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Los ultras de Alternativa para Alemania: cómo son, qué piensan, por qué crecen

Los ultras de Alternativa para Alemania: cómo son, qué piensan, por qué crecen

La AfD podría ser segunda fuerza en las elecciones del 23 de febrero, por encima de los socialdemócratas del canciller Scholz. Esta es la historia de un partido que nació contra el euro, creció contra los refugiados y ha logrado romper el cordón sanitario.

Un cartel electoral de AfD y su candidata, Alice Weidel, vandalizado con pintura roja en Berlín, el 6 de febrero de 2025. La pegatina dice: "Quien no tiene argumentos, destruye vallas publicitarias".Oliver Barth / Reuters

Siempre andamos a vueltas con el concepto "ultraderecha". ¿A quién se le aplica? ¿Quién lo merece? ¿No se ha gastado ya, de tanto usarlo? Aún así, hay formaciones que parecen hechas para salir en los diccionarios ilustrando su definición. Es el caso de Alternativa para Alemania (AfD), porque lo tiene todo: lo mejor de la extrema derecha que rechaza la democracia y hace guiños a los sistemas autoritarios (el nazi, en este caso), sumado a lo mejor de la derecha radical que usa la democracia para jugar y crecer pero se opone a algunos de sus pilares básicos, de las instituciones estables al respeto a las minorías. Se les suma populismo, proteccionismo y neofascismo y listo. 

La formación germana, creada apenas en 2013 en los pliegues de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), se enfrenta a las elecciones del próximo 23 de febrero en una situación privilegiada, con los sondeos augurando que será la segunda fuerza. Si la derecha tradicional vuelve por sus fueros con un 30% de sufragios, los ultras estarán sólo ocho o nueve puntos por detrás, sacando cuatro o cinco escaños a los socialdemócratas (SPD) del actual canciller, Olaf Scholz. Sólo los Verdes crecen tanto como los radicales, con un 14% de los sufragios. 

La gran duda en estos momentos es la de la gobernabilidad. Scholz acabó mal con sus socios ecologistas y liberales y tuvo que adelantar los comicios, de ahí el vuelco a la derecha, pero no parece que la CDU pueda asumir la tarea del poder en solitario. ¿Recurrirá a la AfD, entonces, para sumar? Su candidato, Friedrich Merz, ha dicho: "Puedo asegurar a los votantes algo de forma clara: con el partido que se autodenomina Alternativa para Alemania no cooperaremos antes, ni mientras, ni después". 

La credibilidad de la CDU está en entredicho había impulsado días antes una moción no vinculante con medidas restrictivas en inmigración que fue aprobada por primera vez con el apoyo de la ultraderecha. Intentó hacer lo propio con un proyecto de ley se seguido, pero fracasó por un estrecho margen en la Cámara Baja después de que 12 diputados conservadores no votaran. Está por ver si se va a restablecer el cordón sanitario, marca de la casa en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, o si Merz se arrepiente y se vende por el Gobierno. 

Hoy los ultras tienen 83 escaños en el Bundestag (quinta fuerza), que por una reforma electoral pasa este año de 736 a 630 diputados. Aún más dura la pelea.

El ascenso de la AfD tiene explicaciones locales e internacionales. Se enmarca en el ascenso mundial de la ultraderecha, esos radicales que pescan en el río revuelto de las crisis económicas, los cambios migratorios y la falta de respuestas de los partidos convencionales a las necesidades de la población. Existe una oleada proteccionista, ultranacionalista, que alienta estos mensajes, en Alemania como en España, Italia o Francia. 

Luego están las particularidades domésticas. El país ha experimentado un repunte reciente de la inmigración, primero con la crisis de refugiados de 2015 (muchos de ellos sirios, afganos o iraquíes) y más recientemente con los ucranianos que escapan de Rusia. La inestabilidad creciente en el norte de África y Oriente Medio ha acrecentado la necesidad de escapar. Ese aumento de la migración ha sido utilizado como arma por la extrema derecha para lograr sus propios beneficios políticos. 

