Donald Trump recibe a Benjamín Netanyahu: un encuentro para diseñar el futuro de Oriente Medio
El norteamericano abre la Casa Blanca a su aliado israelí, primer invitado tras volver al cargo. Se espera cercanía con su "eterno amigo" respecto a la ocupación, pero también presiones para que no rompa la tregua de Gaza y pueda acercarse a Arabia.

Hay gestos que hablan por sí solos y que la primera invitación a la Casa Blanca que hace el nuevo presidente de Estados Unidos sea para el primer ministro de Israel es directamente una toma de partido, un posicionamiento gritado al mundo. Todo claro: el "amigo eterno" lo sigue siendo en la temporada 2 del republicano.
Benjamin Netanyahu ha viajado este domingo hacia Washington para verse con Donald Trump el martes, en una visita que se prolongará hasta el jueves y que, por tanto, puede incluir más sorpresas en la agenda. De momento, libra al líder del Likud de comparecer ante la justicia por el triple juicio en su contra por supuesta corrupción.
Lo que se espera de esta cita es que ambos mandatarios diseñen a placer el futuro de Oriente Medio, según sus intereses inmediatos y a largo plazo, un diseño en el que sólo hay una cosa segura: la causa de los palestinos, ese pueblo con el que Israel batalla desde hace más de 75 años, no aparece por ningún lado.
Es obvio que las relaciones entre EEUU e Israel son fuertes y que la mayor potencia del mundo siempre estará al lado de su gran aliado en la región. Entre las primeras (veloces y contundentes) medidas tomadas por la Administración Trump ya han llegado los primeros regalos para Tel Aviv, como la retirada de las sanciones impuestas a colonos judíos por sus ataques a ciudadanos y propiedades palestinas en Cisjordania y la descongelación del envío de 1.800 bombas pesadas a Israel ("Pagaron por ellos y llevan mucho tiempo esperándolos", justifica). Las dos fueron medidas de su antecesor, el demócrata Joe Biden, en un intento suave de presionar a Netanyahu por su ofensiva en Gaza, que se ha cobrado al menos 47.000 vidas.
Además, los representantes de EEUU en Naciones Unidas han defendido con vehemencia el veto de Israel a la UNRWA, la agencia para los refugiados palestinos, cuya oficina central en Jerusalén cerró forzosamente el jueves pasado. Washington ha avalado el discurso de que sus trabajadores están en connivencia con Hamás y que tomaron parte en los atentados del 7 de octubre de 2023, una acusación sin pruebas no ratificada por la investigación interna de la propia ONU.
Y, sin embargo, en el Despacho Oval no sólo se esperan abrazos entre colegas. Las relaciones entre Trump y Netanyahu han pasado por altibajos desde que el republicano llegó al poder por primera vez, en 2017, y el electoralismo y la coyuntura doméstica los ha unido en estos meses. Aunque Trump vaya a estar al lado de Israel y, sobre todo, vaya a pasar olímpicamente del drama palestino, también tiene sus planes propios para la zona y quiere que sean esos y no otros los que se impongan, así que tocará recordárselos a Netanyahu, por si tiene la tentación de no hacerle caso, como parece.
El precario alto el fuego
El primer punto en esa agenda que hay que pulir es el alto el fuego entre Hamás e Israel en Gaza, iniciado el 19 de enero pasado y con 60 días de duración. Biden peleó durante meses por ese acuerdo, pero sólo el impulso final de Trump lo desatascó, de lo que se ha vanagloriado ampliamente.
Una vez que se han liberado a los primeros rehenes y han salido a la calle los primeros presos palestinos en estas dos semanas, en la entrante es necesario negociar la siguiente etapa, la segunda fase. Se buscará una "calma sostenible" y se espera que Hamás libere a todos los rehenes vivos restantes y devuelva los cadáveres de los rehenes muertos. A cambio, Tel Aviv liberará a más presos palestinos, incluidos aquellos que cumplen largas condenas por atentados mortales, además de retirar todas sus tropas de Gaza.
El problema es que la prensa israelí no para de filtrar que Netanyahu tiene claro que no se va a superar esa segunda fase de las tres que componen el armisticio (la última debería ser la reconstrucción de Gaza). Diarios como Haaretz sostienen que Bibi "no tiene intención de honrar o implementar" el acuerdo, pese al empeño de Trump en que siga adelante, no le dé quebraderos de cabeza ni gastos extra y le permita colgarse una medalla en el plano internacional.
