Cinco preguntas y cinco respuestas sobre la Asamblea de la ONU: de Palestina a Trump
Arranca en Nueva York el debate general que reunirá a más de 140 líderes mundiales, en un momento de conflictos crecientes, con el multilateralismo amenazado y un profundo cuestionamiento de la organización internacional.

La Asamblea General de las Naciones Unidas afronta desde este martes en Nueva York (Estados Unidos) "una de las citas más cruciales de su existencia". No es exageración periodística, sino palabra de Annalena Baerbock, su presidenta, la alemana que dejó Exteriores hace unos meses para comandar el hemiciclo más grande del planeta, de 193 países miembros y dos observadores. Los mandatarios, más de 140, acuden a la orilla del East River cuando los conflictos armados se multiplican o agravan, cuando la diplomacia global se contagia del trumpismo y manda al multilateralismo a la lona, cuando la propia institución de la ONU está en tela de juicio, por su utilidad y sus logros o, mejor dicho, por la falta de ellos.
La "copa mundial de la diplomacia", como llaman los altos funcionarios a esta cita anual en la Gran Manzana, siempre es un hervidero de ideas, de proyectos, de hojas de ruta, de buenas intenciones, pero también, y todos lo reconocen, de metas difíciles de alcanzar. Provocar el cambio cuesta, pero la utopía está en el horizonte y sirve para caminar. Si los estados, que son los que hacen la ONU, no creen en ella, difícilmente podrá alcanzarse objetivo alguno. Es indiscutible que, justo cuando se cumplen 80 años de Asambleas, se necesita una reforma integral, porque el mundo es otro, distinto al parido tras la Segunda Guerra Mundial, pero lo que tenemos es un abandono de la institución, recortes y cuestionamiento.
Esta cita queda, como poco, para hacer una radiografía de situación profunda del mundo, de sus amenazas, retos y oportunidades, de las tendencias y los errores repetidos, de las novedades que aún esperanzan. "Nos reunimos en aguas turbulentas, incluso desconocidas", avisa el secretario general, Antonio Guterres. "Las divisiones geopolíticas se amplían, los conflictos se intensifican, la impunidad avanza, nuestro planeta se recalienta y la cooperación internacional se ve sometida a presiones nunca vistas en nuestras vidas", se duele el portugués.
Pero hay que salir a flote. Es cuestión de supervivencia. Por eso llama a actuar sobre tres "r" que califica de "vitales": reflexionar (sobre el panorama actual), reafirmar (los compromisos con los valores que alumbraron la ONU) y reimaginar (el futuro de todos con todos).
A la espera de las intervenciones de los líderes y de las reuniones paralelas de alto nivel que jalonan la Asamblea (sobre economía global sostenible, salud mental, juventud, mujer o armas nucleares), estas son las cuestiones clave de una cita que, pese a ser de cumpleaños, tiene poco que celebrar.
¿Qué va a pasar con Palestina e Israel?
Si hay un telón de fondo en el encuentro de este año (UNGA 80 es su denominación oficial) es la ofensiva de Israel sobre Gaza, respuesta a los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023, que dejaron 1.200 muertos y 250 secuestrados. Los asesinados en la franja palestina superan ya los 65.000 y el conflicto cumplirá dos años el mes que viene. Parecía impensable, pero es la verdad aplastante que soporta el mundo, especialmente Occidente, incapaz de pararlo.
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, ha logrado el permiso especial de la ONU para intervenir en la Asamblea por videoconferencia, ya que los Estados Unidos de Donald Trump, ejerciendo de amigo americano de Israel, le negaron el permiso de entrada para asistir al evento, también a su equipo. "Por no cumplir con sus compromisos y socavar los esfuerzos de paz", argumentó el Departamento de Estado. Naciones Unidas se ha quejado formalmente porque hay un compromiso histórico con Washington por el que debe dejarse entrar al país a toda persona invitada a su sede neoyorquina. Trump, ni caso.