Alternativa habla de "heimat", de hogar, a la hora de referirse a la Alemania que, dicen, ha desaparecido. Su nostalgia es racista, excluyente, vengativa. Además, se ha hecho fuerte en el este, una zona que históricamente se siente maltratada por el oeste, donde la riqueza ha sido menor, como las oportunidades de vida, y donde ahora entienden que el inmigrante es el enemigo que viene a obligarle a repartir las patatas. 

La popularidad del partido le ha hecho tener ya un mínimo poder local pero influye en algunas decisiones regionales y ahora aspiran no a gobernar, sino a ser muleta de quien gobierne. De momento, como el bloqueo clásico a la ultraderecha funcionaba, su papel era residual en cuanto a propuestas, leyes, decisiones, pero es enorme la influencia en la agenda, en marcar los temas y en derechizar las soluciones ofrecidas por otros partidos, la CDU pero también el SPD, con Scholz dando luz verde a una legislación sobre expulsiones de extranjeros mucho más dura a nivel federal.

"Actualmente, unos políticos catastróficos están en el poder. Algo tiene que pasar", dice Alice Weidel, candidata a la Cancillería y copresidenta de Alternativa. "Hay que proteger la Alemania que conocemos". No la define, pero sus apuestas sí: un país blanco, cristiano, dependiente de los combustibles fósiles "de toda la vida", hostil hacia los inmigrantes y que rechaza el multiculturalismo y el matrimonio homosexual (por más que la propia Weidel sea lesbiana).

Alice Weidel, candidata de la AfD, el 25 de enero pasado, en el mitin de inicio de campaña en Halle (Alemania).Sean Gallup / Getty Images

A lomos del miedo y la frustración

La AfD es un partido político relativamente joven, ya que nació en 2013 después de la crisis financiera del 2008-2012. Entonces, era un grupo elitista que protestaba contra los esfuerzos de Alemania por rescatar económicamente a los países del sur de la Unión Europea y se declaraba, sobre todo, antieuro, partidario de volver al marco alemán como moneda y eludir compromisos con otros estados de la UE. Estaban frustrados por lo que denunciaban que era un giro al dentro de la CDU. 

Sin embargo, aunque su plataforma se centró inicialmente más en la economía, aprovechó la crisis de refugiados de 2015, cuando Alemania recibió a más de un millón de personas de lugares de Oriente Medio y Asia Central, lo que representó un aumento de aproximadamente el 1,2% respecto de la población total, de 81 millones de personas en ese momento. Hubo un salto en la cantidad de refugiados que el país tenía que atender y, aunque la entonces canciller, Angela Merkel, recibió aplausos planetarios por su política de acogida, en lo interno no se encajó tan bien: había que poner dinero para alojamiento, para servicios esenciales como educación y sanidad. 

Han llegado más ucranianos desde 2022 y la inflación se ha disparado como hacía 40 años que no pasaba (empezando por la energía) precisamente por las consecuencias de la invasión rusa y los coletazos de la pandemia, lo que ha hecho que parte de los alemanes se vuelvan aún más propensos a creer en la fórmula de quien le vende salidas simples y populistas a problemas complejos. AfD está capitalizando ese descontento. Según un informe de 2023 del Instituto Alemán de Derechos Humanos, hoy es "un partido extremista y antiinmigrante cuyo objetivo es eliminar el orden básico democrático libre". Sin más. 

Como parte de su respuesta para abordar el aumento de la inmigración, Alternativa ha adoptado cada vez más un tono xenófobo y antimusulmán que no estaba en el inicio de su andadura, con el supuesto objetivo de preservar la identidad y el nacionalismo alemanes. "El Islam no pertenece a Alemania", se lee en el manifiesto del partido de 2016. "¿Burkas? Nos gustan más los bikinis", era el eslogan de la AfD de 2017, encabezando un folleto en que prometía vetar las llamadas a la oración en las mezquitas e investigar a los imanes de todos estos templos, tuvieran o no motivos para sospechar de ellos. "Unser Land zuerst", que se traduce como "¡Nuestro país primero!", adornaba también las pancartas de la campaña de 2022. 

