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La triple búsqueda de Gaza: desaparecidos, restos de una vida pasada y ayuda urgente

La triple búsqueda de Gaza: desaparecidos, restos de una vida pasada y ayuda urgente 

Los palestinos de la Franja sienten alivio, que no felicidad. Han sobrevivido, pero el precio ha sido bestial. Su afán es que el alto el fuego dure y puedan alimentarse, dar sepultura a los suyos y tener un techo. Reconstruir su tierra llevará décadas. 

Palestinos recogen suministros de camiones que ingresaron al fin a Gaza, en medio de un alto el fuego entre Israel y Hamás, en Khan Younis, el 12 de octubre de 2025. REUTERS/Ramadan AbedRamadan Abed / Reuters

"Sobre esta tierra hay algo que merece vivir", escribía de su patria el poeta palestino más reconocido, Mahmud Darwish. Hablaba de pan, canciones y versos, de olores, nubes y sol, también de amor. Las cosas que hacen el mundo sea habitable. Gaza, tras dos años de ofensiva incensante por parte de Israel, busca todo eso y no lo encuentra. Hoy es una tierra yerma en la que más de dos millones de habitantes sobreviven, pero a un coste bestial, inhumano. 

Ahora que hay un alto el fuego y que se cumplen las primeras fases de lo firmado por Tel Aviv y Hamás, que los rehenes están de vuelta en casa y los presos palestinos ven la luz, los gazatíes respiran pero no celebran. Su existencia se centra en una triple búsqueda: la de los cuerpos de los desaparecidos que se cree que siguen bajo los escombros (entre 11.000 y 14.500); la de los restos de sus casas y sus pertenencias, que abandonaron en masa por ir a espacios supuestamente más seguros, y la de la ayuda humanitaria que, a cuentagotas, empieza a entrar como parte del acuerdo planteado por Donald Trump, el presidente de EEUU. 

Naciones Unidas ya avisa de que la franja mediterránea necesitará décadas para reconstruirse y de que el golpe recibido por el pueblo palestino se puede considerar una segunda Nakba o catástrofe, tras la que sufrió en 1948, tras la creación del Estado de Israel y la posterior guerra. De aquella nunca se ha levantado, y van 77 años. 

En estas horas, cuando hay familias que festejan por la felicidad de recuperar a los suyos, en ciudades como Khan Younis lo que se encuentran son edificios convertidos en fosas de una treintena de civiles, que hasta ahora no habían podido ni ser rescatados. En los grupos de telefonía corren las imágenes de esqueletos o cuerpos momificados, tratando de dar con familiares que puedan ayudar a identificarlos por la ropa o una joya. En Gaza capital es donde se espera encontrar más muertos, porque hubo cientos de miles de personas que no pudieron escapar del asedio terrestre israelí, la traca final a su operación tras los atentados de Hamás

En el norte, sus antiguos pobladores buscan el lugar donde estaban sus casas pero no reconocen ni las calles ni las esquinas ni la tienda del barrio. Se afanan en ver si siguen en pie las tumbas de sus allegados, tras meses de éxodo forzoso al sur, escapando de una de las zonas más castigadas por el Ejército de Israel. Hay miedo, porque los tanques siguen cerca y los drones vigilan sus movimientos, siempre zumbando. Por eso van, chequean y se marchan a sus refugios al caer la noche.  

En toda la franja, los palestinos luchan por encontrar comida, agua y combustible, que acumulan con ansia y miedo por si la guerra vuelve. Aún hay saqueos, porque los camiones son una gota en el océano de la necesidad. EEUU ha autorizado a Hamás a que se rearme "por un tiempo" para establecer una fuerza policial que vele por el "orden". "Tienen que entender que probablemente han perdido a 60.000 personas. Es una gran represalia", ha justificado Trump, en una extraña cita a las victimas palestinas, de las que siempre se olvida y, más aún, citando números. 

