Las consecuencias para el continente europeo de la invasión rusa de Ucrania

Las consecuencias para el continente europeo de la invasión rusa de Ucrania

La mayor guerra terrestre en el continente desde la Segunda Guerra Mundial amenaza con romper, pero el verdadero daño directo es para los ucranianos.

Protesta en Estambul, este jueves, contra la invasión rusa de Ucrania. Francisco Seco via AP

Europa mira a Ucrania con el corazón encogido. Por los muertos, los refugiados, la destrucción, pero también porque estamos ante la invasión de un estado soberano en el mismísimo continente. Una agresión, la de Rusia, que puede convertirse en la mayor guerra terrestre en el continente desde la Segunda Guerra Mundial. No pasa en el patio trasero. Pasa en casa.

Aunque el miedo y la angustia son lógicas, las repercusiones no serán altas para la vida diaria de los ciudadanos europeos, a excepción de la anunciada subida de precios, sobre todo del petróleo y el gas. La agenda de las instituciones europeas y de los estados miembro pondrá muy arriba ahora esta agresión al amigo de Kiev, se desplazarán otras prioridades y apuestas, pero lo que hace daño y mata, eso lo sufrirán los ciudadanos de Ucrania.

Lo que quiere Moscú

El presidente ruso, Vladimir Putin, está buscando busca desmantelar el orden de seguridad europeo que se estableció después del colapso de la Unión Soviética (URSS) en 1991, cuando su país era débil y vulnerable. Anhela recrear el tipo de zona geopolítica de amortiguamiento que los gobernantes rusos han sentido que necesitaban a lo largo de los siglos, rodearse de fieles echando mano de la nostalgia y una idea muy caduca -e ilegal, a ojos del derecho internacional- de ser ruso.

Pasada la etapa de la diplomacia, ahora lo hace a las claras mediante el uso de la fuerza. El órdago, de momento, ha logrado unir aún más a Europa y Estados Unidos contra Rusia, algo que debería preocupar al Kremlin, pues el poder económico y político global de Occidente aún es mucho mayor que el suyo. La vieja gloria pasó, pero su poderío militar es aún tan grande y la indefensión de Ucrania tan evidente -no es de la OTAN, no puede ser protegida sobre el terreno por aliados- que lo aplica y pone a la zona en jaque. Deja claro que quiere un acuerdo legalmente vinculante y de amplio alcance para desmantelar la presencia de la OTAN en Europa del Este, empezando por la no adhesión de Ucrania.

Recuerdos de la Guerra Fría

El coronel retirado Manuel Gutiérrez sostiene que las consecuencias más inmediatas, más allá de Ucrania, se sentirían en los estados de Europa del Este y del Báltico, que encontrarían una Rusia abiertamente belicosa a sus puertas, ya no a unos miles de kilómetros. “Si a Rusia se le permite, o no se le desalienta, volver a trazar las fronteras una vez más, como ya hizo en 2014 en la misma zona con la anexión de Crimea, entonces claramente Rusia seguirá intentándolo, como ahora. Lo que no sabemos es el grado de penetración y, por tanto, de su amenaza, que puede ir desde quedarse con nuevos territorios, abrir corredores y controlar accesos al mar a atacar la capital y acabar con el Gobierno”, indica.

De todo eso dependerá, entonces, de la respuesta de la OTAN y de la Unión Europea. Hasta 8.500 soldados estadounidenses han sido puestos en alerta, mientras hay movimientos de Reino Unido o Alemania, enviando despliegues adicionales a los países bálticos Rumania, Bulgaria y Hungría. “Es una manera de presionar, pero entrar, no pueden entrar”, insiste el militar. “Una fuerte presencia de tropas probablemente permanecería a lo largo del borde oriental de Europa, mientras Rusia mantuviera la tierra ucraniana, una perspectiva que reavivaría los recuerdos de una barrera de la era de la Guerra Fría que se dividía al este del oeste”, añade. Otra cosa es cuán disuasorio sea el movimiento, porque se lleva a cabo desde hace semanas y Putin, como el que oye llover.