En paralelo a esta radicalización, el partido ha ido aumentando su base en las regiones socialmente más conservadoras del este de Alemania, que por lo general también han quedado rezagadas respecto de otras partes del país en términos económicos. Quieren eliminar las audiencias individuales de solicitud de asilo y apuestan por la creación de campos de detención en el extranjero que impidan a las personas entrar en el país. Eso está ya gestándose en países como Italia. Apuestan, incluso, por restablecer los controles fronterizos permanentes y obligar a los países que son frontera exterior de la UE, como España, a un cierre completo. El espacio Schengen saltaría por los aires. 

El AfD también ha dicho que quiere limitar la inmigración hasta el punto de que el número neto de inmigrantes que ingresen al país cada año sea cero . Básicamente, al aumentar las deportaciones y limitar el número de nuevos inmigrantes, espera que no haya cambios en la población inmigrante del país anualmente. Ni uno más. Una de sus exlíderes, Frauke Petry, dijo una vez que la policía alemana debería "si es necesario" disparar a los inmigrantes que intentan entrar al país ilegalmente. Y era considerada una moderada.

Por un lado, están explotando una xenofobia genuina, que siempre ha existido en el seno del partido, procedente de los halcones de la derecha de siempre, y que han movilizado muy bien. Luego, les han venido de perlas la coyuntura, el descontento con la implementación de las políticas de refugiados en varias oleadas y con el hecho de que las comunidades locales parecen estar abandonadas por la magnitud del problema, algo que no es cierto: Alemania ha cambiado, por descontado, pero están logrando más apoyos en lugares donde precisamente la inmigración es menor. 

Manifestación de AfD en Berlín, en 2015, contraria a la acogida de refugiados sirios por parte de Angela Merkel, a la que caricaturizan como una suicida con burka.Carsten Koall / Getty

Además de su enfoque en la inmigración, AfD se ha centrado en otras dos áreas políticas donde hacer caja: el cambio climático y la ayuda a Ucrania. Vayamos a la primera: hoy son el único partido político germano que ha adoptado la postura de negacionismo del cambio climático, en una tierra donde hasta la derecha es tremendamente pragmática en estos asuntos, por pura supervivencia. 

AfD saca provecho del descontento que siente una fracción de los votantes con las políticas ambientales existentes y por venir y sirve de ejemplo para entender ese sentir el malestar generado por una ley que obliga a muchos residentes alemanes a sustituir sus calderas de combustibles fósiles por bombas de calor que funcionen con energía limpia. Un paso que ha provocado la ira de mucha gente, debido a lo costoso que va a resultar para los propietarios de viviendas. Una encuesta del Instituto de Demoscopia Allensbach de mayo de 2023 indica que hasta el 80% e los alemanes estaban preocupados por la decisión de eliminar gradualmente esas calderas, un plazo que se ha extendido un año más.

La AfD ha dicho que respaldará el uso continuo de combustibles fósiles no solo para las calderas domésticas, sino también para la economía alemana en general. Podemos seguir viviendo como lo hemos hecho antes. Tenemos derecho a contaminar y a seguir haciéndolo. Ese es el mensaje que transmiten y eso cala en sectores como el agrícola, temeroso de los planes verdes, como se ha visto en las protestas de los dos últimos años en todo el continente europeo. 

