Una OTAN al son de Trump: compromisos, cesiones y silencios de una cumbre inédita
La reunión de la Alianza Atlántica en La Haya acaba con EEUU robustecido, sacando a sus aliados europeos el dinero que quería y relegando sus problemas defensivos. Ucrania pasa a segundo plano y apenas araña nuevas promesas de ayuda.

"¿Ha sido esta la peor Cumbre de la OTAN de la historia? Podría haber sido mucho peor. Por ejemplo, nos podríamos haber quedado sin OTAN. Pero aún la tenemos. Así que, técnicamente, ¡genial!". El exministro de Asuntos Exteriores de Lituania, Gabrielus Landsbergis, se preguntaba en redes sociales por la cita de La Haya (Países Bajos) de esta semana, nada más acabar, y se respondía a sí mismo: siempre hay más margen para el desastre. Mal consuelo.
Pero es verdad. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no ha dado la espantada, su país no ha abandonado la Alianza Atlántica y no ha tenido roces del tipo "ahora no respiro" (más allá del amenazante cachete final a España). Es más, se ha ido a casa "un poco diferente", viendo que sus aliados tienen "pasión y amor" por sus países y su estabilidad. Ahora dice que la OTAN "no es una estafa", pero porque retorna encantado ya que se han cumplido sus deseos y los socios van a dedicar un 5% de su PIB a Defensa, se han relegado en la agenda los problemas de seguridad que no le interesan, ha evitado compromisos mayores con Ucrania y hasta el secretario general aliado, Mark Rutte, le ha tomado la medida y no ha hecho más que soltar lisonjas. Hasta llamarlo "papi" y regodearse en su "victoria".
Es un poco triste conformarse con que Washington no rompa la baraja ni se escueza, cuando los retos de la OTAN son mayúsculos en un mundo cada vez más cambiante, imprevisible y peligroso. Y, aún así, los otros 31 socios lo hacen y hablan de "unidad", de "estabilidad" y de "confianza" porque el fantasma de la fractura parece esfumarse. No ha habido estallido ni confrontación, así que ya vendrán luego los cálculos sobre cómo se va a financiar tanto gasto (una cifra impensable incluso en la cumbre de un año atrás, en Vilna), o qué pasará si de veras hay que aplicar el artículo 5 de asistencia mutua, en entredicho.
Hemos pasado de una declaración de 38 párrafos y 5.341 palabras en la cita del año pasado a los cinco párrafos y 427 palabras de la actual. Como escribe Philippe Dickinson, diplomático de carrera en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Reino Unido, es casi un "haiku diplomático" apenas en el que no se menciona a China, Irán ni Corea del Norte y a Ucrania, brevemente. Pero, como todo buen haiku, "transmite una inconfundible verdad emocional"y es que esta es "una Alianza que baila al son de Trump". La prioridad número uno de la OTAN es la prioridad de Trump: "conseguir que los europeos gasten más".
La gran conquista: "Europa paga a lo grande"
El gran titular de esta cumbre es ese compromiso firmado por todos, más allá de la excepcionalidad española, de dedicar el 5% del PIB a defensa y seguridad. Su horizonte: 2035. "Esto impulsará un salto cuántico en nuestra defensa colectiva", aseguró Rutte. El nuevo porcentaje, en el que ha venido insistiendo especialmente EEUU, responde a las "profundas amenazas y desafíos a la seguridad, en particular la amenaza a largo plazo que representa Rusia para la seguridad euroatlántica y la amenaza persistente del terrorismo", según la declaración de los líderes, esa solitaria página.
Para llegar a la nueva meta de gasto, los aliados se han comprometido a presentar planes anuales que muestren "un camino creíble y progresivo hacia ese objetivo" -para el que computará la ayuda militar otorgada a Ucrania-, y la evolución se revisará en 2029. Mientras que un 3,5 % del PIB se destinará, "según la definición acordada del gasto en defensa de la OTAN para 2035, a financiar los requisitos fundamentales de defensa y a cumplir con los objetivos de capacidades de la OTAN", el 1,5 % restante se invertirá en "proteger infraestructuras críticas, defender redes digitales, garantizar la preparación civil y la resiliencia, impulsar la innovación y fortalecer la base industrial de defensa".
Antes de acordar la nueva meta de gasto militar, los ministros aliados de Defensa este mismo mes ya pactaron los objetivos de capacidades militares (como aviones o munición) que los países deberán cumplir para garantizar su seguridad, y de los que en principio deriva la nueva cifra de inversión en defensa.
