Los desvaríos de Trump: un presidente errático al que nadie le dice que va desnudo
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Los desvaríos de Trump: un presidente errático al que nadie le dice que va desnudo

El republicano está sacando los pies del tiesto y protagonizando salidas de tono y errores que, a estas alturas, coparían las redes sociales si se llamase Joe Biden. La preocupación, como el debate de qué es personalidad y qué es salud. 

El presidente de EEUU, Donald Trump, guiña durante su encuentro con el primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, el 18 de septiembre de 2025 en Aylesbury (Inglaterra).Leon Neal / Getty Images

Si se llamara Joe Biden, tendría a la prensa y a las redes sociales encima vigilando cada resbalón, pero se llama Donald Trump y provoca miedo. Las grandes corporaciones prefieren hacer la vista gorda ante los desvaríos, resbalones y confusiones del presidente republicano de los Estados Unidos, pese a que empiezan a acumularse. Pero el mínimo debate o la chanza empiezan a dejar paso, pese a la sordina, a una mayor preocupación: ¿es una cuestión de personalidad o una cuestión de salud, a sus 79 años? Y más: ¿quién le va a decir al emperador que va desnudo? Por ahora no se atreve nadie. 

En una semana triunfal para él, por el avenimiento de Hamás e Israel para comprometerse con la primera fase de su plan de pacificación para Gaza -un indudable triunfo-, también se ha comentado su espídico discurso junto a Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, en la Casa Blanca. Desde su postura, apoyándose en el atril como en la barra de un bar, muy acelerado, cambiando de pie y de codo, a sus palabras: fue relativamente claro exponiendo los 20 puntos de su propuesta, pero jalonó su intervención de digresiones, frases cortadas o referencias a destiempo o, peor, cero humanas, como cuando se quejó del trabajo que tiene y lo pesado que es "el tema" de Oriente Medio, cuando enfrente hay un genocidio con 67.000 muertos en la franja palestina.

Es un eslabón más en una cadena de discursos y actos bastante más erráticos, poco propios en el dirigente de la potencia más poderosa del planeta, una tendencia que se aprecia también muy bien en sus redes sociales, tanto en las personales como en las de la Casa Blanca. 

Trump lleva meses acumulando mensajes que, como poco, descolocan. A veces, por su visceralidad; otras, por la falta de cabeza; a veces, porque demuestra una importante falta de conocimientos para el cargo que ostenta: si ve en la tele Fuga de Alcatraz, tuitea que hay que reabrir la cárcel (cerrada en 1963); si se enfada por el auge del cine internacional, llama a parar la "amenaza de seguridad nacional" y plantea aranceles del 100% a las películas que lleguen de fuera; llega el 4 de mayo y recuerda el día de Star Wars con una espada láser... pero roja, la de los sith. O sea, Trump se sitúa en el Lado Oscuro de la Fuerza (los malos, vaya). 

El mandatario también retuitea teorías de la conspiración y negacionistas, por ejemplo relacionadas con el cambio climático. Le encanta poner los memes que la gente de MAGA (Make America Great Again) le manda. Entre sus últimos escándalos, ha estado el uso de varios vídeos generados por Inteligencia Artificial (IA): en uno se ve al expresidente demócrata Barack Obama supuestamente detenido y en otro acusó al partido opositor de regalar médicos y hospitales a cualquiera que cruce la frontera. La grabación muestra a los demócratas Chuck Schumer y Hakeem Jeffries, pronunciando frases manipuladas, con mariachis de fondo. De "racista" para arriba lo llamaron. 

Otro vídeo, también hecho con IA, prometía para los norteamericanos "hospitales con camas médicas" (MedBeds), una teoría conspiranoica que defiende la existencia de unas camas que supuestamente pueden curar cualquier enfermedad, regenerar órganos e, incluso, revertir el envejecimiento. En la Casa Blanca creyeron que esta vez se había pasado y la publicación fue borrada. En cuestiones de salud, también ha sido tremendamente criticada su vinculación -sin pruebas- de que el paracetamol en el embarazo está relacionado con el autismo, afirmación desmentida por la ciencia. Rechazo sobre rechazo causó su intervención, porque además se refirió al autismo como "ciertos elementos de genialidad que se le pueden dar al bebé". 