Luego está el tirón popular a raíz de la crisis de Ucrania. La AfD ha adoptado una posición pro-Rusia e insta a Alemania a abstenerse de enviar más ayuda a Kiev, una postura que se alimenta tanto del compromiso del país con el pacifismo después de la Segunda Guerra Mundial, muy extendido, como las simpatías que algunos ciudadanos en el este todavía tienen con el Kremlin, después de que la URSS controlase esta zona tras 1945. Los líderes de la formación dicen con frecuencia que Berlín se ha convertido en "vasallo" de Estados Unidos y de a OTAN y que hay que centrarse en la defensa propia y no en la de Ucrania. A eso suman elogios a Vladimir Putin, un garante de las tradiciones europeas y de la vida de orden. 

De nuevo, usan para desmarcarse la idea del pasado y de supuestas violaciones a derechos patrios poco definidos, como la independencia y la soberanía, que elude ver que estamos en un mundo hiperconectado, en el siglo XXI, con obligaciones y compromisos internacionales que atender. 

A veces son muy burdos pero, a la vez, eficaces a la hora de elegir sus batallas, de forma que todo el mundo lo entienda, a las claras. El otoño pasado, por ejemplo, la líder de la AfD dijo vehementemente que estaba defendiendo el derecho de la gente a comer wienerschnitzel, un escalope de ternera, un filete rebozado que es uno de los platos alemanes por antonomasia. Un paseo por las calles del país evidencia que no está en peligro y que hasta los típicos puestos de comida de Oriente Medio lo cocinan, porque es muy reclamado. Pero Weidel entiende que cada vez más alemanes han adoptado dietas vegetarianas o veganas tanto por razones de salud como por razones climáticas y eso va a acabar con el emblema nacional. "No voy a dejar que nadie me quite mi schnitzel. Nadie toca mi schnitzel", afirmó.

Según el Pew Center, un 19% de los ciudadanos tienen una opinión buena sobre este partido, cifra que sube al 22% en personas con el nivel educativo más bajo (es del 12% entre los de estudios superiores). Hace tres años era del 14%. Los hombres los avalan en mayor medida, 26% frente al 11% de mujeres. Sus electores sólo apoyan a la UE en un 30% (sube al 72% entre el total de alemanes), son favorables a figuras como la de Donald Trump (39% frente a 9% federal) y hasta un 45% de ellos confían en Vladimir Putin (10% en el resto de Alemania). Sólo el 39% de sus votantes tienen opiniones favorables sobre la OTAN, frente al 71% general. 

Participantes en una manifestación contra la ultraderecha portan un cartel que dice: "Votar por la AfD es cosa de 1933".Jacob Schröter / picture alliance via Getty Images

La clave del este y de la alianza fallida

Una de las mayores bases de apoyo de la AfD, como hemos dicho, se encuentra en el este de Alemania. Si a nivel nacional, la AfD tiene alrededor del 20% de apoyo, en esta zona sube a 30%. Esl más popular de los cinco partidos más grandes.

Este respaldo está directamente relacionado con el mensaje del partido de que el cambio es innecesario: los residentes de esta mitad, en particular, tienen más probabilidades que los del oeste de sentirse abandonados por quienes están en el poder y de pensar que la vida era más fácil antes de la reunificación. También es más probable que tengan opiniones xenófobas hacia los inmigrantes y planteen preguntas sobre qué residentes se consideran "suficientemente alemanes", que es una expresión muy usada por la AfD.

Alemania del Este era un estado autoritario que construyó el Muro de Berlín para impedir que sus habitantes se fueran, pero también ofrecía atención sanitaria y programas educativos que los residentes acogieron con agrado. Y después de la caída del Muro de Berlín, muchos alemanes del este sienten que los responsables políticos no priorizan sus necesidades tanto como lo hacen con las del oeste. Lo cuenta bien la propia Merkel en sus memorias

En promedio, los resultados económicos y las oportunidades laborales siguen siendo peores en el este, una dinámica que ha fomentado el resentimiento y las críticas hacia quienes están en el poder. La violencia contra los inmigrantes y los ataques a los centros de refugiados -incendio, vandalismo- también son más comunes en Alemania del Este, que en las últimas décadas ha tenido una población más homogénea que el oeste, y donde los inmigrantes son vistos como competencia directa por la vivienda y el empleo. Sus eslóganes en este lugar van en la línea de resistencia, de que es un error adaptarse, que lo importante es desmontar la "nueva Alemania" que "no es Alemania.