Hamás se enfrenta, además, a un problema de seguridad interno que ha estallado conforme se han retirado las tropas de Israel. La BBC sostiene que 27 personas murieron en la tarde del domingo por choques entre el Movimiento de Resistencia Islámica y otras milicias armadas, algunas de ellas avaladas por Tel Aviv. Así que todo cuesta: llegar a los lugares, encontrar bienes, pagarlos si hay intermediarios, esperar con dolor, soportar la violencia cruzada que está empezando a surgir entre propios grupos palestinos, resistir en la lucha por el poder abierta en canal... 

Fuerzas de seguridad de Gaza protegen el Hospital Nasser para recibir a los palestinos que serán liberados en virtud del acuerdo de alto el fuego, en Khan Yunis, el 13 de octubre de 2025.Doaa Albaz / Anadolu via Getty Images

La realidad hecha número

Gaza se explica ahora mismo con un puñado de números aterradores. Es imposible acostumbrarse a la acumulación de dolor de dos años. Ahora que callan las armas, pesa el eco de lo pasado. Mientras empiezan a ponerse parches -la solución definitiva al conflicto se ve lejana-, queda la radiografía. "Durante dos años, la población civil ha sufrido la muerte, el desplazamiento forzado y la negación de su dignidad de forma devastadora. Hemos visto cómo la humanidad se vaciaba en Gaza. Miles de palestinos han sido separados de sus familias y muchos siguen desaparecidos. El impacto de los últimos dos años es visible en los rostros exhaustos de quienes intentan sobrevivir hora tras hora. Los servicios esenciales restantes no pueden satisfacer adecuadamente las necesidades de los civiles. Muchas personas carecen de acceso regular o seguro al agua, a instalaciones de higiene o a servicios médicos", expone la jefa de la subdelegación del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Gaza, Sarah Avrillaud.

"Hemos visto cómo la humanidad se vaciaba en Gaza"
Sarah Avrillaud

Según el Ministerio de Salud de Gaza, entre el 7 de octubre de 2023 y el 7 de octubre de 2025, 67.173 palestinos han muerto y 169.780 resultaron heridos. Los desgloses del ministerio indican que entre las víctimas mortales se encontraban 20.179 niños (30%), 10.427 mujeres (16%), 4.813 ancianos (7%) y 31.754 hombres (47%). Además, entre los heridos se incluyen 44.143 niños (26%), 23.769 mujeres (14%), 11.885 ancianos (7%) y 89.983 hombres (53%). De los niños que se informa que han sido asesinados por Israel, 1.029 eran menores de un año y 5.031 eran menores de cinco años. 

En los últimos dos años, casi 42.000 palestinos han sufrido lesiones "que les cambiaron la vida en Gaza", uno de cada cuatro son niños, incluidas más de 5.000 amputaciones, según la Organización Mundial de la Salud (OMS)

Hay al menos 18.000 niños con necesidades de protección, incluyendo críos sin cuidado parental y menores no acompañados o separados. Y según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), los incidentes denunciados de violencia de género en la ciudad de Gaza aumentaron un 26% entre julio y agosto, con aumentos en la violencia física, sexual, emocional y económica, incluida la explotación sexual y la violencia doméstica.

Según el Sindicato de Periodistas Palestinos (PJS), desde octubre de 2023, 252 periodistas y trabajadores de los medios de comunicación han sido asesinados, incluidas 34 mujeres periodistas. Al menos 565 trabajadores humanitarios han muerto también en este tiempo, de los que 557 eran trabajadores palestinos y ocho, internacionales. El ritmo se ha acelerado en lo que va de año, con cuatro cooperantes asesinados cada semana. 

Gaza ha sufrido daños extensos y graves tanto en la infraestructura como en las tierras agrícolas. Según un análisis preliminar de imágenes satelitales recopiladas por el Centro de Satélites de las Naciones Unidas (UNOSAT) a finales de septiembre, entre el 8 de julio y el 23 de septiembre de 2025, hubo un aumento del 7% en el número de estructuras destruidas, dañadas grave o moderadamente y posiblemente dañadas, para un total de 41.221 estructuras recientemente afectadas. Durante el mismo período, hubo un aumento del 16% en el número de unidades de vivienda dañadas. Esto quiere decir que el 92% de todos los edificios residenciales, donde viven los civiles, ha sido alcanzado por Israel en este tiempo. 