En persona o en pantalla, hará frente a una situación brutal, no hay medias tintas: mientras hay casi 50 rehenes que siguen en manos del partido-milicia, los gazatíes se ve desplazados en masa de ciudad de Gaza por la ofensiva terrestre del Ejército de Israel, obligados a trasladarse a un sur hacinado y donde tampoco hay garantías de seguridad. La propia ONU denuncia que el hambre se ha afianzado y es probable que se extienda a finales de mes. Esa ONU que, por primera vez, el pasado 16 de septiembre concluyó a través de su Comisión Internacional Independiente de Investigación que lo que Tel Aviv está cometiendo en la zona es un genocidio.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, buscado por la Corte Penal Internacional (CPI) por presuntos crímenes de guerra y de lesa humanidad en Gaza, tiene previsto dirigirse a la Asamblea General el viernes, un día después de verse a solas con Trump. En las horas previas a su viaje, ha enfatizado que nunca habrá un Estado Palestino, pese a que así lo recogen las sucesivas resoluciones de la ONU como un derecho de su pueblo y que él mismo lo avalaba años atrás.
Es el debate más candente porque, antes de que comiencen los discursos de la Asamblea General, los líderes mundiales se reunieron este lunes en una cumbre, organizada por Francia y Arabia Saudita, que buscaba impulsar una solución de dos Estados entre Israel y los palestinos. EEUU e Israel no fueron de la partida, claro, pero han tenido que ver cómo diez naciones más han dado el paso de reconocer a Palestina como un igual: son Francia, Reino Unido, Canadá, Australia, Bélgica, Malta, Luxemburgo, Portugal, Andorra y San Marino. Los dos primeros, miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, donde todo lo vinculante se decide. Sumados al tercero, Canadá, tenemos también a tres miembros del G7.
Se trata de un aval de enorme simbolismo que se espera tenga un efecto arrastre importante en la comunidad internacional y que, de momento, refleja el ostracismo al que está sometido Netanyahu por la gravedad de su ataque. La legítima defensa hace tiempo que quedó atrás, es su propia violencia la que ha llevado a estas capitales, socias de toda la vida de Tel Aviv, a arropar a la ANP, representante legítimo y pacífico de los palestinos. Algo impensable años atrás. Ahora son 156 los estados que reconocen a Palestina, y las únicas excepciones de verdadero peso son las de EEUU, Japón, Italia y Alemania. Así estamos siete décadas después de que el Estado de Palestina llegase por primera vez a la Asamblea, el principal órgano deliberativo de la ONU.
Israel, ante esa oleada, insiste en que estos países le están haciendo el juego a Hamás y anuncia réplica una vez que acabe la Asamblea. Los medios de Israel citan la anexión inmediata del 82% de Cisjordania (suelo ocupado palestino y el mayor de sus tres territorios), un sueño de los socios ultranacionalistas y religiosos de Netanyahu. Pero ante esa amenaza, otra más cual bumerán: la de París y Londres, que advierten a Tel Aviv de que le harán pagar esas represalias si llegan a darse.
Netanyahu afronta unas semanas complicadas, porque también se han anunciado las primeras medidas se castigo por parte de la Unión Europea por el asedio a Gaza, lentas y parciales, pero que profundizan en la soledad del país.
¿Qué conejo sacará Trump de la chistera?
Esta Asamblea asiste, también, al retorno de Donald Trump, el presidente de EEUU, al hemiciclo. En este su segundo mandato, acude sin haber querido ni reunirse con Guterres, denostando el trabajo de la ONU en cada oportunidad. "No está haciendo bien su trabajo" o "tienen que ponerse las pilas" son frases suyas del pasado febrero. Afirma que es una organización con "gran potencial", pero que debe "organizarse".
Su cruzada va más allá, mucho más allá, de las palabras: quiere recortar drásticamente la financiación estadounidense a la ONU, ya ha suspendido la colaboración de su país en con el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, ha prorrogado la suspensión de la financiación a la Agencia de los Refugiados Palestinos (UNRWA) y ha abandonado la agencia cultural de la ONU (la UNESCO) más la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el estratégico acuerdo climático de París.
Trump hablará el martes, tras ocho meses en el Despacho Oval, un tiempo en el que, con esos pasos, ha puesto patas arriba al mundo, sobre todo en el plano diplomático y en el humanitario. Ha impuesto una manera de hacer las cosas personalista, sin reparar ni en aliados ni en enemigos, acudiendo a la puerta de cada nación en función de lo que quiera obtener de ella, rompiendo consensos de décadas -incluso son sus socios europeos- y provocando el caos. Nadie sabe a qué atenerse en los planes de cobertura de una emergencia humanitaria, por ejemplo, ahora que ha desmantelado USAID. Si se va el gigante, toca recortar costes y mejorar la eficiencia pero, mientras, también toca desatender necesidades que se creían cubiertas con el compromiso de Washington.
