¿Qué hará Trump en Venezuela? El abanico de opciones que baraja contra Maduro
Desde hoy, EEUU considera el cartel de los Soles como un grupo terrorista extranjero y eso desbloquea una nueva manera de pelear contra él y contra sus líderes, entre los que sitúa al presidente de Venezuela. ¿Busca su cabeza?
"Basta un disparo y quién sabe cómo terminará esto". Habla Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, "preocupado al máximo" por lo que puede pasar en el futuro inmediato entre Estados Unidos y Venezuela y, con ellos, en todo el continente americano. Lula se desgañita estos días al ofrecer su mediación entre Washington y Caracas para seguir viviendo "en una zona de paz", pero parece el único con ese afán. Vale cualquier metáfora, de las espadas en alto al ruido de sables. La verdad es que se ve fea esta crisis.
La tensión entre los dos países ha ido creciendo especialmente desde septiembre, cuando el presidente de EEUU, Donald Trump, ordenó atacar lanchas de supuestos narcotraficantes en el mar Caribe, cerca de Venezuela. Desde entonces, ha hundido 21 naves y ha matado a 83 personas, sin aportar ni una prueba de las supuestas maniobras criminales que se traían. También ha ordenado el mayor despliegue militar en la zona en décadas, incluyendo el mayor portaaviones de su Ejército, y ha anunciado una operación llamada Lanza del sur, de la que no aporta detalles pero que busca expulsar a los "narcoterroristas" de su hemisferio y proteger a EEUU "de las drogas".
Este lunes, la presión de la Casa Blanca se ha multiplicado sensiblemente con la entrada en vigor de la declaración del cartel de los Soles como grupo terrorista extranjero (FTO). Eso desbloquea una nueva manera de pelear contra el grupo mafioso, de origen venezolano, y contra sus líderes, entre los que sitúa al presidente Nicolás Maduro, y a buena parte de su Gobierno. Y dispara de inmediato las especulaciones sobre cómo va a actuar ahora la Administración Trump contra el chavismo, con herramientas que lo avalan jurídicamente y sin necesidad ni de dar cuenta al Congreso -ya no hablamos ni de pedirle permiso- para iniciar una ofensiva armada si la seguridad nacional lo requiere.
¿Sólo quiere detener el flujo de drogas, tan dañino para EEUU? ¿O quiere apretar a Caracas para sacarle beneficios en inmigración o petróleo? ¿Quizá busca directamente la cabeza de Maduro?
Un cartel y una orden
Para entender lo que se puede venir, primero hay que explicar qué es esto del cartel de los Soles y por qué implica a Maduro y su gente.
El pasado 16 de noviembre, el Departamento de Estado norteamericano anunció que este 24 del mismo mes comenzaba a ser considerado por Washington como "organización terrorista extranjera". "Con sede en Venezuela, el cartel de los Soles es dirigido por Nicolás Maduro y otros altos cargos del régimen ilegítimo de Maduro que han corrompido al ejército, los servicios de inteligencia, la legislatura y la judicatura de Venezuela. Ni Maduro ni sus compinches representan al gobierno legítimo de Venezuela", expuso literalmente. "El cartel de los Soles, junto con otras organizaciones terroristas extranjeras designadas, como Tren de Aragua y el cartel de Sinaloa, son responsables de la violencia terrorista en todo nuestro hemisferio, así como del tráfico de drogas a Estados Unidos y Europa", ahonda su comunicado.
Los Soles se llaman así por las insignias en los uniformes de los generales venezolanos. En sus hombros, generalmente portan grandes soles amarillos para identificarlos por su rango en la Fuerza Armada de Venezuela. La relación, dice EEUU, es directa. Según Insight Crime, un grupo de expertos que investiga temas de crimen organizado, el término se usó por primera vez en 1993 y se refería a dos generales de la Guardia Nacional de Venezuela que fueron investigados por cargos de corrupción, sobre todo. Más tarde, el nombre comenzó a emplearse frecuentemente, en especial, desde mediados de los años 2000, cuando varios integrantes de los distintos componentes de la Fuerza Armada "asumieron roles más activos en el tráfico de droga", asegura este tanque de pensamiento en uno de sus más recientes reportes, de septiembre de 2025.