No lo dicen los medios, sino los asesores del primer ministro, que hasta dan detalles de cómo puede argumentar un futuro frenazo a la tregua: haciendo que se estanquen las negociaciones por venir, perdiendo el tiempo hasta que los plazos se acaben o provocando un estallido en Cisjordania, donde ya se ha disparado la violencia en estos días. "La mecha ya está ardiendo", escribe gráficamente el periodista y escritor Amir Tibon.
Netanyahu no quiere llegar a esa segunda etapa por tacticismo político y pura supervivencia: Bezalel Smotrich, líder del Partido Sionista Religioso y su ministro de Finanzas, le ha dicho que dejará la coalición de Gobierno si se avanza hasta ese punto con Hamás. Ya se había ido el Poder Judío de Itamar Ben Gvir, al firmarse el pacto. Netanyahu aguanta sin una muleta de los ultranacionalistas religiosos, pero no sin las dos.
Tiene, pues, una encrucijada por delante: o contenta a sus socios o contenta a EEUU. Sin tregua no hay acercamiento entre Israel y Arabia Saudí, que es el gran anhelo de Trump para la región, tener a sus dos máximos aliados conectados, con sus relaciones diplomáticas activas. Riad no va a coquetear siquiera con Tel Aviv si en Gaza siguen muriendo palestinos. Los planes del nuevo presidente de EEUU son más amplios, pero pasan por esa franja pequeña llamada Gaza. Así que se espera que le diga a Netanyahu que siga adelante, aunque pague un precio interno.
Para preparar la reunión de este martes, Trump hizo que su secretario de Defensa, Pete Hegseth, hablase hace una semana con Netanyahu por teléfono y luego, el martes pasado, le mandó al enviado para Oriente Medio, el antiguo empresario inmobiliario Steve Wittkoff, a Jerusalén. Se le vio también abrazando a los liberados y a sus familias y asistiendo a la vigilia por los que quedan en Gaza, en una plaza de Tel Aviv.

La oficina de prensa del primer ministro suministró imágenes del encuentro pero nada sobre el contenido del mismo, lo que ha disparado las especulaciones. Se ha filtrado finalmente que el norteamericano entró en Gaza acompañado de militares israelíes para visitar el corredor Netzarim, del que aún no se han retirado, y que trasladó a Netanyahu que busca un "acuerdo amplio" para Oriente Medio que pasa por la calma en la franja y por normalizar relaciones con Arabia. Cero coincidencia: Wittkoff -quien fue determinante para obligar a firmar el alto el fuego- venía justo de una visita a Riad. Todo conectado.
Para hacer fuerza también desde lo emocional, ha estado esta semana en Israel Adam Boehler, otro hombre de negocios designado como enviado especial de EEUU para los rehenes. Tuvo tiempo para ir al Canal 12 de televisión y decir que su objetivo es "liberar a los rehenes" y que Israel no puede olvidar que ese es su papel. Sólo estarán de vuelta si la negociación avanza.
Lo esperado es que, pese a la cercanía de intereses, Trump no se muerda la lengua a la hora de hacerle exigencias al respecto a Netanyahu, como sí le pasó a Biden. En el corto plazo, quiere a los secuestrados en Israel y, en el largo, ampliar los Acuerdos de Abraham que han permitido ya que cuatro naciones -Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos y Sudán- hayan entablado relaciones con Israel, un marco económico, académico y hasta defensivo que olvidaba las reclamaciones políticas de los palestinos, a los que se le prometían nuevas inversiones. Hay quien dice, y no en broma, que si se ensancha ese acuerdo con Arabia Saudí Trump puede ser candidato al Premio Nobel de la Paz.
"Limpiar" Gaza
En la reunión de los dos mandatarios estará también el futuro de Gaza, si la tregua se afianza. Netanyahu ha evitado en los 15 meses de guerra dar explicaciones sobre lo que quiere hacer si acaba, no tanto por falta de planes como por conveniencia. Espera acontecimientos para ver pasos y apoyos. Sin embargo, Trump ha empezado a decir en alto lo que cree que se debe hacer en la franja: "limpiarla", dice, pero no de escombros o de restos de esas armas que su país mismo proporciona a Israel, sino de gazatíes.