En el caso de España, el Gobierno cree que ese "compromiso inquebrantable con la defensa colectiva" es ambiguo y le da margen y flexibilidad, por lo que afirma que no gastará más del 2,1 % de su PIB en defensa, un porcentaje que permitirá al país cumplir "en tiempo y forma" todos sus compromisos con las capacidades de la Alianza, como dijo el miércoles el presidente Pedro Sánchez. "La clave es responder a las capacidades que se nos exigen", incidió.
Ian Brzezinski, investigador residente del Centro Scowcroft para Estrategia y Seguridad del Atlantic Council, destaca que estas partidas "prometen aumentar significativamente las capacidades militares de los aliados, en particular las europeas". "Cumplir esta promesa es fundamental para la puesta en práctica de los nuevos planes de defensa regional de la OTAN destinados a disuadir la agresión rusa. Este fue un claro éxito para el presidente estadounidense Donald Trump y para la Alianza en su conjunto", resume.
Rob Murray, investigador del programa Forward Defense y de la Iniciativa de Seguridad Transatlántica del Atlantic Council, avisa de que los aliados tendrán que reestructurar su arquitectura financiera para alcanzar el 5%. Y no será sencillo. "Cuando los compromisos políticos no se concretan en acciones, la disuasión se erosiona. Nuestros adversarios lo notan. También nuestra opinión pública", previene. Para poder llevar a cabo estos planes, propone "una estrategia financiera clara y coordinada, que demuestre seriedad y garantice que los recursos se gasten eficazmente", empezando por el "rediseño del capital de defensa", "activar las agencias nacionales de crédito a la exportación, incentivar a la banca comercial, movilizar capital privado y capital de riesgo, e incorporar a la mesa de negociaciones a inversores institucionales a largo plazo", propone.
Un Banco de Defensa, Seguridad y Resiliencia multilateral, creado específicamente y propiedad de los aliados, "debería ser el pilar de esta nueva arquitectura: brindar garantías, absorber riesgos y facilitar el flujo de capital hacia las empresas medianas y los proveedores industriales de los que dependen, pero que han estado descapitalizados durante demasiado tiempo". Pero, repite con ahínco, "no es una solución milagrosa". "Debe ser una movilización sistémica de financiación pública y privada", indica.
Daniel Fried, exembajador de Estados Unidos en Polonia, destaca que los Estados europeos han acabado reconociendo que Washington "tenía razón" sobre la necesidad de poner más dinero sobre la mesa. Tarde, pero esperemos que no demasiado tarde, Europa está fortaleciendo su capacidad estratégica. Esto, al parecer, caló hondo en Trump y su equipo", dice, según sus fuentes.
Sin embargo, ha quedado al margen un detalle clave: cómo hacer que esa inversión, ese gasto, esa inyección en la industria, se una como en un puzzle perfecto, completando las necesidades de la Alianza en bloque, y no sólo de una parte, formando un mismo dibujo que sea una red realmente firme de defensa. Lloyd Austin, el que fuera secretario de Defensa de EEUU con Joe Biden hasta enero, ha publicado una tribuna en el Financial Times en la que pone el dedo en la llaga: "La cuestión central no es cuánto gastan nuestros aliados en Defensa, sino cómo se complementan nuestros esfuerzos para garantizar la seguridad a largo plazo". Para ello propone fortalecer la capacidad de producción -en lo que EEUU va a encontrar un gran negocio- y cooperar entre los dos lados del Atlántico.

Compromiso difuso
En las conclusiones, tan breves, no ha habido lugar para destacar más que la amenaza que Rusia sigue suponiendo para el euroatlantismo. Que esa realidad se reconozca negro sobre blanco es importante, cuando Trump y Putin se atraen. Sin embargo, se han eliminado referencias a otros frentes que no son importantes para EEUU pero sí para los socios del viejo continente, como la vecindad sur con el norte de África, el mar Meditarráneo, amenazas como la del terror en el Sahel, las guerras híbridas del este y el norte de Europa, el Ártico y hasta esa Groenlandia que el republicano se quiere quedar.
EEUU está permanentemente centrado en otros rincones, su empeño principal es con el Indopacífico, con China y Taiwán por ejemplo, y las preocupaciones de los demás son secundarias. Es verdad que tampoco las suyas aparecen expresamente en este documento, pero es que la urgencia estaba en el dinero. Lo demás, vendrá. Lo triste es que no sólo es que no se haya reflejado esa otra realidad en las conclusiones, sino que prácticamente no han aparecido en las reuniones, según relata la prensa de Washington y la de Bruselas, en una cumbre que ya era más breve que las previas, apenas día y medio y con una sola gran reunión de líderes.
