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Putin gana tiempo, Zelenski sigue firme y Trump se queda sin paz rápida: el atranque del diálogo para Ucrania

Putin gana tiempo, Zelenski sigue firme y Trump se queda sin paz rápida: el atranque del diálogo para Ucrania

Las negociaciones no están en punto muerto, ya que el plan inicial de EEUU, de 28 puntos, va a ser modificado tras nuevos contactos en Ginebra y la alternativa de la UE, pero aún están lejos de cuajar en un documento que ponga fin a la guerra. 

Una carroza de carnaval muestra a Donald Trump y a Vladimir Putin aplastando a Volodimir Zelenski mientras se dan la mano, durante el desfile de carnaval, el 3 de marzo de 2025, en Düsseldorf (Alemania).
Una carroza muestra a Donald Trump y a Vladimir Putin aplastando a Volodimir Zelenski mientras se dan la mano, durante un desfile de carnaval en Düsseldorf (Alemania), el 3 de marzo de 2025.Hesham Elsherif / Getty Images

A Donald Trump le han entrado las prisas. Cansado de tener que estar pendiente de guerras que no lo motivan ni benefician y ansioso por ganarse el Nobel de la Paz, en las últimas semanas ha esprintado para forzar un acuerdo que ponga fin a la invasión rusa de Ucrania, que cumplirá cuatro años en febrero. Los aplausos internacionales recibidos por el alto el fuego en Gaza y la hoja de ruta posterior lo tienen aún encantado y quiere más. Sin embargo, la coyuntura es otra. 

Aquí los ucranianos no pueden hacer de palestinos, disconformes pero sometidos. Ucrania es un país fuerte, de pleno derecho, soberano, con fronteras definidas, que quiere entrar en la Unión Europea, organismo que respalda sus pasos. Si pierde territorio, si se le obliga a tener un Ejército de juguete, si se le veta la entrada en la OTAN, dirá no, como está diciendo. Al otro lado está Rusia, un mastodonte que no tiene prisa por firmar nada: va avanzando en el campo de batalla -pese al alto coste- y su economía aún aguanta las sanciones. Sabe que los primeros borradores han sido favorables a sus exigencias -quedarse con el Donbás y con Crimea, debilitar al ejército de los "nazis", como llama al Gobierno de Kiev- y está en posición de ventaja, ante un Trump que contacto con el presidente ruso, Vladimir Putin, más y antes que con el ucraniano, Volodimir Zelenski

¿Están en punto muerto las negociaciones de paz? En absoluto, pero por ahora no hay avances tangibles. Trump propuso 28 puntos pero esta semana, tras diversos encuentros en Ginebra y en Moscú, se han reducido a un número y con un contenido que no está aún muy claro. Se supone que ahora recogen mejor la visión de Ucrania y de la UE. 

Este viernes, Rusia ha confirmado que ya tiene el nuevo texto, después de que Putin afirmase un día antes, despectivamente, que "no había un plan de paz, había una lista de cuestiones que se han propuesto para ser discutidas". La semana que viene habrá una "conversación" sobre el documento con EEUU, posiblemente con Steve Witkoff, el superenviado de paz de Washington. En los contactos de estos días también ha participado Jared Kushner, yerno de Trump por su matrimonio con Ivanka, que fue asesor suyo en su primer mandato y que ahora no tiene un rol público formal pero está en todas las salsas, empezando por Israel. Al Kremlin no le gusta "un formato tan público, con megáfono", y se niega a dar más detalles de lo por venir. 

Zelenski, por su parte, ha dicho que está dispuesto a verse de nuevo con Trump en cuanto pasase el Día de Acción de Gracias, que fue el jueves pasado, pero desde la Administración norteamericana no se ha informado de ningún encuentro inmediato entre ambos mandatarios. Putin habla poco de estos contactos, pero el viernes sí manifestó que estaría "encantado" de acudir a Budapest (Hungría), que el ultraderechista Viktor Orban ha ofrecido para una cumbre de líderes. No habló de lo importante, no de dónde, sino del qué hablar. 

Vladimir Putin, Donald Trump y Volodimir Zelenski, en imágenes de archivo.
Vladimir Putin, Donald Trump y Volodimir Zelenski, en imágenes de archivo.Getty Images

Las líneas maestras conocidas

Esta semana venimos de un ultimátum que no fue. El presidente de EEUU había dado a Ucrania hasta el jueves como límite para aprobar ese plan de paz de 28 puntos. Según trascendió, la propuesta otorgaba a Rusia grandes extensiones de territorio ucraniano, como Donetsk y Lugansk (juntas forman el preciado Donbas) y restringía las fuerzas armadas ucranianas a 600.000 efectivos, a la vez que ofrecía a Kiev una nueva garantía de seguridad, aunque sin tropas occidentales. Zelenski dijo nada más conocerla que la disyuntiva de esa oferta podría ser "la pérdida de dignidad o el riesgo de perder a un socio clave". 