Las mismas imágenes desvelan un "deterioro significativo" en la salud y la densidad del 86% de las tierras de cultivo permanentes de la franja y el 77% de la red vial total -esencial para retornar a los hogares y para el reparto de ayuda humanitaria- está dañada. No se puede residir, no se puede trabajar la tierra, no se puede comer. 

Sin techo, sin bienes, sin asistencia

Balakrishnan Rajagopal, relator especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a una vivienda digna, ha explicado a Al Jazeera que se aprecia un "impacto psicológico y trauma profundo" en quienes tratan de volver a sus casas, por la devastación que encuentran. Y, luego, regresan a dormir a ninguna parte, porque se suponía que en la tregua fallida entre enero y marzo iban a entrar en la franja tiendas de campaña y caravanas pero "casi ninguna" lo hizo, por el "estricto bloqueo de Israel". 

"Para mí, ese es el quid de la cuestión en este momento: ni siquiera la ayuda inmediata a la población de Gaza es posible a menos que Israel deje de controlar todos los puntos de entrada. Eso es esencial", indica Rajagopal, que emplea la palabra "domicidio" para describir la destrucción de viviendas en toda la zona. 

"La destrucción de viviendas y el desalojo de la zona, volviéndola inhabitable, es una de las principales formas en que se ha cometido el acto de genocidio", dice el experto, insistiendo en que el proceso de recuperación, en última instancia, llevará generaciones. "Es como otra Nakba -dice-. Lo que ha sucedido en los últimos dos años va a ser algo similar". Quien piense que la destrucción ha acabado se equivoca: una de sus prioridades ahora, dice, es precisamente localizar explosivos sin detonar que pueden causar nuevas víctimas y nuevos derrumbes. No hay descanso. 

"La destrucción de viviendas y el desalojo de la zona, volviéndola inhabitable, es una de las principales formas en que se ha cometido el acto de genocidio"
Balakrishnan Rajagopal

Según el portavoz del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), James Elder, el problema no es sólo no poder volver a casa, sino las condiciones en las que están los gazatíes, incluso en las llamadas zonas seguras, supuestamente más dotadas de servicios y que son también "lugares de muerte" porque, más allá de las bombas, son espacios de los más densamente poblados del planeta y "desprovistos de lo esencial para la supervivencia". A saber: el 85 % de las familias vive a menos de diez metros de aguas residuales, excrementos animales, montones de basura, agua estancada o plagas de roedores y dos tercios no tienen acceso a jabón, no hay dinero para mudarse, ni espacio ni tiendas de campaña donde instalarse.

La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) cita en su informe más reciente que la organización SARI Global, pronostica que el otoño-invierno empeorará las cosas, porque "traerá 450-500 mm [milímetros] de lluvia, fuertes vientos y marejadas costeras a un entorno donde los estanques de aguas residuales ya están desbordados, medio millón de toneladas de desechos (incluidos desechos médicos peligrosos) yacen sin recolectar y tiendas de campaña frágiles están instaladas en terrenos desnudos y propensos a inundaciones". 

El invierno pasado, la gente recurrió a mecanismos de supervivencia como hornos de barro, estufas de metal o quemar leña, tela e incluso basura para cocinar y calentarse. Ante la falta de opciones energéticas seguras, es cada vez más probable que la gente recurra a estas prácticas inseguras este invierno, incluyendo arriesgar sus vidas para recolectar leña inasequible, avisa la ONU. 

Con la mayoría de las personas en Gaza residiendo ahora en una variedad de tipos de refugios inadecuados que no cumplen con los estándares básicos de emergencia, incluidas tiendas de campaña improvisadas y edificios parcial o gravemente dañados, o al aire libre, el Shelter Cluster (otra destacada ONG especializada en alojamiento) señala que se ofrece una protección mínima y aumentan la vulnerabilidad de las personas a los fenómenos meteorológicos extremos, lo que aumenta su exposición a riesgos para la salud y la seguridad. Se cree que, al menos, hay un millón de palestinos en estos campamentos improvisados. 

