Humillado en EEUU, encumbrado en casa: el liderazgo de Zelenski se alza ante Trump
El presidente de Ucrania ha bajado en popularidad desde el inicio de la guerra, pues el desgaste no perdona, pero sigue siendo respetado y avalado como líder de una causa común. Hasta la oposición entiende que éste no es momento de elecciones.

Volodimir Zelenski se convirtió de la noche a la mañana en un héroe mundial. Exactor cómico, político de nuevo cuño y con algunas vetas populistas, llegó a presidir Ucrania prometiendo un tiempo nuevo, que borrase el sistema "corrupto" previo. Pero Rusia invadió su país una noche de febrero y Zelenski no se arrugó. Dijo aquello de "no necesito que me saquen de aquí, necesito munición" y se convirtió en un líder que resistía y se echaba sobre los hombros -ahora cubiertos con una camiseta, no un traje- la causa nacional.
Ahora arrastra tres años de conflicto abierto, de muertos, heridos y ataques a servicios esenciales y con un 20% de tierra robada por el enemigo. Es un mandatario que ha buscado ayuda debajo de las piedras y que se ha desgañitado cuando no la encontraba, o era poca, o era lenta. Un hombre desgastado por el poder en su peor expresión, la guerra, a quien en las últimas semanas se ha puesto en tela de juicio. Y más allá, se le ha culpado del drama de su pueblo.
Todo es obra y gracia de su homólogo de Estados Unidos, Donald Trump, quien lo denigró a la vista de todo el planeta el pasado 28 de febrero en la Casa Blanca y lo ha acusado de ser el culpable de la invasión que ordenó Vladimir Putin, de estar a punto de provocar una Tercera Guerra Mundial con su resistencia, de ser "un dictador" y de no querer la paz. "Es el líder de Ucrania pero, odio decirlo, su índice de aprobación es del 4%", se mofó el republicano.
Trump, de nuevo, miente. Una cosa es que Zelenski haya bajado sus niveles de popularidad y, otra, que su pueblo lo odie. Es más: la defensa de los intereses nacionales que hizo el ucraniano en el Despacho Oval, que impidió que se firmase un acuerdo sobre minerales muy sustancioso para EEUU, le ha hecho subir de nuevo en las encuestas. Está por ver cómo afecta a su figura el pacto al que ayer llegó con EEUU para desbloquear dicho acuerdo y aplicar un armisticio de 30 días, primer anuncio concreto que sale de las negociaciones a nivel Exteriores en Arabia Saudí. A día de hoy, aún sin este aparente avance, no hay rival en la oposición que iguale los números de Zelenski.
En febrero de 2022, cuando se lanzó la "operación militar especial" rusa, aquel señor de caqui que subía vídeos a sus redes sociales en las calles de una asediada Kiev llegó a tener un 91% de popularidad, el triple de la que tenía dos meses antes, según el Rating Group Ukraine. Se convirtió en el "Capitán Ucrania". Logró con su postura y sus mensajes unir a la nación y conmover a los ciudadanos y a los mandatarios del mundo, solidarios con él desde el minuto uno, después de haberse minimizado peligrosamente el riesgo de invasión rusa.
Cuando llegó la guerra, sólo un 23% de los ucranianos decía que lo votaría de nuevo, porque tampoco estaba aportando las soluciones prometidas en tiempos de paz. Ahora, en el cuarto año de guerra y tras la humillación de Trump, ha pasado de tener un 57% de apoyos hace un mes al 67% actual, según un sondeo del Instituto Internacional de Sociología de Kiev. Su encuesta ha sido elaborada entre el 14 de febrero y el 4 de marzo, en pleno estallido de la crisis con Washington y el anuncio de negociaciones con Rusia como principal interlocutor de Trump. Otros sondeos del Rating Group, el Identity and Borders in Flux y Survation arrojan a un dato similar.
Hay consenso, pues: Zelenski vuelve por sus fueros y no es querido sólo por el 4% de su gente, como dice Trump. Es muy posible que parte de este aumento en el respaldo sea, también, un cierre de filas de la sociedad ucraniana con su presidente ante una agresión injusta y descabellada, pero es innegable el fondo de mérito personal en ese dato. El mandatario, en su momento, denunció que el señalamiento del norteamericano era fruto de la "desinformación" rusa y prometió que iba a encargar nuevas encuestas para entregarlas a EEUU y hacerle olvidar esa lectura incorrecta.

