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Sí, pero: el triple alivio electoral para la UE, pese al poder ultra y el golpe a la izquierda

Sí, pero: el triple alivio electoral para la UE, pese al poder ultra y el golpe a la izquierda

En Bruselas respiran: los prorrusos y antieuropeos han perdido en Rumanía y Polonia, mientras que Portugal garantiza que no gobernará con radicales. Hay una cierta apuesta popular por la estabilidad, pero asusta el aumento de los extremistas. 

Rafal Trzaskowski, Nicusor Dan y Luis Montenegro, en sus respectivas celebraciones electorales en Polonia, Rumanía y Portugal, el 18 de mayo de 2025.Getty / EFE

El 18 de mayo de 2025 estaba marcado en rojo rojísimo en el calendario europeo: tres elecciones coincidían en otros tantos estados de la Unión, con posibilidades reales de que se impusieran candidatos antiBruselas, prorrusos y populistas. No ha sido ese el caso. Al contrario, se ha logrado un apoyo a las propuestas europeístes en las tres citas, la rumana, la polaca y la portuguesa. El respiro de alivio de Bruselas se ha notado como un viento de fuerza 12. Y, sin embargo, no se puede cantar victoria, porque las fuerzas antidemocráticas, las que quieren reventar el sistemas comunitario y hasta apoyan a Rusia en su guerra de invasión en Ucrania crecen y se multiplican. Si no es hoy, su victoria puede llegar mañana, mientras además opciones de gobernabilidad clásicas, como el socialismo, pierden terreno a marchas forzadas. 

Vayamos con los titulares: el candidato proUE Nicușor Dan ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Rumania y gobernará en solitario gracias al 55,1% de los votos de respaldo logrados, frente al ultranacionalista George Simion, que se ha quedado con el 46,4 % pese a haber ganado la primera vuelta. Mientras, en Polonia, el candidato liberal Rafał Trzaskowski se ha impuesto en la primera vuelta de las elecciones presidenciales nacionales, que deberá ahora pelear a los ultraconservadores en 15 días. Ha logrado del 31,36 % de los sufragios, frente el aspirante nacionalista Karol Nawrocki, apoyado por la oposición ultraconservadora, que se hizo con el 29,54 % de los votos.  Y en Portugal, ha sido el candidato de centroderecha y actual primer ministro, Luis Montenegro, el que se ha impuesto, aunque no tiene mayoría absoluta y gobernará en minoría, al rechazar el apoyo del ultraderechista Chega que completaría su 32,10 % de apoyos.  

El resultado más trascendente para Bruselas es el de Rumanía, donde Simion había puesto nervioso al establishment de la UE al ganar con fuerza en la primera vuelta. Era el sustituto, en realidad, del ultraderechista Calin Georgescu, que fue inhabilitado como candidato presidencial. Este era el elegido de los radicales pero la primera vuelta de las elecciones, en marzo, tuvo que ser anulada por injerencias rusas en el proceso. Y es que los de Georgescu y Simion siempre han declarado su cercanía al pensamiento y obra de Vladimir Putin, incluyendo la invasión de Ucrania, que ven como un mal que se han buscado los propios ucranianos. 

Pasemos página y vayamos al ganador: el alcalde de Bucarest, Dan, es un genio de las matemáticas de voz suave, centrista, más técnico que político, que ha afirmado que el resultado electoral representaba un momento de esperanza para su país. "Las elecciones son cuestión de comunidades, y en las elecciones de hoy ganó una comunidad de rumanos que desean un cambio profundo en Rumanía", ha declarado. El presidente del Consejo Europeo, António Costa, le envió sus felicitaciones pronto, anoche mismo, poco después de las 11 de la noche: "Esta es una fuerte señal del apego de los rumanos al proyecto europeo", escribió en X.

Según el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores, un factor importante en la victoria de Dan fue el apoyo de los húngaros étnicos de Rumanía, que "se manifestaron masivamente contra el apoyo del candidato nacionalista/soberanista [por parte del primer ministro húngaro] Viktor Orbán". La prensa local rumana habla este lunes de este factor, también, pero sobre todo destaca cierta "toma de conciencia" del peligro que supondría para el país tener un Ejecutivo que podría reventar el sistema, violar el estado de derecho y recibir un castigo comunitario por ello, como ya ocurrió con la propia Hungría y con Polonia. Un lujo que no puede asumir el segundo país más pobre del club europeo, por más que en ese río revuelto quisieren pescar los ultras, con un programa nacionalista, excluyente y visceral. 

Hubo, pese a todo, momentos de tensión porque Simion se declaró inicialmente ganador y llegó a publicar en sus redes sociales: "Soy el nuevo presidente". Pero horas después, publicó un vídeo en Facebook felicitando a Dan y admitiendo su derrota. Un paso importante que puede evitar excesos de sus partidarios. "Ganó las elecciones. Fue la voluntad del pueblo rumano", dijo Simion sobre la victoria de su oponente.

Simion se autodenomina un seguidor de MAGA, la política de Make America Great Again del norteamericano Donald Trump, y al principio de su andadura pareció seguir el ejemplo del republicano proclamarse vencedor antes del recuento de votos y negarse a aceptar el resultado de las elecciones. El problema de Simion fue que el resultado no fue tan ajustado como esperaba y tuvo que claudicar. La participación fue del 65%, la más alta desde 1996, por lo cual el dato de diferencia, de casi 10 puntos, no era replicable. Sus bravuconadas, al cajón. Pero no es el fin: lo han votado más de cinco millones de rumanos. Es para hacérselo mirar. 