Esto se ve agravado por el acceso limitado al saneamiento y otros servicios básicos: una evaluación reciente realizada por la ONU en agua, saneamiento e higiene encontró que sólo la mitad de los hogares tienen acceso a saneamiento privado básico, mientras que el resto depende de instalaciones compartidas o inseguras; el 57% está expuesto a aguas residuales y materia fecal a menos de 10 metros de sus hogares.

La petición de Rajagopal de plena apertura sólo está siendo parcialmente escuchada. La OCHA constata "retrasos e impedimentos a los movimientos humanitarios" en estos días. En su informe de situación más reciente, recuerda que venimos de un bloqueo prácticamente total por parte de Israel: entre el 1 y el 6 de octubre, expone, de 99 intentos de coordinar los movimientos planificados con las autoridades israelíes en toda la franja de Gaza, 35 se facilitaron (alrededor del 36%), 16 se obstaculizaron (16%), 34 se denegaron (34%) y 14 tuvieron que ser retirados por los organizadores por razones logísticas, operativas o de seguridad (14%). Se quedaron sin entregar equipos médicos vitales e instalaciones de saneamiento de agua, por ejemplo. 

El acceso a los alimentos sigue siendo un desafío clave en la franja. En general, si bien el acceso a alimentos básicos ha mejorado y los picos de precios se han aliviado un poco desde la gran hambruna de primavera, los gazatíes continúan enfrentándose a dietas desequilibradas y deficientes en nutrientes, con disponibilidad limitada de carne, vegetales, frutas y productos lácteos, señala el Programa Mundial de Alimentos (PMA), también de la ONU. 

Shireen Atta Dagmash, palestina de 46 años, sostiene a su hijo Matar Nazar Dagmash, con desnutrición severa, el 7 de octubre de 2025, en Deir al Balah (Gaza).Alaa Y. M. Abumohsen / Anadolu via Getty Images

Como resultado, los niños están "enfrentando una privación de alimentos extrema y potencialmente mortal", por lo que los niños entre seis y 23 meses consumen 1.3-1.4 grupos de alimentos en promedio en comparación con los ocho grupos de alimentos recomendados. Según UNICEF, los menores que consumen, como máximo, dos de los ocho grupos de alimentos definidos se consideran en pobreza alimentaria severa y tienen hasta un 50% más de probabilidades de experimentar formas graves de desnutrición. Ahora hay que ser cuidadosos con lo que entra y con cómo se consume, porque puede ser mortal. 

Naciones Unidas confiesa también que las cifras pueden variar en breve por dos razones: el acceso al norte ha sido prácticamente imposible y no saben lo que se van a encontrar ahora y la ofensiva terrestre en ciudad de Gaza les ha impedido tener activos los grupos de detección de malnutrición en la zona en estas semanas. Todo puede ser peor. 

Tom Fletcher, secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios y coordinador del Socorro de Emergencia de la ONU, ha explicado en una rueda de prensa que ahora mismo el reto doble es el de la necesidad de acceso y de dinero. Confirma que desde que entró en vigor el alto el fuego, el viernes pasado, está entrando más ayuda a Gaza, "pero no a la escala necesaria". Hablamos de decenas de camiones al día, a lo sumo, cuando antes de la guerra accedían desde Israel unos 500 o 600 diarios y las necesidades, claramente, eran menores. "Gran parte de Gaza es un páramo", constata. 

Han dado "miles de comidas" en los dos últimos días, también calientes, sobre todo con portes de carne congelada, fruta fresca y harina recién entrados. Han podido cruzar con tiendas de campaña y medicinas y, por primera vez en seis meses, se ha permitido el acceso de gas, esencial para la comida y el frío. "Esto es apenas el comienzo", remarca. Insiste en que "toda la familia humanitaria" de la ONU está esperando para actuar, con 170.000 toneladas de ayuda listas para entregar, pero necesita paso franco y seguro y eso depende de Israel, sobre todo. "Esto no puede ser un falso amanecer", advierte, ante quienes piensen que está todo hecho con el intercambio de rehenes y presos. Nada es un triunfo cuando apenas se está usando menos del 20% de su capacidad de reparto para quien tanto lo necesita.