Funcionarios de la Alianza han mostrado en Euractiv su desilusión porque los compromisos en materias como medio ambiente y mujer, en las que Europa cree con fervor y que se habían trabajado durante meses de cara a la cumbre, se han "diluido silenciosamente", al final. Claramente, no son políticas del gusto de la corriente MAGA (Make America Great Again).
Así, queda un panorama en el que la voz europea no se ha escuchado pero en el que sus mandatarios sí han tenido que claudicar ante el desembolso reclamado. Y eso, además, genera un lastre en la estrategia de defensa anunciada por la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, en la que la autonomía es clave. Europa quiere ser menos dependiente de EEUU pero con lo que sale de La Haya lo es más, porque tiene que asumir compromisos desde fuera que no se planteaba desde dentro -por más que el incremento del gasto pareciera un consenso más o menos claro- y vincularse forzosamente a la industria de EEUU para ello. Un win win para USA, que se dice.
Además, ha inquietado el hecho de que Trump hayan puesto en tela de juicio la aplicación del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, en el que se dice: "Las Partes acuerdan que un ataque armado contra una o más de ellas, que tenga lugar en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas ellas, y en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, ayudará a la Parte o Partes atacadas, adoptando seguidamente, de forma individual y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer la seguridad en la zona del Atlántico Norte". ¿Qué quiere decir esto? Que si atacan a un país aliado, están atacando a todos los aliados y acudirán a ayudar, todos para uno y uno para todos.
El presidente de EEUU dijo de camino a La Haya que hay "numerosas definiciones" de ese artículo y que lo que no estaba en duda es que EEUU sería un "amigo" para sus socios, pero no se comprometió a ir a más. Con las horas, con las conclusiones, llegó una afirmación más tranquilizadora. "Reafirmamos nuestro compromiso inquebrantable con la defensa colectiva, tal y como se establece en el artículo 5 del Tratado de Washington, según el cual un ataque contra uno de nosotros es un ataque contra todos. Seguimos unidos y decididos a proteger a nuestros mil millones de ciudadanos, a defender la Alianza y a preservar nuestra libertad y nuestra democracia", se lee ahora. "Estamos con ellos en todo momento", enfatizó más tarde Trump.
Y, pese a todo, nadie pone hoy la mano en el fuego por que EEUU ayudase a Europa en caso de agresión, que es lo que está firmado. Demasiados vaivenes, pocas certezas. Daniel Fried, de nuevo, se agarra al clavo ardiendo de lo logrado pese al excepticismo inicial. "No fue glorioso, pero a veces basta con lo suficiente", resume.

En segundo plano
Aunque se cite la amenaza rusa, la verdad es que las conclusiones no dan demasiado abrigo tampoco a la causa ucraniana, clave para Europa, que teme el expansionismo de Putin atacando a un país comunitario en un futuro hipotético. Es otra de las decepciones. No se habla de invasión en ningún momento y el presidente Volodimir Zelenski, en otras cumbres centro de todas las miradas, ha tenido ahora un espacio secundario.
John E. Herbst, el director senior del Centro Eurasia del Atlantic Council y exembajador de Estados Unidos en Ucrania, se lamenta por ello, aunque se veía venir. Recuerda que antes de la cumbre neerlandesa se archivó la idea de diseñar "una nueva política estratégica para abordar los peligros que representa Moscú", algo pactado en la cita de 2024, y la OTAN también decidió "limitar el papel del presidente ucraniano", mientras se enfrenta a "la campaña de bombardeos rusos más brutal de la guerra". La razón: "evitar que el presidente estadounidense se enfadara". Un panorama ante el que sólo aplaude Rusia.
Ya en esta cumbre, ha habido una mención en el comunicado sobre que las contribuciones europeas a Ucrania en materia de defensa se contabilizarían para los nuevos requisitos de gasto en defensa de la OTAN y Trump expresó, en rueda de prensa, su comprensión de la necesidad de defensa aérea de Ucrania. Prometió incluso ver qué podía hacer para que Kiev recibiera sistemas de defensa aérea adicionales (lo esperado son más Patriot) y más dinero, pero no concretó nada. Eso sí fue positivo, al menos.