Luis Simón, director de la Oficina del Real Instituto Elcano en Bruselas, explica que hay que entender que “la existencia de una Ucrania independiente es uno de los pilares fundamentales de la arquitectura de seguridad europea” y que es en ese flanco donde más sensible es la agresión. “Actúa como un escudo para todo lo que es el perímetro de la OTAN en el este, lo separa de Rusia, crea una zona de seguridad. Si acabase cayendo en la órbita rusa, de una manera o de otra, el famoso flanco este de la OTAN sería mucho más parecido al de la Guerra Fría”, indica, ya que “casi todo lo que va desde el mar Báltico al mar Negro estaría abierto”. A eso se suma el “alineamiento total de Bielorrusia con Rusia”, que si ya se conocía, ahora ha quedado de manifiesto con la entrada a Ucrania de tropas rusas desde ese flanco. El régimen de Alexandr Lukashenko puede ser otra vía para presionar a los aliados.

Cambia la agenda: la energía

El golpe asestado por Moscú cambia las prioridades y apuestas de Europa en lo defensivo y geoestratégico, avivando fantasmas relativamente controlados y dejando en el cajón apuestas que se pretendían vitales, sobre todo, para los miembros de la Unión Europea. Así, Simón sostiene que este nuevo tiempo puede representar “una verdadera reconceptualización de la frontera estratégica en la frontera del este”, lo que supone “una amenaza especialmente directa para Polonia, los Países Bálticos y Rumanía”.

De hecho, los Gobiernos de Letonia, Lituania y Estonia apelaron esta mañana al artículo 4 de la OTAN, que prevé consultas inmediatas entre los aliados si se sienten amenazados. Y vaya si lo están, esta vez. “Ahora el debate en la OTAN se va a centrar mucho en cómo garantizar la seguridad de estos países ante una presencia mucho más extendida de tropas rusas en sus fronteras”, añade el también profesor de la Escuela de Gobernanza de Bruselas.

Garantizar la disuasión en Europa del este va a requerir de “un esfuerzo mucho más serio de recursos y de tiempo”, y eso podría llegar a “hipotecar la agenda de la OTAN e incluso la de la UE en cierta”. Pone por ejemplo la política energética comunitaria, tan dependiente. Desde hace varios meses, la inflación en Occidente no deja de aumentar y en España ha alcanzado un 6,5% debido principalmente al incremento de los precios del gas y la dependencia energética. Y se trata de un dato que podría seguir creciendo teniendo en cuenta que Rusia es el principal proveedor de gas de la Unión Europea. Esto también ha sido un duro golpe para las bolsas internacionales, que han caído bruscamente.

Los países de Europa central, especialmente Alemania serían los más perjudicados en caso de un conflicto armado, ya que dependen casi en exclusiva del gas ruso. Por ello, han decidido mostrar una postura más calmada y dialogante con el Kremlin con el objetivo de no enfadar excesivamente a Putin.

También vienen tiempos de guerra híbrida. Rusia es bien experta. Esta contienda de apellido extraño se caracteriza porque los Estados no combaten tradicionalmente con ejércitos, sino que delegan la tarea en guerrillas, grupos terroristas y mercenarios, así como en el empleo de tecnologías y ciberataques. En estos días, por ejemplo se han visto bloqueadas más de 70 páginas web de organizaciones gubernamentales de Ucrania y se puede replicar algo parecido en instituciones comunitarias o de la Alianza. Otro riesgo del que estar pendiente en estas horas.

La defensa, con otra mirada

“Se limitará el ancho de banda de otras prioridades” y lo energético y lo exterior se convertirán, si el conflicto se prolonga, en la prioridad de gestión de Europa, cuando venimos de una pandemia por coronavirus, cuando el ojo está puesto en la recuperación sanitaria y económica y cuando se apostaba por que este año fuese, sí, el año europeo de la defensa, pero desde otro flanco: el de la autonomía estratégica.