La AfD también ha sacado provecho de la creciente frustración con los partidos en el poder. Actualmente, la coalición gobernante del Partido Socialdemócrata, el Partido Democrático Libre y el Partido Verde, también conocida como la "coalición del semáforo" por los colores rojo, amarillo y verde de sus logotipos, ha sido criticada por los sectores de la derecha y la izquierda por su estancamiento. La coalición gobernante ha alcanzado índices de aprobación muy bajos en los últimos meses: sólo el 19% de todos los votantes alemanes en una encuesta de agosto aprobaron su gobierno.

Todos los socios de la coalición se sitúan en el lado liberal del espectro, pero han tenido diferencias fundamentales en cuestiones clave. Eso ha provocado disenso interno sobre recortes de impuestos y reformas climáticas, por ejemplo, lo que ha llevado a políticas confusas y a menudo ineficaces, como ese proyecto de ley sobre bombas de calor que intentan -sin éxito- complacer a todos los miembros de la coalición y a sus votantes.

"El Gobierno federal, el ampel [semáforo]... yo diría que es un fracaso absoluto, total. ¿Y qué se aplica en el tráfico cuando falla el semáforo? La derecha antes que la izquierda", ironiza Birgit Bessin, directora de la sección de Brandeburgo de la AfD. 

Protesta en Duesseldorf de simpatizantes de AfD contrarios al euro, el 2 de septiembre de 2013.Jan-Philipp Strobel / picture alliance via Getty Images

El ideario

El impacto que ya ha tenido la AFD en la agenda y las temáticas alemanas ofrece un anticipo de lo que significaría el ascenso real del grupo a algún nivel de Gobierno, al federal si es posible a finales de este mes. La relevancia y la resonancia de las declaraciones antiinmigrantes de la AfD ya han impulsado a otros partidos a adoptar posiciones más duras y una retórica igualmente agresiva. Ahí está Scholz y su aceleración de la deportación de solicitantes de asilo rechazados. Eso marca una diferencia brutal respecto a los tiempos de Merkel, los 16 años previos a la llegada del equipo tricolor. Nunca hubiera pasado con la canciller.

Si Alemania quedara bajo el control de la AfD, o de una coalición en la que la AfD fuera un socio clave, eso podría ser devastador para los refugiados y quienes buscan asilo no sólo en el país, sino en toda la UE, ya que ha sido uno de los líderes regionales en estas políticas. Alemania ha representado una gran proporción de los reasentamientos de refugiados en la UE y, como uno de sus miembros más destacados, tiene un papel importante a la hora de marcar el tono de las propuestas del bloque de los Veintisiete.

En el ámbito nacional, las localidades en las que la AFD ha obtenido cierta apariencia de poder también ofrecen un pequeño adelanto de lo que podría ser el impacto del partido. En Sonneberg, un condado del este de Alemania que eligió a una administración de la AfD por primera vez en la historia del país, expresar opiniones extremistas se ha vuelto más común, informa la publicación alemana Taz. "La victoria de la AfD dio a los extremistas de derecha de Sonneberg un punto de apoyo en el centro de la sociedad. Ahora están sentados a la mesa", dice uno de sus entrevistados. 

En otros estados donde AfD está ganando poder local, los líderes tradicionales también se ven cada vez más obligados a depender de sus votos: en el estado oriental de Turingia, la CDU se asoció con AfD para aprobar un recorte de impuestos en el otoño de 2023. Las elecciones de este año podrían acelerar esa integración, aunque ahora en campaña la pose, por ahora, es de cierre de filas. 

