Europa y China abordan una cumbre de aniversario de improbables acuerdos por su desconfianza insalvable
Las relaciones bilaterales cumplen 50 años pero hay poco que celebrar: tratan de acercarse, en busca de alternativas comerciales ante la guerra arancelaria de Trump, pero hay demasiadas diferencias que los separan, empezando por Ucrania.

La Unión Europea (UE) y la República Popular China celebran este jueves una cumbre con la que se conmemora el 50º aniversario de sus relaciones diplomáticas. Sin embargo, hay pocos motivos para la celebración. La desconfianza entre Bruselas y Pekín es estructural y, aunque puede haber un margen de acercamiento, es improbable que la cita acabe con grandes acuerdos. Será, más bien, una toma de contacto educada en la que se espera que pesen las diferencias, empezando por la invasión rusa de Ucrania y siguiendo con las condiciones comerciales que impone cada cual. Con que haya una buena conversación y un buen intercambio de puntos de vista, realista pero sin demasiados reproches, ya iría bien, visto el panorama.
A los 50 se llega con desgaste. Especialmente en los últimos seis o siete años, las relaciones entre ambos bloques se ha deteriorado más aún, sobre todo desde que Europa empezó a considerar a China "un socio, un competidor y un rival sistémico", la triple etiqueta que enciende a los asiáticos. Tras el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca y su guerra arancelaria mundial, ha habido un intento de distensión gradual, mutuo. Se esperaba más unión, como ocurrió durante el primer mandato del republicano, un bloque común con sus diferencias en busca de protección contra una Administración estadounidense antagónica. Pero no. Además, el contexto de los actos previstos por la celebración auguraba un tiempo mejor, pero tampoco. El discurso europeo se ha endurecido y el chino se ha calentado, así que la meta es "una conversación sustancial, abierta, directa, buena y constructiva", explican fuentes comunitarias a la Agencia EFE.
Este jueves, al fin, hay una cumbre de consolación. Lo que ha cuajado es una cita de un día, cuando se plantearon dos jornadas de inicio. El presidente chino, Xi Jinping, desairó a la UE a primeros de año rechazando una invitación para visitar la capital comunitaria, pero ahora ha admitido verse con la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y con el presidente del Consejo, Antonio Costa, pero en una reunión casi protocolaria y un almuerzo formal.
Los problemas se han multiplicado en los últimos meses: a principios de este julio, Pekín prohibió la compra de dispositivos médicos de la UE por parte del Gobierno, en represalia a la imposición por Bruselas de normas para el equipo médico chino, y eso se vino a sumar a una disputa persistente sobre la imposición de aranceles por parte de la UE a los coches eléctricos fabricados en China el año pasado, más los aranceles de represalia de Pekín a las bebidas alcohólicas europeas, como el brandy, o las investigaciones sobre el porcino. Además, a Xi no le ha gustado nada que sus bancos se vean salpicados por las sanciones internacionales impuestas a Rusia por su "operación militar especial" en Ucrania, iniciada en febrero de 2022.
Bruselas se enfrenta a una situación particularmente difícil, ya que Pekín ha estado hablando y actuando con firmeza en muchos temas que preocupan a los Veintisiete y al club comunitario. Y por si fuera poco, EEUU no ha ofrecido ninguna tregua y habrá aranceles del 30 % sobre la UE desde el 1 de agosto, la semana que viene, si no llega antes un acuerdo con Washington.
Para la UE, revertir su dependencia económica de China es clave para lograr una mayor autonomía en su capacidad militar y tecnológica, tanto de este país como de EEUU. Por eso, en enero lanzó su Brújula de Competitividad (Competitive Compass), que busca poner a la Unión primero y competir China y EEUU sin quedarse relegada. Cualquier acuerdo a corto plazo para mejorar las relaciones con Pekín pondrá en riesgo estas ambiciones a largo plazo. Pero incluso si la UE logra negociar con firmeza en la cumbre, podría carecer de la cohesión política necesaria para elaborar una estrategia a largo plazo que le permita alcanzar sus objetivos. No todos los países van en la misma senda ni a la misma velocidad.