Más: Trump ha confundido ya dos veces Armenia con Albania y le ha cambiado el nombre a Azerbaiyán, como si nunca se quedara con cómo se dice. Hasta los líderes europeos se han mofado de ello en público. Hay quien justificó el fallo en la similitud de los nombres, que le ha llevado también a hablar de Harlem cuando quería hablar de la Universidad de Harvard. 

También ha dado mal los números de la ayuda humanitaria norteamericana a los gazatíes y ha acusado a los demás países de no dar "nada", cuando es notorio que hay estados europeos y árabes que han estado arrimando el hombro. No contento con eso, se quejó de que nadie le da "las gracias" y eso le hace "sentir un poco mal"

Y es especialista en ponerse a hablar de una cosa para acabar en otra que no tiene nada que ver ni en temática ni en protagonistas ni en proximidad... Hay ejemplos para dar y tomar, como cuando hubo un tiroteo en una iglesia mormona en Míchigan, prometió ir informando de lo que pasaba en sus redes y nunca más puso nada. Pasó de "la Administración mantendrá al público informado, como siempre" a no poner ni más pésame, pasando a hablar en su siguiente mensaje de accesorios para su despacho: "el mejor Despacho Oval de la Historia", dijo en un momento de duelo. Tampoco es coherente hablar de las nuevas reglas de la NFL cuando se está hablando de las negociaciones sobre Gaza. 

Lo más extraño quizá le ha pasado en una reunión de su gabinete, que debía estudiar las inundaciones en Texas, la guerra en Ucrania, el ataque a las instalaciones nucleares de Irán y los aranceles, cuando se puso a hablar de decoración. 13 minutos, sin parar. Sus secretarios esperando para irse y él, hablando de bóvedas y marcos, vajillas y lámparas, del color beige y el dorado (que combinan bien, garantiza). Fue tan estrambótico que el diario británico The Guardian escribió a su oficina de prensa pidiendo una explicación y recibió una andanada: "Son portavoces de izquierdistas que deberían avergonzarse de presentar a desquiciados como expertos", dijeron tras ver que se había consultado a especialistas en psiquiatría para tratar de entender lo ocurrido. 

A principio de este mes, hizo otra parecida en un acto con altos mandos del Ejército. Más allá de que el eje del evento fue reclamar a los uniformados que hagan deporte, pierdan peso y se afeiten como buenos machos, Trump se puso de pronto a hablar de cómo hay que subir y bajar las escaleras, desde Joe Biden "cayendo todos los días", a Barack Obama, "dando saltitos". "Da-da, da-da, da-da, bop, bop, bop". Palabra de presidente.

En julio, cuando fue preguntado por la promesa de campaña que con más empeño quería cumplir para beneficio de los ciudadanos, se le ocurrió hablar de la poca presión que tiene el agua en los grifos, algo ante lo que ya firmó un decreto urgente en abril. Que si las duchas no funcionan, que si le gusta que el pelo le quede "bien mojado"... El mayor problema de EEUU. Y en el mismo mes, mientras estaba en una rueda de prensa con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, hablando del acuerdo de aranceles, lanzó una diatriba repentina contra los aerogeneradores, el daño a los pájaros y lo feos que quedan. 

Trump no sólo confunde y se confunde, sino que miente o, como poco, recurre a "hechos alternativos", pero ni siquiera para escudarse y defender su gestión o atacar a la oposición, no, sino sin venir a cuento. Como cuando dijo que su tío, el profesor John Trump, había dado clases en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) a Theodore Kaczynski, Unabomber, un reconocido terrorista. Llegó a reproducir un diálogo con su familiar al respecto, pero aquello no podía ser porque el delincuente nunca estudió en esa universidad y hay nueve años de diferencia entre la muerte de su tío y los atentados. En la Casa Blanca están empezado a quitar de las notas de prensa algunas transcripciones que deberían ser tradicionalmente literales para "mantener la coherencia" del discurso del presidente, o sea, para ocultar esos errores. 

Defensa de rey

La Casa Blanca no quiere ni oír hablar de problemas de salud de Trump. Incluso si tropieza subiendo a las escaleras de su avión o pierde el hilo de los discursos, si deja una frase a medias porque no se acuerda o hace asociaciones de ideas descabelladas, insisten en que no hay nada de lo que preocuparse. Ni siquiera aluden al clásico "le puede pasar a cualquiera", ese que nunca cedieron en el caso de que quien derrapaba o sacaba los pies del tiesto fuera Biden. Con sus fallos hicieron una campaña de acoso y derribo que, tras un funesto debate cara a cara en la CNN, llevó al demócrata a renunciar a la reelección, en favor de Kamala Harris. 

