"Esto sigue hecho una mierda": el grito de Paiporta, el pueblo que aún no se recupera de la DANA
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"Esto sigue hecho una mierda": el grito de Paiporta, el pueblo que aún no se recupera de la DANA

Nos desplazamos a uno de los pueblos más afectados por la tragedia del 29 de octubre de 2024. 56 personas fallecieron en el pueblo y, tras el dolor, negocios y familias tratan de seguir adelante. "Me he planteado vender la casa e irme de aquí. Ya nada es lo mismo", cuenta uno de los vecinos afectados de la localidad valenciana.

Un recuerdo y una obligación: que no caiga en el olvido la hora en la que llegó la alarma, cuando centenares de personas ya estaban ahogadas.Sergi González

El 29 de octubre de 2024, una lluvia torrencial destrozaba diferentes puntos de la Comunidad Valenciana. No fue el caso de Paiporta en el que vecinos de la zona aseguran que no cayó una gota de agua en todo el día. Sin embargo, el barranco del Poyo supuso el caos para la localidad. No era la primera vez que sucedía. De hecho, se trata de un fenómeno bastante habitual cada vez que llega el otoño. "En esta época siempre sube un poco el nivel del cauce, alguna vez se rompe alguno de los coches que dejan en la zona baja, pero en rara ocasión suele ir a mayores", explica a El HuffPost uno de los vecinos de la zona. La entrada a Paiporta sigue teniendo prácticamente el mismo escenario que hace un año. El ruido de las obras y el suelo embarrado son protagonistas en un pueblo que trata de volver a una normalidad imposible. 

"Aquí todos necesitaríamos un psicólogo, la gente está muy mal por todo lo que vivimos y muchos no se han recuperado", explica una señora ante un significativo grafiti: "No somos los de antes, somos los de ahora en adelante". Una frase que enarbola la máxima de que los muros escupen la verdad. "Aquí con el barranco al lado, el agua se llevó todo. Todo es nuevo", explica Darío a El HuffPost, dueño de Talleres Suarez. "El 29 de octubre de 2024 lo llevamos muy mal. En el momento no lo piensas porque estás ayudando a una persona, rescatar un coche... A la una de la mañana, cuando me pude poner ropa seca miré por el balcón y uno se da cuenta de lo que vivió y arriesgó", explica. "La mayoría perdió todo", dice. 

Adrián González tiene una clínica veterinaria al lado del taller. Desde el día de la tragedia reconoce que estrechó lazos con todos los negocios y vecinos de la zona. "Al final nos ayudamos entre todos", comenta. En la entrada de su local se observan fotografías de aquellos días en el que, pese a la desolación, la solidaridad marcó un punto de inflexión necesario para seguir adelante. "Inicialmente tuve la suerte de que me avisaron a tiempo y me pude marchar. Cuando llegué al día siguiente vi todo el desastre. La incertidumbre era lo que más nos preocupaba, pero decidimos seguir y sacar barro", explica. "Al principio de la emergencia te sientes desamparado. Aquí no había nadie y la gente todavía no se había organizado. Con el paso del tiempo vino mucha gente a ayudar", cuenta. 

  Una imagen de Paiporta un año después.SERGI GONZÁLEZ BUENO

"Sufrimos mucho", afirma emocionada otra de las trabajadoras de la zona de un establecimiento de comida rápida. "No quedaba nada, el agua llegaba hasta el techo y todo se llenó de barro y agua. Mis jefes tienen cuatro hijos y esta era su única forma de subsistir. Gracias a Dios que yo vivía en el segundo piso, pero a través de la ventana vi a gente a la que se la llevaba el agua y no pude ayudarla. Se nos escapaban de las manos y se fueron con la corriente. Lo pasamos muy mal", recuerda entre lágrimas de un pasado que sigue presente en la memoria. 