Una competencia "justa y equilibrada"
Costa y Von der Leyen llegan a China tras celebrar otra cumbre bilateral con Japón y van a pasar, en unas horas, del buen al mal rollo. En Tokio han encontrado un "socio" con el que afrontar las nuevas realidades, pero en Pekín la cosa cambia. El encuentro con Xi será muy simbólico, pero el meollo del debate se tendrá con el primer ministro chino, Li Qiang, para hablar sobre los aspectos económicos y comerciales.
El Consejo Europeo indicó en un comunicado que la cumbre será "una oportunidad" para subrayar la importancia que la UE concede a una relación "justa y equilibrada" con Pekín. Son palabras que no dejan de repetirse al hablar del gigante asiático y que, sobre todo, se refieren a lo comercial. Ante los desequilibrios en la relación comercial, el mensaje que la Comisión trasladará a Pekín es que la situación actual es "insostenible" y que hacen falta "reequilibrios", de acuerdo con las fuentes comunitarias, las cuales agregaron que el acceso europeo a China es "limitado" y no hay "competencia justa y equilibrada".
"China se beneficia de nuestro mercado abierto, pero compra demasiado poco. El acceso comercial es limitado (...) y los controles a las exportaciones son excesivos. Iremos allí con una actitud positiva y constructiva", insisten en Bruselas. "No podemos aceptar prácticas de distorsión del mercado. De lo contrario, la Unión Europea tendrá que defenderse y defender los intereses de sus ciudadanos", añadieron, pero subrayaron que no se debería considerar cerrar mercados, sino introducir "una verdadera competencia justa", y que las dependencias estratégicas "no deberían utilizarse como armas".
Y es que, hoy por hoy, China gana y por mucho. En marzo, en una rueda de prensa en Pekín, su ministro de Exteriores, Wang Yi, recordó que el pasado año la cifra de comercio entre los dos llegó casi a los 780.000 millones de euros, lo que supone más de 250 veces más que hace cinco décadas, cuando estaba en 2.400 millones. Los europeos, enfatizó, son socios comerciales "clave". Pero unos se llevan más que otros: la UE vendió a China bienes por 213.000 millones de euros en 2023 pero la UE compró bienes por 517.000 millones de euros en ese mismo año.
Europa sigue siendo el primer socio comercial de China, mientras que China es el segundo de la UE. Alemania, los Países Bajos e Italia son los principales importadores y exportadores de mercancías hacia y desde China. Sólo Irlanda y Luxemburgo tienen superávit comercial con respecto a China en los Veintisiete.
Según datos de la CE, más de la mitad de las mercancías que el club comunitario importa de China son aparatos mecánicos y equipos eléctricos (52%). Los vehículos y aeronaves representan un 5,5%, seguidos de los productos químicos orgánicos, con un 4,7%, y los accesorios de vestir, con un 4.5%. En el caso de las exportaciones de la UE a China, más de un tercio (34,1%) son de aparatos mecánicos y equipos eléctricos; le siguen los vehículos y aeronaves, con un 16,7%, más los productos farmacéuticos, con un 9,3%, y los instrumentos ópticos, con un 7,2%, como los sectores más relevantes.
Pese a que la maquinaria está bien engrasada (y más que quieren Von der Leyen y Sánchez), también hay choques entre los dos socios, especialmente en dos materias: coches y lácteos. El mayor fabricante chino de coches eléctricos, BYD, registró un récord de ventas de vehículos híbridos y eléctricos en todo el mundo en 2024, impulsado por la fuerte demanda interna y el éxito de los programas gubernamentales. Sus ventas aumentaron aproximadamente un 12,08% en comparación con 2023, alcanzando los 1,76 millones de vehículos. Sin embargo, a finales del año pasado, la UE impuso aranceles a los vehículos eléctricos chinos, tras determinar que las subvenciones estatales permitían a los fabricantes chinos venderse mejor, una competencia poco leal.