Trump dice de sí mismo que es un "genio estable", que supera sin problemas sus test médicos. Su equipo se niega a contestar preguntas al respecto, sólo en septiembre salió al paso de los rumores sobre su salud porque estuvo varios días sin agenda, sin comparecencias y sin tuitear siquiera, y cuando regresó ante los flashes tenía peor sus ya conocidas manchas oscuras en las manos y sus tobillos se veían inflamados. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, se apresuró a aclarar que la mancha no tenía gravedad. 

Se trataba, dijo, de una "leve irritación de los tejidos blandos" provocada por los continuos apretones de mano durante los actos públicos, unida al efecto del uso de aspirina preventiva que el presidente toma como parte de su régimen cardiovascular. Leavitt insistió en que Trump goza de "excelente salud" y que sus últimos chequeos médicos no revelaron signos de insuficiencia cardiaca, insuficiencia renal ni enfermedades sistémicas.

Si se repite la pregunta en las ruedas de prensa diarias en Washington, se repite siempre la misma palabra, "insuperable", para definir el estado del mandatario. "Trabaja sin descanso para conseguir acuerdos increíbles para el pueblo norteamericano", es como sigue la coletilla, en caso de que le den tres segundos más de importancia. 

En el Partido Republicano hay orden, dice la prensa norteamericana, de no entrar nunca al tema de las capacidades del presidente o su salud, casi ni para elogiarlo. 

: El presidente electo Donald Trump baila mientras los Village People interpretan la canción "YMCA" en un mitin en el Capital One Arena el 19 de enero de 2025 en Washington.Kevin Carter / Getty Images

Alerta de los especialistas

Pese a esa defensa de rey, hay voces que se levantan para insistir en que una cosa es un tuit descarado y, otra, una metedura de pata o una descoordinación llamativa. Desde el Partido Demócrata, muy dolido por el linchamiento que Trump hizo de Biden en la campaña electoral de 2024 y prácticamente durante todo su mandato, no dejan de hacer ver que todo coincide con un nivel más bajo de popularidad del presidente. Madeleine Dean, una congresista demócrata de Pensilvania, confrontó al presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, sobre el tema. "El presidente está trastornado. No se encuentra bien", le dijo Dean a Johnson. "Bueno, mucha gente de tu lado también lo está", respondió el conservador.

Para la oposición, como poco, el mandatario se está poniendo nervioso y pierde los papeles. Como mucho, necesita un médico. Ahora mismo, sólo el 42% de los norteamericanos aprueba su gestión y sólo el 37% cree que está centrado en los temas adecuados. 

No sólo son los críticos los que avisan de que puede estar pasando algo. Barry McCaffrey, general retirado, declaró a la cadena MSNBC que la actuación de Trump cuando habló ante los militares fue "uno de los acontecimientos más extraños e inquietantes" que ha vivido."El presidente sonaba incoherente, exhausto, rabiosamente partidista, a veces estúpido, divagante, no podía mantener un pensamiento unido", dijo. 

Muy comentado fue ya hace un año el texto de Richard A. Friedman, profesor de psiquiatría clínica y director de la clínica de psicofarmacología del Weill Cornell Medical College, en The Atlantic, en el que dijo que cualquiera que viera cómo se comporta Trump estaría "muy preocupado" sobre sus capacida(des. Cita su "pensamiento tangencial" (una persona no responde directamente a una pregunta, sino que se desvía hacia temas irrelevantes o parcialmente relacionados), de su incoherencia verbal y su discurso repetitivo y truncado, de confabulaciones y mezclas e incapacidad de concentración, que necesitaría de una "evaluación neuropsiquiátrica rigurosa para descartar enfermedades cognitivas". No es normal que alguien se ponga a bailar en un mitin cuando los servicios de emergencia están atendiendo a una persona, como cita el Guardian

Stephen Collinson, el reportero de la CNN en la Casa Blanca, siempre habla de una "volatilidad arriesgada" en las intervenciones de Trump y, muy prudente sobre cuestiones de salud, alude a que su manera de comportarse también conecta con cierta parte de la sociedad que aplaude a un dirigente diferente, que se salta las convenciones y que además demuestra su empeño en tener un poder "expansivo". A veces eso genera una "cacofonía trumpiana" de anuncios mezclados, más aún en esos discursos que cada vez son más largos. 