En su seguimiento, han detectado que "no se trata de un grupo jerárquico o ideológico", que "no es una organización tradicional de drogas verticalmente organizada, sino una serie de células normalmente desconectadas incorporada dentro de las fuerzas militares de Venezuela". Este sistema habría facilitado a los militares el acceso a rentas criminales con el objetivo de asegurar su lealtad, añade.
En repetidas ocasiones, Caracas ha negado la existencia del Cartel de los Soles como tal. Sus máximos representantes aseguran que se trata de una falsa narrativa que se quiere imponer para provocar la salida del poder de Maduro, el sucesor de Hugo Chávez, instaurador de la corriente en el mando. El ministro de Relaciones Interiores, Diosdado Cabello, dijo hace pocos días: "De repente, desempolvaron una cosa que ellos llaman el Cartel de los Soles, que jamás y nunca han podido comprobar, porque no existe. Es la narrativa del imperialismo". El escenario: un congreso sobre el consumo de drogas y delincuencia juvenil, precisamente.
EEUU insiste en que los narcos mandan desde el Ejecutivo de Maduro, que han corrompido al Ejército bolivariano, también a sus servicios de inteligencia, la legislatura y la judicatura, y que sus mandos son responsables no sólo de tráfico de drogas sino de violencia terrorista. Por eso, en marzo de 2020 -en el último año del primer mandato de Trump- se dio el primer paso formal en su contra: Maduro y 14 funcionarios venezolanos fueron acusados por el Departamento de Justicia de EEUU por "narcoterrorismo" y conspiración para importar cocaína. Fue la primera acusación federal formal.
Ya en marzo de 2025 -con el republicano de regreso al Despacho Oval-, la Casa Blanca invocó la Alien Enemies Act (o Leyes de Extranjería y Sedición) respecto al Tren de Aragua, uno de los grupos de traficantes que se supone que conforman los Soles, lo que supuso elevar a la organización como una amenaza para la seguridad nacional. En julio de este año, se aceleraron las cosas con la decisión del Tesoro norteamericano de nombrarlos Specially Designated Global Terrorist (Terrorista Global Especialmente Designado o SDGT), que es una persona o entidad señalada por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) por participar en actividades terroristas o apoyarlas. Abría la puerta ya a congelaciones de activos, por ejemplo, como medida de presión.
Washington no ha dejado morir el asunto: en agosto duplicó la recompensa contra Maduro por su supuesto papel en la trama narco, señalándolo como el jefe, y ya entre septiembre y noviembre cargó contra las lanchas y movilizó a sus Fuerzas Armadas en el sur del mar Caribe, con buques, submarinos, aeronaves o fuerzas de inteligencia. De lo económico pasó a lo defensivo. Así hasta que el Departamento de Estado dio la puntilla final, que hoy entra en vigor.
¿Qué supone esto, presión aparte? Pues la adquisición por parte de EEUU de nuevas herramientas legales y militares para atacar, si quiere, a Venezuela. Desde ya puede dar pasos que ahora estarán tipificados como lucha antiterrorista, desde sanciones más duras e inmovilización de activos que antes escapaban a sus manos a un jugoso veto de proveer asistencia. Esto último supone que está en juego la ayuda que se le preste a Maduro, en lo doméstico y en lo internacional, porque se entiende como asistir a quien trata de atentar contra EEUU.
Si nos atenemos a las sanciones, claramente ya había castigos de este tipo antes, pero eran individuales. Ahora pueden convertirse en colectivas. Por ejemplo, se puede considerar que todos los generales venezolanos están implicados con los narcos y congelar o incautar sus bienes. Lo mismo pasa con un juez: si antes dejaba libre a un traficante, como mucho se le podían considerar corrupto, pero ahora puede ser señalado de cómplice por prestar "apoyo material" directo. Hay cientos de funcionarios, pues, susceptibles de ser castigados por los estadounidenses.