Elecciones sí, elecciones no
Uno de los motivos por los que Trump criticó a Zelenski públicamente es porque entiende que es "un dictador sin elecciones", que más vale que se muera rápido "o no le quedará ningún país". Le afeaba así que estuviera mandando más allá del minuto 90 de su legislatura. Y es que el ucraniano ganó las elecciones en 2019, por un periodo de cinco años, pero la guerra estalló en mitad del mandato y no se celebraron nuevos comicios en la primavera de 2024, que es lo que estaba previsto.
Zelenski declaró la ley marcial en el país, una medida muy habitual en tiempos de contienda, y constitucionalmente eso hace que no se puedan convocar comicios. Los habrá cuando ese estado se levante. Si se quieren convocar antes, hay que acabar con este estado de excepción o cambiar la ley.
Hay numerosos factores que, según el Gobierno de Kiev, "harían literalmente imposible garantizar un proceso electoral justo en las circunstancias de una guerra total". Van del quién podría votar al cómo se podría votar. Por ejemplo, según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), desde febrero de 2022 se han registrado en todo el mundo unos 6,9 millones de refugiados ucranianos. Hay, pues, millones de ciudadanos con derecho a voto que permanecen fuera del país debido a la guerra y a los que sería casi imposible participar en unas elecciones a través de embajadas, consulados o voto digital. Su derecho se vería violado, entienden las actuales autoridades.
Además, hay otros 800.000 soldados en las Fuerzas Armadas ucranianas que luchan por contener los avances rusos. Unas elecciones obligarían a retirar a los militares del frente para votar, lo que debilitaría la posición militar de Ucrania. Más aún: los combatientes no podrían presentarse como candidatos, un derecho que también se les garantiza por ley.
Otros muchos ucranianos viven en zonas ocupadas por Rusia -Moscú ha impuesto su ciudadanía a 3,5 millones de residentes en las cuatro regiones que Moscú se ha anexionado en esta contienda-, lo que les impide participar en cualquier proceso de elección nacional. Y como Rusia sigue atacando periódicamente objetivos militares y civiles en todo el país vecino, concentrar a millones de ciudadanos en centros de votación concretos, abarrotados, podría crear un peligro adicional en caso de bombardeo o incursión con drones.

Pese a todas esas complicaciones, los asesores-aduladores de Trump apuestan por celebrar elecciones en Ucrania y, a ser posible, por que se elija a un gabinete más afín a sus intereses, del reparto de tierras raras a las conversaciones finales con Rusia. EEUU empezó con la presión personal a Zelenski, al que ha quitado todo mérito incluso a través de republicanos hasta ahora convencidos de su causa, como el senador Lindsey Graham: ahora ve al ucraniano como un "interlocutor no conveniente" al que apartar. Luego, ha decidido la imposición de castigos notables en el campo de batalla, como el bloqueo de la ayuda militar y de inteligencia. Ayer dijeron en Yeda que esa ayuda va a volver, pero ya ha habido consecuencias serias, por ejemplo en Kursk.
Ahora se sabe, además, que la Casa Blanca está optando por convencer a los rivales políticos del presidente ucraniano para que reclamen una cita con las urnas. Su plan ideal es celebrarla en cuanto haya un alto el fuego, aunque no sea definitivo, para que sea otro mandatario el que concrete el acuerdo con Putin. ¿La excusa? Que el de Zelenski ha sido un "trabajo horrible". Palabra de Donald.
No le está saliendo bien la jugada a Trump. Se ha topado con el muro de los críticos a Zelenski que, aún siéndolo, entienden que el bien nacional está por encima del partidismo y que no se dan las condiciones para votar nada en este momento. Incluso los que tienen declaradas intenciones de presentarse a unos comicios indican que no es el tiempo. Cuando lo sea, ya pelearán.
POLITICO desveló que un equipo de cuatro altos funcionarios de Trump ha mantenido diversas reuniones con ucranianos tan reconocidos como el expresidente Petro Poroshenko y la exprimera ministra Yulia Timoshenko. Ambos han reconocido que las reuniones existieron, pero en sendos comunicados han negado que fueran para desbancar a Zelenski. No quieren elecciones, dicen, aunque los dos tienen intención de presentarse a ellas cuando proceda.
Poroshenko, tildado de prorruso, explicó al citado medio que está intentando servir de puente o mediador entre Kiev y Washington, empleando los contactos de su era de mandatario, de 2014 a 2019. Afirma que su trabajo es limpio, que trabaja "públicamente y de manera transparente con los socios estadounidenses, con el objetivo de preservar el apoyo bipartidista a Ucrania". Ha ofrecido en varias ocasiones coordinar los contactos con la oficina de Zelenski, además. "Hemos hablado públicamente en repetidas ocasiones sobre la falta de comunicación en el equipo gobernante con la administración estadounidense, lo que supone un riesgo para el estado", añadió a POLITICO.
