Nueva fase en Ucrania: sin diálogo, sin victorias, con sanciones y a las puertas del invierno
Putin y Trump no se verán las caras, por ahora. Su cita en Budapest se ha truncado porque Moscú ha dejado claras sus posiciones maximalistas y sobre eso hay poco que hablar. Su posición dista de ser fuerte y le llegan nuevos castigos. ¿Aguantará?

La invasión rusa de Ucrania entra en una nueva fase. A los tres años y medio del inicio de la "operación militar especial" lanzada por Vladimir Putin, el conflicto ha pasado por multitud de etapas, ninguna encaminada realmente a la paz. En los últimos meses, cierta esperanza surgió por el proceso negociador abierto por Estados Unidos. Y, sin embargo, muchas cosas han vuelto al punto de partida, pero con una mochila mucho más cargada de muerte, destrucción y desgaste a cuestas: hoy no hay avances en el diálogo, no hay victorias claras, hay más sanciones contra Moscú y estamos a las puertas de otro invierno con las infraestructuras energéticas reventadas por los drones y los misiles.
En esta semana, los aliados de Kiev -incluso los dudosos, como el norteamericano Donald Trump- han tenido que redoblar su presión sobre el Kremlin, a la vista de sus exigencias maximalistas que no dejan lugar al debate (quiere todo el Donbás, quiere quedarse con Crimea, socavando la soberanía nacional ucraniana), de los ataques redoblados a dianas civiles (de edificios residenciales a plantas energéticas) o de los posibles crímenes de guerra que empiezan a trascender en zonas como Pokrovsk.
Para empezar, Trump se vio obligado a confirmar el miércoles pasado que no se va a ver con Putin en Budapest (Hungría), como había anunciado a bombo y platillo tras mantener con el líder ruso una llamada que calificaron como larga y productiva Tras una conversación preparatoria entre los cancilleres de los dos países, Marco Rubio y Sergei Lavrov, quedaron claras las diferencias de criterio, con Moscú negado a ceder un ápice en cuestiones territoriales y en un alto el fuego, aunque sea temporal, así que verse es "inútil", "perder el tiempo", en palabras del republicano. No hay planes para verse en el futuro inmediato. Todo muy lejos de esa solución "en 24 horas" que Trump prometió en la campaña electoral que lo devolvió a la Casa Blanca.
Peter Dickinson, editor del servicio UkraineAlert del Atlantic Council (un tanque de pensamiento afincado en Washington) expone que, básicamente, el magnate ya se ha caído del caballo y empieza a dolerle encajar que Putin ha jugado con él, porque no quiere un metro aquí o allá, sino un "cambio de régimen" en Kiev. "Un alto el fuego sólo significaría una cosa: una gran parte de Ucrania permanecería bajo dominio nazi", como le resume un diplomático ruso. "Mientras Trump intenta negociar un acuerdo geopolítico inmobiliario, Putin busca asegurar su lugar en la historia extinguiendo el Estado ucraniano y reviviendo el Imperio ruso", expone. Un abismo, una desconexión entre las dos visiones profunda como la fosa de las Marianas.
El experto recuerda que el equipo de Trump ha tenido "dificultades" para comprender esto y aún le duran, pero va entendiendo que "el verdadero problema" de Rusia es "la independencia de Ucrania", simplemente. Que ve a los dos pueblos como uno solo y que tener esos territorios valen cualquier ataque, deportación masiva, secuestro de niños o borrado de la historia. "Si Trump desea poner fin al derramamiento de sangre en Ucrania y asegurar su preciado Premio Nobel de la Paz, primero debe reconocer que Putin se juega lo más importante en el escenario histórico y que jamás cederá a menos que se le obligue", sostiene.
Su pronóstico es que la Federación va a seguir intentando ganar tiempo, que "engañará a Trump con llamadas seductoras y cumbres que acaparan titulares", si no es ahora en Hungría, será en otro momento y lugar, como pasó en Alaska. Mientras eso pase, hablaremos de un proceso de paz "fraudulento". No habrá "negociaciones genuinas", teme Dickinson, "hasta que la alternativa sea la derrota en Ucrania y el desastre para la propia Rusia". Y eso se logra con presión.