"Vi a gente a la que se la llevaba el agua y no pude ayudarla. Se nos escapaban de las manos y se fueron con la corriente"
Vecina de Paiporta

Javier Martín es el dueño de una farmacia en primera línea del barranco del Poyo, recuerda aquel día con mucho dolor. "Fue bastante duro y muchísima tensión por la noche. No teníamos ninguna referencia y teníamos miedo de qué nos podíamos llegar a encontrar. La farmacia tenía un metro y medio de barro mezclado con los medicamentos", rememora. "El primer día fue caótico. Hasta el último centímetro tenía barro, fue un momento de lamentarse y llorar. Gracias a amigos, vecinos y clientes pudimos recuperarnos", dice. La incredulidad y el "no me lo creo" se repite constantemente en su discurso. "Hay pacientes que venían a la farmacia y que teníamos contacto con ellos que fallecieron, como el marido de una que al principio pensábamos que estaba desaparecido, pero después se confirmó la tragedia", cuenta. 

La tarea de Javier no se limitó a intentar reflotar la farmacia, sino que durante los días de emergencia ofrecía a los vecinos las pequeñas cosas que pudieron salvar como los productos de primera necesidad. "Pusimos un pequeño puesto fuera y ayudamos en lo que pudimos", comenta. No fue el único, Adrián se colgó la mochila a la espalda y se fue casa por casa ayudando a todos los animales posibles a los que también afectó la DANA

  Las piedras, las lonas, el agua... Todo sigue incrustado en el barranco del Poyo un año después de la tragedia.Sergi González

"Las pocas cosas que podía coger gracias a los distribuidores, que me mandaban cosas al pueblo donde vivo, me las cargaba y hacía servicios a domicilio. Ir de una punta a otra del pueblo era un puto caos, pero no podíamos dejar a la gente desamparada", dice. "Te llamaba mucho la atención los primeros días cuando las señoras desde las ventanas estaban suplicando algo de limpieza para quitar excrementos", recuerda. 

Pedro tiene uno de los bares más reconocidos en primera línea del barranco del Poyo. "Cuando cerramos sí que llegó la primera ola de la riada. Al salir vi que tan sólo quedaba metro y medio para que desbordara. Fui corriendo al coche para sacarlo y me lo llevé al otro lado del pueblo. Cuando regresé no podía volver a casa y me metí en un colegio, en una valla de hormigón donde estábamos 10 o 14 personas que hicimos noche", rememora. "Al salir a la mañana siguiente fue cuando nos dimos cuenta de la dimensión de lo que había pasado: todo embarrado, pilas de cuatro coches de altura destrozados... Fue un caos", explica. 

El bar quedó destrozado, los días siguientes fueron de película, narra: "Salvamos lo que pudimos de las neveras que nos quedaron y repartimos los alimentos que quedaban para el pueblo. Flipamos cuando salimos para ducharnos a Valencia y la gente estaba normal, tomando alguna cerveza como si nada. Lo peor era la burbuja en la que estábamos y el desamparo institucional". 

El sentir del pueblo quedó tocado desde entonces. Muchos de los que han hablado con El HuffPost tienen amigos, conocidos o familiares que desde entonces no han vuelto a ser los mismos. Sin embargo, reconocen que más mal que bien han logrado salir adelante para recuperar todo lo que aquel día perdieron. Es el caso de Darío, que después de meses de obras y pintar todo el taller, ha vuelto a recibir decenas de coches para repararlos. "Yo no soy de venirme abajo, de hecho estas situaciones hacen que espabile e intente ir con todo", afirma Pedro. Su bar ahora está completamente remodelado y atiende a los vecinos que siempre le han acompañado. Al igual que Adrián, cuya clínica vuelve a recibir a los perros y gatos que sobrevivieron aquellos días y a los nuevos que han llegado.  