"La esencia de nuestras conversaciones con los representantes del lado estadounidense siempre se ha reducido a dos principios: la seguridad ante todo y la paz a través de la fuerza. Es decir, armas, inteligencia, sanciones contra Rusia, apoyo financiero, resistencia democrática (libertad y democracia), unidad transatlántica. Nuestro equipo siempre ha sido y es inflexible en contra de las elecciones durante una guerra", ahonda.

Por su parte, Timoshenko (en el cargo entre 2007 y 2010), que fue liberada de prisión gracias a la presión popular de las protestas del Euromaidán, en 2014, explicó que su equipo estaba negociando "con todos nuestros aliados que pueden ayudar a garantizar una paz justa lo antes posible", pero reiteró que cree que ahora mismo es imposible celebrar elecciones.
Tampoco quieren comicios dos hombres que han cobrado protagonismo en estos tres años largos de guerra, como el alcalde de Kiev, Vitali Klichkó, o Valeri Zaluzhni, hoy embajador en Reino Unido y antes comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Ninguno ha expresado hasta ahora su deseo de ser presidente. Según los sondeos, sólo Zaluzhni tiene una popularidad similar a la del actual presidente.
Como destaca desde el terreno el diario El País, sí que hay algunos mensajes críticos de opositores a Zelenski, calendario electoral aparte. De muestra, cita un botón, a Oleksi Goncharenko, diputado del principal partido Solidaridad Europea, quien el 28 de febrero mostró su "respeto y gratitud a Trump y a Vance", subrayó que "Ucrania no es una persona, son millones" y criticó a Zelenski "por negociar tan mal con nuestro principal aliado". Justo en el momento en el que EEUU acusaba a Zelenski de ser un desagradecido.
La prensa ucraniana ha informado en estas semanas de que ha habido voces en la Rada, el Parlamento, pidiendo un Ejecutivo de unidad nacional, dado el momento de crisis, o incluso que se sustituya a Zelenski en las negociaciones con EEU y Rusia bien por un enviado especial -una figura que habría que crear ex profeso-, bien por el presidente del hemiciclo, como representación de la voluntad de todos los ucranianos.
Zelenski lo rechaza porque no lo ve necesario y, a la vez, teme que otros políticos críticos acaben usando este trampolín con fines electoralistas. Aún así, el presidente ha repetido en las últimas semanas que no se va a aferrar al sillón si su marcha ayuda a volver a la normalidad.
Preguntado en un acto público el pasado 23 de febrero, dijo que no está por encima de su cargo. "Si es necesario que deje el puesto, estoy dispuesto a hacerlo", dijo, si así se logra una paz "justa" o incluso si su marcha es la llave que abre a Ucrania las puertas de la OTAN. Una aspiración "poco realista" a ojos de EEUU y que está fuera de la mesa de negociación en este instante. "Ahora no tienes cartas para jugar", le recordó Trump en el Despacho Oval, evidenciando aún más su debilidad en este tablero. Con los días, Zelenski ha tenido que ir agachando la cabeza.
Inesperado e imperfecto
Volodímir Oleksándrovich Zelenski (1978) es el presidente inesperado, un artista que interpretó en televisión a un maestro de escuela catapultado a la Presidencia. La serie se acabó haciendo realidad. Aunque ahora lo aplauden en los parlamentos de medio mundo, en 2019 su candidatura parecía irreal: un actor de 41 años que llamaba a su partido como su sitcom, El servidor del pueblo. Pero ganó, y con un abrumador 73% de los votos, prometiendo luchar contra la corrupción y traer la paz al este de Ucrania, que ya estaba en armas por el apoyo del Kremlin a los rebeldes prorrusos de Donetsk y Lugansk. Se levantaron en 2014, el mismo año en que Putin se anexionó Crimea. La guerra viene de lejos.
Los escépticos temían que Zelenski resultara ser un líder títere, controlado por el oligarca Ihor Kolomoisky, que apoyó notablemente su campaña y había estado bajo investigación por fraude y lavado de dinero. Pero demostró ser más independiente de lo que pensaban esos críticos y la campaña anticorrupción de su Administración ha tenido cierto éxito, frenado por la invasión, también. No todo el que prometió, eso sí, generando desilusión entre los ciudadanos.

Muchos ucranianos también consideraron demasiado tímida la retórica de Zelenski sobre el conflicto en la región oriental del Donbás y las relaciones con Rusia y le sigue reprochando que no viera o no quisiera ver la inminencia de la invasión. El mandatario, aún pese a la acumulación masiva de tropas en la frontera, trataba de quitarle hierro en público, en parte porque los negros augurios estaban dañando su economía.