Las sanciones son una de las mejores vías para ejercerla. Trump, que ha estado remoloneando y se ha negado a imponer más castigos a Putin en estos meses de mandato, dejando apenas las que ya dispuso Joe Biden y hasta amagando con levantarlas cuando su humor se emparejaba mejor con el ruso, ahora da el paso en buena parte por puro orgullo, para que no lo tomen por tonto. El miércoles por la noche, se anunciaron nuevas sanciones dirigidas a las dos mayores petroleras de Rusia, Rosneft y Lukoil. Las primeras de su era. "Simplemente sentí que era el momento. Hemos esperado mucho tiempo", justificó el presidente de EEUU.
Junto al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, Trump calificó el paquete de sanciones de "tremendo" y agregó que esperaba que pudieran ser retiradas rápidamente si el Kremlin acepta detener la guerra. También criticó a Putin por no tomarse en serio la búsqueda de la paz, cuando siempre ha aplaudido que estaba "dispuesto". Eran aquellos tiempos en los que ni siquiera llamaba al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, para hablar de cómo repartir su país, como un pastel.
Pocas horas después del anuncio norteamericano, la Unión Europea también movió ficha y aprobó su 19º paquete de sanciones por la invasión ucraniana, que van dirigidas a su flota fantasma de petroleros y vetan sus importaciones de gas natural licuado, una de las joyas económicas que permiten a Rusia ir sobrellevando la andanada de sanciones internacionales de estos años. También se implementará un nuevo sistema para limitar la circulación de diplomáticos rusos dentro de los países del club comunitario, se vetan nuevas transacciones financieras y se sancionan bienes de doble uso (civil y militar).
Un estrangulamiento que no sólo tiene que ver con el ninguneo al proceso negociador y los ataques multiplicados a civiles con drones o misiles, sino a la propia asertividad que Rusia está mostrando con los países europeos, especialmente con los más cercanos a sus fronteras, contra los que está incrementando sus amenazas híbridas y no tan híbridas, como las violaciones de espacios aéreos, que han disparado las alarmas europeas.
Los pasos, severos, de EEUU y Europa de forma conjunta van a parar por ahora a Putin. Necesitan ser una política sostenida -lo es en el caso comunitario, pero no en el norteamericano-, verse complementada con estrategias militares y lograr que den pasos atrás los socios que por el momento están manteniendo en pie a Rusia, como China o India. La suma de todo, quizá, dé resultado.

¿Qué puede pasar? Los cuatro escenarios
Queda claro, visto lo visto esta semana, que los objetivos de Putin no han cambiado ni con el proceso negociador: quiere una Ucrania que no sea independiente, sino parte de su Federación o, como poco, un satélite al estilo de Bielorrusia. La diplomacia ha fracasado, desde los primeros contactos en Arabia Saudí hasta los últimos en suelo norteamericano, y para Moscú sigue siendo sostenible la guerra, pese al daño militar, económico y social. Si sigue el desgaste, cree que puede sobrevivir y dominar. Ante este estancamiento, ¿qué es lo que queda ahora por venir?
El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), otro think tank washingtoniano, acaba de publicar una proyección elaborada por los expertos Max Bergmann y Maria Snegovaya y que plantea cuatro posibles escenarios para Ucrania: un avance ruso y un colapso del Ejército ucraniano; un conflicto prolongado de baja intensidad; un alto el fuego y un acuerdo de paz.
En el primero de ellos, nos topamos con una Rusia que "aspirar a debilitar a las fuerzas ucranianas en el frente y, finalmente, abrumar al ejército ucraniano", pero que por ahora ha tenido dificultades para hacerlo. No ha avanzado más de un 20% en todo el país en un conflicto que se encamina a su cuarto año, y aún así eso lo ha logrado con pérdidas masivas y con incorporaciones a sus filas que no tienen ni el entrenamiento ni la destreza requeridos. "Cualquier avance probablemente sería rápidamente neutralizado", dicen los analistas, por la cobertura de drones y artillería, mejorada.
Sin embargo, la producción rusa de drones y misiles ha aumentado y está ganando terreno día a día. "Las fuerzas ucranianas siguen agotadas y Kiev no ha resuelto sus problemas de personal, tampoco. Ucrania tiene dificultades para adaptar su defensa a los ataques con drones rusos, derribando, según varios informes, el 88% de los drones en 2025, en comparación con el 93 % en 2024. "Además, el flujo de armas estadounidenses a Ucrania está disminuyendo", por la falta de compromiso de Trump, que también estos días ha negado a Zelenski los anhelados misiles Tomahawk, y los sistemas de defensa aérea "corren un riesgo especial, ya que la nueva administración prioriza las necesidades internas y la amenaza emergente de China". Además, no hay financiación adicional para Ucrania en trámite, y las entregas actuales dependen de los fondos asignados durante la Administración Biden. Todo está en el aire, lo que aumenta el riesgo de "retrasos, desajustes o averías para Ucrania".