Además de colectivas, estas sanciones nuevas pueden ser preventivas, para reducir supuestos riesgos de seguridad, lo que debilita más aún al régimen, eliminando las posibilidades de un apoyo nacional o internacional, aumentando los costes de apoyar a Maduro, sobre todo el la región (un mensaje con Colombia, por ejemplo, en la diana).
Parece transparente que con la sucesión de movimientos contra el cartel de los Soles en particular busca especialmente amedrentar a los socios de Maduro, disminuir sus apoyos dentro y fuera de Venezuela, deslegitimando esa lectura asentada en el país de que si no se apoya al oficialismo, llegará el caos, una narrativa que ha mantenido las filas prietas. Con la posible acusación de colaboracionismo y sus consecuencias, los bancos o las empresas pueden verse forzadas a cooperar, dando información clave.
Así espera tener un mayor aislamiento de los inquilinos del Palacio de Miraflores, porque aunque a veces se traslada una visión monolítica del poder en Venezuela, lo cierto es que tiene sus fisuras: tras la muerte de Chávez, se firmó una especie de entente para mantener la calma en el país, cuando se dudaba del nuevo liderazgo, de quién relevaría al gran líder. Hubo consenso para no tener disputas pero eso no quiere decir que todo el chavismo piense como Maduro. EEUU quiere hacer que el coste de cooperar con él sea tan alto que no compense, hasta la delación si es posible. Quiere romper esa coalición interna.
Hay una cosa clara: el cartel perseguido es una amenaza, cierto, pero la realidad es que entre el 75% y 80% de todos los narcóticos ilegales que llegan a EEUU pasan por el Pacífico, no por el Caribe y no por Venezuela. Así que, drogas aparte, debe haber un interés mayor en todo esto.
Qué y para qué
EEUU parte de la base de que Maduro no tiene legitimidad, ni por su acercamiento a las mafias ni por el resultado electoral de hace año y medio (para Washington, los opositores son los legítimos ganadores de las elecciones). Por eso, opta por desplegar un abanico de opciones en su contra que entiende justificadas. ¿Incluso la vía militar? "Nos permite hacerlo, pero no hemos dicho que vayamos a hacerlo", explica Pete Hegseth, el secretario de la Guerra. De momento, sabe que el marco de seguridad en la zona ha cambiado por completo y la incertidumbre es máxima.
Lo cierto es que Trump no deja de mandar señales contradictorias sobre Venezuela, así que nadie tiene ni idea, con franqueza, de cuál es su meta final. Su ambigüedad estratégica, marca de la casa, hace que por un lado amenace -"No descarto nada. Simplemente, tenemos que solucionar lo de Venezuela"- y por otro tienda la mano -"Ellos quieren hablar"-. Desde que inició su segundo mandato, ha levantado sanciones al país y ha negociado intercambios de prisioneros, pero también ha sacado toda su artillería en la zona, ha declarado terrorista a Maduro por extensión y ha anunciado, hace dos semanas, nuevas negociaciones.
Tanto The New York Times como la agencia Reuters han publicado que EEUU está listo para lanzar una nueva fase de operaciones relacionadas con Venezuela en los próximos días. No se sabe qué se ha autorizado, no se sabe para cuándo, pero el visto bueno está dado para prepararse, no necesariamente para atacar. Ya el pasado octubre, la Casa Blanca autorizó operaciones encubiertas de la CIA en el país caribeño y ahora se abriría la mano a operaciones armadas. Ambos medios citan que, de inicio, lo que se baraja son acciones de sabotaje, operaciones psicológicas, cibernéticas o de información y, como mucho, ataques sobre el terreno pero de los llamados quirúrgicos, puntuales, en pistas usadas por los narcos para el transporte de su droga, silos y almacenes.
Sostiene el Times que los asesores de Trump le han entregado una lista de posibles objetivos de los carteles que podrían ser atacados y que el Pentágono tiene ya un plan de agresión a unidades militares cercanas a Maduro. En ambos casos, se esperaría algún tipo de acción encubierta previa por parte de los servicios secretos estadounidenses.