En marzo, recuerda el coronel Gutiérrez, Bruselas debía entregar su Brújula Estratégica, una hoja de ruta con prioridades diplomáticas y de seguridad para despegarse un poco del criterio de aliados más poderosos (léase EEUU y OTAN). “La base será la misma pero estos movimientos habrá que revisarlos desde la Comisión e incluir el nuevo panorama. Rusia llega siendo una amenaza creciente muchos años, actualmente ya tiene anexionado suelo europeo, en Crimea, y lleva ocho años de guerra encubierta con Kiev en el Donbás, pero estamos en otra fase. Detrás hay un afán de remodelar todo el espacio de defensa y el debate en Europa ha de ser intenso”, añade.

Pese a todo, los dos expertos coinciden en señalar la fortaleza del sistema de protección que la OTAN brinda tanto a los países cercanos a Ucrania como a los más lejanos y miembros de la Alianza, como España. “Estamos ante una tragedia para Ucrania pero, en lo que respecta al equilibrio de poder, tenemos a la OTAN situada a la entrada del este de Europa, dominando prácticamente los dos mares principales, el Báltico y el Mediterráneo”, enfatiza Simón.

“Es verdad que Rusia quiere revertir esas ganancias que la OTAN logró tras el fin de la Guerra Fría, pero a pesar de eso la OTAN y el sistema de defensa europeo siguen teniendo un superávit en lo que se conoce como profundidad estratégica. Este sistema está respaldado en Europa occidental por dos potencias nucleares, Francia y Reino Unido, que actuarían como última línea de defensa. Eso tampoco lo podemos olvidar”, constata.

Hay un problema extra, pese a esa visión tranquilizadora: no se ve fuerte tampoco al eje franco-alemán. Alemania tiene un canciller recién llegado, Olaf Scholz, que no es Angela Merkel y debe poner de acuerdo a un Ejecutivo a tres bandas, con diferencias en el tema Ucrania e intereses de energía claros, mientras Francia, que ostenta la presidencia de la UE este semestre, tiene elecciones en abril y tampoco está en su mejor momento de relaciones con EEUU, tras el affaire del AUKUS. Los países llamados, de inmediato, a ser un desafío europeo para Rusia serían Reino Unido, Suecia y Finlandia. El momento de debilidad del continente es claro y Putin ha sabido aprovecharlo.

Rápidos, pero con margen

Por ahora, en lo político, Europa está actuando con celeridad dentro de su marco de competencias y, más aún, sabiendo que dentro de su seno hay distintas sensibilidades respecto a Rusia que complican el debate y la toma de decisiones. Los países de la UE tienen percepciones de amenazas divergentes: a Portugal no le importará la situación de seguridad en el este como a Polonia, por ejemplo.

Pese a ello, ni 24 horas después del reconocimiento por parte de Putin de las repúblicas rebeldes de Donetsk y Lugansk, llegaron las primeras sanciones. Algunas ya han entrado hoy en vigor y esta noche se espera que se amplíen. En la mañana de este jueves, tras el inicio de la invasión, han comparecido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el jefe de su diplomacia, Josep Borrell, una doble intervención rauda que ha sido entendida como un empeño de Bruselas de no ser de nuevo un actor secundario, cuando la crisis está a su vera. Mañana habrá habrá reunión más de ministros de Exteriores, será la tercera en la semana.

La tesis defendida estos días es que la respuesta europea tiene que ser gradual. Las sanciones pueden ir más allá, para ir dejando margen de actuación al diálogo, por escaso que sea, o sencillamente ver el efecto que causan. Las sanciones, como enseñan otros precedentes, pueden llevar al aislamiento y a la ruptura total si se toman de golpe, a daños enormes, por eso Bruselas sigue por esa vía, lo mismo que EEUU y otras potencias como Reino Unido, Australia, Canadá o Japón.

El problema es, mientras, cuántos muertos se cosechan en Ucrania, tan lejos de los despachos de la Comisión o del cuartel general de la OTAN en Bruselas.