Europa ha compensado parcialmente la falta de apoyo, reconocen los autores. Está intensificando su producción industrial de defensa, incrementando su ayuda a Ucrania, aportando capital a la industria de defensa ucraniana y comprando armas estadounidenses para transferirlas a Ucrania. "Sin embargo, la ayuda militar europea es menos coherente que la estadounidense, con muchos más componentes móviles, lo que significa que podría no compensar por completo la reducción de la ayuda estadounidense, dejando al Ejército ucraniano en una posición más vulnerable", avisan. No es nuevo, se vio ya en la primavera de 2024, cuando los flujos de ayuda estadounidense se redujeron drásticamente antes de que el Congreso aprobara un nuevo paquete de financiación.
Rusia espera que en 2026 sus fuerzas "comiencen a tener una ventaja significativa sobre las debilitadas fuerzas ucranianas", lo que "incrementará la tasa de desgaste ucraniana y provocará un colapso del frente o una capitulación diplomática por parte de Kiev". Ese escenario, indican Snegovaya y Bergmann, es "improbable" pero "no es imposible". "Por lo tanto, Ucrania debería esperar que Putin continúe librando la actual guerra de desgaste de alta intensidad hasta 2026, mientras sigue aspirando a una victoria absoluta", exponen.

El segundo posible escenario es el de una guerra eterna de menor intensidad. Si la tensión aumenta, llevando a Putin a decidir que una victoria decisiva es improbable y, por lo tanto, ya no vale la pena perseguirla, no necesitaría entablar negociaciones serias. "Se ha convertido en un cliché que las guerras terminan en negociaciones, pero eso no es inevitable -avisan-. Las guerras simplemente pueden continuar". Y, para Putin, "la mejor alternativa a la victoria absoluta es simplemente no perder". Mientras siga el conflicto, Ucrania no podrá desvincularse completamente de Rusia, unirse a la Unión Europea o la OTAN, ni alcanzar su futuro europeo. Siempre es mejor para sus intereses mantener un conflicto de bajo perfil pero que enreda todo lo demás. Ya estaba haciéndolo, de hecho, con los ocho años de guerra previa arrastrados desde el Euromaidán, desde 2014.
¿Qué implicaría este freno? Pues "combates esporádicos, ataques irregulares con drones y misiles y bombardeos de artillería contra el frente y las ciudades ucranianas". Putin podría entonces esperar el "momento oportuno" para ir a más, "con la esperanza de que finalmente surgiera un líder ucraniano más dócil en medio de la creciente frustración social". Zelenski está ya fuera de su mandato electoral, tras su victoria de 2019, y no ha convocado elecciones porque la guerra, con sus daños, sus fallos de comunicaciones o censos y sus refugiados, se lo impide. Pero si todo se rebaja, puede llegar el momento de elegir, además.
Los expertos del CSIS recuerdan que hay precedentes como el de Georgia: tras la toma de territorio georgiano en 2008, Moscú "se esforzó por influir y corromper la política georgiana, encontrando finalmente aliados dispuestos a alejarse de Europa y la democracia". Eso ya le puede valer, si tiene un gabinete maleable y un Ejército casi inofensivo.
"Lamentablemente, el escenario dos parece particularmente plausible, dadas las dificultades militares de Rusia para lograr la victoria en el campo de batalla. Para que Putin adopte esta estrategia, probablemente se requerirían mayores tensiones económicas, mayores dificultades para reclutar tropas, un progreso mínimo en el campo de batalla y un apoyo firme y comprometido de los socios a Ucrania, ya sea sólo de Europa o de Europa y Estados Unidos", entienden
Sin embargo, este escenario también plantea serios desafíos para Ucrania a medio y largo plazo. Claramente, una reducción de la intensidad de la guerra traería cierto alivio para un país muy muy cansado, pero Ucrania quedaría "atrapada en una especie de purgatorio". Eso no es paz ni tendría posibilidad de seguir profundizando en sus propias apuestas, como la adhesión a la UE: nadie puede entrar en la Unión con una guerra abierta, aunque sea de baja intensidad. Y si no se sube a ese tren, su economía "podría tener dificultades para recuperarse" y no quedaría claro qué pasa con las reformas democráticas que el país lleva a cabo para poder cumplir con las condiciones de Bruselas.
