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Un asedio acelerado y una fecha en rojo en el calendario internacional: ¿a qué juega Netanyahu?

Un asedio acelerado y una fecha en rojo en el calendario internacional: ¿a qué juega Netanyahu?

En las últimas semanas, el Gobierno israelí ha aprobado importantes decisiones que suponen un antes y un después, traspasando líneas rojas del derecho internacional con las que no se había atrevido antes. ¿Qué está cambiando?

Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, en una imagen de archivo.
Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, en una imagen de archivo.EFE/EPA/Ronen Zvulun / POOL

Desde que el Gobierno de Israel lanzó su campaña militar sobre la Franja de Gaza, en respuesta a los brutales atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023, el número de palestinos asesinados ya supera los 62.000, según el último balance del Ministerio de Sanidad gazatí. En todo este tiempo, han asediado y bombardeado asiduamente el enclave palestino, acabando con la infraestructura sanitaria y servicios básicos de luz y agua a una población que vive en hambruna declarada por la ONU. Solo a principios de año, 6 de cada 10 edificios habían resultado dañados.

Y todas estas cifras amenazan con seguir creciendo ante las últimas decisiones el Ejecutivo que el Likud de Netanyahu comparte en coalición con los ultranacionalistas. Una serie de medidas que no solo suponen un antes y un después en la manera de proceder de Israel, sino que simbolizan el traspaso de líneas rojas del derecho internacional que no se habían cuestionado anteriormente.

En una misma jornada, el Ministerio de Defensa -al cargo del anterior jefe de la diplomacia de Netanyahu- y el Ministerio de Finanzas -en manos del ala ultra encarnada en el colono Bezalel Smotrich- activaron dos planes que hacen oídos sordos de las advertencias de buena parte de la comunidad internacional y conforman un auténtico torpedo a la 'solución de los dos Estados'. Es decir, a cualquier aspiración de que se constituya un futuro Estado palestino con conexión entre Gaza y Cisjordania.

Se trata del visto bueno de Defensa a la segunda fase de la operación Carros de Gedeón, para apoderarse por la fuerza de Ciudad de Gaza, erradicar a las fuerzas de Hamás y posteriormente entregarla a una autoridad desarmada que se comprometa a no atacar a Israel y sea independiente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). También es la misma operación de la que Naciones Unidas advierte que tendrá "consecuencias catastróficas", al obligar al desalojo de un millón de refugiados que malviven hacinados y entre las ruinas, lo que se traducirá "en más asesinatos, más sufrimiento insoportable, destrucción sin sentido y crímenes atroces". Y también es la misma campaña a la que el propio Ejército israelí se opuso, alertando de que pone en riesgo la vida de los rehenes que siguen en la Franja.

Pero también se trata del descongelamiento, después de 20 años sin atreverse a dar tal paso, del plan para expandir colonias en Jerusalén Este, 3.400 viviendas en la zona 'E1' que tienen un objetivo más allá de la propia expansión. Buscan -de forma reconocida- crear una barrera que aísle a las grandes urbes de la Cisjordania ocupada, Ramala y Belén, de la que es la capital de Palestina para aquellos países que sí reconocen el Estado palestino. ¿Qué ha cambiado ahora para que el Gobierno de Netanyahu esté pisando el acelerador de las reivindicaciones más extremistas? Estos son los principales factores que entran en juego.

Tanques a las puertas de Ciudad de Gaza: negociadores en la mesa

Si bien Israel ha estado poniendo trabas y obstaculizando el llegar a otro acuerdo de alto al fuego o a nuevos canjes de rehenes y liberación de presos palestinos, la situación ha dado un vuelco en las últimas 48 horas. Entronca directamente con el contexto en el que se dio luz verde a la toma de Ciudad de Gaza, justo después de que Hamás aceptase la propuesta de tregua de la mediación catarí y egipcia. Sin respuesta a esta, Israel amanecía con la noticia de que 60.000 reservistas más serían llamados a filas las próximas semanas para tomar la urbe gazatí y que eso requería de que otros 70.000 reservistas aún no pudiesen volver a sus casas.

Pero todo cambió tras la última rúbrica en el gabinete del primer ministro. En el anuncio oficial de la operación, Netanyahu desveló también que había ordenado "iniciar negociaciones inmediatas para la liberación de todos nuestros rehenes y para el fin de la guerra en términos aceptables para Israel". Con el paso de las horas, el escenario acumuló más contradicciones. A las exigencias al personal sanitario y de organizaciones humanitarias presentes en la Franja de que iniciasen la evacuación de un millón de refugiados se sumó otra demanda que incorporaba la negociación. 