Este medio recuerda, no obstante, que EEUU acaba de reabrir, en paralelo, un canal de negociación con el Gobierno caraqueño, porque es capaz de llamar a Maduro terrorista y, a la vez, tratar de sacarle algún beneficio. Es la misma dinámica que ha seguido con la imposición de aranceles, dice, a nivel mundial. ¿Qué puede vender, en este caso, como una victoria?
Entre las cesiones que Trump querría sacar a Maduro está un posible acceso de empresas de su país al petróleo de Venezuela y el Geoff Ramsey, analista del Atlantic Council, añade más sobre eso. Entiende que "que la Casa Blanca probablemente estará muy interesada en impulsar los intereses energéticos. Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del planeta. Pero espero que cualquier acuerdo con Maduro enfatice la necesidad de una transición pacífica y democrática. Maduro perdió las elecciones del año pasado, pero aun así las robó. Y los venezolanos anhelan un cambio, y creo que merecen una salida pacífica y democrática", indica. Igualmente, cree que "este Gobierno se centrará mucho en la política migratoria, en asegurar que Venezuela acepte de nuevo a los cientos de miles de inmigrantes venezolanos que han perdido su estatus legal debido a la decisión de este gobierno de eliminar el Estatus de Protección Temporal (TPS) para unos 700.000 venezolanos en el país", explica.
Tampoco es descartable que Maduro entregue la cabeza de alguno de sus colaboradores (civiles o militares) para contentar a la Casa Blanca o acate, llegado el momento, una salida, como un exilio voluntario. Mientras llega la encrucijada, resiste.
Dos compañeros del mismo tanque de pensamiento washingtoniano, Jason Marczak y Matt Kroenig, en un análisis de urgencia difundido por el Council, insisten en que Trump "no tiene claro" su verdadero objetivo con esta escalada. Si se va a conformar con una mejora en la seguridad fronteriza, empezando por la droga y siguiendo, si puede, con la inmigración, o si quiere sacar a Maduro del poder como sea. Que va a seguir atacando barcos es lo único claro, pero cuando hay senadores de su partido, el Republicano, que dicen que lo que mejor puede hacer el presidente venezolano es exiliarse a Rusia o a China (aliados de Caracas), las alertas se disparan.
"EEUU ha tenido una política de larga data contra el asesinato de líderes extranjeros, pero a Trump no parece importarle romper las normas", llega a decir Kroenig, director sénior del Centro Scowcroft de Estrategia y Seguridad del Atlantic Council. De entrar a por él, haría falta una operación ultraplanificada, con unidades de élite y enorme riesgo. Complicado.
Su colega Marczak, director sénior del Centro para América Latina Adrienne Arsht del mismo tanque de pensamiento, remarca que lo declarado es que su principal objetivo es detener el flujo de drogas ilícitas hacia EEUU, pero que hay que entender estos movimientos también como "una señal para otros países de la región y del mundo de la seriedad con la que esta Administración se toma la seguridad y la lucha contra el tráfico de drogas". Colombia es el caso más claro, pero no el único: en la próxima Estrategia de Defensa Nacional (EDN) se espera que el hemisferio occidental tome protagonismo, más allá de China y el Indopacífico, y Trump estaría tanteando ya el terreno sobre lo que puede o no puede hacer en la zona.
Y también añade que hay un empeño personal del actual secretario de Estado, Marco Rubio, de origen cubano, contra lo que suene a totalitario. En el movimiento MAGA, el más cercano a Trump, siempre han sido recelosos al gasto en defensa por conflictos lejanos, como Afganistán o Irak, pero "por ahora, todos están alineados a favor de una mayor presión contra Venezuela" si hay que hacer algo. Trump, preguntado sobre Maduro, "considera que sus días están contados. La pregunta es, ¿hasta qué punto llegará Estados Unidos para impulsar la destitución de Maduro?".