Hace una semana, planteó que había que reubicar en Jordania y en Egipto a al menos un millón y medio de palestinos porque el lugar en el que viven se ha convertido en un "sitio de demolición", sin citar quién ha estado tras esa destrucción, de ese 60% largo de edificios destrozados que cita la ONU. "Simplemente, limpiaremos todo ese lugar", insistía. La medida podría ser "temporal" o "a largo plazo", no dio detalles. "Me gustaría que vivan en una zona donde puedan vivir sin tantas interrupciones, revoluciones y violencia", dice. La idea es que se vayan "a un lugar diferente donde tal vez puedan vivir en paz para variar".
El mismo hombre que con afán expansionista y mirando al pasado quiere recuperar el canal de Panamá borra de un plumazo el deseo de un pueblo a vivir en su tierra o a volver de donde fue expulsado, derecho que le reconocen la sucesivas resoluciones de la ONU.
No fue un derrape, porque el jueves volvió a repetirlo, amenazando a Jordania y a Egipto, recordándoles que EEUU "hace mucho por ellos". "Lo harán, lo harán. Lo van a hacer, ¿de acuerdo? Hacemos mucho por ellos y ellos lo van a hacer", expuso ante la negativa de Amán y Cairo a asumir ese plan, que supondría, denuncian la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Hamás y la Liga Árabe, una segunda nakba o catástrofe para sus vecinos árabes.
Abdelfatá al Sisi, el presidente egipcio, ha negado que Trump se haya puesto en contacto con él para explicarle su plan y avanza que, si llega el caso, se negará a aplicarlo: "Reubicar y desplazar por la fuerza al pueblo palestino de su tierra es una injusticia de la que no puedo ser parte", asegura. El republicano reveló lo que le dijo al rey Abdalá de Jordania durante una conversación telefónica el sábado anterior: "Le dije: ‘Me encantaría que recibiera a más, porque en estos momentos veo a la Franja de Gaza, y es un desastre’". Pero, al hacerse público el proyecto, el ministro de Relaciones Exteriores de Jordania, Ayman Safadi, declaró que la oposición de su reino era "firme e inquebrantable".
Jordania ya alberga a más de dos millones de refugiados palestinos, su reina Rania entre ellos, mientras que Egipto ha advertido sobre las implicaciones de seguridad de transferir a un gran número de palestinos a la península del Sinaí, limítrofe con Gaza, insegura por la intensificación del conflicto entre el ejército egipcio y los yihadistas de la zona. Además, el país ya acoge a nueve millones de inmigrantes, la mayoría de Sudán, Siria, Yemen y Libia.
Lo que con tanto descaro ha avanzado Trump supone romper con décadas de política exterior estadounidense, que se había centrado en la creación de un Estado palestino, con Gaza como parte fundamental. Netanyahu, que un día dijo que lo apoyaba, ahora sostiene que es inviable la solución de dos estados. La idea de alentar a los habitantes de Gaza a trasladarse a países vecinos ayudaría a que esa nación -reconocida ya por buena parte del mundo y asumida como estado observador en la ONU- no cuaje nunca. Es lo que quieren los miembros de línea dura del Gobierno de Netanyahu.
El ultra Ben-Gvir, por ejemplo, ha elogiado a Trump "por la iniciativa de trasladar a residentes de Gaza a Jordania y Egipto". "Una de nuestras exigencias al primer ministro Benjamin Netanyahu es promover la emigración voluntaria", escribió en X. Smotrich también ha dicho que los palestinos deberían emigrar a los países vecinos para permitir que se restablezcan los asentamientos judíos en Gaza, un movimiento que ha revivido con la última gran ofensiva.
Estos comentarios indignan a los palestinos y a los defensores de una solución de dos Estados que cada vez se ve más lejana. Porque es un suma y sigue. Este mes, sin ir más lejos, el elegido por Trump para ser el próximo embajador de Estados Unidos en Israel, el cristiano evangélico Mike Huckabee, rechazó de plano la idea de que alguna vez exista un Estado palestino, porque dice que no hay espacio para todos. "Los palestinos tuvieron su oportunidad en Gaza -dijo en una entrevista televisiva en Fox-. Y mira lo que pasó allí", dijo, en alusión a los años de Gobierno de Hamás, en los que la franja ha estado sometida sin descanso al bloqueo israelí. Gaza quedó bajo ocupación israelí en 1967. En 2005 Israel retiró sus tropas y colonos de la franja (21 asentamientos, más de 9.000 colonos), pero conserva el control del espacio aéreo, el paseo marítimo y el acceso de vehículos.