Con los tanques a las puerta de Ciudad de Gaza, el Ministerio de Defensa de Israel reclamó a Hamás que llegase a un acuerdo, bajo la amenaza de destruir esta área urbana: "Pronto las puertas del infierno se abrirán". Cabe destacar que esa petición incluía que el acuerdo sea bajo las condiciones de Israel, con la liberación de todos los rehenes, el desarme de Hamás, pero también el control israelí de todo el perímetro de la Franja y el veto a la ANP -el Gobierno palestino al que reconoce la comunidad internacional-. 

La propuesta anterior que el grupo armado había aceptado incluía un canje de 10 rehenes por 150 presos -renunciando a los que están en cadena perpetua- y la entrega de todos los cadáveres de los fallecidos a cambio de 60 días de tregua, más ayuda humanitaria y cediendo también en el tamaño de la zona de amortiguación. Ambas cesiones respondían a puntos de choque con Israel en la ronda anterior de las negociaciones.

Por otro lado, se ha registrado una evidente aceleración de los planes de una operación militar de gran magnitud y que el Ejército aprobó advirtiendo de los riesgos que conlleva tanto para las tropas como para los secuestrados. El pasado miércoles, el mismo día en que Hamás advertía de que Israel solo estaba obstaculizando la negociación, Netanyahu dio orden de acortar los plazos para la invasión de Ciudad de Gaza. En la jornada anterior fue Catar quien le pedía una respuesta "rápida y positiva" a la propuesta. En lugar de esta, llegaron otro tipo de mensajes, pero para la población israelí: "Juntos ganaremos".

Septiembre, o el fin de plazo para activar la presión internacional (con permiso de la nacional)

A pesar de un EEUU que ha vetado todas las propuestas de alto al fuego en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas -o ha votado en contra en la Asamblea-, cuyo presidente ha catalogado a Netanyahu como un "héroe de guerra" y supone el principal suministrador de armamento a Tel Aviv; lo cierto es que algo sí ha cambiado en el ámbito de la comunidad internacional y en la presión que algunos Estados están dispuestos a ejercer. De hecho, toda esta aceleración de los planes para tomar la gran ciudad de la Franja se produce bajo el contexto de unas hojas del calendario que se aproximan a un septiembre marcado en rojo.

La comunidad internacional viene respondiendo de forma desigual en materia de condenas, reproches y críticas a Israel por el volumen de víctimas mortales en Gaza y las penosas condiciones a las que está sometida la población. Por ejemplo, mientras que los mensajes políticos que se envían desde la Unión Europea se formulan en un tono contundente, destaca la falsa de consenso comunitario a la hora de establecer sanciones económicas y armamentísticas o medidas reales y efectivas para forzar el fin de la invasión de Gaza. Llegó a julio sin lograr lo que es una consideración de mínimos para algunos países de los Veintisiete, la revisión del Acuerdo de Asociación de la UE con Israel.

Pero sí hay un viejo fantasma al que teme Israel y que no ha dejado de sobrevolar desde que se produjera una cascada de anuncios que ya había amenazado con desatarse un año antes, cuando España, Irlanda y Noruega se sumaron a los otros países que ya reconocían al Estado palestino. Hasta sumar la cifra de 147. Y no cualquier tipo de reconocimiento, sino el que defiende que el territorio de Palestina debe estar conectado entre Gaza y Cisjordania y cuya capital está en Jerusalén Este. Con ese telón de fondo, un grupo de países históricamente aliados y alineados con Israel se dispone a hacer lo mismo a lo largo del próximo mes de septiembre: Francia, Reino Unido y Canadá.

Los tres son países con asiento en el G7, dos en el Consejo de Seguridad, y, en el caso galo, un miembro con peso en la Unión. Y todos ellos tienen potencial de contribuir a un efecto dominó que arrastre a otras potencias occidentales a hacer lo mismo. Con todo, cada caso es particular y diferente. Macron tomó la delantera y anunció que habría reconocimiento en un contexto de presión a Reino Unido, Alemania e Italia. Funcionó en Londres, donde el premier Keir Starmer lo transformó en una suerte de amenaza, estableciendo la posibilidad de que Israel evitase ese reconocimiento: "A menos que el Gobierno israelí tome medidas sustanciales para poner fin a la terrible situación en Gaza, acuerde un alto el fuego y se comprometa con una paz sostenible a largo plazo, reavivando la perspectiva de una 'solución de dos Estados'".

Canadá se sumó, pero marcando perfil propio, puesto que llegó a una serie de acuerdos con la ANP que pasan por una reforma del Gobierno palestino, elecciones generales en 2026 sin Hamás y renunciar a un Estado militarizado. Pero lo que de verdad ha hecho saltar las alarmas de la diplomacia israelí fue el repentino mensaje que llegó desde Berlín. Alemania no daría el paso de un reconocimiento al que siempre se ha resistido, pero sí presionaría por otro lado. Uno del que Israel depende especialmente. El canciller federal, el conservador Friedrich Merz, anunció la misma decisión por la que había preguntado en el Congreso y acorralado a su antecesor, el socialdemócrata Olaf Scholz, en el pasado. 