Ambos comparten que esperan que, en algún momento, "se produzcan ataques limitados en territorio venezolano, vinculados al tráfico ilícito de drogas". Entrarían dentro de eso que Trump llama "paz mediante la fuerza", que implica, por ejemplo, ayudar a Israel en su ataque a Irán. No tiene miedo a ello, mientras no comprometa la seguridad de sus soldados. Aunque es obsoleto, Venezuela cuenta con un sistema de defensa aérea, tampoco hay que olvidarlo a la hora de afrontar posibles daños. "Sin embargo, lo que no esperaría ver es una operación de cambio de régimen a gran escala, con presencia física, como la de Panamá o Granada. Me cuesta imaginar que la administración Trump-Vance opte por ese tipo de acción militar", señala Kroenig.
¿A por Maduro?
Ir a por Maduro, de alguna manera, también puede encajarse en esa filosofía de paz mediante fuerza. Derrocarlo, en realidad, no es una idea nueva. A lo largo de los años, ha habido varios intentos de alejarlo del poder, que han sido reprimidos con bastante rapidez. Existen agentes cubanos integrados en el Ejército venezolano, capaces de informar rápidamente sobre cualquier actividad rebelde, recuerdan los analistas. Además, durante los últimos 25 años, las autoridades venezolanas se han asegurado de minimizar la comunicación entre las diferentes unidades militares para dificultar un levantamiento masivo.
Y además siguen teniendo el apoyo de la mayor parte de los uniformados, aunque ambos analistas dicen que es más por miedo o por beneficios económicos que por verdadera lealtad, lo que hace más fácil un viraje. El intento más notable de derrocar a Maduro tuvo lugar hace cinco años, conocido como Operación Gedeón, pero no cuajó. Tampoco el presidente proclamado de Venezuela, Juan Guaidó, lo logró durante el más ilusionante levantamiento opositor de los últimos años.
"Una de las maneras en que Maduro mantiene su control sobre las fuerzas armadas es mediante actividades ilícitas -dice Marczak- que enriquecen al régimen y, por ende, a los generales. Por lo tanto, si logramos reducir significativamente la capacidad de Venezuela para participar en actividades ilícitas -ya sea narcotráfico, minería de oro, tráfico de armas, tráfico de personas, etc.-, Maduro tendrá menos recursos para sobornar a sus generales, lo que, con suerte, puede generar en las fuerzas armadas el deseo de buscar un camino diferente al que depende de Maduro", insiste.
El contexto en Venezuela también es fundamental. A diferencia de otros países donde EEUU ha intervenido para derrocar a un dictador sin un sucesor democrático claro, existen líderes claros en espera. Hace un año se celebraron elecciones en las que Edmundo González, según todas las actas de votación publicadas, fue elegido presidente. Actualmente vive en el exilio, en Madrid. María Corina Machado, ganadora del Premio Nobel de la Paz, se encuentra en Venezuela luchando por el gobierno que se eligió hace un año. El país también cuenta con vastos recursos naturales y reservas petroleras cruciales que le proporcionan recursos económicos clave y existe un deseo regional de contribuir a la estabilidad del país.
Ahora, Maduro supuestamente ha ofrecido dejar el poder, en unos dos años, indicó el New York Times. Su Gobierno ha declarado que esas ofertas han sido rechazadas. Pero lo que debemos evitar, en caso de que Maduro deje el poder, "es que otro de sus secuaces simplemente asuma la presidencia". "Existe un sólido apoyo a la oposición democrática en Venezuela, pero se trata de dejar claro también a los militares venezolanos que su futuro depende de respetar una transición que se adhiera a los principios democráticos", ahonda. "Mientras las fuerzas de seguridad estén dispuestas a matar a civiles inocentes para mantener a Maduro o a sus sucesores en el poder, la capacidad de Estados Unidos para impulsar un cambio de régimen desde la distancia es limitada. La sola salida de Maduro probablemente no sea suficiente para lograr los objetivos que busca la Administración Trump", abunda su compañero.