No sólo la CDU, también los otros principales partidos de Alemania, del SPD a los Verdes, pasando por los liberales, han rechazado asociarse con AfD para gobernar a nivel nacional. Entrar en coalición es la mejor forma para que este tipo de partidos se vuelvan aceptables, se naturalicen, como ha pasado con la votación sobre inmigración en el Parlamento. 

Los partidos opuestos a los ultras insisten en que Alemania es única, en el sentido de que ha impuesto salvaguardas legales destinadas a impedir que los partidos extremistas lleguen al poder, entre ellas la autorización a la Oficina para la Protección de la Constitución, un organismo gubernamental designado para combatir las acciones antidemocráticas, para declarar inconstitucionales a esos partidos. Estas políticas se pusieron en marcha tras el ascenso de los nazis en un intento de evitar que los horrores del Holocausto se repitieran.

Algunos expertos han llevado a primera plana el debate sobre si esta designación, o sea, un veto, debería aplicarse a AfD, aunque existe la preocupación de que hacerlo podría considerarse antidemocrático dado el gran apoyo que ha obtenido el partido. Los argumentos a favor y en contra chocaron sobre todo hace un año, cuando se supo que en noviembre de 2023 la AfD había tenido en Potsdam un encuentro con grupos de extrema derecha en los que se presentó un "plan maestro" para lograr lo que ciertas facciones extremistas llaman "remigración", es decir, la limpieza étnica de la nación de elementos foráneos. Proponían una deportación masiva de inmigrantes, independientemente de los papeles de que dispongan, si no son lo que se dice arios, alemanes puros. 

Aunque la AfD no defiende formalmente la expulsión de las personas que se encuentran en Alemania de manera legal ni de la población alemana con raíces extranjeras, sus políticos presentes en esta reunión expresaron sí aprobación a esos planes, según varios testigos. Semanas más tarde, sin careta ya, algunos miembros del partido comenzaron a hacer campaña activamente con el lema "remigración". Fue, por eso, una reunión explosiva, pero nadie ha aclarado jurídicamente aún si el partido puede o debe ser sancionado de alguna manera. 

Un detalle extra sobre la prensa libre: en las protestas que convoca AfD, contra la inmigración o hasta las medidas anticovid, no es extraño que salgan apaleados o empujados o apedreados algunos periodistas. Dentro de su retórica antisistema, los informadores están también en la diana y los llama "Lügenpresse" o prensa peligrosa, denunciando hasta el uso de lenguaje inclusivo. Es la misma expresión que usaban los nazis contra las noticias que avisaban de sus planes. 

La suma está clara: ley y orden más orgullo nacional distorsionado, pelea a "la sensiblería uniforme de los partidos", rechazo a la integración europea, cierre de fronteras, veto al Islam que no se "integre" y medidas populistas sobre familia o pensiones para hacer de nuevo a Alemania grande de nuevo, pero sólo a la "auténtica Alemania", si es que alguien puede definir qué es eso. 

El lema "Nunca más es ahora" se proyecta en la Puerta de Brandeburgo para conmemorar el 85 aniversario de la Noche de los Cristales Rotos, el 9 de noviembre de 2023.Jörg Carstensen / picture alliance via Getty Images

La vigilancia y las sanciones

La Oficina Federal para la Protección de la Constitución (Bundesamt für Verfassungsschutz o BfV), que es la agencia de inteligencia nacional que vigila las amenazas extremistas a la democracia alemana, ha incluido a la AfD en la lista de organizaciones extremistas "sospechosas" y ha clasificado a su ala juvenil, Alternativa Joven (que ahora quieren reformar precisamente por su radicalidad), como "extremista". Están catalogadas sí desde abril de 2023. 

Las oficinas de la BfV a nivel estatal en Sajonia, Sajonia-Anhalt y Turingia han ido un paso más allá y han clasificado al partido AfD en su conjunto como extremista. Como organización "sospechosa" de ser extremista, la AfD está sujeta a la recopilación de información de la BfV, incluido el uso de informantes y la vigilancia de personas y sus comunicaciones, indica la Liga Antidifamación. 