Al final, visto que la maquinaria negociadora se movía, Trump ha dicho que ese plazo no era más que orientativo, para que las partes se pusieran a hacer algo más que estiramientos. Nadie sabe ahora cuál es el plazo que maneja la Casa Blanca.  

Básicamente, la lectura internacional fue que la propuesta estadounidense era un desastre, porque es descuidada, rápida, como aquel primer dibujo que Trump lanzó el febrero, al inicio de las conversaciones. Y parcial, claro, muy proPutin. La idea de conceder a Rusia toda la región del Donbás incluso sin que el Kremlin la haya conquistado en el campo de batalla (aunque tiene buena parte de ambas, el control dista de ser total y por eso concentra ahí ahora sus ataques) se entiende como una plena recompensa al agresor, a quien lanzó la "operación militar especial", como la llama Putin. 

Sí se había avanzado algo en el lenguaje sobre garantías de seguridad a Ucrania, un aspecto positivo, porque se hablaba de una fuerte vigilancia de EEUU, que podría disuadir a los rusos de más agresiones, aunque la presencia de sus tropas en el terreno sigue estando descartada. Desde el principio, esa tarea se ha dejado en manos de Europa. 

Esta vez se añadía una disposición que estipula que todos los compromisos con Rusia caerán si vuelve a atacar a Ucrania y se planteaba en una situación más de igual a igual el acuerdo sobre minerales y tierras raras entre Ucrania y EEUU, que se planteó de inicio como un expolio.

Los ucranianos están en una situación difícil, porque si rechazan el plan pueden provocar otra explosión de Trump y una retirada aún mayor del apoyo estadounidense a Ucrania, que se ha parado puntualmente en asistencia o inteligencia precisamente por los enfados del presidente. Por eso están intentando no romper la bajara, sino convencer, poniendo por ejemplo las ideas europeas sobre la mesa. 

Leslie Shedd, investigadora no residente del Eurasia Center y ex asesora principal de miembros del Congreso de EEUU, expone que hay que ponerse en la cabeza de Trump para entender por qué ha planteado este texto. "Trump cree que la negativa de su predecesor, Joe Biden, a enviar a Ucrania las armas que necesitaba para repeler completamente a Rusia al principio de la invasión (y antes de que las tropas rusas se atrincheraran dentro del país) creó un estancamiento que es poco probable que Ucrania rompa". Así que, en la mente de Trump, "un acuerdo negociado que incluya la cesión de algunas tierras es probablemente la única manera de detener la matanza", pese a que el Ejército ruso no ha podido conquistar esa victoria en más de tres años y medio de invasión masiva.

Los retos

Se espera que Trump sea receptivo a las opiniones de Europa, dado que varios de esos líderes europeos tienen excelentes relaciones con Trump y le están respondiendo como él pidió: aumentando el gasto en Defensa en la OTAN, comprando armamento norteamericano para Kiev y mostrando su disposición a desplegar tropas europeas sobre el terreno en Ucrania. Eso es bueno para Zelenski, a quien abroncó en febrero en la Casa Blanca y a quien ha llegado a culpar, repetidamente, de la guerra en sí. Eso complica los intentos de Putin de convencer al republicano de todas sus exigencias. El ruso no va a renunciar a su deseo de lograr el control político efectivo de Ucrania, sea como invasor, sea como controlador de un estado satélite a la bielorrusa. Es un problema complejo.

En un dossier especial elaborado por el Atlantic Council, un tanque de pensamiento con sede en EEUU, se augura que la madre del cordero estará ahora en las cuestiones de seguridad, para empezar. John Herbst, director sénior del Centro Eurasia y exembajador de EEUU en Ucrania, indica que partimos de la "idea absurda" que es "recompensar al agresor", sumada a las limitaciones al Ejército ucraniano, "la víctima". Afinar en cuántos soldados puede tener, qué armamento se le permite y cuál no y no darle seguridad de nada será una receta para el fracaso, entiende. Eso choca con el plan de "una paz duradera que convierta a Ucrania en una nación independiente y segura".