"Esto se asemeja a la situación en muchos países de los Balcanes Occidentales, donde se ha instalado un círculo vicioso: las dudas sobre la adhesión a la UE mina el impulso reformista, creando espacio político para fuerzas corruptas y antidemocráticas, lo que deteriora aún más las perspectivas de adhesión a la UE". Sólo un cambio en el Kremlin, o sea, la muerte de Putin, podría quizá cambiar algo, entonces.
Tercer escenario: alto el fuego, ese por el que todos claman en el desierto desde hace tres años y medio. Ahora mismo, Rusia no ha decidido dejar de luchar porque entiende que parar beneficiaría a Kiev, que tendría tiempo para rehacerse. Para que ese supuesto se diera, "las condiciones de la guerra probablemente tendrían que cambiar, ya sea por la presión económica y militar sobre Rusia o, más probablemente, por la expansión de la guerra en territorio ruso por parte de Ucrania".
Y eso es mucho cambio. A estas alturas de guerra, la Federación Rusa aún cree tener la ventaja, pese a la economía de guerra, los uniformados muertos y la resistencia ucraniana, que hasta ha colado fuerzas temporalmente en su territorio. Se frotaba las manos con la llegada de Trump, quien llamó a Putin, pasó de Zelenski y luego lo llamó sólo para echarle la bronca en público, apartó a Europa y alentó las reivindicaciones de Moscú. La moral nacional, dice el informe, se ha ido manteniendo, mal que bien, y "como resultado, la opinión pública rusa, la élite y la cúpula militar ven una luz al final del túnel". Algunos analistas han sugerido que, a pesar de su alta tolerancia a las grandes pérdidas, el Kremlin podría tener dificultades para embarcarse en un cuarto año de ofensivas en el Donbás, dadas las escasas ganancias de los años anteriores, el deterioro de la economía, la creciente crisis presupuestaria y la creciente escala de los ataques a la infraestructura rusa.
Sin embargo, Ucrania podría influir aún más en esta dinámica. "Su capacidad para atacar territorio ruso podría proporcionar una ventaja crucial para prevenir el peor escenario posible. Los ataques con drones y misiles contra ciudades rusas que afectan la vida cotidiana de los civiles (como la escasez de combustible y el cierre de aeropuertos en el verano de 2025) podrían cambiar la opinión pública, incluso si Putin mantiene una considerable fuerza paramilitar de la Guardia Nacional para reprimir cualquier disidencia significativa", exponen. El debilitamiento del apoyo ruso a la guerra y la creciente tensión económica podrían "presionar al Kremlin a reconsiderar su estrategia". El desarrollo de una capacidad de ataque autóctona, de largo alcance, podría ser especialmente "impactante", dando a Ucrania la capacidad de responder proporcionalmente a los ataques contra sus propias ciudades.
Esta estrategia para Kiev se basa "en el supuesto de que la moral rusa -un concepto vago y elusivo- es frágil". El público ruso generalmente apoya a Putin, pero "nunca ha comprendido plenamente la justificación de la guerra". Así que este tercer escenario también asume que los cambios en la opinión pública influirían en la toma de decisiones de Putin, "a pesar de la mínima oposición interna a sus 25 años de gobierno y del surgimiento de una nueva clase económica-patriótica leal a él y dependiente de la guerra". La verdad es que es algo que no ha ocurrido en el pasado. "Sin embargo, esta parece ser la vía más clara para que Ucrania ponga fin a la guerra y asegure un futuro europeo. En resumen, Ucrania podría necesitar intensificar la guerra para desescalarla, manteniendo al mismo tiempo su línea defensiva en el frente", sostienen los analistas.
Es "plausible", defienden, pero requiere "aumentar la capacidad de ataque de largo alcance de Ucrania" y eso implica más producción occidental de armas de largo alcance y su transferencia al país atacado, probablemente desde Europa. Es más probable, en cambio, "que dicho impulso provenga de la propia producción ucraniana, ya que las tasas de producción occidentales son bajas y Occidente inevitablemente (y comprensiblemente) tendría cierta preocupación por la escalada de la demanda de armas que alcancen objetivos civiles rusos".