"Esto no puede ser un falso amanecer"
Tom Fletcher

Fletcher ha planteado un plan de entrega de ayuda a 60 días vista, de impacto, para ir corrigiendo algunas de las crisis más severas, como la de la alimentación infantil. "Aumentaremos el suministro de alimentos en Gaza para llegar a 2,1 millones de personas que necesitan ayuda alimentaria y a unas 500.000 personas que necesitan nutrición", prioriza, anunciando también dinero en efectivo para 200.000 familias, para cubrir sus necesidades alimentarias básicas. Aspiran a brindar servicios de agua y saneamiento a 1,4 millones de personas, ampliar "masivamente" la provisión de refugios y reabrir "espacios de aprendizaje temporales para brindar actividades a 700.000 niños", entre otras medidas. 

Ahora mismo, la Fundación Humanitaria de Gaza (FHG), el chiringuito de Israel y EEUU en la zona para repartir alimento, en cuyas colas han sido asesinados miles de palestinos, ha procedido al cierre "temporal" de sus instalaciones. Pese a todo, afirman a la agencia AP que sus planes se futuro "no han cambiado", aunque nadie los cita en el acuerdo planteado por Trump. Testigos sobre el terreno dicen que esos puestos han sido saqueados para aprovechar la madera y el metal. En el situado en el corredor Netzarim se han hallado municiones de Israel, que se han conservado para un hipotético procesamiento judicial futuro. 

Por supuesto, las afecciones sanitarias serán otra de sus dianas. La OMS publicó el pasado día 2 un informe que destaca la urgente demanda de servicios relacionados con traumas y rehabilitación en la franja, lo más perentorio. Casi 42.000 personas han sufrido lesiones que podrían cambiarles la vida, el 25% de los heridos. Más de 22.000 son lesiones en las extremidades, más de 5.000 son amputaciones, 3.300 son quemaduras graves, más de 2.000 son lesiones de la médula espinal y más de 1.300 son lesiones cerebrales traumáticas. 

El informe describe un sistema de rehabilitación bajo una inmensa presión, sin suficiente personal especializado, equipo o suministros e incapaz de lidiar con las demandas actuales. Durante el primer año de escalada de hostilidades, la OMS informó de la muerte de al menos 42 fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales, citando a Healthcare Workers Watch, aunque se desconoce la cifra actual. Menos de un tercio de los servicios de rehabilitación prestan servicios y ninguno está en pleno funcionamiento debido a las restricciones impuestas desde hace tiempo por Israel a la entrada de suministros esenciales, incluidos numerosos dispositivos de asistencia. El problema es para hoy y para mañana. 

Es total la falta de dispositivos de asistencia (como sillas de ruedas, andadores, audífonos, gafas, muletas, prótesis y sillas de baño), lo que "puede provocar una pérdida significativa de independencia y generar una serie de problemas de protección, como un mayor riesgo de abandono, explotación y abuso, un acceso reducido a información crítica, incluida la relativa a la evolución de la situación de seguridad, y obstáculos significativos para acceder a la ayuda humanitaria y los servicios esenciales", añade la OCHA. 

Los pacientes con cáncer también siguen enfrentándose a "dificultades extremas" para acceder a una atención adecuada. Han estado dos años sin tratamiento. El único hospital especializado era el de la Amistad Turco-Palestina, que dejó de funcionar en noviembre de 2023 tras agotarse el combustible y sufrir graves daños. La situación se ha deteriorado aún más tras el cierre, a mediados de mayo de 2024, del Hospital Europeo de Gaza, que era el principal centro de referencia para pacientes oncológicos en las gobernaciones del sur. Según el Ministerio de Salud de Gaza, hay más de 11.000 pacientes con cáncer en la Franja de Gaza. Más del 70 % de los medicamentos contra el cáncer están actualmente agotados en la zona. 

