Un cuarto de hora de cárcel por cada uno de los 170.000 asesinados en Auschwitz

Un cuarto de hora de cárcel por cada uno de los 170.000 asesinados en Auschwitz

El exmiembro de las SS hitlerianas Reinhold Hanning, de 94 años, ha sido condenado este viernes a cinco años de prisión en el juicio abierto contra él en la Audiencia de Detmold (centro de Alemania) por complicidad en la muerte de 170.000 presos de Auschwitz.

Las muertes por las que fue procesado corresponden al periodo en que sirvió en ese campo de exterminio nazi de la Polonia ocupada, entre enero de 1943 y junio de 1944, cuando tenía 23 años.

"Usted, señor Hanning, fue partícipe de la fábrica de la muerte que fue Auschwitz. No importa si estuvo o no junto a la rampa de la muerte donde se seleccionaba a quien iba a la cámara de gas. En los dos meses y medio que sirvió ahí tuvo que saber lo que ocurría ahí dentro", sentenció la juez Anke Grudda, tras dictar su condena.

Auschwitz fue el mayor y más mortífero campo de exterminio nazi, donde fueron asesinados 1,1 millones de personas, "hombres, mujeres y niños", en su mayoría judíos, pero también homosexuales, gitanos y presos políticos, recordó la letrada.

Nadie que sirviera ahí puede sostener no haber visto sus cámaras de gas -"aunque no las accionase"- o sus crematorios, ni tampoco no haber visto morir en ellos, o de hambre o enfermedad, a sus confinados, añadió.

Fue una argumentación demoledora, de casi una hora de duración, leída en tono suave, pero firme, en que la juez de la Audiencia de Detmold (centro) insistió en que a Hanning no se le condenaba como parte de un colectivo, sino por su culpa individual en el Holocausto.

A Hanning, con 23 años cuando entró a servir a Auschwitz, se le declaró así culpable de complicidad en la muerte de los 170.000 presos asesinados en ese campo de exterminio entre enero de 1943 y junio de 1943, el periodo en que trabajó ahí como guardia.

Tal vez cuando llegó a ese lugar no sabía de la "solución final" orquestada por el Tercer Reich. Una vez dentro, no solo no pidió el traslado -como podría haber hecho, dijo la juez-, sino que fue ascendido repetidamente "en reconocimiento a su eficiencia".

Hanning, en silla de ruedas, como durante las veinte vistas que ha durado su proceso, escuchó la sentencia aparentemente impertérrito. Esa fue su tónica de conducta siempre, con excepción de una vista, en abril, cuando reconoció su "vergüenza" por no haber intervenido ante el horror de lo que veía.

La juez admitió como atenuantes su avanzada edad, el tiempo transcurrido desde los hechos -más de 70 años- y también el arrepentimiento demostrado ante los supervivientes y familiares de víctimas que formaban la acusación particular.

"Sólo usted puede saber si era o no un arrepentimiento sincero", prosiguió Grudda, quien deseó al procesado "que al menos esta sentencia no le deje impasible".

El proceso contra Hanning ha sido un exponente de justicia tardía, recordó también la juez, en un país que durante décadas "no quiso mirar de frente los crímenes del nazismo".