Crónica de un curso plagado de minas

Crónica de un curso plagado de minas

El balance de decapitados -Jordi y Oriol Pujol, Durán i Lleida, Rubalcaba, Madina, Pere Navarro-, neutralizados -Aznar-, destronados -Juan Carlos-, encarcelados -Bárcenas, Matas, pronto Fabra-, imputados -la infanta Cristina, Urdangarín, los 44 populares de la Gürtel, Magdalena Álvarez, quién sabe si pronto Manuel Chaves y José Antonio Griñán- y tambaleantes -Artur Mas- de este curso político que ahora concluye no tiene parangón en nuestra historia reciente. Tampoco la cosecha deemergentes -Pablo Iglesias, Susana Díaz, Pedro Sánchez, Alberto Garzón, el propio Felipe VI- que, con el nexo de unión generacional, están escalando posiciones de poder en un tiempo récord.

En julio de 2013, antes de que el accidente del Alvia en Santiago tiñera de luto el verano, Bárcenas era la obsesión política nacional. Comenzaba a cantar ante el juez Ruz y a reconocer lo que habían negado vehementemente -él y el PP- hasta entonces: que la contabilidad b del PP era un hecho, que él reflejaba de su puño y letra en los famosos apuntes contables que publicó El País. Mariano Rajoy se veía obligado a comparecer en el Congreso -con agostidad- para afrontar el escándalo, mientras otro presidente, Artur Mas, hacía lo mismo en el parlamento catalán para conducir hacia el extesorero de CDC toda la responsabilidad en el desvío de fondos -5 millones- del Palau de la Música. ¡Estos tesoreros!

En Cataluña, el Consejo Asesor para la Transición iba marcando la hoja de ruta hacia la convocatoria de la consulta independentista. En la web del Centre D´Estudis que lleva su nombre, Jordi Pujol publicaba un editorial sobre la picardía política, ilustrado con esta foto...

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... y en otro sentenciaba: "Suceda lo que suceda (en Cataluña), necesitaremos resistencia. Pero resistencia con creatividad".

En Andalucía emergía una figura hasta entonces poco conocida más al norte de Despeñaperros: Susana Díaz. Fue la única candidata en unas primarias que por supuesto ganó por aclamación. Un minuto después de este juego de espejos, el presidente Griñán desvelaba sus cartas: se iba antes de que la terquedad de la juez Alaya en la investigación de los EREs maniatara aún más la acción del gobierno andaluz.

Hace un año, la única respuesta de Google a la pregunta "¿qué es Podemos?" era: "conjugación en tiempo presente de la primera persona del plural del verbo poder". Pablo Iglesias era un profesor de política muy activo en los movimientos sociales que empezaba a despuntar en los debates de la TDT party, y Pedro Sánchez era un cuasidesconocido socialista madrileño que acababa de ocupar escaño en el Congreso, mientras escribía los capítulos de su libro La nueva diplomacia económica española. En Ferraz, Rubalcaba soñaba con que la travesía del desierto del PSOE había llegado a su punto de inflexión y confiaba en que las elecciones europeas de 2014 marcarían el inicio de la recuperación de los votantes perdidos.

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El juez Pedro Castro acude al juzgado en su moto

Palma de Mallorca era el centro neurálgico de varias batallas legales contra la corrupción. María Antònia Munar, la todopoderosa exlíder de Unió Mallorquina, acababa de ingresar en prisión, mientras que Jaume Matas la esquivaba gracias al Tribunal Supremo. En su despacho del juzgado de instrucción número 3, el juez José Castro apretaba el acelerador después del revolcón sufrido con la "desimputación" de la Infanta Cristina, vía Audiencia de Palma, unos meses antes: no pensaba darse por vencido en la instrucción del Caso Nóos. La infanta cogía a los niños y se iba a vivir a Suiza; mientras, los príncipes de Asturias soportaban el chaparrón y los gritos de "Borbón, haz la maleta" que les dedicaban en un viaje a Cáceres. El rey Juan Carlos seguía su trabajosa rehabilitación: le quedaban por delante algunas intervenciones más.

Fue su último verano como monarca en Marivent, pero si creemos lo que cuentan desde Zarzuela, ni él mismo lo sabía entonces. Otros tampoco sospechaban que su final político estaba próximo. Pero el escenario estaba ya plagado de minas que fueron estallando a lo largo del año.

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El rey recibe a Rajoy en Marivent en agosto de 2014

Un año después, julio de 2014, CiU se tambalea tras la confesión forzada, tardía e incompleta de Jordi Pujol sobre su herencia y las cuentas de la sua famiglia en distintos paraísos fiscales. Su hijo político, Artur Mas, comparece consternado para despojar al padrone de todos sus títulos, privilegios y honores, en un rápido intento por crear un cortafuegos que salve a CiU del descrédito en el momento más delicado de su existencia. Durán i Lleida no está, pero tampoco se ha ido: sus intenciones políticas admiten todo tipo de apuestas. Esquerra, sin despeinarse, sigue marcando el ritmo y desbordando en las encuestas a los convergentes.