Dorothy Shea, embajadora de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas, ha avanzado que su presidente (el segundo en intervenir este martes, tras Brasil) va a presentar iniciativas que buscan "tres realidades perdurables": "la paz, la soberanía y la libertad". Sin más detalles. Sin embargo, la prensa de EEUU no acaba de concretar a qué se refiere: hay fuentes que dicen que el republicano hará anuncios sobre los grandes conflictos, como Gaza y Ucrania, enarbolando de nuevo la bandera de pacificador que tanto le gusta y que, a su entender, es merecedora hasta de un Premio Nobel de la Paz. Otras indican que lo único llamativo será su rapapolvo a la ONU y el anuncio de más recortes. Por ahora no ha enseñado sus cartas.

Guterres ha dicho que estaría "encantado" de verse en una reunión bilateral con Trump estos días (aunque tampoco lo tiene lejos el resto del año) y le ha ofrecido colaborar "de maneras innovadoras para resolver conflictos globales", desvela el diario The New York Times. Varios colaboradores del secretario general intentan convencer al equipo del presidente de EEUU de que, si quiere jugar ese rol de apagafuegos, debería no desdeñar a la ONU, sino aprovecharse de ella: tiene contactos, experiencia y conocimiento, pero carece de mecanismos para presionar a un estado o proponerle recompensas, algo que la Casa Blanca sí que puede ofrecer. La pax americana puede dar cabida a más actores.
Richard Gowan, director del área de Naciones Unidas del International Crisis Group, ha explicado a la agencia Reuters que Trump "disfruta de la Asamblea General" porque "disfruta de la atención de otros líderes", por lo que a lo mejor se siente relajado y dispuesto a uno de sus mítines encendidos (ojo, los oradores sólo tienen 15 minutos por país). "Sospecho que usará su aparición para presumir de sus numerosos logros y, quizás una vez más, demostrar que merece el Premio Nobel de la Paz", sostiene el analista.
Como mensaje para reequilibrar la balanza, la Unión acordó en el último Consejo Europeo (CE) que defenderá en esta Asamblea "apoyar un sistema multilateral basado en el derecho internacional y la universalidad de los derechos humanos", "impulsar reformas integrales para revitalizar el sistema de las Naciones Unidas y desarrollar alianzas eficaces" y el "fortalecimiento de la arquitectura de paz y seguridad" de la organización. El presidente del CE, Antonio Costa, comparece el miércoles.
¿Surgirá un plan para reformar la ONU?
La ONU es un mastodonte, una maquinaria brutal que cuesta mover y mantener en movimiento. Tras 80 años, está anquilosada y cuesta, más aún si nadie pone dinero para engrasarla o ponerle piezas nuevas. En ese punto está ahora mismo, consciente de la necesidad de reinventarse ante el mundo nuevo del siglo XXI pero atada de pies y manos por un sistema de mayorías y dependencias que no la deja tomar decisiones acordes con su tiempo.
Especialmente cuestionado está siendo un papel ante los conflictos armados de Gaza o Ucrania. Cómo puede ser que no los pare, cómo puede ser que no influya en las decisiones de las partes o que ni se le invite a la mesa. En resumen, ¿para qué sirve la ONU?. "Ha realizado grandes esfuerzos en la mediación de paz, pero no tenemos incentivos ni sanciones", insiste Guterres. El Consejo de Seguridad de la ONU es el único organismo interno que puede imponer esas sanciones, pero ha estado estancado en estos porque EEUU y Rusia tienen poder de veto, es decir, pueden imponer su visión a la mayoría e impedir que una medida prospere. Uno protege a Israel y el otro, a sí mismo. El resultado es la inacción.