Merz aseguró que se suspendía cualquier tipo de suministro de armamento o equipamiento militar a Israel susceptible de ser empleado en Gaza, citando directamente la operación para tomar Ciudad de Gaza. Y Alemania es el segundo país en materia de exportación de armas. Berlín necesitaba no quedarse al margen de la diplomacia internacional, pero sin dar el paso en un reconocimiento que causa especial polémica en la política doméstica del país que vio cómo se asesinaban a seis millones de personas, una gran mayoría por el mero hecho de ser judíos.

Hay un factor más que se suma esta lista de presiones que juegan en contra del primer ministro israelí y los ultras. Siempre ha estado presente, pero después de desvelarse que Netanyahu planeaba entrar con todo en Ciudad de Gaza, se ha reactivado con mayor fuerza. El pasado domingo, la sociedad civil israelí y distintos colectivos consumaron una huelga general histórica, con una manifestación de 200.000 personas. Reclamaron a Netanyahu que enterrase los planes de la operación y alcanzase un pacto con Hamás en el que se libere a los rehenes y se logre la tregua definitiva.

Entonces, ¿a qué juega Netanyahu?

En esa línea, Netanyahu lleva años haciendo malabares políticos para poder mantener el Ejecutivo que ha sufrido varias salidas e incorporaciones y sobre el que incluso planearon distintas mociones de censura, en mayo y en junio, al tambalearse de forma momentánea el apoyo de dos formaciones ultra ortodoxas, con las que mantienen un conflicto al haber perdido este colectivo el derecho de exención militar. El hecho de ponerle con prisas el casco y el fusil a otros 60.000 reservistas augura más protestas y resistencia en la calle. 

En resumidas cuentas, el Gobierno y los planes de Netanyahu se producen en un escenario en el que sabe que el próximo mes tendrá que enfrentarse a un espaldarazo diplomático sin precedentes de la 'solución de los dos Estados', que solo podría amortiguar sin poner un pie en Ciudad de Gaza. Con parte de la ciudadanía y las asociaciones de familiares y allegados de los rehenes al pie de la pancarta, pero también con un EEUU, su mayor aliado, que ha ido mutando su discurso respecto a Gaza. 

De aquella propuesta presentada con un vídeo realizado por inteligencia artificial, en la que se apostaba por expulsar a todos los gazatíes de la Franja para convertirla en la 'Riviera de Oriente Próximo', con resorts y casinos; Trump ha ido mutando su discurso en los últimos meses, dejando reproches y desligándose de Israel ante episodios que indignaron a parte de la opinión pública estadounidense, como es el caso del reparto de ayuda humanitaria. Distribución en la que llegaron a participar a través de la desastrosa gestión de la Fundación Humanitaria para Gaza -grupo estadounidense pero también israelí-. Hasta mediados de junio había contabilizados más 400 muertos en puntos de reparto de comida. Esa misma población hambrienta es la que ahora ha sido llamada a abandonar Ciudad de Gaza.

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Sobre qué temas escribo

Aunque en el día a día acabe escribiendo de cualquier cosa que suceda en el mundo, “puede que me recuerdes” de algunas temáticas que suelen quitarme el sueño con especial frecuencia. Me gusta escribir de política internacional, sobre todo cuando esta es eufemismo de atroces injusticias contra los derechos humanos o el medio ambiente, así como para acercar causas sociales que pasarían inadvertidas (la siguiente podría ser la tuya, así que escríbeme). La morriña también me devuelve en ocasiones a Galicia, sobre todo para que sus historias no se pierdan en el camino a la meseta.

 

Mi trayectoria

Antes de llegar a El HuffPost en 2021, fui periodista en La Voz de Galicia durante cinco años. En aquella etapa también pasé por los micrófonos de ‘Radio Voz’, en distintos programas radiofónicos. Y, aunque parezca poco probable, bebía más café que en la actualidad.


Soy de Ribeira, una bella localidad coruñesa que probablemente recuerdes del marisco, las páginas de sucesos o de personalidades de las que solemos presumir (tenemos a la triplista olímpica Ana Peleteiro y a una de las Tanxugueiras).


Aunque bromeo con que soy doctorado en Periodismo Gonzo, en realidad solo soy licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), pero, eso sí, tengo la orla de la misma tienda que la que se la hizo al rey Felipe VI. Aquellos años en Madrid me sirvieron para conocer la ciudad, pero también para entender que el mercado de la vivienda aún podía ir a peor. Ah, también tengo otra identidad secreta bajo la que hago rap o escribo poesía y que solo revelé en la redacción para que me dejasen entrevistar a artistas.

 


 

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