También ha habido victoria de otro regidor en Polonia. En este caso, el alcalde de Varsovia, Trzaskowski, el candidato liberal respaldado por la Plataforma Cívica de centroderecha del primer ministro Donald Tusk, ha superado a su rival de ultraderecha, pero no es algo definitivo: ahora les queda el segundo round de estas presidenciales. Y la respiración se contiene, sobre todo, porque los datos son bastante más reñidos. Hay incluso encuestas que daban una mayor ventaja, más de los dos puntos logrados. Más menos dos es el margen de error clásico de los sondeos electorales en Europa, así que ojo, es casi un empate técnico. 

Quedan por delante dos semanas en las que poner toda la carne en el asador, hasta que el 1 de junio se sepa la voluntad final de los ciudadanos en un país que durante años ha tenido un liderazgo de ultraderecha, en la presidencia y en la oficina del primer ministro, y de los primeros grandes en ser referencia para otros radicales de derechas, de España a Italia. 

Trzaskowski hace bandera del liberalismo económico, un progresismo moderado y una política social que dé seguridad a los polacos, respetuosa con los derechos civiles violados a la prensa o las minorías (mujeres, homosexuales) en los tiempos del Gobierno ultraconservador de Ley y Justicia (PiS). Si se consolida su victoria, Polonia habrá renovado sus dos órganos de poder, dándole la vuelta por completo a años en los que la descomposición fue tal que, hoy, el país no habría llegado a los mínimos estipulados para entrar en la UE. 

En el caso de nuestro vecino portugués, las elecciones eran las terceras en tres años, lo que da cuenta de la convulsión de un sistema político caracterizado por su estabilidad y su previsibilidad, ejemplo en todo el continente. La coalición de centroderecha Alianza Democrática ha logrado la mayoría de los votos, mientras que el partido de extrema derecha Chega ha avanzado hasta empatar con el Partido Socialista como la segunda fuerza más grande en el parlamento del país. Se ha roto el bipartismo luso y lo ha hecho por la irrupción de una fuerza que en 2022 apenas llegaba a un 7% de los sufragios y que se ha alimentado de las crisis de supuesta corrupción de sus adversarios, la falta de respuestas a problemas como los servicios públicos o la vivienda y las inestables coaliciones. 

Se prevé que la coalición del primer ministro Luís Montenegro controle 89 escaños en el parlamento del país, muy por debajo de los 116 necesarios para una mayoría gobernante. No le ha pasado factura el escándalo de una consultora inmobiliaria de su propiedad, de la que sigue ingresando dinero aún en el cargo, sino que ha crecido desde el 28,85 % logrado hace sólo 14 mes. Parece que los votantes culpan al Partido Socialista de Pedro Nuno Santos de forzar unas elecciones que muchos consideraron innecesarias, con su política de oposición y por no parar las dos mociones de confianza contra Montenegro. Resultado: pierde 20 escaños y apenas tendrá 58 en la legislatura. Santos ya ha puesto su cargo a disposición de un partido que, apenas el año pasado, tenía mayoría absoluta con Antonio Costa, hoy en Bruselas. 

El gran ganador de la noche portuguesa fue Chega, que ascendió a otros tantos 58 escaños. El desempeño del grupo ultranacionalista confirma su aparentemente imparable crecimiento, pues ha pasado de tener un solo diputado en el parlamento en 2019 a convertirse en el tercer partido más grande en las elecciones del año pasado, controlando ahora una cuarta parte de los escaños en el cuerpo legislativo del país. Ahora, segundo y puede que con más ventaja que los socialistas y el voto exterior les favorece, como dicen los sondeos. 

La gran pregunta es si serán llave de Gobierno: Montenegro ha descartado cualquier tipo de acuerdo con Chega durante esta campaña y el año corto que ha estado en el cargo lo ha soportado sin ellos, buscando acuerdos puntuales en el Parlamento. Pero esa salida necesitará del apoyo tácito del centroizquierda. Quedan horas de debate por delante porque, vista la cadena de elecciones y que no se pueden celebrar más hasta pasado el verano, el presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, ya ha dicho que sólo pedirá que forme Gobierno a un líder que le plantee una opción viable. 

Así que, sí, fue una gran noche para Europa, que ofreció cierta esperanza de que la volatilidad de los asuntos globales esté impulsando a los votantes hacia la estabilidad, en lugar de la disrupción, pero aún queda mucho por batallar: el duelo ha sido con los ultras, más que con los partidos tradicionales democráticos o con las fuerzas de nuevo cuño que respetan las reglas del juego y eso sigue pasando; no hay que olvidar que uno de cada cuatro parlamentarios europeos son, desde el año pasado, de ultraderecha. 

La derecha ha acercado su agenda, sus propuestas y su lenguaje a los ultras y les ha robado cierta cuota, pero la izquierda es la que más se lo tiene que hacer mirar. Según el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), una vez perdida Alemania el pasado febrero, a la izquierda pura sólo le queda el Gobierno de Pedro Sánchez en España y hay cuatro Ejecutivos más de centroizquierda, los de Malta, Lituania, Eslovaquia y Eslovenia. El resto es, mayoritariamente, de centroderecha o derecha. Sólo hay un poco de rojo más en otros países no comunitarios como Reino Unido, Noruega o Albania. No es para tirar cohetes. 

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.