El reto, pues, está en ver qué promete Washington. Si esa puerta abierta dejada estos días "resulta ser una garantía de seguridad tan sólida como el Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, sería un avance muy serio y positivo". Los rusos, por supuesto, no lo quieren. "Pero si hubiera una garantía de seguridad bilateral de Estados Unidos, como el Artículo 5, eso sin duda disuadiría futuras agresiones rusas, porque los rusos temen a nuestro ejército, como es debido. Después de todo, ni siquiera pueden vencer al ejército ucraniano, como hemos visto", ahonda. Tendría que haber verdadera claridad sobre lo que significa ese compromiso similar a la OTAN para Ucrania si se llegara a un acuerdo que lo considere el punto clave de seguridad, insiste. 

Moscú se comprometería, al igual que lo hizo en su tratado de paz con Ucrania en la década de 1990 y en el Memorando de Budapest, a respetar la integridad territorial de Ucrania. "Pero la guerra de Moscú contra Ucrania y la anexión de Crimea y otras provincias demuestran que no se puede confiar en que Moscú cumpla sus compromisos", recuerda, además, por lo que es un punto débil, que hay que apuntalar en un acuerdo final.

Otro reto, no menor, son los tiempos. Trump prometió la paz para Ucrania en 24 horas si volvía a ser presidente de EEUU, pero lo dicho en campaña electoral no se ha cumplido. Con esta guerra, va a saltos, a tirones. Para el analista, una vez que ha logrado "cosas notables" como lo de Gaza, el mandatario ahora "se pregunta por qué no puede lograr esto [en Ucrania], y su equipo va de una idea a otra". Eso explicaría las idas y vueltas, el ultimátum y su retirada, la inflexibilidad y la flexibilidad. 

Importa, pues, la visceralidad de Trump e influye en esta negociación, también, el momentum de Zelenski, con un escándalo de corrupción que ha alcanzado hasta a su jefe de gabinete, Andrí Yermak, cuya dimisión fue anunciada el viernes. "En la prensa, se decía claramente que Ucrania estaba perdiendo en el campo de batalla, y que Zelenski se encontraba asediado por la corrupción en Ucrania; ahora es el momento de presionarlo para que haga concesiones", explica. Para el diplomático eso demuestra "una incomprensión de Ucrania". "Por ejemplo, los grupos anticorrupción en Ucrania, la sociedad civil que conozco bien, también son los opositores más firmes a la agresión del Kremlin. Y si Zelenski es débil frente a ellos, lo peor que podría hacer es hacer concesiones imprudentes y peligrosas a Moscú, ¿no?", cuestiona. 

Trump es una figura voluble. Se mueve en una u otra dirección mientras intenta encontrar una solución y ha habido momentos en que eso le ha funcionado, pero no cree Herbst que eso pase ahora, dice sobre los tiempos del otro lado, de Rusia. "No creo que funcione en la guerra actual, porque el objetivo de Putin no ha cambiado. No va a renunciar a su deseo de lograr el control político efectivo de Ucrania", defiende, recordando su política expansionista. Si un acuerdo como el que se ha esbozado hasta ahora entrara en vigor, "Putin podría mantener un perfil bajo durante seis, 12 o 24 meses antes de dar el siguiente paso para apoderarse de más territorio ucraniano, hasta que tenga el Gobierno que desea en Kiev o hasta que tenga tanto territorio que haya reducido a Ucrania a un pequeño estado sin litoral en algún lugar de la parte occidental de su territorio", augura. Es una lectura común entre los analistas occidentales. 

¿Y entonces? "La única manera de que Trump gane el Premio Nobel por poner fin a esta brutal agresión es asegurándose de que Putin no pueda hacerlo (...). La única manera de que Trump consiga la paz que desea es dejándole claro a Putin que pagará un precio muy alto por continuar con su agresión", sostiene. Entiende que el republicano "ha establecido un objetivo que favorece los intereses estadounidenses" y por eso no avanza, porque por una vez no todo es transaccional, como a él le gusta. Putin no quiere soluciones parciales como las que le está ofreciendo, sino que "quiere el control político efectivo de Ucrania". "Eso significa que quiere controlar todas las ciudades a orillas del río Dniéper, de norte a sur, incluyendo especialmente Kiev y Odesa. Quiere asegurarse de que Ucrania, tal como existe tras cualquier acuerdo de paz, no tenga acceso al mar Negro. Y, obviamente, si aceptara el concepto básico de paz del presidente Trump, no podría lograr esos objetivos".

