Japón ignora las protestas y comienza a verter agua de la central nuclear de Fukushima al océano

Japón ignora las protestas y comienza a verter agua de la central nuclear de Fukushima al océano

Arranca un proceso avalado por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) que durará tres décadas, pero supondrá liberar 1,3 millones de toneladas de agua tratada que aún contiene niveles bajos de los elementos radioactivos tritio y carbono-14.

Protesta de ciudadanos nipones ante la sede de la Tokyo Electric Power Co. (Tepco), contra el vertido de agua de la central nuclear de Fukushima al océano Pacífico.
Protesta de ciudadanos nipones ante la sede de la Tokyo Electric Power Co. (Tepco), contra el vertido de agua de la central nuclear de Fukushima al océano Pacífico.EFE/EPA/TOMOHIRO OHSUMI

24 de agosto de 2023. Recuerden esa fecha porque pasará a la historia como el día en que Japón comenzó a verter agua radioactiva en el océano Pacífico. A pesar de la fuerte contestación en forma de protestas ciudadanas y de organizaciones medioambientales y a pesar del profundo rechazo de países vecinos con los que comparte agua entre los que se encuentra otro gigante asiático, China -ha prohibido exportaciones de 10 condados japoneses en respuesta-. 

Tokio ha abierto el grifo y durante 17 días serán liberadas las primeras 7.800 toneladas -de un total de 1,3 millones de toneladas- agua procedente de la central nuclear de Fukushima. La misma cuyo nombre quedó para siempre grabada en la historia el 11 de marzo de 2011, después de que tras el terremoto de magnitud 9 en la escala de Ritcher, y el consecuente tsunami provocado por el sismo, diese lugar a una de las mayores catástrofes mundiales con el accidente en esta planta. Tanto que se equiparó al mismo nivel de gravedad que el de Chernóbil en 1986.  

Más de 12 años más tarde, tiempo en el que el agua almacenada ha venido siendo tratada para retirarle hasta 62 tipos de materiales radiactivos, a excepción del tritio y del carbono-14, el Gobierno de Japón ha ignorado el rechazo a esta operación y a las 13.00 horas -cuatro de la mañana en horario español- y la Tokyo Electric Power (TEPCO) confirmaba que se habían completado las últimas comprobaciones sobre las bombas de agua y se abrían algunas válvulas de forma manual. Se materializaba una operación que cuenta con el aval de la Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).

"Cumpliremos nuestra responsabilidad"
Junichi Matsumoto, responsable de la operación de vertido

Previamente, las autoridades habían realizado las últimas mediciones de concentración de residuos radioactivos y aguardaron por otra cuestión ajena a la operación y más propia de la tensión en la región. Hubo que esperar a comprobar que no había irregularidades en sus sistemas, después de que Corea del Norte lanzase un supuesto vehículo espacial y se activase la alerta antimisiles en el sur del país del Sol Naciente.

"Cada proceso debe realizarse con mucha firmeza. Bajo la guía del Gobierno, cumpliremos nuestra responsabilidad", explicó el responsable de la operación, Junichi Matsumoto, en declaraciones durante una rueda de prensa donde aseguró que el vertido se detendría en caso de detectarse la mínima anomalía o irregularidad.

¿Cómo se ha retirado el material radioactivo del agua?, ¿por qué se toma esta decisión irreversible?

La clave de que un país pueda verter agua al océano, a sabiendas que contiene aún tritio y carbono-14, es que los niveles de concentración de estos dos componentes en las mediciones realizadas están por debajo de lo que los estándares internacionales del OIEA. Para llegar a este punto, han tenido que ser tratadas mediante lo que se denomina sistema ALPS (Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos).

Según TEPCO, estos índices de tritio están "muy por debajo" del estándar nacional para que se pueda proceder al liberado del agua y "se ha confirmado que se ha diluido tal y como se esperaba". Es decir, Japón verterá agua a sabiendas de que contiene tritio, pero lo hará con la autorización del mayor organismo en materia de energía nuclear. 

El OIEA que dirige Rafael Grossi y se encarga de complicadas tareas como la supervisión del funcionamiento de la planta nuclear de Zaporiyia -tomada por Rusia en plena invasión sobre Ucrania- también será el encargo de supervisar el proceso mientras dure. 

Por otra parte, no solo el proceso de vertido ha sido argumentado y justificado por las autoridades japonesas. Desde que se conoció este plan, el Gobierno nipón ha señalado las claves de por qué necesitan tomar esta decisión irreversible. En primer lugar, estamos hablando de toneladas de agua que continúan almacenadas con el riesgo que eso supone. Otra catástrofe natural o accidente podría traducirse en una fuga de consecuencias impredecibles para el medioambiente. 

En este sentido, el proceso de liberado se realizará de forma progresiva y sostenida en el tiempo, tomando mediciones sobre los niveles de elementos radioactivos y si estos pueden diluirse en el agua sin peligro para los ecosistemas marinos y los humanos. No opinan lo mismo organización medioambientales como Greenpeace ni parte del tejido económico más débil y en jaque por esta medida, el sector pesquero. 

Entre las proclamas y consignas de la federación nacional de cooperativas pesqueras hay una que ha sobresalido. La de que liberar agua de Fukushima al océano quizás no sea la mejor forma de que los pescadores de aquel área costera que vieron cómo su medio de vida se esfumaba cuando la tierra tembló y el mar rugió puedan algún día librarse de la maldición en forma de prejuicios, estigmas y el inevitable pensamiento del símbolo de alerta nuclear cuando viene a la cabeza cualquier producto extraído de esas aguas. 

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Soy redactor de actualidad en El HuffPost, donde cada día realizo un seguimiento de todo lo que está pasando y marcando la jornada, con el único objetivo y árdua tarea de trasmitírselo a nuestros lectores de una forma en la que conozcan el contexto y el trasfondo más allá de un mero titular. Es decir, para que tu cuñado no pueda colártela otra vez.

 

Sobre qué temas escribo

Aunque en el día a día acabe escribiendo de cualquier cosa que suceda en el mundo, “puede que me recuerdes” de algunas temáticas que suelen quitarme el sueño con especial frecuencia. Me gusta escribir de política internacional, sobre todo cuando esta es eufemismo de atroces injusticias contra los derechos humanos o el medio ambiente, así como para acercar causas sociales que pasarían inadvertidas (la siguiente podría ser la tuya, así que escríbeme). La morriña también me devuelve en ocasiones a Galicia, sobre todo para que sus historias no se pierdan en el camino a la meseta.

 

Mi trayectoria

Antes de llegar a El HuffPost en 2021, fui periodista en La Voz de Galicia durante cinco años. En aquella etapa también pasé por los micrófonos de ‘Radio Voz’, en distintos programas radiofónicos. Y, aunque parezca poco probable, bebía más café que en la actualidad.


Soy de Ribeira, una bella localidad coruñesa que probablemente recuerdes del marisco, las páginas de sucesos o de personalidades de las que solemos presumir (tenemos a la triplista olímpica Ana Peleteiro y a una de las Tanxugueiras).


Aunque bromeo con que soy doctorado en Periodismo Gonzo, en realidad solo soy licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), pero, eso sí, tengo la orla de la misma tienda que la que se la hizo al rey Felipe VI. Aquellos años en Madrid me sirvieron para conocer la ciudad, pero también para entender que el mercado de la vivienda aún podía ir a peor. Ah, también tengo otra identidad secreta bajo la que hago rap o escribo poesía y que solo revelé en la redacción para que me dejasen entrevistar a artistas.

 


 

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