Es una palabra que Guterres descartó con fiereza en las ruedas de prensa previas a esta Asamblea. Sacó a la luz, para ello, su informe de gestión referido al pasado año, 2024, con números que reconfortan, por insuficientes que sean: 139 millones de personas asistidas y protegidas de la guerra, el hambre o la destrucción de las catástrofes naturales; 123 millones de personas que recibieron alimento y agua en crisis en más de 120 países o territorios; tres millones de vidas de niños salvados por las vacunas (suministradas al 45% de los niños del mundo); 67.500 personas desplegadas en misiones de paz, en 11 operaciones; 80 tratados firmados o declaraciones para proteger o promover derechos en el planeta; 50.000 millones de dólares del llamamiento para emergencias; 11 millones de beneficiarios de sus planes de salud sexual y reproductiva...

Sin embargo, toda esa hermosa construcción se desmorona si no gay fondos, por eso crece la ansiedad por las finanzas de la organización. Las Naciones Unidas actualmente tienen escasez de efectivo, ya que los países están retrasando el pago de sus cuotas obligatorias o no las pagan en absoluto. Incluso en los llamamientos anuales de emergencias, la cobertura de la llamada se queda en el 50 o 60%, el mejor de los años. También se enfrenta a una crisis presupuestaria, que podría impedirle gestionar sus agencias y misiones de mantenimiento de la paz, tras los recortes de los miembros por la crisis mundial, pero especialmente por Estados Unidos, que ha sido el principal donante de la ONU (22% del presupuesto anual aproximadamente), en cuyas motivaciones se suman lo económico y lo político: cuando el equipo de Trump llama "woke" a la ONU, todo queda más claro.
Otros grandes donantes, como China, Japón y la Unión Europea, no han aumentado hasta ahora sus contribuciones financieras para compensar la pérdida de la financiación estadounidense. Incluso China retrasó el pago de sus cuotas a la ONU este año, pese a que algunos analistas, esperanzados, pensaron que podría tratar de cubrir ese hueco, aunque fuera por puro tacticismo. No, Pekín tiene sus apuestas y busca ampliar su influencia en puntos concretos. La ONU es demasiado grande y difusa.
Robert A. Wood, exembajador adjunto ante la ONU durante el mandato de Joe Biden en EEUU, afirma al NYT que la crisis presupuestaria representa un "incendio de cinco alarmas para la ONU". Más gráfico no puede ser. "No sabemos si un equipo de bomberos acudirá al rescate: debería ser EEUU, pero está causando parte del incendio". Guterres ha intentado anticiparse a la crisis inminente con un plan de reforma llamado "UN80", que exige optimizar los servicios administrativos, eliminar la duplicación, recortar miles de mandatos y reubicar a parte del personal de centros costosos como Nueva York y Ginebra.
El nuevo presupuesto propuesto para la ONU refleja también ya un esfuerzo por preservarse mediante la reducción. El objetivo es reducir las cuentas generales para 2026 en unos 500 millones de dólares, lo que se traduce en un recorte presupuestario de aproximadamente el 15 % y una reducción del 19 % de personal. El presupuesto para las operaciones de mantenimiento de la paz sufrirá un recorte del 11,2 % y una reducción del 13 % en los puestos, añadieron. El mejor ejemplo es la misión de Líbano, la UNIFIL o FINUL, que dejará de estar activa porque EEUU se retira y le ha dado la puntilla.
Sin embargo, en diversas cartas dirigidas a los Estados miembros y al personal de la ONU, el secretario general ha advertido de que esos recortes no resolverán el problema inmediato de liquidez. En cambio, su objetivo es mejorar la situación de la organización ante múltiples desafíos. Y el problema va mucho más allá de lo económico: por supuesto, hace falta una reforma seria de la forma en que se toman decisiones en la ONU y, en concreto, de su Consejo de Seguridad. Es el nudo diplomático más apretado, atrapada como está la organización en el debate de su propia relevancia como bloque y los versos sueltos que, en la práctica, son los países. Ahora se pacta que convertirlo en un ente "más representativo e inclusivo", pero hay que bajarlo a la arena.
Muchos líderes mundiales -en particular de África y de potencias clave como Brasil, Alemania, India y Japón- reclaman una reforma del Consejo, integrado por 15 miembros y encargado de mantener la paz y la seguridad internacionales. Es un tema que se ha debatido durante mucho tiempo en la Asamblea General, pero que ha cobrado fuerza en los últimos años después de que Rusia invadiera Ucrania en 2022 y luego utilizara su veto para bloquear cualquier acción del organismo. EEUU hizo lo propio luego por Israel, como apuntábamos. Las ideas de reforma incluyen la ampliación de la membresía del Consejo -añadiendo más poderes de veto permanentes o miembros elegidos a corto plazo- para reflejar mejor el mundo y limitar el veto, que actualmente tienen Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia, los estados con silla permanente en esa mesa. Pero por mucho que eso se pida en la cita de esta semana, no habrá un acuerdo en breve. Ni modo.