  El taller de Darío se encuentra en primera línea del barranco del Poyo. En él se acumulo metro y medio de barro. Tras esfuerzos inimaginables, hoy está abierto y en funcionamiento.Sergi González

Sin embargo, para uno de los clientes de Pedro no es tan fácil. Francisco Martínez es uno de los afectados que peor lo ha pasado, después de la DANA se replantea todos los días su estancia en Paiporta. "Mi casa todavía está destrozada. Llevo esperando meses a que me cambien las puertas de mi casa, los sofás tampoco sirven para nada, la humedad no se ha ido porque el agua llegó a un metro cuarenta dentro de casa... Me replanteo todos los días si, cuando la termine, venderla e irme del pueblo porque ya nada es lo mismo y los recuerdos de aquella tragedia vienen una y otra vez", dice. Es la situación en la que se encuentran muchos un año después, aunque los negocios se hayan podido empezar a recuperar y algunas viviendas, los flashbacks de aquel día persisten en la memoria colectiva. 

Para llegar hasta aquí, las ayudas han sido indispensables para volver a poner la maquinaria en marcha. Todos coinciden en que la primera fue la de Juan Roig, dueño de Mercadona. "No es por hacerle publicidad, pero es verdad que fue la primera y la que menos trabas burocráticas nos puso para poder acceder a ella", explica Adrián. Para Pedro las ayudas no han estado a la altura, ni la gestión de las instituciones. "Aquí hemos salido adelante porque arrimamos el hombro y nos pusimos a trabajar, hemos tenido el respaldo de lo mínimo, pero hombre, faltaría", afirma. 

Después del dolor de perderlo todo y a muchas personas, queda otro más profundo. Entremezclado con la rabia y la impotencia: la hora en la que llegó la alarma. Un tiempo en el que Paiporta ya estaba inmersa en el agua, el barro, el sufrimiento y el desconcierto de todo un pueblo que no sabía lo que le venía. "Ese día, a las 18:30, cuando eso —el barranco del Poyo— se desbordó nos tendrían que haber avisado. Sólo eso. La alarma llegó cuando yo tenía hipotermia y ya me había quitado la ropa por estar empapado de haber ayudado a la gente y sacarla de los coches", recuerda Darío con lágrimas precipitándose de sus ojos. 

"La alarma llegó cuando yo tenía hipotermia y ya me había quitado la ropa por estar empapado de haber ayudado a la gente y sacarla de los coches"
Dario, dueño de un taller en Paiporta

"Llevo 20 años y el cauce lo he visto a 20 centímetros. Seguíamos pensando que sólo teníamos que quitar los coches, pero en 30 segundos tuvimos el agua por las rodillas. El agua me pasó por encima y tuve que salir buceando, no sé cómo estoy aquí", rememora. 

"Nos tendrían que haber avisado, habernos dicho que nos olvidemos de las cosas materiales y de trabajar. Es increíble que le pregunte a Alexa cómo va a ir el día y nos avise más que la Generalitat. No quiero ni pensar por qué no avisaron ni en sus oscuros motivos", concluye Darío siendo consciente de la cantidad de vidas que se podrían haber salvado. 

  Las obras se extienden por lo largo y ancho del pueblo en el que, incluso, el suelo se resquebrajó por los coches que navegaron por las calles la noche de la catástrofe.Sergi González

Aun así, agradece a todos los que fueron a Paiporta a echar una mano, a hacer que el dolor fuera menor y que en ningún momento le hicieron sentir solos. "La gente es muy desagradecida, pero aquí vinieron personas de todos los rincones del país e incluso de fuera, la parte buena que hoy tenemos es gracias a ellos y a que los vecinos nos unimos para sacar barro y salir adelante", cuenta sin olvidarse "aquellos que vinieron a hacerse la foto" y que le provocó indignación. 

Paiporta sigue inmersa en una lenta recuperación en la que el alcalde del pueblo, Vicent Císcar, aseguró a este periódico que apenas se llega al 20% de lo que todavía queda por hacer. Sin embargo, gracias a la solidaridad el pueblo sigue saliendo poco a poco a la superficie, a una normalidad que un día se perdió. Mientras tanto, siguen escuchando las obras como banda sonora diaria, lamiéndose de las heridas emocionales que siguen a flor de piel y pidiendo las responsabilidades a aquellos que las tenían y que todavía no se sabe dónde estuvieron.  

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