¿Qué hizo Pekín? Enfadarse, claro. Por eso, como represalia, se inició una investigación antidumping (contra esa práctica comercial de vender a precios inferiores al costo, para adueñarse del mercado, con grave perjuicio para el resto) sobre los productos lácteos de la Unión. Había amenaza de aranceles sobre importaciones como el queso y la leche. Bruselas decidió impugnar la medida ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Pese a lo enconado del momento, medios estatales chinos ven "factible" que la cumbre pudiera concluir con un acuerdo en materia comercial. El rumor es que la UE estaría dispuesta a retirar los aranceles a los coches eléctricos chinos o, por lo menos, aceptar unos niveles mínimos en los precios de estos, si China eliminase totalmente los aranceles al coñac, los lácteos y el cerdo y sus trabas a la exportación de las tierras raras y también se comprometiese además a realizar inversión de alto valor añadido en tecnología verde en Europa.
Calentando el terreno
Aún así, también en marzo pasado, Wang Yi insistió en que existen "más razones que nunca" para fortalecer los lazos bilaterales entre ambas partes. Von der Leyen se lo agradeció hablando de "márgenes de acercamiento". En abril hubo conversaciones en defensa del "multilateralismo" en el comercio mundial y en mayo, China y el Parlamento Europeo levantaron de manera simultánea las sanciones que habían interrumpido sus intercambios diplomáticos desde 2021.
Sin embargo, en las últimas semanas el tono ha vuelto a ser áspero. La alemana se ha visto atrapada. Por un lado, intentaba negociar una salida a los aranceles con Trump, lo que enfada a China, y por otro, mantiene su compromiso "inquebrantable" con Ucrania y denuncia la asistencia de Xi a Vladimir Putin. En el Europarlamento, Von der Leyen dio un discurso el 8 de julio pasado que ya auguraba tensiones en la cumbre de este jueves. "Podemos afirmar que China está facilitando de facto la economía de guerra de Rusia, y no podemos aceptarlo", declaró a los legisladores. Aunque alabó a la "gran civilización" del país que ahora los va a acoger, insistió en hacer "una evaluación clara de la realidad" y en "lograr un verdadero reequilibrio" en el comercio. "Siempre lo he dicho: Europa está plenamente comprometida con una colaboración con China orientada a resultados", dijo.
En la 13ª ronda del Diálogo Estratégico de Alto Nivel China-UE, el pasado 3 de julio, la alta representante Kaja Kallas y el ministro de Exteriores chino Wang Yi, también mostraron sus diferencias, en los mismos términos. Ni estando cerca de la cumbre mejoraban el tono o las maneras. "Permitir la guerra en Europa mientras buscan lazos más estrechos con Europa es una contradicción que Pekín debe abordar. En un mundo volátil, Pekín debe utilizar su creciente fuerza para defender el derecho internacional", declaró la estonia.
Ya esta semana, el Gobierno chino se ha mostrado "profundamente insatisfecho" ante las sanciones impuestas por la Unión Europea a una decena de entidades del gigante asiático, incluidas en el nuevo paquete de acciones de los Veintisiete contra Rusia, denunciando que Bruselas ha tomado esta decisión de forma unilateral y bajo "acusaciones infundadas". "China siempre se ha opuesto a las sanciones unilaterales que no tienen fundamento en el Derecho Internacional y no están autorizadas por el Consejo de Seguridad de la ONU", enfatizó el portavoz del Ministerio de Comercio, He Yongqian. Los afectados son el Banco Rural Comercial de Suifenhe y el Banco Rural Comercial de Heihe.
Pekín ya dio un toque de atención ante lo que llega en la cumbre, pues dijo que este paso "contradice el consenso de los dirigentes" tanto de China como de la UE, denunciando además su "grave impacto negativo en las relaciones comerciales, económicas (y) en la cooperación financiera" entre las dos partes. En la videoconferencia preparatoria del encuentro, el martes, en la que participaron el ministro de Comercio del país asiático, Wang Wentao, y el comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, Pekín volvió a quejarse por esto, aunque luego el comunicado conjunto de la conversación fue diplomático: "Ambas partes mantuvieron una discusión sincera y en profundidad sobre la cooperación económica y comercial entre China y la UE y cuestiones clave", señala.