También la evacuación médica de pacientes de Gaza sigue siendo un problema acuciante. Según la OMS, más de 7.800 pacientes de Gaza han sido evacuados al extranjero por motivos médicos desde octubre de 2023, incluyendo 2.405 en lo que va de 2025, o un promedio de menos de 10 al día. Sin embargo, alrededor de 15.600 pacientes, incluidos 3.800 niños, requieren actualmente evacuación médica, destacó el representante la agencia. Es urgente, por eso, "restablecer el corredor médico hacia Cisjordania, incluyendo Jerusalén Oriental (la ruta más rentable); asegurar más ofertas de países receptores; aumentar el uso de corredores de evacuación médica a través de Egipto y Jordania; y superar los desafíos de seguridad, la escasez de combustible, el cierre de cruces y los límites diarios de salida".

El doctor Muhammad Abu Salmiya, director del hospital Al Sufihah, explica a través de un canal de mensajería que trabajan "contrarreloj", cuando ya lo hacían antes del 7-O, y que ahora necesitan "largas caravanas de ayuda", "miles de camiones" que tengan, para empezar, material para montar quirófanos, anestesias y calmantes, material y profesionales especializados en neurocirugía pediátrica y tratamientos oncológicos.  

Israel no se ha retirado por completo de la franja, por lo que sigue controlando los pasos y, con ellos, el flujo y la naturaleza de la ayuda. Hay esperanza en que entre algo más por el sur, por Rafah, en los próximos días, ahora que además la Unión Europea ha confirmado que el miércoles reanudará su vigilancia en el cruce. España participará con miembros de la Guardia Civil. 

Una imagen satelital muestra una vista general de los edificios destruidos en Rafah, 10 de octubre de 2025.Vantor / Handout via REUTERS

Necesidad de compromiso

Todo lo que Gaza necesita se logra con dos cosas: voluntad política y dinero. Lo primero, al fin, empieza a abrirse paso, aunque no sea sólo porque interese "la humanidad", como defiende Donald Trump. Lo segundo va a ser crucial en el futuro de la zona y el problema es que empezamos la carrera en negativo: al 8 de octubre, los Estados Miembros de la ONU habían desembolsado aproximadamente 1.140 millones de dólares de los 4.000 millones solicitados para atender las necesidades humanitarias más críticas de tres millones de los 3,3 millones de personas identificadas como necesitadas de asistencia en Gaza y Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, en 2025. Eso supone un 28% apenas del total y estamos ya a mediados de octubre. 

La ONU dice que, para empezar, se necesitan unos 50.000 millones de dólares. Está por ver quién los pone. Ya hay quien ha levantado la mano para decir que nadie lo espere: es Estados Unidos. Su vicepresidente, J.D. Vance, ha avanzado que serán "los buenos amigos del Golfo Pérsico" quienes más se implicarán en la reconstrucción de Gaza con "la mayor parte del dinero". "Estoy seguro de que una parte provendrá de Israel", añade. Washington, avisa, tampoco va a poner soldados en la fuerza de pacificación internacional que se espera en una etapa posterior. 

Fletcher insiste en que "podemos lograrlo" y le pone a los estados por delante la lista de tareas a las que dedicaría su dinero: garantizar la protección de los civiles, identificar municiones sin explotar, facilitar el regreso a los hogares, reforzar la protección de los niños y atajar la violencia sexual. Metas que se logran con combustible, gas, comida, cauces "abiertos y funcionales", infraestructuras básicas recuperadas, protección para los cooperantes y menos obstáculos. "No creo que nada de esto sea ciencia espacial", ironiza el representante de la ONU. Su gente, enfatiza, tiene "memoria muscular" porque llevaba décadas atendiendo en Gaza ante emergencias y también tiene el "espíritu adecuado" para trabajar, pero necesita el respaldo del mundo. 

"Se llamaba Palestina. Se sigue llamando Palestina", insisten los versos de Darwish. La resiliencia, aún así, también tiene un límite y lo de Gaza los pone todos a prueba. 

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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