Hay que elegir qué es más importante: una relación amistosa con un agresor, que no es especialmente proUSA, o una paz duradera. "La única manera de lograrla es dificultarle a Putin la continuación de su guerra de agresión". ¿Y cómo? Con más armas, medios y dinero para Ucrania y con más sanciones. Es la única manera de desatascar la crisis. Putin, entiende, piensa que ha superado a otros líderes occidentales, uno tras otro, y sigue en el poder, por lo que piensa que puede también "sobrevivir" a Trump. "Creo que Trump es demasiado inteligente como para permitir que Putin lo haga", pero tiene que imponer una "postura firme" que lleve a la Federación Rusa a firmar. Por eso concluye que "estamos muy, muy, muy lejos de una verdadera negociación final. Esto es sólo una vuelta más de tuerca y tendremos muchas más en el futuro". 

Rescatistas trasladan el cuerpo de una persona asesinada por Rusia en el ataque a un bloque de viviendas en Poltava (Ucrania), el 1 de febrero de 2025.Sofiia Gatilova / Reuters

El campo de batalla

En el campo de batalla, el invierno se va asentando, pero por ahora no paraliza los choques entre los dos ejércitos ni los avances, costosos, de Rusia. Sin embargo, pese al triunfalismo de propaganda de Rusia, las cosas no están tan claras para su victoria, como informa el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés) en su informe de situación más reciente

"Los datos sobre el ritmo de avance de las fuerzas rusas indican que una victoria militar rusa en Ucrania no es inevitable, y que una rápida toma del resto del óblast de Donetsk por parte de Rusia no es inminente", sostienen sus analistas, de referencia a lo largo de este conflicto. Pese a ello, destacan la reflexión de un alto oficial militar estadounidense, que ha declarado que la guerra "sólo empeorará para Ucrania, ya que Rusia puede luchar indefinidamente y que es mejor para Ucrania negociar un acuerdo de paz ahora que negociar desde una posición más débil más adelante".

El Kremlin, recuerda el tanque de pensamiento, "ha impulsado constantemente la narrativa de que una victoria rusa es inevitable", sobre todo desde que surgieron los primeros informes sobre la propuesta de paz de 28 puntos, con el fin de presionar a Ucrania y Occidente a acceder a las demandas rusas. Sin embargo, "la realidad en el campo de batalla indica que una victoria rusa en Ucrania está lejos de ser segura", repiden. Los datos concretos sobre el ritmo de avance ruso no indican que las fuerzas rusas vayan a tomar el resto de Donetsk de forma inminente y por ahora han priorizado completar la toma de Pokrovsk y Myrnohrad, "pero han sido lentas en hacerlo ya que las fuerzas ucranianas han frenado con éxito el ritmo de avance ruso en Pokrovsk a paso de pie". 

Las fuerzas rusas entraron en Pokrovsk por primera vez el 31 de julio y han avanzado un promedio de 0,12 kilómetros por día, hasta el 26 de noviembre. No han tomado la ciudad, una ciudad de 11,5 millas cuadradas (unos 30 kilómetros cuadrados), a pesar de operar dentro de la ciudad durante más de 118 días. "El ISW sólo ha observado evidencia para evaluar que las fuerzas rusas han consolidado avances en el 66% de Pokrovsk, un porcentaje bajo dado el tiempo y la mano de obra (elementos de al menos dos ejércitos de armas combinadas) que Rusia ha dedicado a continuar con este esfuerzo", señala el parte.

Un análisis de la evolución de los frentes indica que el ritmo de avance ruso en el teatro de operaciones se intensificó desde la cumbre de Alaska entre Putin y Trump, el 15 de agosto, como si hubiera entrado la prisa por si tenían que callar las armas. Las fuerzas rusas han ido avanzando un promedio de 9,3 kilómetros cuadrados por día en todo el teatro de operaciones, pero nada determinante. "Las fuerzas rusas podrían apoderarse del resto del óblast de Donetsk en poder de Ucrania para agosto de 2027, suponiendo un ritmo de avance ruso constante", resume gráficamente el ISW. 

Avisa de que hay que estar atentos ahora a Dnipropetrovsk y Zaporizhia, donde ha habido actividad en las últimas semanas, "inflando el ritmo de avance en todo el teatro de operaciones en comparación con el ritmo de avance comparativamente más lento de las fuerzas rusas en el óblast de Donetsk". En otros puntos, como el sur, "los recientes avances rusos en otras zonas del frente han sido, en gran medida, oportunistas y han aprovechado las condiciones climáticas estacionales". Con eso no se gana la guerra, mientras se agrande el desgaste y la muerte. 

A tenor de lo que se ve en las trincheras y en los despachos, aún queda bastante de todo eso que acumular. 

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

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Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

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