Es el elefante en la habitación que lo mirará todo en las reuniones en Pekín, el de la guerra en Ucrania, el del papel del régimen autoritario junto a su aliado de siempre, Rusia. Desde el inicio del conflicto en Ucrania, Pekín ha adoptado una postura ambigua, pidiendo diálogo entre las partes enfrentadas pero sin condenar expresamente la invasión rusa ni sumarse a las sanciones impuestas por Occidente. Para Europa, directamente, ayuda a Rusia porque le compra petróleo y ha robustecido sus lazos económicos y defensivos. "Además, ambas partes tienden a ver sus relaciones desde del prisma de sus respectivas prioridades geopolíticas: China percibe a la UE como un actor subordinado a EEUU mientras que Bruselas ve a Pekín como un facilitador de la guerra rusa en Ucrania", dice un informe publicado por el Real Instituto Elcano en el contexto de la cumbre, el pasado día 18.
Motivos para el pesimismo
Los investigadores Mario Esteban, Miguel Otero y Cristina de Esperanza Picardo, que son los que firman este análisis, sostienen que estos tira y afloja revelan "desconfianza mutua y una percepción de la relación a través del prisma de la seguridad, la competencia y la rivalidad sistémica". Es por eso que entienden que es "altamente improbable que se alcance algún acuerdo político de calado" durante la cumbre.
Uno de los "principales obstáculos" para el entendimiento radica en la "extendida percepción europea de China como un rival estratégico". En la cima de las instituciones europeas prima el atlantismo, las relaciones con EEUU, y no hay especiales señalamientos prochinos. No van a poner a Pekín por encima de Washington, pese a los tiempos de Trump, en los que ya no se sabe quién es aliado y quién enemigo. "Esta aproximación se ha visto aún más consolidada ante el papel que desempeña Washington en la arquitectura de seguridad del continente, especialmente en el contexto de la guerra en Ucrania. La dependencia europea de EEUU en materia de defensa, particularmente en los países más expuestos a la amenaza rusa, condiciona profundamente el margen de maniobra autónomo de la UE hacia Pekín", exponen.
"Desde esta perspectiva, el papel de China como facilitador indirecto de la agresión militar rusa genera una enorme frustración en Europa que cristaliza en oposición a avanzar en una relación estratégica con Pekín mientras este continúe ofreciendo apoyo diplomático, económico o tecnológico a Moscú", añaden. Está por ver si los pasos dados en el nuevo paquete de sanciones -y van 18- acaban con alguna réplica seria de los chinos.
Otro factor que contribuye a esta "dinámica de desconfianza" son las "crecientes preocupaciones europeas en torno a la participación de actores chinos en amenazas híbridas contra la UE". Hablamos de esa estrategia que combina tácticas militares clásicas (como el uso de fuerzas armadas) con métodos no convencionales (de la desinformación a los ataques cibernéticos, pasando por influencia económica o política) para lograr objetivos estratégicos. "Desde cortes de cables submarinos en el mar Báltico, ciberataques dirigidos a instituciones públicas y empresas privadas, a operaciones de influencia, los servicios de inteligencia europeos han venido alertando sobre un patrón de actuaciones que minan la confianza mutua", detalla Elcano. La UE no ha señalado con detalles a China de este tipo de agresiones, pero "sí ha dejado claro en foros privados y técnicos que estas prácticas son incompatibles con una relación basada en la confianza y el respeto mutuo".
Xi no da su brazo a torcer, "considera que el mantenimiento de un régimen afín en Moscú es crucial para su propia estabilidad política". "Rusia es la única potencia internacional con un firme interés en que no haya un cambio de régimen político en China. Es más, Rusia es vista no sólo como un aliado estratégico, sino también como un escudo frente a los intentos occidentales de fomentar procesos de democratización en su entorno regional, los cuales podrían tener un efecto contagio sobre China", lo que hace que no vaya a virar en su trayectoria actual.
Pekín y Bruselas quieren cosas distintas. Una Rusia fuerte o débil, un Putin al mando o retirado o procesado por crímenes de guerra, el continuísmo en el Kremlin o la democracia. China no teme tanto el poder que pueda adquirir entonces Europa, sino la influencia de EEUU. "Aunque Xi y su entorno desearían que Europa fuera estratégicamente más autónoma de EEUU, consideran que no hay expectativas realistas de que la UE se emancipe estratégicamente de Washington a corto o medio plazo", indican los expertos.