Si no es salud ni es distracción, aunque de todo puede haber, concede, queda también la personalidad. El año pasado, más de 200 psicólogos agrupados en la iniciativa Duty to warn diagnosticaron al mandatario norteamericano como un "narcisista maligno", con problemas para regular su temperamento, asumir errores y callarse la grandilocuencia. Elizaveta Gaufman y Adrian Favero, investigadores de Políticas Democrática en la Universidad de Groningen (Países Bajos), han publicado un análisis en el que se refieren también a cómo afronta su mandato, como si tuviera una "misión radical" y fuera un elegido para dar esta pelea, lo que también determina su manera de comunicar. 

"Su total desprecio por el comportamiento apropiado y propio de un estadista es una fuente esencial de su atractivo. Trump rompe las normas y reglas políticas liberales e igualitarias, y comete constantes transgresiones. Al mismo tiempo, promete restaurar la dignidad de sus seguidores y renovar el orgullo nacional", exponen. La devoción de su gente es "incuestionable" aunque meta la pata. "Se pueden decir muchas cosas de Trump (...), pero sin duda tiene carisma y la capacidad de convertirlo en capital político. Muchos políticos republicanos lo han aprovechado", añaden.

Usan la palabra "carnavalesco" para definir esa manera de actuar, cuando es buscada, claro. "Tanto los representantes republicanos como los partidarios de Trump celebran su comportamiento carnavalesco. La reacción contra la diversidad, la equidad y la inclusión, y el racismo a menudo manifiesto de la era Trump 2.0, recuerdan inquietantemente a la Reconstrucción, cuando el Ku Klux Klan surgió para mantener la supremacía blanca en medio de la emancipación negra. Al igual que los partidarios de Trump, al Klan le gustaba disfrazarse, participar en actos violentos y honrar a su disfrazado Gran Mago, el rey de la farsa", confirman.

Los meses dirán si estamos sólo ante una transgresión o algo más. 

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Soy redactora centrada en Global y trato de contar el mundo de forma didáctica y crítica, con especial atención a los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos.

 

Sobre qué temas escribo

Mi labor es diversa, como diverso es el planeta, así que salto de Oriente Medio a Estados Unidos, pero siempre con el mismo interés: tratar de entender quién y cómo manda en el siglo XXI y cómo afectan sus decisiones a la ciudadanía. Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tanto conocimiento, pero no llegan ni las reformas ni la convivencia prometidas. Las injusticias siempre hay que denunciarlas y para eso le damos a la tecla.

 

También tengo un especial empeño en la actualidad europea, que es la que nos condiciona el día a día, y trato de acercar sus novedades desde Bruselas. En esta ciudad y en este momento, la defensa es otra de las materias que más me ocupan y preocupan.

 

Mi trayectoria

Nací en Albacete en 1980 pero mis raíces son sevillanas. Estudié Periodismo en la Universidad de Sevilla, donde también me hice especialista en Comunicación Institucional y Defensa. Trabajé nueve años en El Correo de Andalucía escribiendo de política regional y salté al gabinete de la Secretaría de Estado de Defensa, en Madrid. En 2010 me marché como freelance (autónoma) a Jerusalén, donde fui corresponsal durante cinco años, trabajando para medios como la Cadena SER, El País o Canal Sur TV.

 

En 2015 me incorporé al Huff, pasando por las secciones de Fin de Semana y Hard News, siempre centrada en la información internacional, pero con brochazos de memoria histórica o crisis climática. El motor siempre es el mismo y lo resumió Martha Gellhorn, maestra de corresponsales: "Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras". Es lo que nos queda cuando nuestras armas son el ordenador y las palabras: contarlo. 

 

Sí, soy un poco intensa con el oficio periodístico y me preocupan sus condiciones, por eso he formado parte durante unos años de la junta directiva de la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. Como también adoro la fotografía, escribí  'El viaje andaluz de Robert Capa'. Tuve el honor de recibir el XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla por mi trabajo en Israel y Palestina y una mención especial en los Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía (2007). He sido jurado del IV Premio Internacional de Periodismo ‘Manuel Chaves Nogales’.

 

 


 

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