Llegamos al cuarto escenario y final: la paz. Suena grande la palabra, a día de hoy, pensar que Rusia y Ucrania alcanzan una paz estable que les permite seguir caminos separados. Eso sí que necesitaría de mucho cambio para no ser una quimera. Para empezar, haría falta "una crisis grave en Rusia, combinando crisis económicas con importantes ataques militares ucranianos". ¿Inconcebible? No, dicen los autores.
"La sensación de que la guerra es imposible de ganar y de que es inútil podría impregnar al Ejército y la sociedad rusos tras otro año de bajas masivas y escasos o nulos avances. Los ataques ucranianos contra Rusia podrían cambiar la opinión pública. La economía podría sufrir una grave conmoción, posiblemente una crisis de deuda que provoque una retirada masiva de fondos bancarios", enumeran. Y hasta los oficiales de rango medio descontentos podrían decidir actuar contra Moscú, como hizo Yevgueni Prigozhin, el líder de los mercenarios de Wagner, que se rebeló en el verano de 2023. "Sin embargo, Putin es experto en mantenerse en el poder y probablemente reaccionaría para aliviar la presión, aplicando el escenario dos o el tres", entienden Max Bergmann y Maria Snegovaya.
Hay una alternativa más: un cambio repentino de liderazgo tras el fallecimiento natural de Putin, "similar a cómo la muerte de Iósif Stalin impulsó un cambio en la estrategia soviética que condujo al fin de la Guerra de Corea". En resumen, "sólo un cambio drástico podría persuadir a Rusia a poner fin a los combates de forma permanente en lugar de simplemente detener la violencia".

Repasado lo anterior, ¿por qué apuestan estos expertos? Entienden que es "improbable" que la guerra termine pronto, porque esperan que el apoyo militar estadounidense a Ucrania disminuya gradualmente; Europa se convertirá en el principal apoyo del ejército ucraniano y deberían colaborar con Ucrania para desarrollar una "estrategia plurianual que sustente el esfuerzo bélico ucraniano". Para cambiar el equilibrio y poner fin a los combates, "Occidente probablemente necesitará modificar la dinámica militar mediante una inversión significativa y continua en las industrias de defensa europea y ucraniana", necesaria para mantener a las fuerzas de primera línea, proteger las ciudades ucranianas de los ataques con misiles y drones y proyectar fuerza en territorio ruso mediante ataques de largo alcance. Ucrania, de su lado, también debe "asegurar suficiente personal ampliando el reclutamiento y mejorando las rotaciones en primera línea para sostener la lucha a largo plazo".
Lograr un resultado estable en esta guerra, que permita a Ucrania alcanzar su sueño europeo, equivaldría, por el contrario, "a la pesadilla de Putin". Este resultado significaría, en esencia, "que Putin ha perdido la guerra, como ha perdido a Ucrania". Sin embargo, Ucrania y Europa también deberían seguir presionando al Kremlin para que entable conversaciones de paz, recomiendan. "Hacerlo beneficia la imagen global de Ucrania, ya que deja claro al mundo quién es el agresor y quién obstaculiza la paz. Un alto el fuego como este probablemente también favorecería más a una Ucrania agotada que a Rusia". Que quede clara la diferencia.
"Será necesario presionar a Rusia -militar, económica y diplomáticamente- para que acepte dicho resultado. Esto llevará tiempo, sobre todo porque el Kremlin parece creer que aún puede ganar la guerra. Desafortunadamente, por el momento, la lucha no parece tener fin", concluyen.
El campo de batalla
Trump ha pedido a Putin que congele el frente de batalla actual, pero no quiere. "Deberían detenerse donde están", le dijo. Eso complica su "paz número 9", si nos atenemos a su (ficticia) cuenta. "Toda mi vida he jugado contra los mejores y he salido realmente bien parado", avisa, no obstante, el norteamericano al ruso. Vistas las nuevas sanciones, está por ver hasta dónde más estira la soga.
De momento, no hay alegrías para Zelenski y sus reclamados Tomahawk. Trump, a gritos, le dijo en su última visita a la Casa Blanca que los necesita para su propia seguridad pero es que incluso aunque accediera a dárselos, carece de tantos como necesita Kiev en el inventario actual, no son baratos de producir y además suelen lanzarse desde el mar, por lo que necesitarían ser adaptados. EEUU trata de calmar a Kiev diciendo que el avance ruso está siendo menor del esperado y los mapas sobre el terreno lo constatan.