"Por tanto, en Pekín muchos dan por hecho que Bruselas servirá de instrumento en el esfuerzo de contención contra China liderado por EEUU. Esta visión refuerza la lógica de desconfianza mutua y reduce los incentivos para ceder en cuestiones sensibles o explorar acuerdos políticos de alcance estratégico. Por tanto, lejos de constituir un punto de inflexión, la próxima cumbre corre el riesgo de convertirse en una mera escenificación diplomática sin impacto político real", explica en dossier.

¿Hay margen para el acuerdo?
Con todo, podría ser que hubiera algún resquicio para el debate y el acuerdo en algunos puntos, pero "se limitarían a medidas de bajo perfil", dicen las conclusiones de Elcano: "formas de cooperación concreta, de carácter táctico, verificable e inmediato, que puedan servir para generar confianza y, con el tiempo, allanar el camino hacia formas de colaboración más ambiciosas". Avances que los autores califican de "modestos" y que, además, "están lejos de ser garantizados".
Citando el diagnóstico del proyecto EU-China Think-Tank Exchanges, financiado por la Comisión, citan algunas de las posibilidades que serían más deseables, cuajen o no ahora, como la cooperación al desarrollo o la lucha contra el cambio climático, que "exigen respuestas coordinadas, capaces de generar resultados tangibles", "medidas concretas que vayan más allá de las declaraciones de principios y que reflejen una voluntad política compartida de contribuir a la estabilidad y sostenibilidad del sistema internacional".
En materia de cooperación al desarrollo, podría proponerse "una mayor coordinación entre los programas europeos y chinos en las regiones más vulnerables del planeta, particularmente aquellas que han visto disminuir el apoyo internacional en el actual contexto de repliegue de actores tradicionales, especialmente EEUU".
La lucha contra el cambio climático "ofrece un espacio idóneo para compromisos más ambiciosos, especialmente de cara a la próxima cumbre climática COP30 que se celebrará en Brasil en noviembre". Von der Leyen ha señalado que esa cooperación le parece deseable y necesaria. Sería positivo "un alineamiento de posiciones entre Bruselas y Pekín en torno a objetivos climáticos para 2035, acompañado de gestos concretos como la eventual contribución de China al Fondo Verde para el Clima de Naciones Unidas".
"También podría haber un entendimiento general que establezca que la inversión mutua en tecnología verde debe tener en cuenta tres asuntos de capital importancia para las dos partes: (1) La localización de la producción, es decir, que se genere empleo y valor añadido en el lugar de destino, tanto en Europa como en China; (2) La importancia de desarrollar tecnología de manera conjunta por el bien común; y (3) diseñar un marco de gobernanza de los datos que se generen a través de esa tecnología para que la seguridad nacional no se vea comprometida ni del lado europeo ni del chino", profundiza.
Más: podría explorarse "una iniciativa conjunta orientada a la promoción del comercio verde a nivel global", con Pekín cooperando con la UE en el diseño de un marco multilateral "que incentive prácticas comerciales más sostenibles", de enorme potencial, sostienen los especialistas.
"En un contexto de desconfianza estructural entre gobiernos, la promoción de los intercambios entre sociedades cobra una importancia estratégica creciente como herramienta para reconstruir la confianza desde abajo hacia arriba. Entre estos intercambios, la cooperación científica y académica desempeña un papel especialmente valioso por su capacidad para generar vínculos duraderos, fomentar el entendimiento mutuo y producir beneficios concretos para ambas partes", abundan.
Por ejemplo, se podrían eliminar las restricciones y sanciones que aún pesan sobre determinados académicos y centros de pensamiento europeos en China, y avanzar hacia una mayor seguridad jurídica para investigadores europeos que desarrollan su labor en territorio chino. Y "sería deseable" suprimir requisitos excesivos como la necesidad de presentar cartas originales para la solicitud de visado por parte de ciudadanos chinos, así como ampliar los acuerdos de visa free a todos los Estados miembros de la UE. También "se podría establecer un mecanismo bilateral de evaluación de riesgos en los intercambios académicos y científicos, acompañado de la elaboración de una lista blanca de áreas no sensibles, pero de alto valor estratégico, como la agricultura, el clima, la lengua y la cultura". "Todo ello permitiría articular una cooperación más estructurada, previsible y mutuamente beneficiosa", concluyen.
A 24 de julio, cuando toca sentarse a hablar entre reconvenciones, hasta eso parece lejano.