¿Habrá novedades sobre Irán?
Fue la crisis de junio pero, al ritmo al que van los acontecimientos internacionales, quedó pronto en el olvido: hablamos de la llamada Guerra de los 12 días, el ataque de Israel a Irán, al que luego se sumó EEUU, supuestamente con el objetivo de impedir avances en el programa nuclear de los ayatolás. En estos meses, ha habido de cal y de arena: Teherán ha cerrado un acuerdo para reanudar la cooperación en las inspecciones de las instalaciones nucleares de ese país con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), pero a la vez ha anunciado la reanudación de su enriquecimiento de uranio y que se desvincula de diversos organismos.
Los líderes mundiales, en la Asamblea, corren contrarreloj para decidir si vuelven a imponer sanciones a Irán esta semana. El jueves expira el proceso de resolución de disputas de 30 días para asegurar un acuerdo nuclear con Teherán, lanzado por Alemania, Francia y Reino Unido, el llamado E3. Dichos países han propuesto ahora un plazo de seis meses más para alcanzar un acuerdo diplomático con Irán. El Consejo de Seguridad de la ONU rechazó el viernes pasado un proyecto de resolución para levantar permanentemente las sanciones al estado persa, dando sólo unos días para encontrar un acuerdo. Es el debate paralelo más urgente de cuantos han de abordar los líderes, más allá de sus intervenciones.

Los países europeos reclamaban restablecimiento de los inspectores nucleares de la ONU sobre el terreno para abordar las preocupaciones sobre las existencias de uranio enriquecido de Teherán (recién firmado) y un nuevo compromiso con EEUU (por llegar y lejos). Irán mantiene su postura, negando cualquier deseo de adquirir armas nucleares y enfatizando que sus investigaciones tienen sólo fines civiles.
El canal diplomático se reabrió tras el final de la guerra. La operación israelí tuvo como objetivo a políticos, líderes militares, instalaciones nucleares y científicos iraníes, así como emplazamientos militares. EEUU intervino apenas unos días después de que Tel Aviv lanzara su incursión, llevando a cabo ataques de precisión contra los tres principales emplazamientos nucleares del país. Sin embargo, Teherán ha restado importancia a los ataques estadounidenses, y el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, ha afirmado que las declaraciones de Trump eran "muy exageradas". Hay informes de inteligencia occidental que le dan la razón.
¿Y dónde quedan las apuestas climáticas?
En las últimas décadas, la causa ambiental ha copado buena parte de los debates de las Asambleas generales, cada septiembre, en Manhattan. Pese al ruido de las guerras, esta vez también estará alta en la agenda, porque está previsto que el secretario general de la ONU reúna el miércoles a los firmantes del Acuerdo de París para que actualicen sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés).
El pacto, adoptado en 2015, es un tratado internacional jurídicamente vinculante cuyo objetivo es combatir los efectos catastróficos del cambio climático manteniendo el calentamiento global muy por debajo de los 2ºC (preferiblemente 1,5ºC) por encima de los niveles preindustriales. El más ambicioso hasta la fecha.
Las NDC son planes nacionales de acción por el clima que pretenden reducir las emisiones de carbono y trabajar para avanzar en iniciativas de energía limpia. El Acuerdo de París exige que las NDC se actualicen cada cinco años con una ambición cada vez mayor, teniendo en cuenta la capacidad de cada país. Es un momento clave para analizar lo que se ha hecho y lo que no, pues.
La cumbre también reunirá a líderes de gobierno, empresas y sociedad civil para presentar ideas que impulsen la acción en mitigación, adaptación, financiación e integridad de la información, indica la ONU, y con esas bases podrá ir a la conferencia clave de la ONU sobre cambio climático, conocida como COP30, que comenzará en Brasil en noviembre. La pelea climática es uno de esos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que Naciones Unidas trata de mantener en pie, pero que tampoco logra completar, y pasan los años.
"No hay que rendirse", insiste Guterres. No le ponen las cosas fáciles.