Los comentarios de Huckabee y Trump contradicen seis décadas de política estadounidense en Medio Oriente, durante las cuales Washington ha impulsado durante mucho tiempo el concepto de dos estados vecinos, conviviendo en paz y seguridad. Estados Unidos había declarado anteriormente que se opone a cualquier desplazamiento forzoso de palestinos de Gaza o de la Cisjordania ocupada, que violan el derecho internacional y las resoluciones de la ONU. Más aún si, como dice el magnate, se plantea como algo a largo plazo o definitivo.
Una visión común
Estados Unidos es, con diferencia, el mayor proveedor de armas a Israel, al que ha ayudado a construir uno de los ejércitos tecnológicamente más sofisticados del mundo. Pese a la mínima retención de bombas hecha por Biden, los contratos siguen fluyendo, como el de la famosa Cúpula de Hierro, que necesita proyectiles norteamericanos. EEUU siempre ha ofrecido a Israel protección militar y diplomática, amparo ante resoluciones contrarias en Naciones Unidas gracias a su poder de veto y defensa por encima de todo su derecho de legítima defensa, como ha ocurrido ante los atentados de Hamás o los ataques de Hizbulá desde Líbano. El defensivo es un punto que estará en la reunión, claro, pero donde hay base firme para el consenso.
Otro de los puntos en común es la visión sobre la ocupación en el este de Jerusalén y en Cisjordania. Huckabee, el nuevo embajador, dijo en la entrevista ya citada que las colonias no son ilegales. Es más, se negó a llamarlas así o "asentamientos", porque para él son "ciudades", "comunidades", "poblaciones" o "barrios". El temor es que, con la nueva Administración Trump, el llamado "Gran Israel" cobre cuerpo con aval internacional. Hasta ahora, ha llegado a colocar a 600.000 colonos entre los dos territorios: en el este de Jerusalén, porque lo tiene ocupado desde 1967; en Cisjordania, porque hay un 62% de territorio donde la ANP no manda, sino que lo hace Israel, y ahí puede ampliar colonias, crear nuevas o comerse terreno para infraestructuras que las acompañen, de carreteras a polígonos industriales pasando por canteras (la ocupación también se lleva recursos naturales).
Ya en su primer mandato, el presidente de EEUU avaló la legalidad de estos núcleos, condenados por la comunidad internacional, y hasta envió a su secretario de Estado, Mike Pompeo, a visitarlos, insólito en la historia de las relaciones bilaterales. Ahora, la nueva representante estadounidense ante Naciones Unidas, la congresista Elise Stefanik, hasta dice que Cisjordania es un territorio sobre el que Israel tendría "derecho bíblico", en palabras de la elegida por Trump como

El gabinete de Trump ya avaló en el pasado la soberanía israelí sobre los Altos del Golán en 2019, aunque está internacionalmente reconocido como suelo sirio, y trasladó la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén, declarando la ciudad triplemente santa como la capital del Estado de Israel, cuando sólo lo es para su Gobierno y no para la comunidad internacional.
En esta legislatura puede amplificar todo esto, porque conoce mejor el Gobierno federal, porque tiene una hoja de ruta más clara y unas ambiciones mayores (ya no podrá presentarse a otra reelección y el tiempo se le acaba), porque se ha rodeado de fieles que no le van a poner peros a sus apuestas estrambóticas y porque cuenta con una mayoría republicana en la Cámara de Representantes y el Senado, que superará cualquier votación. Sin contar con que hay mucho apoyo a Israel entre los congresistas y senadores demócratas.
En todo este debate, ¿dónde quedan los palestinos? Trump no los cita, sólo para decir que se vayan de Gaza, territorio por cierto que le parece estupendo y con mucho potencial. Queda relegado el estado y quedan al margen sus actuales instituciones. Por más que estén caducas, desdibujadas y criticadas hasta internamente, son las que representan a una parte del conflicto con la que no se cuenta. Una invitación a la Casa Blanca para el presidente palestino, Mahmud Abbas, no parece precisamente lo siguiente que el mandatario tiene en su agenda.
De momento, habrá que ver qué sale en claro del encuentro con Netanyahu. Abrazos, planes comunes y presiones para dibujar una región agotada.