A medida que los tambores de la guerra se hacían más fuertes, Zelenski continuó enfatizando sus esperanzas de una solución diplomática, incluso mientras Ucrania informaba de un rápido aumento de las violaciones del alto el fuego en la línea del frente. Sus intentos de negociar con Rusia sólo tuvieron un éxito limitado. Hubo intercambios de prisioneros y sus avances en la implementación de partes de un proceso de paz, conocido como los acuerdos de Minsk, pero no hubo logros tangibles. A lo largo de 2020, su índice de aprobación cayó de manera clara.
Hubo un notable cambio de tono en la Conferencia de Seguridad de Múnich (Alemania), en febrero de 2022, cuando Zelenski dejó al descubierto la amenaza que enfrentaba su país y acusó a Occidente de apaciguar a una Rusia expansionista. Nadie había hablado antes con esa franqueza, aunque fuera un poco tarde. Diversas fuentes han desvelado con el tiempo que, en aquella conferencia, la exvicepresidenta de EEUU, Kamala Harris, le ofreció sacarlo de Kiev junto a su familia y su equipo y crear un Gobierno en el exilio, porque no confiaba en su fortaleza para aguantar la andanada rusa. Él decidió quedarse.
El 24 de febrero de 2022, apenas horas antes de que Rusia comenzara a bombardear las ciudades de Ucrania, llegó un momento clave. En un discurso sobrio publicado en las redes sociales, hablando parcialmente en ruso, Zelenski dijo que había intentado llamar a Putin para evitar una guerra y que había recibido el silencio por respuesta. Si los vecinos los atacaban, se defenderían. "Cuando nos ataquen, verán nuestras caras; no nuestras espaldas, sino nuestras caras", dijo.
En su siguiente transmisión después de la invasión rusa, vistió ya uniforme militar o pseudouniforme (camisetas de entrenamiento, pantalones cargo), que no ha abandonado en este tiempo y que tanto irritó a Trump en la Casa Blanca hace dos semanas. Su primer reproche fue el de la ropa.
Los discursos nocturnos de Zelenski en vídeo se convirtieron en una fuente de esperanza y consuelo para millones de ucranianos durante los combates en curso. Su capacidad para conectar fue quizás más evidente cuando publicó un desafiante vídeo con varios asesores en Kiev, después de que Rusia afirmara falsamente que había huido de la capital. "Estamos aquí", repitió. "Estamos en Kiev. Estamos protegiendo a Ucrania".
Su esposa, Olena Zelenska, y sus dos hijos han pasado meses viviendo en lugares secretos por su propia seguridad. Han estado muy poco tiempo juntos desde el comienzo del conflicto. De su mujer proviene una de las críticas que se le hizo al mandatario a inicios de la guerra, por su posado para la revista Vogue. "Fuera de lugar", entendían.
Zelenski ha sido censurado por tener que echar a numerosos altos funcionarios por "espías", "traidores" o "corruptos", por haber elegido mal o no haber visto el riesgo de esos hombres. La extensión de la ley marcial cansa a una población sometida por las privaciones y tampoco ha gustado la limitación de la libertad de prensa que ha supuesto en algunos casos dicha norma total. Zelenski ha ilegalizado con polémica partidos políticos que creía sospechosos, con un proceso de ordeno y mando criticado por parte de la oposición por su opacidad. Tampoco ha sido popular su política de reclutamiento, la falta de permisos en el frente o de información a los familiares de los movilizados.
Pese a eso, sigue siendo el líder moral del país y muy valorado fuera porque, como ha analizado el Illinois Leadership Center, ha sabido poner a funcionar cualidades esenciales en tiempos de crisis: es reflexivo, es equilibrado -y cuando se enerva parece más emocional que enfadado-, confía en sí mismo, tiene humildad real y es buen comunicador. Ha mostrado empatía con su gente quedándose en Kiev o yendo a las trincheras, parece "auténtico y accesible" en su uso de las redes, "crea un sentido de propósito y pertenencia" cuando habla a sus ciudadanos directamente y también se "aleja de personalismos". Cuando se ha disparado, como en la Casa Blanca, se entiende que ha sido justificadamente por ser la víctima de una invasión.
El futuro de Ucrania todavía es incierto, pero Zelenski se mantiene desafiante ante la agresión rusa. Por delante tiene el reto de no tragar con la hoja de ruta de Trump o arrancarle algunos logros, conquistar sus ansiadas garantías de seguridad y mantener una digna soberanía sin más muertes ni más daños. No es de extrañar que cada vez luzca con ojos más hundidos, más cetrino y canoso. La guerra aplasta.