del código penal, una 'treta' que Feijóo quiso impedir a través de un recurso al TC que provocó una crisis institucional entre el poder legislativo y judicial sin precedentes en España.

Lo cierto es que el PP ha votado en contra de todas las leyes importantes aprobadas este año por el Gobierno, como los Presupuestos o la reforma de las pensiones, y se abstuvo en la mayoría de decretos anticrisis impulsados por el Ejecutivo para hacer frente a la crisis energética y a la inflación. Una postura que a Sánchez le ha valido para criticar a Feijóo su falta de sentido de Estado, además de ridiculizarle al acusarlo de "insolvencia o mala fe" por algunas de sus rocambolescas declaraciones. 

Porque si algo ha erosionado a Feijóo este año han sido sus continuas meteduras de patas. Confundió la gala de los Goya con los Oscar, se equivocó con la fecha de publicación del libro de George Orwell '1984' al pensar que era la de su título, dijo que catalán era Picasso o que los cristianos llevaban "muchos siglos" sin matar en nombre de la religión. A su vez, ha admitido que no sabe inglés pero que no necesita aprenderlo porque para eso están los traductores. 

Una retahíla de errores o 'patinazos' que han desdibujado la aparente figura de líder sólido y también de buen gestor, al confundir la deuda con la prima de riesgo o por decir que la subida de las pensiones implicaba ir contra la normativa europea. "Alguien que desconoce que la Seguridad Social se excluye del techo de gasto, no sabe cómo computan los fijos discontinuos o se lía con las temperaturas no está preparado para gobernar España", dijo en su momento la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz a través de Twitter.

Hasta por equivocarse, metió la pata votando en el Senado a favor de la reforma del Constitucional a la que su partido se opuso. Una Cámara Alta en la que, según publicó El HuffPost, Feijóo no ha hecho ninguna pregunta sobre Galicia, el territorio al que representa, dado que sus únicas intervenciones son para confrontar con el gobierno. Los socialistas, incluso, le han afeado públicamente ausentarse de su escaño en demasiadas y recurrentes ocasiones.

Pese a todo, Feijóo se siente fuerte ante el reto que él mismo se ha marcado. Según ha insinuado en varias ocasiones, dejará la presidencia del PP si no gana las elecciones. De momento, ha disfrutado de la la mayoría absoluta de Juanma Moreno en Andalucía y las perspectivas electorales son muy buenas este año en plazas como Castilla - La Mancha, Comunidad Valenciana, Aragón o Baleares, donde ahora gobiernan los socialistas. Y la posibilidad de que un gallego vuelva a ocupar la Moncloa está cada vez más cerca. Siempre y cuando el 'efecto Feijóo' no acabe deshinchándose antes de tiempo. 

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Licenciado en periodismo por la Universidad Carlos III. Actualmente, es redactor de política en El Huffington Post, tras nueve años como coordinador en ABC, cuatro como director digital en el grupo COPE y seis meses en Mediaset. Puedes contactar con él en javier.escartin@huffpost.es