El norteamericano también dejó claro que reconoce que Putin es el obstáculo para la paz. En menos de una semana, el presidente ruso se ofreció dos veces a ayudar a negociar el fin del conflicto entre Israel e Irán y, en cada ocasión, Trump se negó y sugirió que Putin se centrara en poner fin a la guerra en Ucrania. No está mal para quien ha priorizado los interese de Moscú en todo el proceso negociador, desde principios de año. Pero estamos como siempre: una cosa son las palabras y, otra, los hechos. Lo cierto es que EEUU se ha mostrado reacio a presionar al Kremlin y el proyecto de ley de sanciones del Senado estadounidense, con 84 copatrocinadores ya, sigue en suspenso, a la espera de la aprobación de la Casa Blanca.
Marco Rubio, secretario de Estado de Trump, declaró en La Haya que no era el momento de imponer nuevas sanciones a Rusia, ya que eso persuadiría al Kremlin de no participar en las conversaciones de paz. "Ese análisis es totalmente erróneo y contradice las numerosas declaraciones de Trump de que presionaría a quien obstruye la paz. Solo la presión podría persuadir a Putin -quien recientemente afirmó que Rusia tiene derecho a tomar posesión de toda Ucrania- a negociar el objetivo largamente declarado por Trump de una paz estable", expone Herbst.
Su colega Fried reconoce que Trump "podría (y debería) haber ido más allá" en sus compromisos con Kiev, por ejemplo, "reafirmando su propuesta de un alto el fuego incondicional de treinta días, amenazando a Rusia con nuevas sanciones severas si Putin no aceptaba y comprometiéndose a proporcionar a Ucrania un flujo constante de armas estadounidenses de una forma u otra". Pese a ello, ve el vaso medio lleno: "Trump pasó de una fría hostilidad hacia la lucha de Ucrania por la supervivencia a un tono de apoyo". A lo mejor es porque Zelenski le hizo caso y, tras su pelea a cara de perro en la Casa Blanca del pasado febrero, esta vez no fue de militar sino con un traje negro, sin corbata pero traje.

Rutte, ¿sí o no?
Uno de los grandes protagonistas de la cumbre ha sido el secretario general de la OTAN, Rutte, que se estrenaba con un gran encuentro en su propia ciudad natal. No sólo es que fuera su primera cumbre, y jugando en casa, donde fue primer ministro, sino que con los días su comportamiento ha ido acumulando titulares, uno tras otro, a cada cual más estrambótico el alguien de su cargo.
Llevaba meses poniéndole la alfombra roja a Trump para que fuera al encuentro sin hacer mucho ruido pero esa actitud ha llegado a la adulación y eso ha generado sentimientos encontrados en los aliados. ¿Se estaba pasando de blando o es un lince de la estrategia, contentando al norteamericano como le gusta? El republicano filtró sin pudor una serie de mensajes personales esclarecedores: "Europa va a pagar a lo grande, como deben, y será tu victoria", le decía. Le peloteaba con el "gran éxito" que iba a lograr, como así ha sido, algo que "ningún otro presidente estadounidense ha conseguido en décadas". Es normal que Trump se haya marchado de Europa afirmando: "Le gusto, creo que le gusto", en referencia a Rutte.
En la OTAN unos dicen que ha entendido perfectamente cómo había que tratar al inquilino de la Casa Blanca, siempre con la meta de que la cumbre se desarrollase con normalidad. De ser así, Rutte ha acometido su misión a la perfección, porque la Alianza no ha estallado. Otros estiman que lo ha halagado en exceso, por más que la primera potencia del mundo sea esencial para la organización. La desigualdad de trato ha sido más que evidente. Existe el peligro, así, de ceder de más o, luego, tener que recoger cable si las promesas son excesivas. Rutte, cierto, ha logrado su principal objetivo de la cumbre: mantener a Trump a bordo, pero ojo, porque el cortoplacismo no suele ser bueno.
"Rutte ha estado trabajando para convencer a Trump de que la OTAN podía cumplir. Recibió algunas críticas por sus halagos, pero parece haber acertado. El representante permanente de Estados Unidos ante la OTAN, Matthew G. Whitaker, parece haber estado trabajando para cerrar el acuerdo y que Trump se llevara la victoria. Ellos y sus equipos cumplieron. Trump obtuvo su victoria, la OTAN obtuvo los recursos necesarios y Estados Unidos se quedó. Suficiente", expone Fried.
Eso explica el aire triunfal tras las ruedas de prensa de rigor, pese a todo lo que quedaba por hacer o en el tintero. Ahora hay que ver cómo se materializan los compromisos con "papi". De momento, como dice Marco Rubio, este ha sido el "Trump summit", o sea, la cumbre de Trump. Todo lo que toca lo monipoliza.