Las elecciones europeas de 2015 catalizaron otros muchos cambios: la abdicación del rey, claro, pero también el fin de Alfredo Pérez Rubalcaba y el inicio de una nueva etapa, liderada por un inédito Pedro Sánchez y por la enorme sombra de Susana Díaz, cuyo peso específico dentro del PSOE no ha parado de crecer en este año. Pero los socialistas ya no tienen a los populares y a IU como principales adversarios políticos. La irrupción de Podemos y sus 5 eurodiputados, lo nunca visto en la política española antes del 25M, ha descolocado tanto al PSOE como a IU. Aupados en la ola, los círculos de la nueva formación política y sobre todo su núcleo duro trabaja a toda máquina para organizarse y presentar batalla en la próxima cita electoral, las municipales y autonómicas de mayo de 2015. Difícil será que no consigan dar una nueva sacudida a los equilibrios clásicos de poder en nuestro país.

El balance de decapitados -Jordi y Oriol Pujol, Durán i Lleida, Rubalcaba, Madina, Pere Navarro-, neutralizados -Aznar-, destronados -Juan Carlos-, encarcelados -Bárcenas, Matas, pronto Fabra-, imputados -la infanta Cristina, Urdangarín, los 44 populares de la Gürtel, Magdalena Álvarez, quién sabe si pronto Manuel Chaves y José Antonio Griñán- y tambaleantes -Artur Mas- de este curso político que ahora concluye no tiene parangón en nuestra historia reciente. Tampoco la cosecha deemergentes -Pablo Iglesias, Susana Díaz, Pedro Sánchez, Alberto Garzón, el propio Felipe VI- que, con el nexo de unión generacional, están escalado posiciones de poder en un tiempo récord.

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Estas vacaciones Rajoy bien puede fumarse un puro, o dos, en Pontevedra. Tras dos años de extrema dureza económica, con subida de impuestos incluida, va el PP y gana las europeas. Eso sí, pierde dos millones y medio de votantes, pero... ¿qué es eso comparado con la debacle socialista? Ni un cambio en el gobierno, salvo el retoque obligado por la candidatura de Miguel Arias Cañete, cuya penosa campaña apenas afectó a los resultados. En Europa, ya tiene puesto en el BEI -el sustituto de Magdalena Álvarez- y está a punto de colocar a Guindos en la presidencia del Eurogrupo. La recuperación económica empieza a consolidarse y el gobierno mejora las previsiones de crecimiento del PIB al 2% para 2015, algo impensable hace un año, cuando la prima de riesgo aún estaba en 317 puntos (ahora está en 134, y el bono a 10 años en mínimos históricos). Hay quienes especulan con la posibilidad de que Rajoy adelante las elecciones generales, previstas para finales del próximo año: qué poco convincentes me resultan los argumentos para sostener esa hipótesis.

Un momento. Aunque aparezca sin un rasguño -la teoría de los Diez Negritos, como la ha bautizado José Antonio Zarzalejos-, el presidente del gobierno tiene por delante algunos desfiladeros por los que es fácil resbalar.

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Primero, las elecciones municipales y autonómicas de 2015, que pueden horadar el poder hegemónico del que disfruta ahora el PP. ¿Se atreverá a apuntalarla rompiendo el consenso institucional para sacar en solitario la ley que permite que sólo puedan ser alcaldes los candidatos más votados? ¿Osará cambiar a sus cargos más tocados -como Ana Botella- para sustituirlos por los favoritos en las encuestas? ¿O confiará en que la atomización del voto de izquierdas acabe por beneficiar a los populares? ¿Cree el PP que en Podemos ha encontrado la pinza que necesitaba para anular al PSOE?

Segundo, la ley del aborto. Gallardón anuncia que se aprobará antes de que acabe el verano, pero, ¿va de farol? La contestación interna perjudica al PP en época pre-electoral, pero el sector más reaccionario puede pasarle factura si la guarda en un cajón.

Tercero, la recuperación económica. Es real, sí, pero ¿sólida? El final de las vacaciones puede traer un jarro de agua fría tras las expectativas que han creado los buenos datos de empleo del primer semestre. Y si el paro se resiste a bajar y el consumo se estanca, la recaudación disminuye y se encienden las luces de alarma en Bruselas.

Cuarto, el problema de mayor calado político: Cataluña. Aunque tras la confesión de Pujol se esconde un uso maquiavélico del tempo político -al fin y al cabo, el gobierno conocía cuándo iban a cristalizar las investigaciones judiciales y tributarias sobre la fortuna de la familia-, ojo con los análisis precipitados de quienes predicen que el descrédito de Pujol desactiva el movimiento independentista. No hay duda de que le asesta un duro golpe, y el propio president Mas puede verse engullido por el Maelstrom. Pero si también resulta decapitado en el proceso, ahí está Esquerra Republicana para tomar el relevo.

Rajoy recibe hoy en la escalinata de la Moncloa a Artur Mas. No tengo claro si es el acto final de un curso político extremo, o el preludio de una nuevo sobresalto argumental. Por el bien de todos, sería bueno relajar el pulso y probar a tocar otra tecla que no sea siempre la del drama.

Actualización: Y así fue, afortunadamente. La reunión entre los dos presidentes del 30 de agosto concluyó sin acuerdo sobre la consulta soberanista convocada para el 9 de noviembre, pero con un evidente cambio de tono que restó intensidad al drama y dejó puertas abiertas. Ampliar la agenda de posibles futuros acuerdos, en base a las 23 propuestas concretas que presentó Mas, no sortea el obstáculo principal pero ensancha el túnel. Veremos: el terreno sigue sembrado de minas, y la que ha estallado bajo los pies de Jordi Pujol no era ni la única, ni la última.