Tras la tan cacareada ofensiva de Rusia en primavera y verano, ha habido obviamente más presión en el este de Ucrania, pero sin enormes pérdidas. Grandes ciudades como Kúpiansk (una ciudad satélite donde las fuerzas ucranianas mantienen el control sobre infraestructura ferroviaria vital) o Konstantinovka (una ruta de suministro clave para la línea del frente en el Donbás y ciudad con industria pesada) siguen en manos de Ucrania, aunque su control es precario. Peligra Pokrovsk, de cuyos alrededores llegan noticias de crímenes contra los civiles, en el avance ruso. Rusia avanza en campos abiertos y pequeñas aldeas, pero sin golpes definitivos y de forma algo más lenta. Se han dado hasta reconquistas ucranianas en las semanas pasadas.
El invasor también ha iniciado una especie de ronda de pequeñas movilizaciones constantes, tras un cambio legal que se lo permite aún sin haber declarado formalmente la guerra (que es una de las grandes ironías de esta contienda), pero por ahora no se ha notado esta inyección en el campo de batalla.

Su campaña de drones y misiles se ha intensificado, con récords diarios de interceptaciones, dañando con especial saña infraestructuras energéticas, cuando el invierno vendrá a empeorar severamente la situación humanitaria de los ciudadanos. Bloomberg sostiene que el 60% de la producción de gas de Ucrania ha sido eliminada. Pero su infantería, en cambio, va a tener más complicado esconderse entre los árboles de los UAV ucranianos, porque estarán pelados. La naturaleza entra en guerra complicando el camuflaje, embarrando el terreno, impidiendo el avance a pie, limitando la logística y los movimientos. La previsión es que, pasado noviembre, el frente de estabilice por el mal tiempo.
La situación interna de Rusia será también determinante en los meses por venir: hay escasez de gas y petróleo por los ataques ucranianos a sus refinerías, aumenta la inflación y fluctúan los pasos hasta a los nuevos reclutas, un imán clave para tener tropa de repuesto. Su capacidad productiva se ha erosionado, se ha centrado en lo defensivo, no en lo civil y está al máximo de su capacidad, dicen los informes de Inteligencia europeos. Las sanciones pueden hacer más daño.
Le pone números a esta situación Alexandra Prokopenko, investigadora del Centro Carnegie Rusia Eurasia en Berlín, que trabajó en el Banco Central Ruso hasta principios de 2022: Rusia ha logrado mantener su maquinaria bélica en funcionamiento y en 2021, el Kremlin gastó alrededor del 22% del presupuesto federal en el ejército, pero hoy gasta casi el 40%, o alrededor del 8% del PIB. "El Gobierno ha ampliado la fabricación de drones y municiones, ha renovado las reservas de equipo de la era soviética y ha ofrecido generosos incentivos financieros para animar a los hombres a unirse al ejército", explica. Moscú pudo sostener la invasión sin poner toda la economía en estado de guerra, declarando una movilización parcial y fomentando que las fábricas de defensa existentes funcionaran las 24 horas, porque también las importaciones paralelas (bienes vendidos a Rusia por un tercero sin la autorización del fabricante) y los proveedores chinos han cubierto las deficiencias en componentes críticos causadas por las sanciones. A corto plazo, este enfoque fragmentado "ha sido suficiente para reabastecer las fuerzas de primera línea y mantener a Rusia en la guerra".
"Pero estos logros son menos impresionantes de lo que parecen", afina: la capacidad industrial de defensa de Rusia se había estancado prácticamente para 2024, salvo la producción de drones. La mayor parte del equipo que entrega actualmente al frente ucraniano es reacondicionado, no nuevo, y a menudo es inferior a los sistemas de la OTAN. "La corrupción y la ineficiencia en los sectores militar y de defensa siguen siendo endémicas, y aunque es posible lograr mejoras marginales en la eficiencia, no pueden generar la escala de recursos necesaria para una rápida expansión de la fuerza", ahonda.
Sin grandes avances y con esta debilidad, Putin no puede permitirse seguir mucho tiempo así. La complacencia deja paso, pues, a la inquietud. Puede que entonces el Kremlin decida asumir más riesgos y ser más agresivo. No hay escenario bueno.