Esta organización, que lucha por los derechos humanos, ha recopilado algunas de las lindezas de los líderes de AfD, que dan cuenta de su manera de pensar y sus propósitos. Por ejemplo,  está Björn Höcke, líder del partido AfD en el estado federado de Turingia, que ha sido multado dos veces por un tribunal alemán por utilizar un eslogan nazi prohibido. La frase "Todo por Alemania" ("Alles für Deutschland") era un eslogan de las tropas de asalto nazis y estaba grabada en sus dagas.

En un discurso pronunciado en 2017 ante el ala juvenil de la AfD, Höcke lamentó también la cultura alemana de conmemoración del Holocausto, diciendo: "Nosotros, los alemanes, nuestro pueblo, somos las únicas personas en el mundo que plantamos un monumento de la vergüenza en medio de nuestra capital nacional". Pidió que Alemania dejara de expiar los crímenes nazis y diera un "giro de 180 grados" en la forma en que recuerda su pasado.

Alexander Gauland, cofundador de la AfD, exlíder del partido y actual miembro del Parlamento, ha trivializado también el Holocausto en varias ocasiones. En un discurso pronunciado en 2018 ante el ala juvenil de la AfD, dijo: "Hitler y los nazis son solo una mota de excremento de pájaro en más de 1.000 años de exitosa historia alemana". Gauland también afirmó en 2017 que los alemanes deberían estar "orgullosos de los logros de los soldados alemanes en dos guerras mundiales". Eso incluye a las SS, parece.

Höcke ha utilizado un lenguaje tan extremista que un juez dictaminó que se le podía describir como "fascista" sin temor a una demanda por difamación, porque tal descripción era un “juicio de valor basado en hechos”.

Los líderes de la AfD también han amenazado con deportar a ciudadanos alemanes de ascendencia no étnicamente alemana. En su manifiesto electoral de 2017, la AfD afirmó que la presencia de musulmanes en Alemania constituía una amenaza para el país: "El islam no tiene cabida en Alemania. La AfD considera que la expansión del islam y la presencia de más de cinco millones de musulmanes, cuyo número no deja de crecer, suponen un gran peligro para nuestro Estado, nuestra sociedad y nuestro sistema de valores". Fueron numerosas las denuncias entonces por un supuesto delito de odio. 

También internamente son duros con quienes se muestran más templados en sus planteamientos. Verena Hartmann, una diputada moderada que abandonó el partido en enero de 2020 porque se estaba volviendo demasiado extremista, afirma a la BBC: "Quienes se resisten a este movimiento de extrema derecha son expulsados sin piedad del partido". No todos en la AfD son ideológicamente de extrema derecha, pero cualquiera que esté en el partido o incluso vote por el partido está "apoyando" a un partido que tiene un objetivo de extrema derecha, insiste. 

Por eso los cambios de liderazgo en la formación han sido estos años constantes y  turbulentos. La candidata actual, Weidel, sólo es colíder, porque comparte la cabeza del partido con Tino Chrupalla. Han mandado y siguen influyendo enormemente figuras como la de Alexander Gauland, un abogado y exeditor de prensa que en 2016 habló sobre el futbolista Jérôme Boateng, nacido en Berlín de padre ghanés, diciendo: "[A los alemanes] les gusta como jugador de fútbol, pero no quieren tener un Boateng como vecino". 

También están Björn Höcke, líder en Turingia, el que habló de "vergüenza" por el homenaje a los asesinados en la Shoa, o Jörg Meuthen, calificado como moderado y que, aún así, es capaz de quejarse porque "en algunas ciudades alemanas me cuesta encontrar alemanes en las calles". 

Así son quienes, dicen los sondeos, pueden llevarse casi un cuarto de los votos y pretenden convertirse en llave de gobernabilidad. En la mano de ls electores y de los demás partidos está que toquen o no poder. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.